Había llegado a aquel punto por golpes del destino, no era su plan, bien lo sabía Dios, aquello no había sido lo que había planeado, sin embargo, ahí estaba, en una pequeñísima habitación en territorio ruso, esperando su siguiente misión, nadie pensaría que aquel rostro con mejillas tersas y enormes ojos avellana, era el rostro de una asesina.
No mataba por gusto, ni mucho menos, mataba para sobrevivir, eran ellos o ella, así de sencillo, muchas veces había maquinado planes para escapar, pero no había manera, siempre estaba rodeada, siempre estaba a un error de una muerte segura, o peor aún, a un error de ser atrapada.
Escuchó unos golpecitos en la puerta. -¿Está lista, señorita Granger?- Dijo una voz en ruso del otro lado.
-Enseguida salgo.- Respondió ella en el mismo idioma.
Ya estaba lista, en realidad tenía una hora esperando que alguien viniera a buscarla, nunca la dejaban descansar demasiado tiempo, y sinceramente, aunque le hubiesen dado toda una semana para ella, no habría podido dormir más de unas pocas horas.
Salió con paso tranquilo y expresión indiferente, el guardia que la había llamado caminaba unos pasos delante de ella sin voltear a mirarla, la enorgullecía ese miedo que producía en las personas, incluso aquel hombre, que debía medir más de metro ochenta y pesar el doble que ella, le temía, podía notarlo en la forma en que tensaba los músculos y caminaba con dificultad.
-Él la espera adentro.- Dijo casi sin voz.
Hermione hizo un asentimiento de cabeza y abrió la puerta que se tendía frente a ella, para entrar a una estancia no más grande que su habitación donde había una mesa y dos sillas, sin ninguna ventana, nunca, jamás había ventanas.
-Largas vacaciones.- Murmuró en inglés cuando vio al hombre sentado frente a ella.
El tipo sonrió lentamente. –No somos nada sin ti.- Se escuchaba un deje de sarcasmo en su voz que a Hermione le irritaba a sobremanera.
-¿Para qué soy buena, señor Scrimgeour?- Preguntó.
El hombre se levantó y la tomó por los hombros, con un gesto que pretendía ser amistoso pero que a ella le heló la sangre, sin embargo, seguía con su atención fija en el hombre, con expresión indiferente.
-Has llegado a la cúspide, mi pequeña niña.- Dijo suavemente. –Te enviaremos a Alemania, a casa de Theodore Nott.-
Hermione mantuvo su expresión indiferente, pero por dentro estaba escandalizada ¿Theodore Nott? ¿Nada más y nada menos que el cabecilla del Leibstandarte-SS de Tom Riddle? No esperaba aquello, no tan pronto, era lógico que en algún momento la enviarían directo a la tumba, pero siempre pensó que sería más sutil.
-No lo entiendo. ¿Cómo permitirá Nott que una polaca irrumpa en su casa?- Masculló.
En eso, la puerta se abrió, lo que hizo pensar a Hermione que los estaban escuchando, y el aristocrático Teniente Theodore Nott entró con los ojos fijos en ella.
-Llega tarde, Teniente.- Murmuró el hombre, soltando a Hermione.
-Si no se empeñara en mantener en secreto la ubicación de este lugar, créame, habría llegado mucho antes.- Dijo el muchacho con voz casual.
-Señorita Granger, es tiempo de darle un voto de confianza.- Sonrió el hombre. –Theodore Nott, lleva dos años siéndole muy útil a nuestra causa, y ahora, vamos a dar un golpe contundente, con su ayuda.-
-¿Es ella?- Preguntó Theodore con una mueca de desagrado. -¿Tan… pequeña?- Susurró con un tono que a Hermione le pareció ofensivo.
-Mínima ¿No cree?- Se burló Scrimgeour –Pero es también nuestra arma más letal.-
El teniente se encogió de hombros, mientras más inofensiva se viera, mucho mejor.
-Agradecería una explicación detallada de mi misión.- Dijo Hermione firme.
-Bien, señorita Granger, pasará una temporada con el Señor Nott en su casa, se hará pasar por una prima lejana, una que estaba de vacaciones en América, y que al regreso decidió que visitaría a su queridísimo primo, en esa estancia, que ha de durar tres meses, ni un día más, ni uno menos, su misión es asesinar a Draco Malfoy.-
Hermione pestañeó un par de veces. ¿Hablaba en serio? ¿Querían que asesinara al ministro de propaganda de Tom Riddle en su cara? Era una misión suicida, no volvería con vida. Sin embargo, no le quedó otro remedio que asentir lentamente.
-¿Cuándo es mi partida?- Preguntó suavemente.
-Ahora mismo, su equipaje la espera en el avión.-
Dos guardias entraron y le vendaron los ojos, a pesar de haber matado a 62 personas en nombre de esa asociación rusa, no confiaban en ella, si hubiese podido escapar, y le hubiesen preguntado la sede de la Policía Soviética con un taladro atravesándole la cabeza, habría muerto, pues ni siquiera estaba cien por ciento segura de que fuese en territorio ruso.
Cuando le quitaron la venda, Hermione sólo pudo ver árboles bajo ella, Nott no estaba ahí, así que asumió que se encontraría con él en otro lugar, llevaba puesto un vestido blanco sencillo y el cabello recogido, tomó la carpeta que estaba en el asiento junto al suyo y comenzó a leer su nueva identidad, Jean Nott, hija de una tía abuela de Theodore Nott, decía cada detalle de la vida del hombre y por supuesto, de Jean, leyó y releyó las hojas hasta sentirse segura, también había una descripción de cómo debía asesinar al señor Malfoy, envenenándolo, lo cual no era su estilo, luego, se permitió dormir un poco.
Para cuando el avión aterrizó, se había formulado mil preguntas y no había conseguido ninguna respuesta, al bajarse, un oficial Nazi le entregó su equipaje con una enorme y blanca sonrisa, ella se la devolvió mecánicamente y miró al hombre que caminaba hacia ella con expresión de felicidad.
-¡Prima Jean!- Dijo el teniente acercándosele para abrazarla, a su lado, iba una muchacha rubia que se escondía tras unas gafas, y al otro lado, el blanco, la razón por la que Hermione iba a morir en tres meses, ni un día más, ni un día menos. Draco Malfoy, con cara de pocos amigos y porte aristocrático.
-¡Theodore! ¡Te extrañé tanto!- Dijo en perfecto alemán con una sonrisa enorme.
Para cuando se separaron Hermione sintió que habían pasado años, otro oficial tomó su equipaje y lo metió en un auto detrás de ellos.
-Querida prima, él es Draco Malfoy, ministro de propaganda.- Hermione le tendió la mano, que él estrechó con algo de rudeza. –Y ella es Luna Lovegood, mi asistente.- Hermione hizo lo mismo con la rubia, que le regaló una bonita sonrisa.
-Un verdadero placer conocerlos.- Dijo con tono dulce.
Subieron al auto, en completo silencio, la muchachita rubia iba adelante con el oficial que conducía, y hablaban sobre el clima a media voz, Hermione iba en la parte de atrás entre los dos hombres.
-¿Cómo está la tía Adeline?- Preguntó Theodore al notar el incómodo silencio.
-Maravillosamente.- Murmuró ella. –Al parecer le ha sentado muy bien la temporada que está pasando en Italia, pues tiene tiempo sin escribir.- Dijo casi mecánicamente.
-Sabes cómo es, cuando está en un lugar donde hay hombres y mesas de juego, olvida todo.-
Hermione río con gracia.
-Mi querida madre…- Murmuró. Un sabor amargo se quedó en su boca al decir esas palabras, pensó su querida madre, su verdadera querida madre que, sospechaba, estaba metros bajo tierra.
El Teniente le regaló una sonrisa que a Hermione le pareció medianamente sincera, y ella se la devolvió, junto con un apretón afectuoso en la mano, no hablaron más en todo el viaje, pero Hermione tampoco soltó la mano de su "primo".
Al llegar a la enorme casa todos bajaron con parsimonia, excepto el Señor Malfoy, que entró rápidamente a la mansión.
-¿Vive aquí?- Le preguntó ella a Theodore mirando el lugar por donde se había ido.
-No, estará aquí unos meses. Tres.- Respondió él mirándola fijo.
-Ni un día más, ni un día menos.- Murmuró ella mirando la puerta de la enorme casa.
Theodore hizo ademán con la mano para que lo siguiera.
Hermione caminó detrás del muchacho y entró a la casa que parecían estar preparando para una fiesta, la gente caminaba de acá para allá con jarrones atiborrados de flores, bandejas llenas de confites y banderas rojas con la famosa esvástica que colgaban de lo más alto de la escalera, ella se sintió tan incómoda, estaba en terreno enemigo, y ni siquiera sabía si podía confiar en Theodore Nott.
-La señorita Lovegood te mostrará tu habitación, Jean.- Dijo sonriente, esa sonrisa tan característica de los alemanes, fría, con hileras de dientes blancos y perfectos.
Hermione siguió a la muchacha rubia escaleras arriba, iban en silencio, finalmente llegaron a una habitación muy bonita, espaciosa y con un enorme ventanal, se sintió medianamente a gusto, su maleta ya estaba ahí.
-Su primo le ha organizado una fiesta de bienvenida, señorita Nott.- Dijo la muchacha mirándola con vergüenza. –Será en un par de horas, puede arreglarse y ponerse cómoda, si lo desea, puedo traerle una mucama que le sirva- Preguntó.
-No, muchas gracias, puedo hacerlo sola.- Respondió ella dulcemente.
-¿Algo más en lo que pueda ayudarle?-
Hermione negó levemente, aunque había mil cosas que podría pedir en ese momento, el tono de temor con el que habló la muchacha le dejó un sinsabor en la boca.
Hermione se quedó sola y miró a su alrededor, subió su maleta a la cama y comenzó a meter sus vestidos y abrigos de piel en el enorme armario, había también en su maleta, un neceser con los más caros perfumes alemanes y americanos, jabones, esponjas, mascarillas y demás cosas que le parecían innecesarias, además, en una bolsa de tela, el veneno, un par de armas y balas, en el forro de la maleta sentía algo extraño, tomó unas tijeras y lo abrió por la mitad, había dinero, mucho dinero, miles y miles de dólares. Hermione se llevó una mano a los labios, impresionada.
Si terminaba esa misión, si lograba sobrevivir y escapar, Scrimgeour le estaba obsequiando el bien más preciado, lo único que le podía quedar, le estaba dando su libertad.
Se sentó para tomar un poco de aire, aquello le había llegado muy hondo, cuando le encargaron aquella misión pensó en cumplirla y finalmente, intentar volver sin demasiado ímpetu, pero ahora era menester que sobreviviera, tenía que sobrevivir y escapar. Tenía que ser libre.
Pasó un buen rato organizando todo, metió las armas en una caja fuerte que había en el armario, le habría encantado volver a leer la carpeta de datos, pero por seguridad la había dejado en el avión, así que se deshizo el recogido, se quitó la ropa y entró al baño, se sentó al borde de la tina mientras esta se llenaba y comenzó a curiosear entre las espumas que había en el lavabo, llenó de unas cuantas la tina y se sumergió.
Debió haberse quedado dormida, porque escuchó un par de golpes suaves en la puerta.
-Señorita Nott ¿Se encuentra bien?- Reconoció la voz de la asistente del Teniente Nott del otro lado.
-Perfectamente, por favor, deme un minuto.- Respondió con voz patosa, la muchacha debió escuchar pues segundos después pudo oír la puerta de la pieza cerrándose.
Terminó de bañarse y salió, se peinó con un recogido casual y se puso un vestido rojo largo de escote cuadrado, y zapatos de tacón alto, se puso unos guantes blancos que le llegaban a los codos y salió, la muchachita rubia la esperaba afuera, enfundada en un vestido azul.
-Está usted preciosa.- Le dijo sonriente, Hermione sonrió dulcemente y bajaron las escaleras, abajo ya había bastante gente, divisó a Theodore que hablaba tranquilamente con dos hombres de mediana edad, ambos vestidos con uniforme de gala, él volteó a mirarla.
-Aquí está, mi queridísima prima.- Dijo tendiéndole la mano a Hermione, que la tomó con fingido cariño. –Esta preciosa dama, es Jean Nott.-
Los hombres le besaron la mano presentándose cada uno, ella les regaló una sonrisa tímida.
-La belleza de la mujer alemana.- Dijo uno.
Y Hermione sonrió más ampliamente, que hombre tan tonto, pensó, y por la sonrisa que se dibujó en los labios de Nott, asumió que él pensó igual.
-Caballeros, si me disculpan, voy a bailar con mi prima.-
Ambos fueron a la pista de baile, donde había varias parejas más, entre ellas, Draco Malfoy con una mujer alta de cabello castaño muy claro y liso, Hermione le escrutó un segundo y en seguida volteó la cara a su pareja, que le puso una mano en la cintura y con la otra, tomó elegantemente la de la muchacha y comenzó una danza lenta.
-Sonríe.- Le murmuró Nott.
Por un momento se había sumido en sus pensamientos y había dejado de lado a Jean Nott, sonrió ampliamente comenzó a hablar de cosas triviales con el muchacho, hasta que la música se detuvo y todas las parejas se separaron para aplaudir y cambiar, la muchacha castaña que bailaba con Draco tomó a Theodore, y Draco no tuvo más remedio sino relevar al Teniente en la tarea.
-Señorita Nott.- Dijo seriamente, sin cambiar su expresión.
Hermione le regaló una sonrisa dulce e inocente, esa sonrisa silenciosa y tímida de las mujeres que acostumbran a tejer y pintar, esa sonrisa que no despertaba más que calidez y confianza, esa sonrisa que había practicado tantas veces y que se le hacía tan sencillo esbozar.
-Parece muy unida con el Señor Nott.- Comentó incómodo el rubio.
-Somos como hermanos.- Respondió ella con naturalidad.
-Es extraño que nunca haya escuchado de usted.-
-Además del cariño que nos profesamos mutuamente, no soy nadie relevante en la vida de mi primo.- Expresó ella con gracia.
Draco asintió levemente, la miraba de una manera extraña, por un momento Hermione se permitió mirar a sus profundos ojos grises y se asustó, sonrió más ampliamente deseando que la pieza terminara, pues por un momento había entrado en un estado de pánico absoluto, un pánico que no había sentido nunca, cuando terminó de bailar, aplaudió generosamente e hizo una reverencia.
-Si me disculpa.- Susurró, y se fue con paso tranquilo hasta la mesa de bebidas, de donde tomó un largo trago de champaña.
Estaba aterrada de lo que había visto en aquellos ojos platino, Draco Malfoy tenía fama de sanguinario, pero al momento en que le miró, pudo comprobar para su pesar, que no sólo era cruel, sino que Draco Malfoy, era de esas personas a las que hay que temerles, de esas personas que no tienen nada que perder, que no le temen a la muerte, porque la vida les ha tratado bastante mal.
