Padrino

-¿Cómo estoy?

Es la quinta vez que lo pregunta y Ginny no puede evitar una sonrisa llena de ternura. Sabe que la pregunta disfraza cuestiones mucho más importantes, como ¿cómo lo haré?, ¿le gustaré?, ¿lo haré bien?

Después de la Guerra y de Voldemort (no pienses en Fred, no pienses en Fred), a Ginny le maravilla que el mayor miedo de Harry siga siendo un posible rechazo, y que pueda guardar intacto un corazón con tanta necesidad de amar.

Así que le aprieta con cariño la mano y le pasa los dedos por la mejilla aún llena de arañazos.

-Estás guapísimo.

-¿Crees que le gustará? – le pregunta, señalando un enorme peluche en forma de lobo.

Ginny recuerda a Harry en la tienda de juguetes, y cómo supo sin dudar cuál quería que fuera su primer regalo. Para que no olvide, dijo. Y no preguntó más.

-Creo que lo llenará de babas y abrazos hasta que no tengas más remedio que comprarle toda la tienda.

Ginny sabe que los siguientes peluches serán un perro oscuro y un ciervo.

-Será el niño más malcriado y mimado de toda la Historia.

-Eso me temo – sonríe Harry.

Pero antes de llamar a la puerta, se gira lleno de inquietud y esta vez sí, pregunta:

-¿Lo haré bien?

Y Ginny sabe exactamente qué contestar.

-Claro, Harry.

Nunca ha habido posibilidad de que fuera de otra forma, en realidad.