Disclaimer: Card Captor Sakura es propiedad del grupo CLAMP.
Nota: Este fic está basado en el dorama "The first shop of coffee prince" o "La cafetería del príncipe", como sea que lo conozca. Los dos primeros capítulos son casi los mismos que en el dorama, sin embargo la trama sufre bastantes modificaciones a lo largo del fic, puedo decir esto ahora que lo he finalizado, ya que aquí no veremos al protagonista con dudas acerca de su sexualidad; se desarrolla el lado femenino de la protagonista, además del cambio en sus aspiraciones profesionales.
Una relación extraña.
Capítulo 1.
(Sakura)
—Sakura, tienes varias pedidos pendientes niña, apresúrate antes que me arrepienta de haberte contratado. Mujeres —bufó, cansado mi jefe; yo le sonreí con arrogancia colocándome el casco de mi motocicleta. Tomé los pedidos, mirando la lista de clientes mientras conducía.
El semáforo en rojo, ¡genial! Volteé mi cabeza a la izquierda y observando a otro chico repartidor de comida china, escuché como hacía rechinar el motor de su motocicleta. En nuestro idioma como repartidores significaba una cosa competencia.
Acepté y bajé la careta de mi casco, ahora conocería a Sakura Kinomoto. El semáforo se puso en verde y ambos aceleramos hasta el tope, llevábamos un par de calles corridas, cuando de repente…, ¡la policía nos seguía! Si me metía en otro problema mi jefe me asesinaría. Vi como el chico a mi lado también se preocupó y ambos decidimos dejar este reto para después, separándonos para quitarnos de encima a los tontos policías.
Bajé de mi moto y suspiré cansada. "No de nuevo", repetía mentalmente. Mi primera entrega era en el baño público de mujeres, entrar aquí era todo un suplicio y salir viva una hazaña.
—¡Aquí están sus pedidos! —grité.
—¡Ah, otra vez el chico pervertido! —chillaron las mujeres. Comenzaron a atacarme arrojándome todo tipo de cosas desde jabones, toallas, hasta algunos zapatos. Me defendía como podía tomando valor para argumentar lo mismo de siempre…
—Por favor, cuántas veces tendré que repetirles que, ¡Soy mujer! —La lluvia de agresiones paró por un momento, dudaron un poco y me miraron inquisitivamente.
—¡Miente! —opinó una.
—¡Sí! —secundó la mayoría y la lluvia de objetos comenzó de nuevo.
Al final, una de las viejitas se compadeció de mí y me canceló la cuenta, agregando algunos dólares extra en forma de disculpa. Me retiré del lugar, y volví a montarme en mi motocicleta para hacer la próxima entrega.
Subí hasta el último piso de un elegante edificio. El lugar era realmente hermoso, definitivamente el tipo que vivía ahí tenía bastante dinero. Llegué hasta la puerta y no fue necesario tocar, ya había ido algunas veces y como siempre una mujer voluptuosa venia saliendo sólo que esa vez, el dueño del departamento estaba sentado tranquilamente en un sillón con una toalla en la cintura. Nunca antes lo había visto, siempre que entraba me gritaba desde el baño: "el dinero está sobre la mesa", por lo que me tomé mi tiempo para estudiarlo.
¡Era guapísimo! Tenía el cabello mojado, y qué decir del cuerpazo que se cargaba, menos mal que no me había quitado el casco sino hubiera notado mi sonrojo.
—El dinero está sobre la mesa —dijo mientras me miraba como si yo fuese menos que un insecto, ¡que arrogante! Pero que rostro más perfecto y esos penetrantes ojos ámbar… ¡Oh, Dios, fuiste bondadoso al crearlo!
Salí del departamento, aún tenía mucho que hacer y no iba a perder mi tiempo pensando en tipos guapos y arrogantes.
Terminé mi turno de la mañana como repartidora de comida china, dejando la motocicleta en el restaurante porque también por la noche tenía turno. Me monté entonces en mi bicicleta, dirigiéndome a realizar otro de mis múltiples trabajos: cartero, lo mismo de siempre recibos, revistas, cartas de familiares, nada de interesante.
Aunque en parte era uno de los trabajos que más me gustaba, eso y repartir leche, ¿la razón? Un adorable perro llamado Kero, o al menos así lo llamaba yo.
Llegué hasta la casa de su dueño, deposité correo en el buzón y me dediqué a meter mi mano por una pequeña ranura de la reja, Kero como siempre aullaba al verme y yo pues, le hacía coro.
Allí estaba yo aullando como loca, cuando la otra parte de la reja se abrió permitiéndome ver al dueño de la casa, tampoco había visto a ese hombre a pesar que casi todos los días pasaba por ahí.
—Hola, así que tú eres la novia de Kerberos —me dijo el joven sonriendo muy tierno.
—¿C-cómo sabes que yo…?
—Sólo lo sé —me interrumpió.
—Es que siempre me confunden, todos piensan que soy hombre —dije tímida y avergonzada de mi realidad.
—Salí porque me daba curiosidad saber quién pone a Kerberos en ese estado, aparte de mí no le simpatiza casi nadie —decía acercándose más a mí, ese sujeto también era guapo y más por lo amable que era conmigo.
—Soy Sakura Kinomoto —dije extendiendo mi mano.
—Eriol Hiraguizawa —contestó tomándola, pero… ¿Qué hacía? ¡La besó! ¡Besó mi mano! Que hombre tan caballeroso, hizo que me pusiera más roja que un tomate.
Mi móvil comenzó a sonar —no era nadie—, era la alarma avisándome que debía entrar a mi otro trabajo, que martirio trabajar 18 horas al día, no era para nada fácil.
—Tienes que irte, bueno te veré otro día entonces, tal vez podamos ir un rato al parque, para que juegues con Kero como tú le dices —dijo Hiraguizawa agitando su mano en forma de despedida, yo hice lo mismo ya montada en la bicicleta, feliz por haber ganado un nuevo amigo.
*.*.*
(Shaoran)
Hacía un mes de mi regreso a Japón, había estado viviendo en Estados Unidos con la excusa de terminar mi carrera universitaria, pero la verdad es que estaba dándome la gran vida, divirtiéndome con amigos, mujeres y despilfarrando dinero por montones.
Mi madre me llamó esa mañana para que fuera a visitarla, y de paso mi abuela quería hablar conmigo. Les había evitado todo ese tiempo por una razón: mi padre. Nuestra relación no era para nada la mejor, cuando llegué a casa, ellas me obligaron a entrar en su despacho con la excusa de llevarle un té.
Cuando entré él me miró con indiferencia, tenía puestos sus auriculares.
—¿De verdad no quieres hablar conmigo? —pregunté.
—Ve a hablar con tu abuela —espetó, corriéndome del lugar.
—Me quedare cinco minutos, ellas me pidieron que viniera —respondí. Se hizo el desentendido, cerró los ojos e hizo como si yo no existiera. Pasado el tiempo, salí de ahí, y mi expresión se suavizo al ver a las únicas mujeres con las que mi corazón era fiel.
—¿Hablaste con tu padre? —preguntó la abuela.
No respondí, ellas sabían que desde que cumplí 12 años la relación entre nosotros se había descompuesto, lo que no sabían era el por qué.
—Bien Shaoran, ahora arreglaremos un par de asuntos. Ya tienes 25 años, a esta edad deberías estar casado, además tienes, ¿12 tarjetas de crédito? Tus gastos son excesivos, me engañaste cuando dijiste que te ibas a estudiar y que regresarías pronto, te desapareciste por 7 años y esto no habla bien de ti —dijo arrojándome una fotografía de una chica besándose conmigo.
Yo sonreí. —No es nada serio —dije y era la verdad, ¡ni siquiera recordaba su nombre!
—Para ti nada es serio, así que de hoy en adelante tendrás que hacer lo que yo diga si no quieres quedarte sin dinero —amenazó.
—No te enojes abuela, ¿te parece si nos vamos por allí a comer un helado? —dije con la voz más melosa que tenía.
Observé cómo ella comenzaba a salivar y dejaba de fruncir el ceño. Me sonreí más cuando mi madre la pellizco para que no cediera ante mí, ¡son tan lindas!
—Tendrás que salir con la chica que yo escoja para ti —ordenó la abuela recuperando su compostura.
—Con una condición, si quieres que salga con alguna mujer tiene que ser hermosa.
—Está bien, te concertaré una serie de citas a ciegas —No pude evitar carcajearme por el comentario.
—Ok, nos vemos entonces.
Cuando salí de casa decidí llamar a la única mujer que era intocable, prohibida para mí.
—Tomoyo, soy Shaoran estoy en Tokio, ¿podemos vernos?
*.*.*
—¡Ja!
Cuando mis pies tocaron el piso todos mis alumnos me aplaudieron, a pesar de ser niños de 6 años me respetaban y admiraban mucho.
—Esa es la patada voladora especial del profesor Kinomoto —expliqué. Sí, también trabajé de maestro de Taekwondo.
—Sakura, ven —llamaron a mis espaldas.
Miré muy molesta al señor Eizan, sabía que no tenía que llamarme así frente a mi clase. El dueño del local pensaba —como los demás—, que yo era hombre y por eso me había empleado.
No, no se equivoquen, yo no me disfrazaba de hombre. Era más fácil y cómodo vestir como chico y odiaba el maquillaje, no me quedaba tiempo de cepillar mi cabello por lo que lo usaba lo más corto que podía, era delgada, plana como tabla según mi hermana, así que reunía las características de un chico de 16 años, cuando en realidad era una chica de 20, nada femenina.
Una especie rara pero feliz.
—¿Qué pasa? —pregunté.
—Tienes que ver esto, ya terminaste tu clase —Más que pregunta era afirmación. Él era amigo de mi mama y tenía una tienda debajo de ese local. Despedí a los niños y bajé siendo arrastrada por el señor Eizan.
—¿Esa es mi madre? —pregunté asombrada.
—Sí, es Nadeshiko —confirmó.
Salí corriendo tras ella. —Mamá, ¿cómo pudiste? ¡Ese vestido y zapatos son nuevos! —acusé. Sin embargo, ella fue más rápida y se me escapó.
Había gastado el dinero que tanto necesitábamos en chucherías. Estaba furiosa.
El sonido de mi móvil me distrajo por unos segundos.
—Meiling, ¿qué sucede? —Era mi hermanita de 15 años, otra que me sacaba de mis cabales.
—Ven a ayudarme, hay un chico con cara de tonto molestándome.
—¿Dónde estás?
—En el Cherry Blossom.
Corrí hasta esa cafetería.
El señor Hiro, gerente del lugar también era un viejo amigo de mi madre y mío, por supuesto. Aunque el café que preparaba era delicioso el lugar era un basurero. Vi a mi hermana sentada con un tipo que parecía gorila, como de unos 19 años.
—Hey —resoplé en su oído asustándolo, inmediatamente se paró de su asiento y se puso frente a mí. Vaya que era alto, como dos cabezas me llevaba, pero no me intimidaba.
—¿Quién eres? —preguntó enojado.
—La pregunta es, ¿quién eres tú? —respondí. Me adoraba por ser tan astuta.
—¡Oh, que bueno que llegas! —celebró Meiling poniéndose de pie—. Vámonos a casa.
El tipo se sorprendió cuando me dijo aquello y empezó a avanzar furioso hacia mí, amenazándome.
—¿Acaso están viviendo juntos? Si has tocado a mí princesa, yo… —No pudo continuar porque le apliqué una llave al brazo, soltándolo a la brevedad para que no sufriera.
Al chico no le bastó y fue por más, esa vez le metí el pie y cayó al piso, como si no hubiese tenido suficiente, tuve que rematarlo golpeando su cabeza contra la mesa, eso daba un puntaje de Sakura: 3; Gorila: 0.
—Ya ríndete Mamoru, no podrás contra el —dijo Meiling.
—No, yo quiero luchar por ti —replicó.
—Está bien, acepta un reto —dije.
—Lo que quieras —contestó.
—Quién logre comer primero 5 platos de tallarines se queda con Meiling y el perdedor paga la cuenta.
Dicho y hecho, la competencia comenzó. Tenía un hambre de los mil demonios, y disfrutaba tanto de mi comida, que cuando me di cuenta solo me faltaban dos platos y el tal Mamoru estaba a punto de vomitar. Meiling con la malvada que era vació un frasco de yogurt en el último plato del gorila, otorgándome la victoria.
Cuando regresamos a casa, mamá estaba tranquilamente sentada fingiendo que pelaba castañas, eso y coser ojos a docenas de peluches era otro de mis trabajos, pero esa tranquilidad significaba una cosa: problemas.
—¿Qué es lo que te pasa madre? —Ella se puso nerviosa con la pregunta y después de segundos al borde de las lágrimas.
—¡He perdido el anillo que la señora Wong, me dio a guardar! —confesó sollozando.
Meiling y yo salimos a buscarlo, era carísimo, no podía pagarlo ni trabajando 25 horas al día en un mes. Levantamos hasta la última piedra y nada.
—¡Maldita sea! —grité encolerizada tirándome al piso para hacer berrinche en media calle.
—Deja de gritar como loca —escuché que me decía Meiling.
Me levanté derrotada, le dije a mi hermana que volviera sola a casa porque yo tenía que trabajar para pagar ese estúpido anillo, así que era otra vez mi turno como repartidora de comida china, ya me dirigía a hacer mis entregas cuando un chico pasó por mi lado a toda velocidad en su motoneta, yo no quise quedarme atrás y lo seguí. Muy mala idea, en la calle había una mujer afuera de un coche y el tipo le arrebato la cartera tirándola al suelo, yo me quité el casco y se lo arrojé, ¡justo en el blanco! Logré tirarlo de la motocicleta y me bajé a darle su merecido por ladrón.
—Eres un abusivo —musité quitándole el casco para ver su rostro, era el gorila, Mamoru—. Eres un estúpido, cómo te atreves a robar —le golpeé en la cabeza.
—Quería pagarle las clases de canto a mi princesa —contestó.
—¿ Y por qué tendrías que pagarle esas clases a mi novia? —mentí asquerosamente.
A mis espaldas pude escuchar la voz histérica de un hombre
—¿Estas bien Tomoyo? ¿Te hiciste daño? —farfullaba manoseándola por todos lados.
—No, vamos con ellos —contestó señalándonos.
—Escucha gorila, a la cuenta de tres me empujas y corres —indiqué, llegué al tres y el muy tonto seguía parado allí—. Empújame y corre —murmuré entre dientes, lo hizo.
Recogí el bolso y se lo devolví a la señorita haciendo una reverencia a modo de disculpa.
—Tú eres cómplice del ladrón —acusó el hombre, cuando alcé mi rostro para verlo me di cuenta que era el mismo de la mañana, el arrogante de bonitos ojos ámbar.
-No, yo no, sólo recupere el bolso de la señorita —repliqué mientras trataba de arrancar la moto, pero no lo hacía, se había descompuesto.
—Oh, se descompuso, mándala al taller a repararla y envíame la cuenta —dijo muy amable la señorita extendiéndome una tarjeta.
El hombre bruscamente le apartó la mano, gruñendo.
—No, no pagaremos por algo que fue tu culpa, hiciste esto por dinero, ya lo tenías planeado, eso es lo que hace la gente miserable como tú, cuando quieras confesar la identidad de tu cómplice llama a este número —metió una tarjeta suya en mi bolsa.
¡Te quedaras esperando, imbécil!
—Pero Sha…
—¡Vamonos! —le grito a la mujer amatista, ella me miro con lastima y se marchó con el estúpido que me acusó de ladrona, humillándome.
¡Lo odio!
Después de eso para terminar el día mi jefe me despidió del trabajo por ese incidente y lo peor fue que no me pagó, tenía inmensas ganas de llorar, pero no lo haría. Hacía algunos años que prometí no hacerlo y hasta esa fecha lo había logrado.
Al día siguiente me levanté muy desanimada o furiosa, era la palabra correcta. Me llamaron del colegio de Meiling para que fuera por ella, la niñita fue descubierta haciendo apuestas clandestinas.
—¿Por qué lo hiciste Meiling? —reclamé.
—No te enojes, lo hice porque quiero matricularme en una escuela de música. Quiero ser famosa y cuando lo sea, te daré una buena recompensa —dijo riendo sínicamente.
—¿Por qué no me pediste el dinero?
—No tienes, y ya estoy harta de que seas la única que lleve el dinero a casa, no quieres que trabaje y es la única forma de conseguirlo.
Timbró el teléfono de casa.
—Hola —contesté.
—Hola Sakura, soy el casero y llamo para avisarte que la renta subió.
—¿Qué? No puede hacerme esto, señor.
—Lo siento pequeña Sakura, te ayudé un tiempo pero no puedo seguir haciendo, serán 5,000 al mes.
—Sí, lo entiendo gracias —suspiré.
Estaba desesperada, no sabía qué hacer. Me fui al Blossom Cherry, siempre que estaba angustiada el Señor Hiro levantaba mis ánimos.
—Andas corta de dinero, cierto —Me dijo acercándose para poner una mano en mi hombro.
—Sí —le susurré.
—Oye, y qué pasó con aquel tipo y su novia, ¿no te dieron una recompensa?
—No, el muy idiota me llamó cómplice del ladrón y me dio esta tarjeta —Shaoran Li decía en ella.
—Llámalo Sak, él debe darte algo —Ni loca llamaba a ese hombre, lo odiaba por haberme insultado.
Mi móvil empezó a vibrar y contesté, me llamaron para reemplazar a una mesera en un bar sólo sería esa noche pero dinero era dinero.
—Tengo que irme —le dije al señor Hiro.
—Toma Sakurita, no es mucho pero te servirá de algo —Me dijo metiendo un sobre en mi chaqueta, era dinero. Yo le sonreí—. Gracias, sabe que lo quiero verdad —agradecí, le hubiese dado un abrazo pero el contacto físico no era lo mío, era en parte tímida y no estaba acostumbrada a la cercanía de otra persona.
Llegué al restaurante y me dieron mi uniforme, pase a los vestidores y me coloqué la blusa, la chaquetita y un corbatín, todo iba bien hasta que… ¿Qué demonios…? Una falda, nunca había usado una y la peor parte eran los tacones de casi 25 cm. de largo, quería gritar. Yo prefiero mis pantalones.
Salí en busca de auxilio, le pregunté al encargado si podía darme otro uniforme y su respuesta fue un rotundo no, así que tuve que trabajar de esa manera, me ordenaron llevar una copa a las mesas del jardín, y para mi agradable sorpresa, era Hiraguizawa.
—Hola, aquí está tu orden —saludé.
—Hola, novia de Kerberos, te ves muy bien —dijo observándome de pies a cabeza, no me veía tan mal, lo único era mi corte de cabello graciosamente era el mismo que el de Hiraguizawa.
—Gracias, ¿puedo hacerte una pregunta?
—Sí —contestó.
—Para ti qué es más importante, ¿el dinero o el orgullo?
—¿Qué? —exclamó con cara de no haber comprendido la pregunta.
—Olvidalo —hice un gesto despreocupado con la mano—, ¿estás solo?
—No, espero a un amigo —respondió sonriendo.
—¡Oye, niña piensas pasar toda la noche conversando! —gritaron atrás de mí.
Eriol sólo me sonrió con pena.
—Vete, no te quitare más el tiempo —me incliné para despedirme con una reverencia, desapareciendo de su vista.
*.*.*
(Shaoran)
Había quedado de reunirme con mi primo en un bar, entré y lo vi charlando con una chica bastante extraña, no me fijé mucho en ella de seguro era la mesera y ordenaba algo.
—Hola Eriol —saludé sentándome frente a él.
—Shaoran, hace tiempo no te veía, ¿cómo te ha ido?
—Bien, sabes me encontré con Tomoyo —comenté y pude observar cómo se tensaba con ello, fueron novios y terminaron o mejor dicho ella lo abandonó.
—Sí, ya sé que volvió, ha ido a buscarme pero no quiero hablar con ella, después de lo que hizo —musitó.
—Deberías hacerlo —sugerí.
—Y tú qué me dices, aun sigues sintiendo lo mismo —Sabia a lo que se refería, yo siempre estuve enamorado de Tomoyo, aunque ella me dejó las cosas claras y no podía haber ningún tipo de relación entre nosotros, eso sería traicionar a Eriol, pero aun así me gustaba estar cerca de ella, como amigos.
—No, ya no —mentí.
—¿La abuela hablo contigo? —preguntó desviando el tema de conversación, ¡gracias a los cielos!
—Sí, creo que me pedirá hacerme cargo de la compañía, pero mejor por qué no lo haces tú —Él es mucho más responsable y centrado que yo, además nuestra familia se dedicaba a la industria del café y eso no llamaba para nada mi atención.
—Tú sabes que yo amo la música, no la cambiaría por nada —Eriol trabajaba como compositor, tenía su propio estudio y era exitoso, tiene razón quién cambiaria eso por el café.
Luego de esa incómoda charla pase a lo que más me gustaba, me fui de parranda con unos amigos.
—Shaoran mi amor, volviste —gritó una chica arrojándoseme encima. No quería hacerle un desplante y la recibí con los brazos bien abiertos, después de dejarla disfrutar de mí un rato, la separé con la excusa de que tenía que irme. Esa loca era una obsesiva sabía que pasar una noche con ella sería condenarme.
—No, no te vayas cariño, tómate una copa conmigo —suplicó. Mis amigos se acercaron asustados, yo podía hacer todo menos una cosa: beber, un solo trago y no exagero, me deja fuera de combate.
*.*.*
(Eriol)
Al salir del restaurante me encontré con la chiquilla repartidora de leche, venia tarareando una canción y haciendo una especie de baile, realmente gracioso.
—¿Cómo acabaste con tu dilema, dinero u orgullo? —pregunté.
—No lo decido aun —me contestó. Ya traía puesto de nuevo sus típicos jeans, camiseta y abrigo de hombre y con ese cabello sí parecía muchacho, pero tenía unos espectaculares ojos esmeraldas, eso es lo que me indicó que no era un él sino una ella.
—¿Tú no tienes ninguno? —preguntó.
—Sabes un amigo tiene uno, hace tiempo tuvo una novia terminaron o más bien ella lo abandonó, ahora ha regresado y él no sabe qué hacer —relaté refiriéndome a mi situación con Tomoyo.
—Me confunde un poco, como no conozco el nombre de tu amigo lo llamaremos Seño ella Señora A, ¿te parece? —Me pareció muy tierna e inocente, ni siquiera se dio cuenta que le estaba comentando la historia de mi vida.
—Sí, perfecto —dije revolviendo su cabello castaño.
—Entonces, ¿el Señor B aún sigue enamorado de la Señora A?
—Creo que ni él mismo lo sabe —respondí con sinceridad.
—En mi opinión debes ser sincero con tu amigo, pídele que aclare sus sentimientos primero y después que hable con ella.
Sakura me caia muy bien, era una niña fresca y de hermosos sentimientos.
—¿Cuántos años tienes? —quise saber.
—Tengo 20 años, ¿y tú?
—Yo tengo 26 —contesté, le llevaba varios años.
—Oh, entonces dejémonos de formalidades, llámame Sakura.
—Entonces tú me llamaras Eriol.
Nos sonreímos y su móvil comenzó a timbrar con una de las tantas melodías que yo mismo había compuesto, eso significaba que le gustaba mi música.
—Tengo que irme, era mi madre, adiós Eriol —se despidió y salió corriendo.
Cuando llegué a la puerta de mi casa, me encontré con la sorpresa de que Tomoyo me esperaba, me moleste mucho cuando la vi. Pase a su lado ignorándola, no quería verla, no quería saber nada de ella, aun no la perdonaba.
—Terminé con Jin —murmuró.
—Ya lo sé, le leí en los periódicos eres muy famosa Daidoji.
—Terminé con él porque fue un error, no sabía lo que hacía y volví a Japón porque…, quiero regresar contigo.
¿Qué se creía esa mujer? ¿Qué yo era un juguete, un pedazo de trapo que podía tirar y volver a utilizar cuando quisiera? Ella me engañó con otro tipo, se fue con él y ahora regresa como si nada.
Sentía tanto coraje en ese momento que no lo pensé, la tomé, fuimos directo a mi habitación y para cuando reaccione fue demasiado tarde…
*.*.*
(Shaoran)
Desperté en un lugar que no era mi departamento, estaba desnudo y con una chica a mi lado. Había sido el mayor de los estúpidos, me bebí el trago que esta mujer me ofreció y hasta allí recuerdo, de seguro sabía que algo tan insignificante como eso era suficiente para perder toda mi cordura.
—Ahora eres mío, Shaoran —ronroneó abrazándome.
—Estás loca, esto no se volverá a repetir —gruñí levantándome de la cama, mi móvil sonó y contesté.
—B-buenos días, soy el repartidor de la otra noche, el que ayudo a la chica que estaba con usted —balbucearon.
—Oh, el ladrón —espeté.
—¡No soy un ladrón! Yo ayudé a capturarlo y quiero mi recompensa.
—Ven al hotel… —miré a mi alrededor para ubicarme un poco—, Midnight Moon
Fui a tomar una ducha y cuando salí la chica aún no se marchaba, estaba tranquilamente desayunando.
—Ven a comer amor —me llamó mordisqueando una manzana.
Yo me acerque a ella y la tomé del brazo, levantándola de la silla.
—Ve a ducharte y lárgate, no quiero volver a verte.
—Eso lo veremos —me gritó.
En ese instante tocaron la puerta, fui a abrirla y era el chico ladrón.
—No pensé que vineras, pasa —dije haciéndome a un lado de la puerta.
—Yo venía a pedirle el dinero para reparar mi moto, me despidieron por su culpa y no me pagaron, así que necesito el dinero —explicó mirando el piso.
—Eres menor de edad? Es más que cosa eres, ¿chico o chica?
—No, tengo 20 —contestó haciendo un mohín.
—Eres tan pequeño y delgado —susurré analizándolo—, hasta pareces chica —me burlé, dudaba que lo fuera pero era bastante extraño—. ¿Vas a decir quién es el ladrón?
—Mamoru no es ladrón —Uh, cayó en la trampa.
—Lo ves, acabas de confesar. No te preocupes no llamare a la policía, pero parece que su plan no resultó como esperaban, te ves bastante ingenuo e inocente, ¿fue tu primera vez?
—Ya te dije que no soy ladrón, no planeé nada, sólo dame el dinero para reparar mi motocicleta, por favor —decía sin levantar el rostro.
—¿Tus padres saben que suplicas a los extraños de esa manera? Claro, si de tal palo tal astilla, tus padres deben ser igual a ti —Cuando dije eso el chico levantó el rostro y me sorprendió el fuego verde en su mirada.
—Discúlpate, tú no tienes derecho a mencionarlos.
—No, estás loco, vete —grité. Jamás, jamás me disculpaba.
—Discúlpate —gritó furioso.
—No —Y no recuerdo cómo nos empezamos a jalonear, estábamos a punto de irnos a los golpes cuando resbale y el chico cayó sobre mí.
—¡Oh, por Dios! Shaoran ¿eres gay? —gritó interrogante la maniaca saliendo del baño.
—¡Quítate! —le grité al jovencito—. Claro que no, ¿no te lo demostré anoche? —respondí para la otra. Ella se sonrojó y guardó silencio.
—Eres asqueroso, págame y discúlpate —chilló el castaño.
—No, largo de aquí, los dos —gruñí tomándolos a ambos del brazo, corriéndolos de mi habitación.
Este día no iba a ser nada fácil, mi madre me había llamado para decirme que tendría una cita con 6 chicas diferentes escogidas por mi abuela, y ya había comenzado con el pie izquierdo…
