Descargo de responsabilidad: Ghost Hunt y sus personajes pertenecen a Fuyumi Ono.


EXPERIMENTO

La estaba volviendo loca. Llevaba dos minutos frente a ella, mirándola y sin decir nada. Cerca, peligrosamente cerca. Más allá de lo que Naru (o cualquiera…) llamaría una invasión de su espacio personal. Pero hey, había sido él el que se había acercado. Él, y no ella.

Naru sigue ahí callado, clavando en ella sus intensos ojos azules. Mai hace tiempo que aprendió a leer en ellos, en los pequeños cambios de luz, en el brillo apenas perceptible en el fondo de sus ojos. Y no es que el ceño fruncido indique algún problema, en absoluto. ¿Naru frunciendo el ceño? Nooo, él no haría tal cosa.

Ah, pero lo está haciendo ahora mismo, sí. Y si algo puede decir, a partir de sus habilidosas dotes de observación (si es que sus neuronas sobreviven sin freírse a tenerlo tan cerca como para respirar el mismo aliento), es que está molesto. ¿Por qué? Ni idea. Que ella recuerde (ah, pobres neuronas semifritas…), el té estaba en su punto, los expedientes bien archivados, las llamadas telefónicas debidamente atendidas… No, no había hecho nada raro…

Y cuando Mai estaba a punto de ceder al debilitamiento nervioso de sus rodillas, él hizo un chasquido con la lengua, de esos que indican protesta, y ladeó la cabeza. Luego, para pasmo y asombro de Mai, levantó una de sus manos, la llevó hasta su pelo, y con un gesto no del todo rudo, le colocó un mechón rebelde tras la oreja. Mai enrojeció, obviamente.

—Me estaba molestando —dijo él en su tono seco habitual.

Luego se dio la vuelta y salió de la habitación, dejando a Mai al borde del desmayo.

Y mientras Mai pensaba en no volverse a peinar nunca más si con eso conseguía una 'caricia' de Míster Narcisista, el aludido a su vez consideraba la idea de que la reducción (no se use la palabra invasión) de distancias con Mai podía llegar a ser muy…, muy agradable.

Pero la próxima vez (porque habría más próximas veces) no debería demorarse tanto… Menos pensar y más sentir, le hubiera dicho Gene.

Y Mai le hacía sentir.

Y eso ya era un hecho objetivamente demostrado.