Capítulo 1 "First Light/ Primera luz"

"One love, one heart, one destiny."

Bob Marley

Me mire al espejo, deteniendo mi atención a las pequeñas marcas en mi antebrazo. Las cosas en mi vida no estaban bien, nunca lo habían estado. Desvié la mirada a la pequeña ventana que mostraba el cielo cubierto de estrellas brillantes y suspiré.

Era la mentira y la hipocresía viviente. Debía fingir que todo estaba bien, porque eso era lo que necesitaba para sobrevivir la tortura de mi vida.

- Rose – Gritó Lucius detrás de la puerta del baño. Me limpié las lágrimas y traté de tranquilizarme. – Sal… - Susurró en un tono bajo.

Respiré hondo y fui hacia la puerta, tocando la fría superficie de la manija, como si fuera una descarga eléctrica me aleje de la puerta recordando minutos antes de entrar al baño.

Estaba bailando en la pista de baile con mis amigas, un muchacho se había acercado hacia mí y una petición había salido de sus labios, el momento había sido tan rápido, mi novio se había acercado y lo había golpeado, yo había tratado de detenerlos y él me había golpeado.

Miré de nuevo la superficie purpura de mi brazo y sollocé.

- Déjame tranquila – susurré sin ganas. Poco después varios golpes retumbaron en la puerta provocando que me alejara de ella. Detrás de mí había una pequeña ventana. Sin pensarlo dos veces, trepé sobre el inodoro y con dificultad logré salir al pasillo trasero del club nocturno.

Caminé hacia la avenida transitada cuando comencé a escuchar gritos detrás de mí. Me volví lentamente, mirando a Lucius caminar hacia mí con paso rápido y molesto. Con rapidez me quité los tacones y corrí, sin importarme el vestido elevándose al aire, sentía la adrenalina en mi cuerpo dándome mayor coraje. Necesitaba soledad y tranquilidad.

Minutos después llegué a un pequeño jardín, había perdido a mi persecutor atrás. Me detuve a la sombra de un árbol para tomar un respiro. Había corrido cuando lo que había deseado había sido soltarle un puñetazo a Lucius por haberme tocado, pero no tenía fuerzas para hacerlo, ni físicas ni emocionales. Poco antes de la fiesta, las palabras más hirientes destinadas de mi familia hacia mi habían sido dichas, la decepción en sus ojos, a pesar de haber tratado de ser un hija modelo, un hija de la cual pudieran estar orgullosos, pero en sus ojos solo había odio y decepción.

Un olor peculiar y de cigarro llegó a mí desde mi lado derecho, me volví para encontrar una sombra acostada con la cabeza recargada en el tronco. Por el olor deduje que era cigarro. Me aleje tosiendo y reacia a sentarme con un extraño.

- No dejes que mi presencia interfiera con sentarte aquí – Habló una voz ronca desde la sombra del árbol. Me detuve y me volví, parecía ser un joven.

- Puedes quedártelo – Respondí. Di media vuelta para continuar cuando volvió a hablar.

- Compartámoslo – Dijo riendo. – Hoy estoy con ganas de compartir todo… - Le miré con dificultad por la oscuridad, pero logré ver que tenía una botella de vidrio en la mano, y en la otra el cigarro. – Incluso te comparto mis penas…

- No es buena idea combinar alcohol y cigarro, señor.

- ¿Señor? – Se burló. - ¿Parezco señor?

- No lo sé, no puedo verlo, señor.

Con dificultad se levantó y camino hacia mí. Estaba lista para atacarlo o correr según dependiera la situación. Parecía estar en mal estado, borracho y bastante emocional.

El árbol daba sombra a gran parte de donde nos encontrábamos, yo estaba de lado de la luz irradiada por la luna. Di unos pasos atrás cuando camino hacia la parte iluminada. Ahí fue cuando lo vi: un joven más alto que yo, parecía tener veintitantos años. Iba con un traje obscuro, la camisa blanca arrugada y abierta por la mitad de los botones, el cabello rubio desarreglado, dándole un aspecto interesante pero descuidado, mandíbula fuerte y enmarcada por la leve barba creciente que parecía otorgarle años e intensidad a su rostro. Pero lo que capto mi atención eran los ojos grisáceos levemente oscurecidos y enmarcados por gruesas cejas que me miraban con intensidad.

- ¿Termino de checarme, señorita? – Sonrió fugazmente. Dio un paso hacia mí y se tambaleo. De pronto me encontré tratando de ayudarlo pero eso solo ocasiono que cayera sobe mí.

El olor a whisky inundo mis sentidos. Sus labios estaban tan cerca de mi cuello que podía sentir su respiración erizando mi piel.

Traté de empujarlo pero él solo rio. Tenía miedo, pero sobre todo coraje. Debía haberme ido a mi casa no haberme escabullido para ver al patán de mi novio, y no me habría encontrado en esta situación.

Le volví a empujar con más fuerza. Se alejó para ver mi rostro, detenidamente recorrió mis facciones deteniéndose en mis labios.

- Un ángel cayó del cielo – Susurró tocándolos levemente. Le miré molesta dispuesto a golpearlo donde fuera para quitármelo de encima.

- Muévete – Susurré.

- Oblígame – Respondió con una breve sonrisa. El impulso y el enojo creciente en mi cuerpo, me hizo golpearlo en la entrepierna. Por el dolor cayo de lado dejándome libre para levantarme y correr.

Le mire rápidamente y me moví lista para correr cuando lo escuche comenzar a llorar.

- Tienes que estar loca – Me dije mentalmente cuando me acerqué manteniendo una breve distancia entre nosotros.

- ¿Estás bien? – Pregunté mirándolo a lo lejos.

- Tienes que estarme jodiendo – Gritó. – Podría ser un maldito violador y tú sigues aquí.

- Estabas llorando y yo pensé…

- Me soltaste una patada en mi entrepierna, ¿Se supone que este riendo, niña? – Espectó levantándose con lentitud.

La botella estaba junto a él con todo el líquido esparcido en la tierra.

- ¿Necesitas ayuda? – Pregunté aún sin acercarme a él. Se volvió hacia mí y me miró sorprendido.

- Estoy borracho. – Dijo señalándose. Rodé los ojos y asentí.

- Puedo verlo – Respondí sarcástica.

- Podría hacerte daño. – Susurro. Volví a rodar los ojos y me acerqué a él sin importarme el cosquilleo en mi cuerpo previniéndome del peligro.

- Si hubieras querido hacerme daño lo hubieras hecho. – Expliqué mirándole mientras se sentaba con pesadez contra el tronco. – Segundo, soy campeona de kick boxing, intenta acercarte y te patearé el trasero.

Sonrió levemente y negó con la cabeza.

- Lucius.

Le miré y me encontré a mí misma sonriendo. Era un hermoso nombre.

- Rose. – Le informé.

Me miró y sonrió.

- El nombre de un ángel.

- ¿Necesitas algo? ¿Puedo llamarle a alguien para que te recoja? – Pregunté insistiendo en ayudarlo. Parecía un hombre fuerte tanto física como emocionalmente pero ahora frente a mí parecía débil como un niño.

- Lo que necesito es un milagro. – Respondió. Le mire extrañada y me acerque más a él dejando aún una leve distancia entre nosotros.

- Si me permites la pregunta, ¿te encuentras bien?

- Hoy me han preguntado tantas veces si me encuentro bien, y les respondo que si… - Comenzó mirando al suelo cabizbajo. – La mentira es mí consuelo, pero los verdaderos ojos, verían las verdaderas mentiras…

- ¿Por qué lo dices? – Insistí. Parecía no querer responder y dar respuestas redundantes.

- Soy un ser odiado e indeseado y pago mi castigo, ángel.

- ¿Por eso bebes? – Pregunté mirando la botella vacía.

- Bebo para olvidar mis penas.

- ¿Qué tipo de penas puedo tener un hombre como tú? – Pregunte sonriendo, me acerque a él. Y coloqué mi mano sobre la suya. Esa era yo, cuando veía a alguien mal deseaba consolarlo, porque una persona menos triste en la tierra parecía causarme un tipo de consuelo.

- Un ángel como tú no debe escuchar todos los pecados de un ser tan obscuro como yo…

- Lucius, escúchame. – Le obligué a mirarme. Su mirada alicaída me miraba con la oscuridad inundando sus hermosos ojos pardos. – Sea lo que suceda, tiene arreglo. Todo en esta vida tiene arreglo.

- No, ángel. La vida es una mierda, y nos toca a los hombres vivirla a gracia de los pecados que cometemos, vivimos y pagamos. Y ahora yo estoy pagando.

- ¿Qué es lo que estás pagando? – Pregunté sentándome junto a él. Me miró intensamente y rio.

- ¿Cuántos años tienes, Rose? – Mi nombre en sus labios sonaba tan bien. Aquellos labios rosas que me sonreían….

Me encontré mirándolo sorprendida. No lo conocía y creía que era guapo...era guapo, muy guapo, aunque estuviera borracho.

- Dieciocho. – Respondí y con curiosidad pregunté: - ¿Tú?

- Veintitrés.

Me mordí el labio tímidamente sin saber que decir. El silencio recaía sobre nosotros pesadamente.

- ¿No debería estar en tu casa con tus muñecos? – Pregunto.

Le miré molesta y sorprendida.

- En primera, no tengo muñecos, tengo dieciocho años. – Especté y respiré hondo. – Y en segunda…

Me quedé callada pensando en mis padres. No creía que fueran a preocuparse o siquiera notar mi ausencia, parecían estar ocupados en sí mismos y en mi hermano. Podría sucederme algo y ellos nunca lo notarían.

- ¿Qué sucede? – Pregunto. Me miraba con atención esperando mi respuesta.

- En mi casa es como si no existiera…

- Dudo que eso sea posible, ángel… - Susurro.

- ¿Por qué me llamas ángel? – Demande curiosa. No había pronunciado mi nombre más que una vez, pero el apodo parecía haberse marcado en sus labios hacia mi persona.

- Porque eso eres. – Respondió como si fuera lo más obvio del mundo. – Pareces ser mi redención y mi perdición.

- No me conoces… - susurré.

- Pero espero hacerlo, algún día, cuando este maldito dolor de cabeza no este matándome, y mis sentidos vuelvan a mí… - Le miré sonriendo, se había quedado dormido. Poco a poco su cabeza encontró lugar en mi hombro, y preferí no moverme.

Parecía indefenso frente a mí. Saqué mi teléfono celular de mi bolsillo y miré la hora. 11:11.

- Pide un deseo… - Susurré sarcástica mirando el cielo.

Me encontraba aquí cuidando una persona que no conocía, borracho y con delirios mentales que no dejaba de llamarme ángel, cuando el parecía un maldito ángel caído del cielo, un espécimen de guapura celestial.

Un pequeño suspiro salió de sus labios formados en una "o". Le miré sonriendo. Negué con la cabeza.

Solo esperaba que al despertar no sintieras los efectos secundarios de su gran amigo conocido como el alcohol.

Seguí mirando la oscuridad, y la penumbra, algunos coches pasaban en la calle paralela, pero nadie caminaba a estas horas de la noche.

Le miré unos minutos más, hasta que sentí mis ojos cerrarse, y un sueño conciliador me adentro a los profundos pensamientos de mi mente.

Abrí los ojos de golpe, cuando los rayos de sol comenzaron a golpear mi piel. Miré el jardín soleado con algunas familias que me miraban curiosas a lo lejos. Me acostumbre a la luz cuando sentí un vacío a mi lado, Scorpius no se encontraba junto a mí. No había rastro de él, y la duda nacía en mí, ¿Había sido un sueño?
No había recordado haber tomado ni una gota de alcohol en el club con Lucius.

Tomé mi celular y encontré varias llamadas perdidas: de mis padres y de mi novio.

Marqué a mi casa, esperando escuchar los gritos de mi madre, y los reclamos de mi padre, pero nadie contestaba. Me levanté con pesadez, limpiando la tierra de mi ropa y me acerqué a la calle para parar un taxi.

Seguí intentando llamar a mis padres rumbo a mi casa. El taxista había mirado mi aspecto con desaprobación, parecía haber salido de una noche dura, y alocada. Le ignoré y cuando llegué a mi casa, le pagué sin mirarlo.

Entré a mi hogar llamando a mis padres cuando encontré una pequeña nota en el recibidor central de la entrada.

La madre de Lucius falleció anoche, te buscamos. Llámame.

Mamá x.

Abrí la boca sorprendida. Por eso había logrado perder a Lucius en mi huida. A pesar de lo sucedido, sentía que debía ir a apoyarlo, porque era mi amigo.

Corrí a mi habitación y saqué un discreto vestido de mi armario, me agarré el cabello en un moño alto, me coloqué el vestido, zapatillas discretas, tomé las llaves de mi Audi,y salí corriendo hacia el garaje. Marqué a mi madre, al segundo timbrazo respondió.

- ¿Dónde estás? – Preguntó con voz contenida. Estaba enojada pero lo más probable es que se encontrará con alguien y mantenía las apariencias.

- Vi su nota. ¿Dónde están? – Pregunté ignorándola.

- En el panteón donde enterramos a tu abuelo. – Respondió. Segundos después colgó.

Salí del auto, mirando a lo lejos una pequeña multitud de personas vestidas de negro. Luché un poco por entrar al recinto, mirando a lo lejos a mi madre junto a mi hermana quienes platicaban con Lucius.

Me acerque a ellos. Lucius me miró y me abrazó.

- Lo siento mucho. – Susurre correspondiendo a su abrazo. Sozolló en mi hombro, abrazando mi cuello.

- Ayer yo… - Intentó hablar cuando se alejó. Mi madre parecía curiosa de nuestra conversación.

- No importa. No pasó nada.

- Perdóname, Rose. – Pidió. Asentí y coloqué mi mano junto a la suya. Me sonrió brevemente.

- Debo ir al baño. – Hablé. Lucius me guio a través de la multitud y me señalo una puerta frente a mí.

Entré con rapidez, sintiendo los locos pensamientos llenando mi mente. ¿Qué sucedía en mi vida?

Mojé mi cara y la saqué con un pedazo de papel. Me miré al espejo, mirando mi lamentable aspecto después de la noche anterior.

Un ruido salió del baño, parecía ser un quejido, miré sobre mi hombro, cuando escuché un grito seguido de unas risas.

Miré extrañada el último baño pero le ignoré. Un portazo se escuchó después el golpe de los tacones. Una muchacha rubia acomodándose el vestido me miró con una sonrisa irónica.

- Tú no viste ni escuchaste nada. – Dijo acomodándose los tirantes. Ahora entendía los gritos.

Le miré con asco y desvié la mirada. Un joven de cabello rubio salió del baño cabizbajo. Paso su mano por su cabello acomodándolo. Nuestros ojos se encontraron y abrí la boca sorprendida.

- Scorpius– Susurré.

- ¿Rose? – La voz de Lucius se acercó a la puerta del baño. La puerta se abrió dejando ver a mi novio mirándome con impaciencia. - ¿Qué haces aquí? – Le preguntó al muchacho.

- Yo… - Scorpius trató de hablar pero seguía su mirada fija en mí.

- Rose, este es Scorpius: mi hermano.