Aun podía sentir las sabanas calientes de su cama cuando nos despedimos, y para mí eso no era suficiente, nunca era suficiente cuando se trataba de ella, podía darle todo lo que ella me pidiese, absolutamente todo, le entregue todo mi amor.

Pero ese no era el problema, el problema es que ella nunca me pidió que se lo entregase.

Prefirió jugar conmigo, prefirió jugar a amarme, me cegó con su falsó cariño, me sedujo con su belleza, y poco a poco fue matándome, sin que yo lo supiese.

Pero aquello que más daba.

Aun si lo hubiese sabido, la historia no hubiera cambiado, pues la necesitaba, la necesitaba tanto, que aunque supiera de su juego, de su manera de hacerme enamorar de una mentira, de hacerme enloquecer hasta adueñarse de mi propia voluntad, no la hubiese detenido, pues los únicos momentos en los que me sentía vivo, eran los momentos que pasaba junto a ella.

Pero como todo en esta vida, el juego llego a su final.

Ese día mi mundo se derrumbo, las cosas en las que creía, resultaron no ser más que falsas mentiras, y hasta ese día conocí realmente lo que era el dolor y el sufrimiento, así como la desesperación y la impotencia.

Y ahora vivo en este mundo como una existencia vacía, por que el dolor y la soledad me destrozan, pero nunca son suficientes para matarme, porque este corazón mío se empeña en mantenerme vivo aun contra mi propia voluntad, pero sobre todo, a un vivo por ella, por la artífice de todos mis males, por esta necesidad indómita que surge desde el fondo de mi ser llamada venganza.

Porque necesita encontrarla y hacerla sufrir exactamente lo mismo que yo sufrí, necesitaba encontrarla y arrancarle de su pecho ese negro y frio corazón, del mismo modo que ella arranco el mío.

Por eso cuento cada día, cada hora, cada minuto, para el día en el que pueda encontrarme con ella nuevamente.

Pronto, muy pronto llegara el día, en que los papeles se inviertan, y el que suplique de rodillas esta vez no seré yo, sino tu, mi querida Hinata Hyuga.