NO HAY MAL QUE POR BIEN NO VENGA
DESAFÍO: DE AMORES Y DESAMORES
Venganza
San Valentín, día del amor. Por si no te habías dado cuenta, ya se encargaba todo el mundo de recordártelo.
— John, ¿otra vez como en Navidad? — el doctor se encontraba inmerso en uno de esos libros que tan interesantes le resultaban. Para ti, aquello no era más que novela promocional, pero para gustos... Levantó la cabeza, extrañado.
— ¿Qué? ¿Navidad? — parecía no compartir tu línea de pensamiento. Típico de John.
— ¿Ya lo has olvidado? — una sonrisa maliciosa escapó de tus labios. Él sólo miró para otro lado sonrojado y carraspeó.
— ¿Qué será esta vez? ¿Una cena en algún sitio pomposo? ¿Exótico, tal vez? — disfrutabas con sus reacciones no estipuladas de antemano. Y con las demás también, para qué negarlo.
— ¿Pomposo? ¿Pero qué…? ¿Desde cuándo te interesa el lugar donde comes? ¡Si tú no comes! Ah, espera, ya veo por dónde vas — la conversación se estaba volviendo interesante. ¡Oh, por fin, algo interesante!
— ¿Y qué cree tu cabecita pensante? ¿Un plan? O mejor ¿una conspiración a nivel mundial, querido John? Ilústrame con tus grandes dotes — te subiste al sillón, poniendo las manos bajo la barbilla.
— Tu orgullo no funciona conmigo. ¿Olvidas que vivo contigo? Quieres que vayamos a cenar para montarme una escena — no era lo que tenías en mente, pero no se desprecia una buena idea.
— Me has descubierto — levantaste las manos como si de un atraco se tratara, divertido.
— Sherlock, ¿podríamos tener un San Valentín en paz? Y baja de ahí, que te acabarás cayendo y seré yo el que tenga que llevarte a urgencias — muy divertido.
— Vamos, John, no niegues que no disfrutas con la conversación — te levantaste para ocupar el sofá, considerablemente más cómodo, pero no llegaste a tu destino. Tus tobillos fallaron y te hicieron caer de rodillas. Miraste al suelo, contradicho.
— Sherlock, ¿qué ocurre? Sherlock — se acercó a ti y te tomó por el hombro.
— John... — hasta la voz te había casi abandonado. Intentabas levantarte, pero las piernas no te respondían. — John... — comenzabas a ponerte nervioso, muy nervioso y, dado que no estabas acostumbrado, comenzaste incluso a temblar ligeramente.
— Tranquilo, tranquilo…, todo irá bien — esas simples palabras hacían bajar tu ritmo cardíaco; siempre que vinieran de él. Tras observarte con cara misteriosa, te cargó de repente hasta la cama de tu habitación, demostrando más fuerza de la aparente. Fue cuidadoso hasta para dejarte caer en ella. Extremadamente delicado John.
— No necesito que me cuiden — ahora eran tus brazos los que empezaban a fallar. La situación estaba pasando de extraña a no tener ningún sentido. Analizándote a ti mismo, nada era diferente. ¿Entonces?
— Soy tu médico, viene con el cargo cuidarte — buscaba su maletín bajo tu cama. ¿Sabría que lo habías tomado sin permiso, cuando diseccionaste esas ranas la semana pasada y que olvidaste dejarlo en su lugar? No, sería simple intuición de compañero de piso resabiado.
— ¿Qué vas a hacer con eso? — abriste los ojos de par en par; una reacción lógica ante una aguja de tamaño empresarial. — No vas a ponerme eso; nunca me han gustado las inyecciones y no voy a empezar hoy.
— ¿Y la droga? ¿Entra en tu cuerpo por inspiración divina? No seas niño pequeño y date la vuelta — buen punto, pero la droga te la suministrabas tú y una inyección en el trasero era totalmente diferente. De acuerdo, tus argumentos se desmoronaban por momentos, pero es que no querías que John te viera en ese estado; una inyección en el trasero, lo que faltaba. — Tomaré tus vagos reproches como fruto de la situación, porque no tienen ni pies ni cabeza — movió un poco la cabeza y comenzó a prepararlo todo.
— Esto es una venganza por todo lo que te he hecho, ¿verdad? — no te encontrabas bien y cada vez te costaba más disimularlo.
— Tómatelo como quieras — te tomó el pulso y la presión arterial; ambos dentro de los baremos considerados aceptables.
— Estoy bien — hiciste ademán, sólo ademán, de levantarte; cuando volvió a tomarte por el hombro, ¿sonriente?
— Hoy eres el paciente, así que vas a estar sin moverte hasta que yo lo diga — se le veía orgulloso de llevar el control, bajándote el pantalón y preparándote para...
— ¡Au! ¡Podrías ser menos brusco! Soy muy sensible, ¿sabes? — para el gran pinchonazo de la historia.
— Quejita — sonrió triunfal. — ¿Qué hay del Gran Sherlock Holmes? — te dio la vuelta y comenzó a masajearte el abdomen.
— No es ahí donde me duele — no se sentía mal, nada mal, sólo…, extraño.
— Lo sé perfectamente, no quieras saber más que yo — y siguió con el masaje. Vengativo John. Seguro que se aprovecharía hasta la saciedad.
— La falta de movilidad puede venir causada por la ingesta de algo en mal estado — su palma dibujaba círculos en tu bajo vientre — ¿qué has comido en las últimas doce horas?
— Nada — fácil respuesta. — Comer es algo secundario, no sé cuántas veces tengo que repetírtelo — si no supieras que no es cierto, a veces pensarías que no te escucha cuando hablas.
— Pues eso, no comer; que es lo que sueles hacer, también influye — parecía preocupado por ti, realmente preocupado. Siempre pasaba lo mismo, tú hacías algo que acababa afectando a tu salud y él te sacaba del paso y curaba tus heridas. Tal vez deberías considerarlo.
— Nada de lo que dices está corroborado. ¡Ey, estás perdiendo el control de tus manos! — sus dedos habían descendido sutilmente hasta casi rozarte la pelvis.
— En absoluto; todo lo que digo está previamente revisado y, para que te quedes más tranquilo, no estoy perdiendo el control de nada. Me estoy vengando, como bien dices — al final tenías razón, como siempre. Te gusta llevar razón, por supuesto, pero ahora tenías un problema añadido. Bueno, no era exactamente un problema, pero esa mano cada vez más baja y esa sonrisa que pedía a gritos "tápame" hacían de tu concentración una odisea.
— Pronto recuperarás la movilidad y no voy a perder esta oportunidad. Puede que me arrepienta más tarde, pero no lo creo. Y como tú bien dices, algo que dices sensato, mejor arrepentirse de haberlo hecho que de no haberlo hecho — buena la hora en que decidió hacerte caso.
