A quien quería engañar, era patética. Con sólo su 1.68 se sentía pequeña, a penas y controlaba sus poderes de Hechicera, no era nadie en la Torre y para ella ningún Guardián era nadie.

Los veía ir y venir sentada en el árbol que se ubicaba frente al Armero, todos decididos e imponentes, ella era temerosa e insegura.

-Jamás seré nadie aquí-le susurro a su Espectro, quien sólo la miro.

-Artemis, tu tienes mucho potencial y me tienes a mi...veras que en poco tiempo serás una de las Guardianas más destacadas en la Torre, y la pesadilla de todo enemigo de nuestra existencia-la joven le sonrió, agradecida por sus palabras.

-¿Ya tengo un destino?-le pregunto suavemente a su Espectro, observando al Sol ocultarse entre las montañas.

-Los Guardianes forjan su propio destino-Artemis le miro, algo confundida.

-¿Y qué hace el Viajero entonces?-cuestiono con una voz insegura.

-El Viajero guía por un destino de Luz, lejos de la Oscuridad y nos protege, a la vez que otorga su Luz a los Guardianes para que nos protejan, porque él ya no puede hacerlo-La mirada de la Hechicera se posó en el Viajero en cuanto el Espectro termino de hablar.

-Seré la mejor Guardiana, lo juro y protegeré a todos los que pueda, hasta que tu nos puedas proteger de nuevo-juro hacia aquella esfera plateada y luminiscente. Desde aquel atardecer, el destino de Artemis estaba en sus manos...el de ella y tal vez, el de muchos más.