Aplausos, gritos de júbilo, lágrimas de alegría... el cielo de toda Inglaterra se había inundado de miles de chispeantes y vivos colores. Brujas y magos de todos los rincones del país europeo se abrazaban con entusiasmo, sin importarles lo que pensaran los extrañados muggles. Después de tanto tiempo, por fin eran libres. Todo había terminado… el mundo volvería a ser el mismo de antes.
La guerra había acabado, y todos se encontraban llenos de felicidad. El Que No Debía Ser Nombrado estaba muerto, y su cadáver fue expuesto en el centro del Wizengamot para que todos pudieran comprobarlo.
En una ceremonia legendaria, El Niño Que Vivió recibió una Orden de Merlín Primera clase, junto con el resto de los héroes y heroínas de aquella batalla épica. Los magos y brujas más ancianos que conformaban el Ministerio de Magia levantaron sus copas, brindando por los niños y niñas que salvaron al mundo mágico. Los besos espontáneos, propuestas matrimoniales, reconciliaciones entre enemigos y mas reinaban. Todo en el ambiente era alegría, todo era esperanza...
¡Cómo desearía poder iniciar de esa manera esta historia, en estas páginas que me ha encomendado escribir alguien que hace solo pocos minutos expiró su último aliento de vida!
Lamentablemente, las cosas no pasaron así. Esto no es un cuento de hadas inspirado en alguna historia para niños muggles. Es la realidad… la cruda realidad.
Harry Potter había muerto.
Su cadáver fue llevado de vuelta a Hogwarts por Hagrid, el mismo semigigante que un día, hacía ya muchos años, lo escoltara entre mantas de bebé a la casa de sus tíos.
El cielo se cubría de un negro plomizo, las lágrimas silenciosas de los estudiantes del castillo en llamas, caían con desesperanza la visión de aquel héroe muerto... El Elegido, El Señalado, El Niño Que Vivió ... y murió.
Todo rastro de fe se evaporó entre las ráfagas de humo negro que ascendían amenazantes sobre aquellos jóvenes. Los miembros de la Orden del Fénix, los pocos que aun quedaban con vida, observaron estoicamente la degradación del cuerpo sin vida de aquel que estaba destinado a ser su salvador. Levantado en el aire, atado por cuerdas invisibles como si fuera un venado recién cazado, se erigían los restos del que fuera el Gryffindor más valiente de todos los tiempos.
La profecía, el plan, los horrocruxes... algo había salido terriblemente mal, desencadenando aquella era de sombras y oscuridad que se precipitaba sobre ellos.
Era el fin. Solo faltaba perder la vida en aquella guerra, enfrentar la muerte con dignidad y gloria. El número de mortífagos sobrepasaba a los magos y brujas en pie de batalla, la moral estaba en el suelo, ya que la mayor parte de las fuerzas del bien estaba compuesta por chicos poco entrenados, que no sobrepasaban en cantidad a los mortífagos diestros en artes oscuras.
Pero nadie se movió, nadie se permitió entrar en pánico. Todos levantaron su varitas al cielo, observando desafiantes al grupo enorme de magos y brujas vestidos de negro, con aquella serpiente humana al frente.
En la primera línea, Neville Longbottom, al lado de Hermione Granger, Ron y Ginny Weasley. Cuatro Gryffindor hechos del mismo material inmaleable, se erigían con osadía ante las fuerzas del Señor Oscuro.
-Ríndanse- la voz fría, como una espada de hielo del Señor Oscuro resonó en todos los rincones, rebotó entre las piedras llameantes, llenando la cabeza de los últimos sobrevivientes- Si siguen luchando perecerán... pero si se rinden ahora solo morirá la mayoría...
La risa escalofriante de Bellatrix Lestrange adornó las últimas palabras. Sus carcajadas provocaban estremecimiento en todo aquel que las escuchara.
-¡Juro por mi honor de Weasley que esto lo pagarás algún día, Tom Riddle!-
La voz de Ronald Bilius Weasley se levantó por encima de los sollozos, avanzando unos pasos delante de sus compañeros. Su cara estaba manchada de sangre y su ropa sucia y chamuscada...pero aun así presentaba la dignidad y el aplomo que acompañaba a sus atrevidas palabras.
Un rayo de luz verde salió de entre las muchedumbres oscuras, para atestar el pecho del pelirrojo. Su cuerpo sin vida cayó de rodillas. En el último instante, se giró hacia atrás, dirigiendo una mirada a su hermana y al amor de su vida, Hermione. La luz se apagó en sus ojos azules, ante la mirada impotente de aquellas que tanto lo querían.
El caos se desató... antes de que pudieran darse cuenta, los mortífagos avanzaban hacia ellos, repartiendo maldiciones en una orgía incontrolable de sangre, sudor y cenizas.
En el calor del momento, algunos lograron escapar, Neville Longbottom entre ellos. Encabezaría en algunos años lo que los magos y brujas del bien llamarían La Resistencia... pero no debo adelantarme, aún corría el año 1998 y el mundo conocería otra época de Oscurantismo, una que sentaría precedentes sobre la capacidad del mal en el corazón humano.
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