Comentarios del autor: Al parecer estoy disfrutando de una interesante racha de inspiración, y por supuesto me gustaría compartirla con ustedes antes de que se me pase xD. Tengo la historia prácticamente escrita en su totalidad así que les adelanto que este será el primer capítulo de muchos. Me gustaría que disfrutaran del primero tanto como de los demás, o de los demás tanto como del primero.
También quisiera aclarar que el título del fic surgió de un libro que me compré hace un par de años y que se titula La Historia del Mundo sin los Trozos Aburridos, de Fernando Garcés Blázquez, y que me pareció interesante para presentar esta historia que hace tiempo vengo preparando.
Si ustedes son felices con lo que escribo, yo mucho más, así que mi bandeja de correo está siempre abierta a sugerencias, correcciones y sobre todo opiniones.
Un saludo y muchas gracias por leerme. Disfruten!
Título: Historia de los Potter-Malfoy, (sin los trozos aburridos).
Autor: Quimaira
Pareja: Scorpius H. Malfoy/Albus S. Potter con alusiones al DRARRY
Advertencias: Slash (relaciones homoeróticas explícitas). Si no les gusta el tema, simplemente no continúen leyendo y así todos felices =)
El fic está escrito en un espacio temporal contiguo al epílogo del séptimo libro. Me permití el lujo de cambiar algunos aspectos de los personajes así como del universo creado por J.K para que se adecúen más a la historia que quiero presentar. Así que si encuentran alguna "errata" como que Albus usa gafas, no me lo tengan en cuenta, no es ningún tipo de error, simplemente que me gustan los chicos con gafas ;).
Disclaimer: Los personajes de Harry Potter no me pertenecen a mí, sino a JK. Aún así me tomo la libertad de escribir sobre ellos para cumplir mis enfermas(¿) fantasías.
HISTORIA DE LOS POTTER-MALFOY
(sin los trozos aburridos)
- Pero…pero…¿no estabas nervioso? ¿Cómo sabías a qué casa ibas a ir? – los ojos azules de la pequeña brillaban con emoción mientras retorcía entre las manos el albino osito de terciopelo del que no se despegaba desde que se lo habían regalado hacía ya tres años. Tres años. ¡Cómo corría el tiempo!
- Eres una pesada, Liz. Es la tercera vez que lo interrumpes. ¿Cuántas veces vamos a tener que contarte que nuestra familia por parte de los Malfoy siempre ha estado en Slytherin?
La muchachita puso un puchero mirando enojada a su hermano Perseus, tres años mayor que ella. Ese curso empezaría en Hogwarts y se lo notaba más sensible de lo que usualmente era. Estaba muy apegado a su familia y para él sería la primera vez que se separara de ellos por tanto tiempo seguido. La jovencita Elizabeth, de ocho años recién cumplidos, estaba más emocionada todavía al ver más cerca su turno de asistir a la famosa escuela de magia. Había ya empezado a inquietarse con la llegada de las lechuzas que traían el correo matutino, cegada por la ilusión que le hacía recibir su carta. A pesar de los intentos de sus padres y su hermano para disuadirla de que todavía era muy joven para ello, ella insistía en que sería una bruja buenísima, y como tal, no sería nada extraño que la notificación de su ingreso se adelantara un par de años e incluso más.
- ¡Pues tú…tú serás un Huffelpuff! – Dijo señalándolo con el oso, como si aquello fuera el peor insulto del mundo, riendo infantilmente. Cuando Scorpius Malfoy quiso darse cuenta, los dos infantes estaban ya sobre la alfombra, batallando entre ellos con una inocente pelea de cosquillas, carcajeándose y revolviéndose sin control. Un suspiro de satisfacción acompañó a la sonrisa que se formó en sus labios, rodeados por las pequeñas arrugas que confiere la vejez tras años de felices momentos.
No hizo nada por separarlos, de todos modos no es como que fueran a hacerse daño, así que solo se acomodó mejor en el sofá frente a la chimenea, perdiéndose en sus propias divagaciones.
Los expresivos ojos de sus progenitores lo despedían desde el andén. A través del impecable cristal de la ventanilla alcanzaba a ver la sonrisa de orgullo en el rostro de Draco, así como como la contenida mueca de emoción de su madre Astoria, que le decía adiós con un gesto de la mano. Él respondió apenas apoyando ambas manos en el cristal. Estaba entusiasmado con la idea de empezar el colegio, de poder usar magia de verdad y de convertirse en un experto pocionista como era su padre, pero a la vez le dolía pensar en el tiempo que pasaría separado de ellos.
El agudo silbido del tren, anunciando su inminente partida, consiguió que se le encogiera el corazón un poco y los nervios que venía gestando en su estómago desde hacía varias semanas aflorasen en un leve temblor de sus labios y dedos. De haber tenido un par de segundos más para autocompadecerse, probablemente sus ojos habrían dejado escapar alguna lágrima, pero ni siquiera tuvo tiempo de pensar en llorar cuando un amasijo de ropa revuelta, pelos disparados y gafas torcidas cayó sobre su asiento y de paso sobre sus muslos.
- Auch… - el joven de ojos verdes había sido de los últimos en entrar al tren dada la ingente cantidad de familiares de los que había tenido que despedirse. Además, había tenido que escuchar los consejos de última hora de su padre antes de decidirse a entrar al tren. Los nervios lo mataban. Nunca había demostrado demasiado arrojo en nada y tener que enfrentarse prácticamente solo a una nueva etapa en su vida no le facilitaba las cosas.
Había estado tan distraído buscando el vagón dónde se había metido su hermano James, que no le había dado tiempo a apartarse cuando un muchacho salió corriendo tras un gato travieso y lo arroyó en el pasillo, empujándolo sin querer sobre el asiento que ya ocupaba el joven Malfoy, que ahora lo miraba como si se le hubiera caído encima un saco de pulgas.
- ¡Oye! Ten más cuidado, ¡vas a arrugarme la ropa! – protestó mientras le prodigaba un empujón para bajárselo del regazo.
De sus muslos, el moreno cayó al suelo hecho un lío con su propio equipaje, volviendo a quejarse por el nuevo golpe. No empezaba bien el viaje, no señor.
- L-lo siento… me empujaron. - buscó a tientas los lentes hasta dar con ellos y ponérselos de manera aun más torcida por culpa de la forma que habían adoptado las patillas tras la segunda caída. - Se doblaron...
El rubio suspiró con exagerada pesadez y se peinó con ambas manos los platinados cabellos hacia atrás antes de mirar a su repentino acompañante. Una de sus rubias cejas se alzó al ver que el pobre tenía cara de tonto, no sabía si por genética o por el efecto de las gafas mal colocadas.
- Eres un poco torpe, ¿no?
- Y tú eres un poco grosero, ¿no?... – respondió levantándose y sacudiéndose la ropa antes de tomar asiento frente al muchacho, al cual no conseguía distinguir bien al haberse quitado las gafas para repararlas. En cuanto se las colocó de nuevo se fijó más en él. Parecía un niño de mamá, tan bien vestido y peinado que daba hasta grima. Además tenía esa cara de…de superioridad y de molestia que en lugar de frente a una persona semejaba encontrarse delante de una aberración de la naturaleza.
- No, la verdad es que no. - contestó como si realmente el moreno esperara una respuesta a la pregunta.- Soy Scorpius Hyperion Malfoy. ¿Y tú eres...?
- Albus Potter… - murmuró por toda respuesta, arrugando levemente la nariz ante el apellido del muchacho. Su tío Ron había dicho un montón de cosas sobre esa familia, y ninguna era buena.
- Oh… - el rubio parpadeó un momento, con algo parecido a la sorpresa, y semejó fijarse todavía más en su acompañante.- Así que Potter. Pensé que todos los vástagos descendientes de la rama de los Weasley heredaban ese pelo color zanahoria…¿o es que tu padre tuvo alguna aventura por ahí? – sus palabras realmente no pretendían sonar insultantes, ése era más bien el resultado de la inocencia de un niño rico sabelotodo.
- Mi padre no tuvo nada por ahí...y yo no soy un vástago...sea lo que sea eso.- masculló ceñudo. Apenas hacía unos minutos que se habían visto las caras y ya comenzaba a detestar a ese muchacho.
- Vástago quiere decir descendiente de otra persona, Potter - el apellido sonó casi como un siseo, aunque quedó camuflado por la altivez general de la frase.- ¿Es que no te mandaron a la escuela nunca?
- Claro que me mandaron a la escuela, pero no recuerdo haber escuchado eso. Y de todas formas, el que mi familia materna sea pelirroja no quiere decir que tenga que serlo yo también, ¿es que nunca te enseñaron sobre eso? - rebatió notando cómo se irritaba por momentos, y aun así no se decidía a levantarse y dejarlo sólo para volver a buscar a su hermano. A decir verdad se había olvidado hasta de él.
- No entiendo por qué te indignas. Y por supuesto que me enseñaron eso, pero mi padre dice que los Weasley paren desde siempre comadrejas pelirrojas o algo así... - alzó los hombros como si lo que acababa de salir de su boca fuera un elogio, al menos él nuevamente no había intentado resultar insultante, ni tampoco le encontraba lo malo a esa frase. Era algo que había oído en casa y punto.
- ¡No digas comadrejas a mi familia! Además, peor es la tuya, que parece que no tenéis casa donde vivir y por eso el sol os dejó la cabeza quemada.- atacó tras la sorpresa inicial porque ese bastardo desteñido se atreviera a hablar tan alegremente de esa despectiva manera hacia los suyos. En cuanto llegaran al colegio le escribiría a su padre contándole lo ocurrido para que le diera una paliza al señor Malfoy, sin duda.
- ¿Disculpa? – fueron ahora los ojos del muchachito rubio los que se abrieron con sorpresa mientras se echaba un poco hacia atrás en el asiento por temor a que al histérico moreno despeinado que tenía enfrente se le echara encima dada la enajenación del momento, arrugando la nariz por culpa de ese intento de insulto.- No pienso responder a injurias sobre mi impecable apariencia, muchas gracias. Además, al menos yo me peino.
El moreno se levantó airado y lo miró de arriba abajo por encima de sus gafas, mordiéndose la lengua para no soltarle que dudaba mucho que se peinara él, seguro que era uno de esos niños bien como los que salían en las películas, totalmente pegado a las faldas de su madre y que era ella la que se encargaba de vestirlo y de engominarle la cabeza hasta darle esa apariencia de bombilla peluda.
- Tu apariencia… - masculló mientras se hacía con su baúl y el resto de sus pertenencias.- ¡Pues eres feo, que lo sepas!
Mientras el pequeño Albus Potter salía del vagón cargando torpemente con sus cosas y cerrando la puerta con más fuerza de la necesaria, el patidifuso Scorpius Malfoy se pasaba nuevamente las manos por el pelo por si se había despeinado durante la acalorada discusión para luego sacarle la lengua en un infantil gesto a ese mocoso escandaloso y trastornado.
- ¿Así que pensabas que el abuelo Al estaba loco? – el joven Perseus no podía evitar la risilla divertida que se le escapaba entre dientes. La pequeña no entendía demasiado pero también le daba la risa mientras con el índice se tocaba la sien imitando ese gesto que se hace cuando quieres decir que a una persona le falta un tornillo.
- No puedes culparme – respondió alzándose de hombros – Creí que iba a morderme solo por hacer referencia a su familia…Siempre fue alguien bastante enojón – confesó en tono confidencial, guiñándole un ojo a los infantes.
- ¿Ya estás contando la historia a tu manera, Malfoy? – se quejó Albus, entrando en ese justo momento en el enorme salón, que no parecía tan grande cuando había juguetes tirados por doquier sobre la cara alfombra de pelo de oso y en los oscuros sofás de piel. Su pelo oscuro seguía tan revuelto como el primer día que Scorpius lo había visto en el tren, pero ahora aparecía salpicado por algunas canas plateadas, acumuladas sobre todo en el flequillo. Él también tenía sus canas, por supuesto, pero dado el color claro de su cabello ni siquiera eran notorias.
Los pequeños se levantaron enseguida y corrieron a abrazar a su abuelo, llevándose como premio por tal derroche de cariño un buen puñado de caramelos de crema de trufa y naranja.
- No seas aguafiestas, Al. Lo que tú llamas mi manera, es la manera divertida… - sonrió mientras su compañero se acercaba y le dejaba un beso en la frente y un caramelo en la boca.
- Ve a hacer chocolate para tus nietos y deja de meterles cosas en la cabeza – protestó sin atisbo alguno de enfado el moreno, coreado por los muchachos ante la gran idea del chocolate.
- ¿Yo? ¿Y qué hay de los elfos? – antes de que pudiera responder a su pregunta ya se había levantado, con el ceño fruncido.- Oh sí, su día libre – hizo un gesto algo despectivo con las manos y se alejó rumiando hacia el pasillo.- Mi padre siempre dijo que tu tía Granger nunca haría nada productivo…y no andaba muy equivocado...
Albus negó con la cabeza y con un suspiro ocupó el asiento en que hasta ahora había estado el rubio. La pequeña Liz no tardó en subirse a su regazo junto con su osito, peleándose para desenvolver uno de los dulces. El mayor se apiadó de ella y la ayudó mientras Perseus tomaba nuevamente asiento en la alfombra, al lado del sofá y con la espalda recostada contra las piernas de su abuelo.
- ¿Te sentiste mal cuando el sombrero te seleccionó para Slytherin? – preguntó con renovado interés. A fin de cuentas él iba a pasar por eso en breve y necesitaba saber si sería algo malo terminar en según qué casa.
- Bueno…como ya sabéis provengo de una larguísima ascendencia Gryffindor…
Se había quedado lívido en cuanto el sombrero pronunció con vehemencia la palabra "SLYTHERIN!". Por entre los aplausos consiguió distinguir las caras de su familia y amigos, mirándolo con cierta extrañeza desde la mesa de los leones. Se había sentido vacío. Incluso había pensado que había algo mal en él. Su padre le había dicho que si verdaderamente deseaba estar en Gryffindor, el Sombrero Seleccionador tendría en cuenta sus preferencias, pero se había engañado.
Se quedó sentado en el taburete durante un momento más hasta que el siguiente alumno fue llamado. Solo entonces fue verdaderamente consciente de que acababa de romper con una larguísima tradición, viéndose acogido por sus nuevos compañeros. La mayor parte de ellos parecían entusiasmados con la idea de tener a un Potter entre ellos, no por nada la reputación le precedía. Seguramente pensaban que era algo así como una especie de genio, al igual que su padre, y creían que les iba a hacer ganar puntos a montones.
Ni siquiera el suculento banquete que se presentaba ante él lograba apartar su atención de lo que él se tomaba como un fracaso mientras contestaba con monosílabas respuestas las entusiasmadas preguntas de los que le habían hecho un sitio en el banco a su lado.
- Le darás una alegría a tu padre. ¡Un Slytherin! Seguro que ni siquiera había soñado con tal honor – el rubio había empezado a sentirse ignorado en cuanto el joven Potter había arribado a la mesa, así que un poco harto de no ser el centro de atención, se había levantado de su sitio y había obligado a moverse a los que estaban frente al muchacho para poder ocupar él ese sitio. Él conocía bastante bien la historia de su familia, así que por supuesto se merecía estar cenando con él, seguro que tendría mucho más de que hablar que esos lameculos que se pensaban que era una especie de héroe o algo.
- Estoy seguro de que estará igual de contento que si hubiera sido un Gryffindor… - rebatió con la boca pequeña el moreno, sin siquiera alzar la vista para mirarlo. La verdad, no dejaba de sentirse irritado por sus palabras.
El rubio comenzó a servirse la cena en meticuloso orden, como si su plato estuviera repartido en cuadrantes, y comenzó a trocear toda la comida antes de dar el primer bocado. Albus seguía sin apetito, a pesar de que una amable Ariadne Parkinson le había servido una copiosa cantidad de estofado en el plato.
- Te ves tan fuera de lugar… - suspiró el rubio, esbozando una sonrisa casi amigable. El moreno había torcido el gesto ante sus palabras, con la vista fija en el plato contrario, tan meticulosamente organizado que al volver la vista al suyo no pudo si no hacer un intento de separar los guisantes de las patatas y la zanahoria de la carne para darle también un aspecto más ordenado. Lanzó entonces una descarada mirada al cabello del rubio, y luego de nuevo a su propia cena.
- Y tú te ves tanto…
- Los Malfoy solemos destacar – respondió alzando con petulancia el mentón, sin tomarse para nada a mal su comentario. Por supuesto no esperaba que fuera ningún tipo de insulto. Para él no lo era – El sombrero me ha dicho que conseguiré grandes cosas en Slytherin. ¿Qué te ha dicho a ti? Seguro que todo lo que puedas hacer ya lo habrá hecho antes tu hermano… - Albus frunció el ceño y cejó en su empeño de comer nada, dejando el tenedor sobre el plato. Ya estaba él bastante animado como para que viniera el otro con sus estupideces.
- El sombrero me ha dicho que no necesito más que un abanico grande para ser una gran ayuda para mi casa – respondió con desdén, lanzando una esquiva mirada a la mesa de los Gryffindors, dónde James había soltado alguna gracia que todos reían con diversión.
- ¿Un abanico? – preguntó contrariado Scorpius, sin entender que el moreno había intentado ser sarcástico insinuando que alguien debía bajarle los humos. No le buscó tampoco demasiado sentido, a fin de cuentas el sombrero parecía de la época de Merlín, no le extrañaría que ya chocheara un poco. Comió un par de bocados más, masticando infinidad de veces antes de tragar y volver a hablar.- Si quieres puedes sentarte conmigo, ¿sabes? – propuso.- No digo hoy, obviamente ya estamos sentados juntos. Quiero decir otras veces.
El moreno lo miró sin disimular su sorpresa, no entendiendo a qué venía tal ofrecimiento y sospechando en un primer momento de segundas intenciones.
- ¿Por qué? Pensé que tendrías un montón de amigos…
Fue ahora el turno del rubio de sorprenderse, aunque su expresión apenas dejó entrever su desconcierto. Hasta hacía pocos meses habían estado viviendo en el norte de Europa, así que todos a los que podía llamar amigos se habían quedado en Noruega. Lo que tenía ahora eran conocidos de la familia, pero nadie realmente con quién le apeteciera estar. Pero eso no era algo que el niño Potter tuviera que saber.
- Por supuesto que los tengo – respondió ufano, compensando el leve tinte rojizo de sus mejillas con una nueva alzada de mentón – Solo era un ofrecimiento al ver que toda la gente entre la que podías encajar está en la mesa de allá.
Sus palabras hicieron que de nuevo el peso de la selección cayera como un plomo sobre su estómago y volviera a mirar hacia la mesa de los Gryffindor. No estaba seguro de querer aceptar esa especie de amistad que Malfoy le ofrecía. Es más, quizá no se tuvieran que soportar más allá de las clases, no por nada no sabía si sus ganas de matarlo cada vez que abría la boca irían a más o si por el contrario sería capaz de tolerarlo.
- Bueno…supongo que ya veremos…
- Pero en realidad se moría de ganas de ser mi amigo – el rubio reapareció haciendo levitar a su lado una bandeja de plata con humeantes tazas de chocolate caliente y crema batida con aroma de vainilla que posó con suavidad sobre la ostentosa mesa de roble y cristal que descansaba a un lado de los sofás.
- Que te lo crees tú. Además, ahora soy yo quién cuenta la historia, así que siéntate y calla.
Los espíritus de Salazar, Godric, Helga y Rowena tenían que haberse confabulado en su contra para que además de en la misma casa, le hubiera tocado en la misma habitación del rubio. Al menos tenía otros tres compañeros más con los que podría hablar, pero solo saber la presencia de Malfoy a su lado, en el mismo dormitorio le iba a hacer difícil la convivencia.
Después del cansado viaje, la copiosa cena y las emociones de lo desconocido, había sido un día largo y cansado para todos, así que el que más y el que menos se había puesto ya el pijama y abrían sus camas para meterse dentro. Los otros tres muchachos parecían conocerse ya con anterioridad, así que no tardaron en sumergirse en una conversación que parecía concernirlos solo a ellos, por lo que Albus terminó de abrocharse los botones de su parte superior, mirando de reojo hacia el rubio.
- Tengo la impresión de que me persigues – musitó con una sonrisa de suficiencia y un brillo divertido en sus claros ojos azules, alisándose el elegantísimo pijama de color negro con botones plateados y cuellos esmeralda. Potter miró su propio atuendo: Rojo con sus iniciales bordadas en dorado.
- Jopé… - susurró para sí mismo, dejándose caer sentado en la cama con un suspiro.
- Escarlata y dorado…wow… - soltó una risilla que no pretendía ser burlona, pero no podía evitar que le hiciera gracia su situación. De su baúl levitaron también unas peludas pantuflas de color verde con una "M" trenzada en plateado a base de filigranas que se colocaron en el suelo, al lateral de la cama.
- Es que en mi casa se lleva mucho el rojo… - repuso ceñudo, terminando de meterse en cama y tapándose hasta el cuello en un intento de evitar que el otro continuara mirando con lo que interpretó como burla su atuendo.- Además a mí me gusta.
- Bien por ti, Potter – el rubio se tomó su tiempo en recoger todas sus cosas, doblando meticulosamente la ropa y guardándola en una esquina del baúl, organizando también los libros de los que tendría que disponer al día siguiente, fijándose en el horario que le había tocado.
El moreno miró su túnica y ropa tirada a los pies de la cama, sus calcetines hechos una bola en el suelo y uno de sus zapatos al lado. El otro ya ni tenía idea de dónde estaba, quizá debajo de la cama, solo Merlín sabía. Suspiró y cogió su varita para intentar organizarlo todo, teniendo en cuenta que "organizar" acabó más bien siendo "esconder" todo de cualquier manera dentro del baúl, sacando de paso un libro que levitó hasta sus manos, abriéndolo por dónde lo había dejado y comenzando a leer.
No tardó en llegarle el insistente sonido que producían las manos del rubio mientras sacudía las almohadas y las ahuecaba para dejarlas a su gusto. Gusto que debía ser extremadamente complicado porque habían pasado cerca de diez minutos cuando finalmente pareció darse por satisfecho y se acostó, orientado de tal manera que quedaba mirando al moreno, solo con la pequeña mesilla de noche de por medio.
- ¿Qué lees? – preguntó en voz baja ya que los otros chicos ya se habían callado, uno de ellos incluso roncaba muy suavemente.
- La tercera edición de la historia de Hogwarts – murmuró sin molestarse en separar la vista del libro, subiéndose las gafas con el índice sobre el puente de la nariz.
- ¿Sabes? En la Mansión Malfoy tenemos una biblioteca enorme. No me los he leído todos, por supuesto. Pero seguro que sí muchos más que tú. Además, me gusta la historia, así que seguro que de eso también sé más.- sonrió con orgullo, incorporándose para volver a sacudir las almohadas.
- En realidad me da igual. Solo leo porque me gusta tener una perspectiva distinta de las cosas. – masculló con gesto torcido y completamente disconforme por tanta presunción.
- Mi padre me cuenta muchas cosas, desde varios puntos de vista – su tono de voz había variado bastante, quizá y hasta se notaba algo nostálgico mientras dejaba tranquilas las almohadas y alisaba ahora la manta esmeralda que lo cubría hasta la cintura.- Los libros sirven para ampliar conocimiento, pero en mi opinión, son demasiado parciales… - alzó un tanto los hombros, como si pretendiera restarle importancia a ese hecho.
- Supongo que piensas así porque no dejan a la familia Malfoy en gran lugar…
El rubio apretó un tanto los labios, dejando las manos quietas un momento pero finalmente insistiendo en alisar las ya inexistentes arrugas de la ropa de cama. Albus cerró el libro y lo dejó en el suelo, recostándose completamente y removiéndose hasta conseguir sacar un pie por fuera de la cama, suspirando.
- Mi padre dice que la historia la escriben los que ganan. Y que siempre habrá buenos y malos. – musitó Scorpius, removiéndose apenas, aunque inquieto. Draco ya le había advertido de los posibles argumentos que pudieran utilizar los otros muchachos para hacerle daño, y también había invertido una considerable cantidad de tiempo en hacerle entender que a pesar de los errores del pasado, el apellido Malfoy tenía que ser llevado con orgullo porque de un lado o de otro, eran una estirpe de grande magos y estaba seguro que su hijo no sería la excepción.
Albus miró fijamente su perfil durante unos momentos, y durante esos instantes en los que la expresión de superioridad había dejado paso a la de un niño normal de once años, de blanca piel y mejillas sonrojadas, de nostálgicos ojos claros y rosados labios apretados, de cabellos meticulosamente peinados por una madre atenta, Scorpius Malfoy ya no le pareció tan terrible.
- Mi padre me ha enseñado a no juzgar a nadie sin haberle dado primero una oportunidad – sonrió un poco, sacándose las gafas y dejándolas en una esquina de la mesa antes de acomodarse un poco mejor en la cama, cerrando los ojos.- Buenas noches, Malfoy.
El rubio sintió una calidez que se extendió desde su pecho hasta su rostro, resaltando algo más sus mejillas mientras sus ojos azules se fijaban en el muchacho de plácida expresión a su lado. Sonrió también, acomodando las almohadas por última vez y tapándose hasta la nariz con la mimosa manta esmeralda.
- Buenas noches, Potter.
Hasta aquí el primer capítulo de una historia de la que espero al menos el comienzo haya sido lo suficientemente agradable como para que gusten de seguir leyendo. Si tienen alguna duda con respecto a los personajes no tienen más que preguntar, aunque desde ya aclaro que Perseus y Liz son invención propia y no tienen nada que ver con ningún personaje mencionado en las novelas de J.K. Según vaya avanzando la historia aclararé más sobre ellos, pues pese a compartir la sangre de Albus y Scorpius no quiere decir que en la historia haya habido MPreg ya que no soy partidaria de ese género.
Luego de esa pequeña aclaración, agradecerles que hayan leído hasta aquí y pedirles que tanto si les gustó como si no, me dejen un comentario para saber sus opiniones.
Un saludo!
