Un fic de Glee y The Hunger Games, dedicado especialmente a las parejas Brittana y Tike (Sip, mis OTP's, aunque en éste cap se concentre un poco más en Tike, Brittana será el central). Espero sea de su agrado, acepto todas las críticas constructivas y tomatazos, incluso las calabazas (Piñas no). Sin algo más sólo me queda decir: Enjoy!

Glee no me pertenece (Si así fuera cuántas cosas no cambiaría) Al igual que The Hunger Games.


Always Be With You


Cap 1 La Cosecha.

Y estás ahí, de pie, en medio de la pequeña sala que sirve para que cada tributo pueda despedirse de su familia. Te preguntas cuántos inocentes desfilaron por aquí, antes de una muerte segura, pues aunque seas del Distrito 4, uno conocido por ser de profesionales, sabes que muchas veces no se gana; cuántas lágrimas y angustia llenaron el cuarto ante el terror que paralizó a ese pobre joven o niño que fue a la arena. Pero no todo es temor, sabes también que muchos se fueron orgullosos de haberse ofrecido como voluntarios para salvar a aquellos infelices a los que la vida les dio un poco de suerte, sabes que aquí se dijeron palabras como "Descuiden, voy a regresar" o "Me encargaré de acabar con todos en Los Juegos" Y quisieras ser de esos, quisieras que esas mismas palabras salieran de tu boca, pero estás tan consciente que eso no es para ti.

No puedes siquiera moverte, el miedo te ha paralizado y maldices a tu cuerpo de no responder a las órdenes de tu cerebro; pero ¿Qué maldices más? ¿Eso o el hecho de que ningún voluntario se haya presentado para salvarte? Eres conocida como "La chica de los ojos raros" Pues es raro ver ojos rasgados en el Distrito. Generalmente todos allí son perfectos, blancos o bronceados, con ojos abiertos y de colores claros; en cambio tú saliste con facciones no muy vistas en tu hogar, y aunque seas una persona conocida y respetada en toda la costa, sabes que no vales lo suficiente para ser salvada de ir a la arena, al menos no como Brittany, hija de los médicos principales del Distrito, cuyo físico es increíble comparado con el tuyo, seguro por ella sí se ofrecían como voluntarios. En ese momento maldices el haber nacido así, el ser una extraña en un mundo perfecto, en el que consideras, el mejor Distrito de todo Panem, pero hay algo, algo que te tumba los pensamientos egoístas de tu cabeza; sí, ese algo, o mejor dicho alguien, es tu pareja, el único que te vio cuando eras invisible, se trata de Mike.

Él es igual que tú, con facciones casi idénticas a las tuyas: Sus ojos son rasgados y casi del mismo color pero con algo tan sobresaliente como son tus ojos, es su físico. Un pescador desde pequeño, como todos los que viven ahí, pero con un físico muy bien trabajado pues lo has visto cuando se escapa a ejercitarse o cuando entra al entrenamiento para los tributos profesionales. Suspiras, pues éste fue el último año en el que su nombre y el tuyo entraron en la cosecha, con la ligera y gran diferencia que tú saliste sorteada. Al menos, es un alivio saber que él no irá contigo, lo que menos quieres es asesinarlo, ni mucho menos verlo morir mientras te protege; y es aquí cuando juras, juras que él iba a gritar "Me ofrezco como voluntario" Al escuchar tu nombre, pero no podían ir dos tributos masculinos a Los Juegos, eso es una ley.

Te abrazas a ti misma, deseando poder despertar de la terrible pesadilla en la que estás sumergida, aunque bien sabes que no es ni un sueño ni una pesadilla, dentro de unos minutos subirás a un tren el cual te llevará a tu muerte segura, a esa arena que le pondrá fin a tu vida. Escuchas cómo la puerta se abre y da paso a tu otro motivo de vida. Además de Mike, Sean es ese motivo para seguir adelante, para vivir y hacer algo productivo, pues después de la muerte de ambos padres, eres su único familiar y él el tuyo.

Corre hacia ti para aferrarse a tu cuerpo, sus pequeñas manitas tratan de juntarse en tu espalda baja, pero es tan pequeñito que no alcanza a hacerlo. –Sean, no… - Y es que realmente no quieres que te abrace, no quieres romper lo poco que te queda de fuerza antes de derrumbarte por completo en el tren que te llevará al Capitolio. - No hagas esto más difícil.

- No quiero que te vayas.

Y es eso, esa simple frase lo que te deshace, lo que termina por derrumbar tu débil muralla de fuerza que habías creado desde que aquella mujer Pillsbury dijo tu nombre frente a todo el Distrito 4, esa muralla que tú misma sabías, era una dolorosa broma.

Te arrodillas frente a él para poder abrazarlo por última vez, grabándote la sensación de su cuerpecito contra el tuyo, de su calor y por más que no quieras, de sus lágrimas manchando tu hombro. – Yo tampoco quiero irme. – Y lo que tanto necesitabas, lo que tu mente pedía a gritos por fin sucede, rompes en llanto, en un llanto lleno de amargura, miedo y dolor, un llanto que demuestra el terror que sientes pues sabes que ya no regresarás; ya no verás más los amaneceres reflejándose en las verdes montañas, ni esos atardeceres que se camuflajean con el mar, no verás a Sean corriendo por la costa para subir la red que inocentemente pone todos los días, ni sus esfuerzos para convertirse en el gran pescador que fue su padre. No verás más a Mike cuando sube las redes de su embarcación, ni su forma de lanzar los tridentes para atrapar las presas más grandes; no podrás reflejarte más en esos ojos cafés que te miran como si fueras la persona más perfecta del mundo, ni escuchar de sus labios aquellos "Te amo" que susurra en tu oído después de hacer el amor. – Simplemente no podré hacerlo. – Por fin lo hiciste, te has derrumbado.

- No digas eso, por favor… - Por más que no quieras, él se separa un poco de ti para mirarte con esos ojitos llenos de lágrimas, esos ojitos que te están suplicando algo. – Tienes que regresar, Tina, tienes que hacerlo.

- ¿Qué? – Sonríes como una idiota, pues sabes que eso es imposible. ¿Cómo puede pedirte él que regreses? Sabes que es una muerte segura, tú nunca te interesaste en ser un tributo profesional, ni siquiera se te ocurrió la idea de pasar a un entrenamiento en la academia, simplemente querías vivir tu vida, creías que jamás saldrías en la Cosecha, jamás, hasta el día de hoy. – Sean, no soy un tributo profesional, muy apenas uno medio, no tengo los recursos para ganar.

- Pero tienes algo que los otros tributos no, tu fuerza. – Lo miras desconcertada. ¿Fuerza? ¿De dónde? Eres una chica promedio, tanto en peso como en altura, no haces ejercicio más que para salir a pescar y eso lo logras con redes, nada más; no eres experta en cañas ni mucho menos tridentes, Mike desistió en la idea de enseñarte a usarlos al ver que tu no tenías la fuerza necesaria para sostener uno.

- ¿Fuerza? ¿De qué estás hablando, pequeñito? – Acaricias con cuidado su cabeza, desde que lo tuviste en tus brazos has tenido ese miedo de lastimarlo o romperlo, pues para ti, es una figura de porcelana que debe ser tratada con sumo cuidado. – Tú sabes lo débil que soy y, comparada con los otros tributos, soy pequeña.

- La fuerza que yo digo no viene de tus músculos ni tu cuerpo; viene de aquí. – Él señala primero tu pecho y en seguida tu cabeza. – La fuerza que sacaste para criarme, para cuidarme y protegerme mientras crecía; la misma fuerza que te ayudó a ser valiente cuando te ibas a derrumbar frente a mí. – Sonríe con inocencia, con esa forma tan angelical que sólo él puede poseer, esa sonrisa que no has visto en nadie más, ni siquiera en Mike. – ¿Creías que no me daba cuenta?

Y es cuando los recuerdos más dolorosos golpean tu cabeza: Cuando cargaste a Sean por primera vez, recibiendo la amarga noticia que tu mamá había muerto después del parto; cuando Mike llegó corriendo a decirte que el barco en el que viajaba tu padre había naufragado, tú estabas preparándolo para su primer día de clases. Sí, tú te encargaste de criarlo a falta de una madre, y cuando ambos se habían quedado sin padre fuiste tú quien lo sacó adelante, quien le ha dado todo el apoyo y cuidados que él necesita; entregaste tu tiempo a socorrerlo y ver que no le faltara nada, trabajaste por largas jornadas para conseguir el dinero que siempre necesitó, ¿Qué iba a hacer ahora que tú te ibas para no volver más? Sabes que Mike no sería capaz de dejarlo solo, ni siquiera dudaría en llevarlo consigo y tomarlo como miembro de su propia familia; pero eso sería egoísta de tu parte pues te prometiste verlo crecer, verlo convertirse en el pescador que siempre quiso ser y si te rindes ahora, antes siquiera de entrar a la arena, no sólo lo decepcionarás a él, sino a ti misma.

- ¿Por qué no eres un niño de ocho años normal? – Y es esa sonrisa sincera que se dibuja en tus labios la que calma el dolor que te estaba carcomiendo por dentro; sí, tu hermanito menor te ha dado la lección más grande que hayas recibido.

Sean te sonríe con tanta alegría que puedes jurar que sale luz de sus labios para iluminar toda la habitación, como la luz de un faro que iluminará tu camino durante tu travesía al Capitolio, y quién sabe, tal vez la misma luz que te guíe en la arena. – Sí lo soy. Pero también soy tu hermano y eso me hace ser el niño más especial de ocho años.

Otra vez esas lágrimas que tanto habías guardado se asoman en tus ojos para morir en tu mentón y es cuando esa enorme necesidad de tomarlo entre tus brazos y jamás soltarlo crece en tu pecho. Lo estrujas contra ti, apretándolo lo más fuerte que puedes y pasando tus manos por su espalda y su cabeza, llorando como no lo hacías en mucho tiempo: Con sentimiento y dolor. – Sean, te prometo que haré mi mejor esfuerzo para volver contigo.

/

Estás de pie, al lado de aquella mujer que no sabes cómo, pero siempre que se acerca a ti, siempre que te sonríe o te mira, es capaz de robarte el aliento, de robarte hasta la sonrisa que tu no creías tener; estás al lado de esa rubia que crees perfecta, e incluso la perfección se queda corta comparada con ella. Está tomando tu mano, más bien la está apretando con fuerza y sabes el por qué de ello.

Es la época de la Cosecha, el día en que todos los niños y jóvenes de doce a dieciocho años, hombre y mujer, son llamados por el Capitolio para ir a enfrentarse a Los Juegos del Hambre. Sabes lo que eso significa, una muerte segura para los demás distritos, pero no para el tuyo, no, el tuyo tiene el galardón de ser el Distrito 4, el mejor que pueda tener Panem. Aunque claro, eso lo piensas, pero la realidad es otra cuando te aterra ir a la arena y enfrentarte, porque aunque hayas sido entrenada como un tributo profesional, no sabes cómo serán los tributos de los otros distritos, sobre todo del 1 y el 2 que son los que más tributos ganadores producen; tributos grandes, altos y fornidos, con una fuerza casi sobrehumana que puede deshacer a cualquiera que se les ponga en frente. Y tú, tu eres una chica pequeña de estatura, de las más bajitas que hay en la costa, y aunque hayas practicado y tengas habilidad en la pesca, no dejas de ser una debilucha que no puede soportar una pelea cuerpo a cuerpo pues en seguida sientes cómo te rompen.

Esa es la realidad, aunque te las des de valiente, el sólo pensar que puedes estar en la arena te convierte en un triste e inofensivo cachorrito y te baja los humos en una milésima de segundo. Llevas años fingiendo valentía ante tus amigas (Sobre todo ante tu rubia despampanante) Y tus compañeros, les haces creer que si vas a Los Juegos regresarás victoriosa, digna de vivir en la aldea de los vencedores; pero cada vez que hacen la Cosecha, cada vez que la escolta del Capitolio, la señorita Pillsbury, escoge los nombres de los Tributos, tú te deshaces del miedo, no soportas la idea de salir y convertirte en una víctima de los otros distritos, aunque sabes que darás pelea, pues a Santana Lopez no la matan con facilidad.

"Sólo palabras" te susurra tu mente, la única cuerda en ti. Suspiras y sueltas la mano de Brittany para pasar ambas por tu dolorido rostro, pues la tensión te mantuvo en un mismo gesto durante toda la Cosecha. – Me quiero ir ya. – Le dices a tu rubia al momento que recargas tu cabeza en su pecho, y ella te rodea con sus brazos para protegerte.

Brittany Pierce, la hija de los médicos principales del Distrito 4, la chica de la que llevas enamorada tanto tiempo, la misma que consideras una diosa, pues su físico es tan perfecto que no se compara con el de ninguno ahí, ni siquiera con el mentor Finnick Odair, y eso que él es realmente atractivo; pero aunque él sea atractivo, no despierta en ti esos sentimientos que tienes por Brittany, en lo más mínimo. – Vamos a la playa ¿Te parece? – Ella acaricia tu espalda con una mano mientras la otra te tiene fuertemente sujeta a su pecho. Sí, ella es la única que capta toda tu atención.

No será la chica más lista de todas (Aunque para ti es un genio) Pues excede en inocencia, pero sí es la que más sentimientos puros tiene y la que te ha dado grandes lecciones de vida a lo largo de los años. – Llévame a donde tú desees. – Le dices en un susurro que ella sólo puede escuchar y su respuesta es un tierno beso en tu cabeza. La chica inocente, la rubia de ojos azules, la más alta en todo el distrito entre su rango de edad; la que tiene a muchos pretendientes tocando a su puerta, prefiere pasar su tiempo a tu lado, buscando la manera de hacerte sentir mejor.

- Quiero ir a la playa y ver el atardecer contigo. – Susurra en el mismo tono que tú, pues sabe que cuando estás con ella, todos tus sentidos se concentran en su persona.

Te separas lentamente, bajando tus manos para rodear su torneada cintura y poder perderte en esos ojos azules como el mar de su hogar, admirando también los rasgos tan finos de su rostro. – Yo voy a donde sea, siempre y cuando sea contigo. – Ella te brinda una sonrisa sincera, mostrando esos dientes tan blancos como perlas. Tu único deseo es poder atrapar sus labios con los tuyos y besarla hasta quedarte sin aliento; pero sabes que hay un problema, el problema que contiene tus impulsos y te recuerda la realidad la que vives: Brittany Pierce es sólo tu mejor amiga.

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El sonido de la puerta al abrirse te saca de tus pensamientos, de ese agradable sopor que tienes con tu hermanito menor desde que decidió prenderse a tu cuerpo como un animalito indefenso; levantas la vista y ahí está él, mirándote con los ojos desbordándose de ternura, de amor, pero hay algo más y aunque no quieras admitirlo, sabes que también te mira con compasión.

- Sean ¿Podrías…? – Se acerca a ustedes con paso lento, dubitativo pues no quiere terminar con ese preciado momento, pero él también quiere despedirse de ti, quiere tenerte en sus brazos y sabes que tú también lo deseas, lo necesitas. – Será sólo un momento.

Sean se separa no queriendo de ti, lentamente, prolongando cada segundo a tu lado, mira tus ojos y logras percibir un suspiro triste; con ternura, pasas el dorso de tu mano para acariciar su mejilla y limpiar sus lágrimas, porque también ha llorado al sentirse en tus brazos. – Sólo un momento, por favor.

Te mira y voltea a ver a Mike, sabe que son novios, sabe que para ti es el hombre de tu vida y sabe que sería un mal hermanito si se queda en el momento en que ustedes dos necesitan intimidad. – Lo que tú me pidas, hermanita. – Besa tu mejilla y se separa completamente de ti, caminando con esos pequeños pacitos para ir con Mike y abrazarse a sus piernas, antes de ir directamente a la salida.

Por fin a solas, por fin él y tú. Te pones de pie lentamente sin despegar ni un segundo tus ojos de los suyos, quisieras detener el tiempo, quisieras quedarte ahí para siempre, vivir atrapada dentro de esos ojos café tan profundos; él se queda mirándote con la misma intensidad y tú sólo quieres vivir en su mente para saber qué está pensando, que pasa en ese momento por su cabeza. Y como si ambos estuvieran sincronizados, corren para encontrarse en un fuerte abrazo, apretando tu cuerpo contra el de él como queriendo fundirte y ser uno solo. Levantas un poco tu cabeza para mirar sus ojos y sorprenderlo mirándote, rogándote por lo que tú también quieres hacer desde hacía un momento; y es cuando por primera vez después de la Cosecha, sus labios vuelven a encontrarse en un beso desesperado pero cargado de amor y necesidad.

Estás a solas y puedes besarlo como es tu gusto pues muchas veces, frente a la gente te cohíbes un poco, siempre has sido así de tímida; sus labios rozan en contra con rapidez, desesperados, sientes que tu vida depende de ese momento, sientes cómo su lengua te pide permiso para encontrarse con su semejante y comenzar un baile que sólo ellas saben hacer desde hace ya mucho tiempo. Te pones en puntas para cruzar tus brazos detrás de su cuello, aventando su nuca hacia el frente y poderlo besar mejor, sientes cómo él se inclina hacia ti para otorgarte más comodidad en su encuentro, hasta en eso Mike es considerado. Baja sus brazos hasta tu cintura para eliminar el poco espacio que queda entre los dos, juntándose contigo lo más que puede; no quiere soltarte, lo sientes por la forma en que sus brazos te rodean, la forma en que te toman y te cubren con tanta devoción, con esa forma de decir "No me dejes".

El aire comienza a agotarse de tu parte, no sabes si de él también pero estás segura por la forma en que trata de dar bocanas sin despegarse de ti y es cuando ambos sucumben ante su necesidad de respirar. Respiras agitada, sientes tu corazón desbocado golpear contra tu pecho de manera increíble, la adrenalina del momento se ha mezclado con el miedo de subir al tren y estás a punto de caer por lo mareada que estás.

- Escúchame bien, Tina, puedes lograrlo, estoy seguro que vas a lograrlo. – Mike toma tu rostro entre sus manos para mirarte con tal intensidad a tus ojos que incluso puedes sentir cómo su mirada te penetra para hacerte entender.

- ¿Tú también? ¿Creen que podré vencer a los tributos profesionales de otros distritos? – Y es cuando de nueva cuenta esas malditas lágrimas te invaden, te controlan al grado de mostrar tu miedo, de mostrar el terror que te está matando por dentro. – Son tributos profesionales, Mike, yo no lo soy.

- Eres pescadora, sabes tejer redes y siempre te las has ingeniado para sobrevivir. Piensa cuando perdiste a tu madre, cuando tuviste que criar a Sean tu sola, Tina, tú lo hiciste sin ninguna ayuda y esto ni siquiera puede compararse a los años que has luchado contra la vida.

Lo miras incrédula ¿De verdad está diciendo eso? ¿Qué no se ha dado cuenta de que Los Juegos del Hambre son completamente diferentes a lo que es tu vida en el Distrito 4? – Mike, estamos hablando de matar personas, de unos juegos brutales donde obligan a gente inocente a matarse entre ellos, lo hemos visto durante toda nuestra vida.

- Pero está en ti labrar tu destino ¿Crees que esos tributos van a tentarse el corazón cuando te vean para no asesinarte?

- ¡No quiero perder quien soy! – Por fin sucedió, por fin explotaste, por fin le gritaste al amor de tu vida, y es que aunque él diga que puedes defenderte, sabes que tu miedo está en perder tu personalidad, de quien él está realmente enamorado. – Cada tributo que regresa está loco, todos se pierden en la arena, lo hemos visto; pierden su vida aunque físicamente sigan aquí.

Mike te está mirando perplejo y tú no lo entiendes, él está seguro de que puedes regresar y conservar tu esencia. – El mentor Odair regresó y lo veo tan cuerdo como el día que se fue, no se dejó vencer.

- Pero su novia Annie se volvió loca. – Cubres tu rostro para no mirarlo, sabes que lo que dirás te lastimará tanto a ti como a Mike, es un arma de doble filo y aún así estás dispuesta a decirlo. – No quiero que terminemos así, no podría perdonármelo y preferiría estar muerta a ser una loca.

Bien, lo dijiste y sabes que eso va a dolerle, y te duele a ti también; tal parece que ya comenzaste a enloquecer sin siquiera entrar a la arena. Sientes cómo separa tus manos para volver a mirarte, ésta vez de una manera fría y calculadora, ese no se parece al Mike amoroso y tierno que tú conoces. – Está en ti conservarte a ti misma, no dejes que las adversidades de allá adentro te dominen, te arrastren a ese abismo de perdición; Tina, no te dejaste vencer aquí afuera y era peor de lo que vivirás allí, yo confío en que tu saldrás victoriosa y regresarás, pero en lo que más confío es en que podrás estar en la arena sin perder tu personalidad y que encontrarás una forma de lograrlo.

No puedes soportarlo más y te aferras de nuevo a su cuerpo, sujetándolo por el cuello para llenar sus labios de besos cortos, y no es hasta ese momento cuando sientes sus mejillas húmedas; sí, Mike está llorando y no sabes cuánto lleva así pues sus ojos están rojos e hinchados, tanto pensar en ti, en ese miedo que te está sumergiendo a la oscuridad, no te hizo mirar al hombre que ha estado contigo y ver que él también está sufriendo por ti, él también tiene miedo de perderte. Con sumo cuidado vas limpiando cada una de sus lágrimas con tus labios, degustando ese sabor a sal, aunque ésta vez te sabe amargo; sí, el sabor del miedo es lo que tienes en tus labios, lo que está llenando tu cuerpo al grado de convertirte en un ser egoísta.

Mike te sujeta tan fuerte por la cintura para eliminar de nuevo los espacios entre los dos, no quiere dejarte ir, está buscando la manera de detener el tiempo, igual que tú. – Sólo prométeme que regresarás, sin importar lo que hagas, Tina, porque sé que tú seguirás ahí, yo lo sé, yo confío en ti, sé que siempre estarás conmigo.

Miras sus ojos con tanta intensidad, con tanta devoción, no estás tranquila hasta reflejarte en ellos y después perderte de nuevo en sus labios, besándolos desesperada, sintiendo cómo él se encuentra en la misma situación. Hasta que el sonido de la puerta te da el aviso del fin.

Un momento estás abrazada a él, aferrada a su cuerpo, buscando la forma de fundirte con Mike, y otro estás siendo arrebatada por una mano fuerte que toma tu antebrazo sin respeto alguno, jalándote hacia fuera de la habitación y llevándote hasta la estación del tren donde tu vehículo hacia el Capitolio te alejará por completo de la vida. Escuchas a Mike gritar, rogándole al agente de la paz unos minutos más, pero como era de esperarse, eso no iba a ser posible.

Tus oídos se tapan hasta escuchar murmullos lejanos, tu vista se hace borrosa y tus piernas se convierten en gelatina, no miras nada que no sea a Mike y a Sean corriendo detrás de ti, esquivando al tumulto de gente que se juntó fuera del tren para mirarte y ver a su tributo femenino del Distrito 4 que los representará en Los Juegos del Hambre, reporteros y ciudadanos están ahí para verte partir, muchos esperando un regreso y otros tal vez para verte por última vez. Estás dentro del tren, todo está pasando tan rápido, miras a un lado y ves a dos agentes de la paz ir por el vagón, miras al otro y notas a la señorita Pillsbury acomodarse en la sala de estar, sentándose frente a tu compañero de distrito; pero lo importante está enfrente, siempre ha estado frente a ti, mirándote desesperado, buscando la forma de tenerte más tiempo a su lado. "¡Prométeme que vas a regresar!" Logras escuchar, ves cómo mueve sus labios para suplicarte lo que tu creías imposible; no importará cómo, no importará el por qué, ahora todo es diferente y tu deseo es volver a sus brazos, volver a mirar la carita sonriente de Sean, ahora tu deseo es vivir. - ¡Voy a regresar, Mike, te prometo que voy a regresar! – Gritas antes de que las puertas se cierren.

En ese momento eres arrebatada de una vida tranquila, de la vida que tanto trabajo te ha costado construir, ahora sólo eres una pieza más del Capitolio que te usará para su diversión, para verte morir en Los Juegos; pero tienes un nuevo propósito, tienes esas ganas de vivir y de no dejarte vencer en cuanto seas soltada en la arena, estás segura que Tina Cohen-Chang regresará al Distrito 4.

"Te amo" logras descifrar de los labios de Mike antes de que el tren se ponga en marcha, antes de verlo por última vez hasta el momento que regreses victoriosa a tu hogar. – Te amo… - Susurras contra el cristal, sabiendo de antemano que él puede sentir esa simple frase que dice todo para los dos. Ésta vez te prometes a ti misma que el miedo y el terror se harán a un lado, que no importa cómo lograrás vencer en la arena y que eso no te afectará; te prometes que tu esencia quedará intacta y que regresarás.

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Tomas con fuerza su mano, la sujetas con miedo de que un momento a otro se vaya de tu lado, pero sabes que eso no pasará, ella es feliz contigo así como tú lo eres con ella. Giras un poco la cabeza para sorprenderla mirándote con esa tierna y adorable sonrisa en su rostro, una sonrisa que no necesita decir más para ti. - ¿Cómo te sientes? – La miras mientras dibujas una dulce sonrisa en tus labios, sabes que es una típica sonrisa boba, pero es que Brittany tiene un increíble poder sobre ti.

- Bien, creo. – Ella hace una pequeña mueca. – Todas las cosechas es lo mismo, sabes cómo me afecta.

- Creo que a todos, nadie quiere terminar en la arena. – Suspiras de manera profunda, relajándote con cada centímetro que tu abdomen se encoje al sacar el aire, quisieras decirle del miedo que tienes todos los años pero eso significaría arruinar la imagen que ella tiene de ti. – Pero ya sólo un año más para que todo esto termine.

- Pero Santana - Brittany se detiene un poco, jalando tu mano en señal de alto. – Tú estás entrenando para ser un tributo profesional, no creo que te asuste el hecho de un día salir sorteada e ir a vencer a los demás tributos; creo que esperas todos los años para eso, aunque… - Ella hace otra mueca, ésta vez mostrando lo confundida que está. – A veces me pregunto por qué no te ofreces como voluntaria para terminar con la tortura, digo – Levanta sus hombros un poco indiferente a lo que sientes. – Si yo estuviera en tu lugar me habría ofrecido voluntaria desde hacía mucho, creo que lo habría hecho hoy por Tina.

Muy bien, Brittany lo está haciendo muy bien, está comenzando a descubrir que lo que tanto dices, de lo que tanto hablas frente a los demás son sólo palabras pues no eres capaz de enfrentar las cosas que tanto te aterran pero ¿Qué te aterra más? ¿Ir a la arena o que los demás vean que eres una habladora? – E-eso no quiere decir que n-no quiera ir a Los Juegos, es sólo que… - Miras a todos lados, no estás segura de lo que dirás, no sabes si ella te va a creer después de ver los primeros indicios de su gran curiosidad. – Es sólo que no creo que Chang valga lo que vale mi vida, p-para mí al m-menos no.

Ella te mira aún con esa expresión confundida en su rostro, no sabes si es porque no entiende lo que dices o porque no te cree en lo más mínimo. – Es nuestra amiga, Santana, yo no soportaría ver a un amigo sufrir en Los Juegos; yo preferiría sufrir a verlos a ellos.

KnockOut es la palabra que te describe en éste momento, la palabra exacta para decir cómo te sientes, pues el día de hoy, Brittany te ha dado otra lección de vida y tú sólo puedes sentirte miserable por pensar sólo en ti. – No, Britt, no quise decir eso, es que…

- Pero lo dijiste. – Ella te mira intensamente a los ojos, esa hermosa mirada tan tierna y dulce ha desaparecido y la que ahora te penetra el alma es dura y pesada; la mirada que Britt utiliza cuando está molesta, la conoces muy bien pues te has dedicado a estudiar sus gestos desde la primera vez que la viste. – Y eso no sonó agradable, sonó egoísta, ¿De verdad crees que ella no vale lo que tú? ¿Ya no recuerdas cuando nos ayudó a las dos el día que nos quedamos varadas en medio del mar? Yo no lo olvido y si ella necesita de mi ayuda no dudaría en dársela.

- Brittany, ella y tú se conocen más, yo no le hablo lo suficiente. – Suspiras de nuevo, ésta vez de prisa con una mezcla de enojos y celos porque tu rubia pasa tiempo con ella cuando debería pasarlo contigo. – No la conozco, no podría decir lo mismo.

No quita esa mirada que te lastima profundamente, te duele la forma en que te mira pues sabes que está molesta y está molesta contigo cuando tú sólo quieres provocar en ella los más puros y sinceros sentimientos de felicidad. – Es que no creo que sea por eso, Santana, ¿Qué tal si no es Tina la que estará en la arena? ¿Qué tal si es Quinn o soy yo? Dime – Se acerca lo suficiente a ti como para sentir su aliento cerca de tus labios, como para aspirar ese dulce aroma a fresas. - ¿Tú te nombrarías voluntario si yo llego a ser cosechada?

Y es aquí cuando toda tu máscara se deshace, no sólo por tenerla tan peligrosamente cerca, sino que ella está buscando dentro de ti, te mira con esos ojos que están penetrándote para saber la verdad, te pregunta cosas que no puedes responder. Bien, si fuera Quinn Fabray, la hija de la viuda gobernadora del Distrito, inseparable amiga de las dos pero sobre todo la única que puede ponerte los pies en la tierra, lo pensarías, aunque sabes bien que no dudarías dos veces en prestarte como voluntaria por ella; pero Brittany… Tú sabes la respuesta, tú sabes que si eso llega a pasar tu primer reflejo sería gritar "Soy voluntario" Para que tu rubia se quede en casa a vivir, la conoces y sabes que no duraría mucho en la arena, sabes muy bien que darías tu vida por la de ella. – Britt yo… - No sabes qué decir, tienes miedo a decirlo con tu corazón por temor a que ella piense mal y se aleje, y eso sería peor que estar dentro de Los Juegos.

Brittany sonríe de manera falsa, sarcástica y dolida, puedes adivinar que está herida y es por tu culpa, por no hablar cuando deberías, por no decirle lo que tu corazón y tu mente te están gritando desde que hizo el comentario de Tina Cohen-Chang. Ella suelta tu mano para caminar de frente, puedes ver cómo mete sus manos en los bolsillos de su blusa y la forma en que baja su cabeza hasta que su mentón choca con su pecho, y tú, tú no puedes sentirte más miserable y poca cosa después de herir de esa forma a tu princesa, a tu razón de vivir.

Trotas la poca distancia que hay entre las dos para tomar su antebrazo y jalarla hasta que el espacio se desconoce entre sus cuerpos, mirando directamente sus ojos. – Brittany, si tu salieras cosechada yo no dudaría ni un segundo en gritarme voluntaria, yo no dejaría que tu fueras al Capitolio a morir, no me lo perdonaría. – Suspiras, ésta vez para calmar a tu desbocado corazón que late contra tu pecho de forma increíblemente rápida, incluso crees que ella puede sentirlo contra sus costillas. – Yo daría mi vida porque tú no fueras un tributo. – Subes tu mano hasta su nuca para empujarla y hacer que su frente se recargue en la tuya, a lo que ella no pone ninguna objeción, simplemente se deja manejar por ti y miras la paz y la tranquilidad en su rostro, lees en cada facción de ella que los sentimientos anteriores ahora son un recuerdo, Britt está disfrutando de esa cercanía contigo; muerdes tu labio inferior con temor de que todo termine tan rápido y prefieres cerrar los ojos, tu madre te ha dicho que para sentir no es necesario ver y es aquí cuando comienzas a encontrarle sentido a esa frase. – No me lo perdonaría, yo no podría vivir en un mundo si no estás tú, por favor… No dudes de mí, no dudes que si tu sales sorteada en la Cosecha yo me entregaría por ti.

Sientes el aliento de Brittany contra tus labios y sabes que acaba de suspirar, sientes cómo sus manos te sujetan por la cintura en un gesto de "No te dejaré ir" O al menos eso crees; sientes su delicada nariz acariciar la tuya con suma ternura y crees que no puede haber un momento más perfecto que ese hasta ahora. – Una parte de mi sabía que tú no serías capaz de eso, mi corazón me decía que confiara en ti y ahora no me arrepiento de confiar… Santana, yo… - Y aunque no puedas verla, sabes que está moviendo sus labios tratando de hablar pero las palabras se han extinguido en su boca, sientes cómo la poca distancia entre sus labios se corta y tú sólo atinas a temblar. "No está pasando esto, no puede ser cierto…" Es lo que grita tu mente, combinada con tu corazón que quiere salirse de tu pecho; el momento que tanto has deseado desde que ella se cruzó en tu camino, el sueño que está a punto de hacerse realidad, la sensación de felicidad más plena que hayas sentido en tu vida, el beso tan anhelado de Brittany Pierce, tu princesa, está a punto de suceder.


Espero les haya gustado, ya saben, críticas constructivas y comentarios son bien recibidos. No sé de cuántos caps sea, puede que de 5 o tal vez 10 o tal vez me explaye, todo depende de mi imaginación, además habrá una que otra escena subidita de tono, sin mencionar que será bastante dramático. Muchas gracias por leer, nos vemos en el próximo cap :)