ÉRASE UNA VEZ… UNA MÁGICA HISTORIA.

1

En un Tren Mágico…

Era el 1ero de Setiembre y en la estación de trenes King Cross estaba –como todos los días— repleta de personas que corrían en busca de su tren que está a punto de partir. Igualmente de llena de personas estaba el anden 9 ¾, un anden que estaba entre los andenes 9 y 10 y que solos los magos y brujas conocen de su existencia. Ese andén era del uso exclusivo del expreso de Hogwarts, el Colegio de Magia y Hechicería, donde miles de jóvenes magos y brujas acudían para aprender las artes básicas y elementales de la Magia. A las once en punto, el tren partió llevando a miles de jóvenes al mágico colegio. Está por demás decir que durante el trayecto muchos alumnos conversaban animadamente entre ellos de cómo les fue el verano. Las chicas comentando alegre y patéticamente las portadas de la revista mágica femenina Corazón de Bruja; los chicos discutiendo sobre la temporada de Quidditch. Pero también había alumnos que, por primera vez en su vida, estaban yendo al colegio Hogwarts. Mayormente, aquellos cuya edad estaba entre los diez y once años. Tal era el caso de dos niñas que estaban en uno de los compartimientos de dicho tren. Sin embargo, contrastando con la alegría del momento, una de ellas estaba llorando, encogida en un asiento de la esquina mientras que la otra la consolaba.

A juzgar por la vestimenta que llevaban cualquier mago diría muggles (personas que no poseían ningún tipo de magia) ya sea con asco o con curiosidad. Pero ese calificativo sería algo imposible ya que en dicho tren era exclusivo para los jóvenes brujos que iban al prestigioso colegio. Algunos estaban ya con su uniforme del colegio y otros con la vestimenta muggle que usaron para pasar desapercibidos ante los muggles de la estación King Cross como el caso de las dos niñas. La niña que lloraba tenia el cabello rojo como se podía notar a simple vista. La otra que estaba a su lado acariciando su cabeza, el cabello castaño sujetado por una trenza que le llegaba hasta la mitad de la espalda y unos ojos cafés detrás de unas gafas.

—¡Ya no llores, Lily! —dijo la niña con gafas—.Estoy segura que tu hermana no lo dijo con mala intención.

—Me odia, Annie —musitó la pelirroja levantando la carita mojada por la lagrimas que provenían de unos ojos verdes—. Me odia por lo de Dumbledore.

—Petunia es una envidiosa —dijo Annie algo molesta—. Solo está envidiosa porque somos brujas.

—Annie...—se volvió a ella—. Nos dijo anormales.

Annie parpadeó, indignada.

—¡Pero cómo pudo...!— se levantó—. ¡Es una envidiosa! ¡Una estúpida! ¡No tenia derecho a decirnos...!

—¡Aquí está vacío! —interrumpió una voz altanera. De pronto y de manera estrepita, entró un niño de corta cabellera alborotada seguido por otro niño de cabello de igual color pero un poco más largo que el primero. Ambos no se dieron cuenta que Annie y Lily estaban en el vagón pues ni bien entraron, se apoyaron contra el cristal de la ventana de la puerta del vagón, vigilando.

—Tu hermano nos matará —dijo uno de ellos.

—¡Bah, se lo merece! —respondió el otro—. Eso le pasa por cambiar la temperatura del agua cuando uno se está bañando.

—Disculpen...

Los dos muchachos se volvieron hacia Annie, que parecía disgustada por la entrada poco amable de esos niños, y Lily, que tenia la cara pegada en la ventana del vagón. Pero eso no inmutó al niño de cabellos desordenados. Se acomodó las gafas y le dijo al otro:

—Al parecer nos equivocamos de compartimiento. Nos metimos al de las niñas.

—No deberían entrar así —dijo Annie algo molesta.

—Discúlpanos —respondió el muchacho de gafas volviendo a prestar la atención al cristal.

—¡Mírame cuando te hablo!

—Mira, niña —dijo el niño volviendo a ella—. En estos momentos, no tenemos tiempo para...

¡Cistem Aperio!

El conjuro iluminó el corredor con un resplandor re­pentino y la puerta se abrió de un golpe exaltando a todos, excepto a Lily. Un niño de ojos avellana y con la cabellera tan alborotada como el de gafas, ingresó al compartimiento con una expresión de furia y empuñando una varita.

—Eres hombre muerto, James Potter.

James Potter solo sonrió, sin importarle la mirada divertida de su compañero y la otra horrorizada de Annie. Ambos muchachos eran casi idénticos excepto por los pocos atributos físicos que los diferenciaban.

—¡Jimmy, Jimmy, Jimmy! —dijo James ladeando la cabeza—. No deberías entrar así—Annie lo miró con los ojos entrecerrados—. Estás tan alterado y con esa varita en mano… Podrías quitarle un ojo a alguien.

—¡Al único a quien quiero quitarle los ojos es a ti! —le contestó Jimmy molesto—. ¿Crees que fue muy gracioso pintarle el pelo de colores a esa chica? ¿Quién crees que estuvo vomitando babosas durante media hora de trayecto por culpa de tus bromitas? ¡¿EH?!

James soltó una carcajada.

—Eso es lo malo de ser mellizos, Jimmy Potter. Tú pagas por las culpas de tu pobre e inocente hermano. Además, considera eso una venganza después de lo que hiciste esta mañana.

—¡Eso no fue nada!

—Si crees que no fue nada convertir el agua caliente de la ducha a muy fría cuando yo me estaba bañando y en consecuencia, salir corriendo del baño desnudo, para tú te metieras a bañarte, pues entonces no me culpes por hacerte vomitar babosas al cambiarle de look a esa chica de sexto.

Jimmy, apuntó la varita en el cuello. La gente, que se había congregado en la puerta por el estrépito producido, miraba atentamente. Pasaron unos segundos de suspensos en los cuales, Jimmy miraba fulminante a su mellizo y el otro, que no se dejaba amedrentar mirando con tranquilidad. Finalmente, Jimmy sonrió divertido y bajó la varita.

—Somos incorregibles.

—Somos los Potter, hermano. Está en las venas ser sinvergüenzas —le contestó James orgulloso pasando un brazo por sus hombros

—¿Qué pasa aquí? —dijo un prefecto entrando—. Los niños de primero no pueden hacer magia en...

—¡Oh, ya cállate! —dijo Jimmy sentándose en el vagón al frente de Annie—. No pasó nada y mi hermano todavía está vivo. Así que no hay nada que lamentar.

—Como prefecto de Hogwarts...

—No nos puedes bajar puntos ni nada de eso porque todavía no hemos sido seleccionados y aún no empezamos el año—completó James sentándose al costado de su hermano—. Así que... —lo miró a los ojos altaneramente.

El prefecto, rojo de vergüenza, los miró molesto antes de salir del compartimiento.

—¿Y ustedes no tienen otras cosas que hacer? —la gente apiñada en la puerta empezó a irse—. ¡Vaya que hay gente chismosa! —susurró algo molesto.

Annie estaba muy indignada. Las habían ignorado totalmente y ni siquiera una disculpa de sus labios. Especialmente de esos mellizos que eran muy ruidosos.

—Oigan... —empezó a decir pero el niño que los acompañaba la interrumpió.

—Ustedes sí son buenos.

—Lo sabemos —dijo James sonriente—.Hermano mío, déjame presentarte a un nuevo sinvergüenza que acabo de conocer: Sirius Black

—Es un placer— dijo Jimmy, estrechándole la mano y mirándolo bien—. No parece ser lo que dices, James.

—Oigan...

—Pues las apariencias engañan –dijo Sirius sonriendo maliciosamente—. Una gran mente maestra guarda sus misterios para las horas de bromear.

—¿No te digo, Jim? –dijo James pasándole un brazo por los hombros a Sirius—. Habla como nosotros. Además, el fue que le puso el cabello de colores a esa chica.

—Entonces debería culparte a ti también.

—Pero él fue el de la idea —contestó Sirius y los tres rieron

—¡OIGAN! —gritó la Annie furiosa. Los tres se volvieron a ella como si recordaran que ella estaba allí—. ¡Ustedes son unos sinvergüenzas!

—¡Gracias!

—¡Se meten en nuestro compartimiento de una manera poco amable y todavía tienen el descaro de ignorarnos!

—¡Mira, niña! —dijo Jimmy acercándose a ella—. Este compartimiento es de uso público, así que no es solo tuyo.

—Pero nosotras estábamos aquí primero, no tenían derecho a meterse así.

—Mira, niña. No me digas que es lo que tenemos que hacer. No eres nuestra madre pero hablas como ella.

—¡Yo creo que tu madre no te aguanta para hablarte así!

—¿Qué dijiste?

—¡Lo que oíste!

—¡Esto la pagas, niña!

—¡Ya basta! —dijo Lily asustando a todos—. Llevemos la fiesta en paz. Quédense si quieren, ya no importa.

—Pero Lily...

—Quiero estar tranquila, Annie —dijo Lily con tristeza.

Annie iba a replicar pero se arrepintió. Miró con odio al mellizo sin gafas y se sentó al lado de Lily. Jimmy hizo lo mismo al lado de su hermano y empezó a conversar, tratando de ignorar a la odiosa niña que estaba al frente de él.

Sin embargo, la puerta del compartimiento se abrió y entró un niño alto de tez pálida y tenia el cabello negro y muy grasiento. La nariz grande y ganchuda y ojos negros. A simple vista, parecía que el chiquillo no conocía lo que significaba la frase "arreglo personal". Sin embargo, en esos momentos esos detalles no le importaban sino cierta pelirroja.

—Hola Severus —saludó Annie con una sonrisa.

—Hola, Annie —respondió Severus y se volvió a Lily—. ¿Lily?

El niño se sentó frente a Lily. "¡Y después dice que somos nosotros los que entramos sin avisar!" pensó Jimmy molesto. Ella miró a Severus y luego volvió la vista hacia la ventana.

—No quiero hablar contigo —dijo con la voz contraída.

—¿Por qué no?

—Tuney m-me odia. Por ver la carta que Dumbledore le envió.

—¿Y qué?

Lily le lanzó una mirada de profundo desprecio.

—¡Que es mi hermana!

—Lily, nos dijo anormales —replicó Annie—. Yo no la voy a perdonar por ello.

—Es la típica reacción de un vulgar muggle...

—Severus, tampoco es para que digas eso —lo reprochó Annie

—Pero es la verdad. Ella es sólo una… —Annie lo miró con reproche y Severus se contuvo rápidamente, pero Lily, demasiado ocupada en secarse las lágrimas sin que nadie se diera cuenta, no lo escuchó.

—¡Pero nosotros nos vamos! —dijo él, sin poder contener la emoción en su voz—. ¡Este es el gran momento! ¡Nos vamos a Hogwarts!

—Sí, Lily. Severus tiene razón —lo apoyó Annie sonriente—. Nosotros nos vamos a Hogwarts. Por fin iremos a Hogwarts.

Ella asintió, restregándose los ojos, pero muy a su pesar, sonrió ligeramente.

—Más te vale estar en Slytherin —dijo Severus, envalentonado por el hecho de que se hubiese alegrado un poco.

—¿Slytherin?

James y Jimmy se volvieron a ellos al escuchar esa palabra.

—¿Quién quiere estar en Slytherin? —preguntó James con desprecio.

—¡Vaya que hay personas que le gusta lo más bajo! —añadió Jimmy levantándose— Creo que mejor nos vamos, James. Ya tuve bastante en este vagón.

Miró de reojo a Annie, quien le fulminó con la mirada.

—Sí, mejor nos vamos, ¿te vienes? —preguntó James a Sirius, que no sonreía.

—Toda mi familia ha estado en Slytherin.

—¡Rayos! —exclamó James—. Y a nosotros que nos parecías normal.

Sirius sonrió.

—Tal vez rompa la tradición. ¿A dónde irían, si tuvieran que elegir?

James y Jimmy levantaron una espada invisible.

—¡A Gryffindor, donde habitan los valientes de corazón! Igual que nuestro padre.

Severus hizo un ruidito de disgusto. Los mellizos se giraron hacia él

—¿Tienes algún problema con eso? —preguntó James.

—No —dijo Severus, aunque el desprecio en su voz daba a entender otra cosa—. Si prefieren ser unos musculosos a unos cerebritos...

—¿A dónde esperas ir, viendo que no eres ninguna de las dos cosas? —interrumpió Sirius.

Los mellizos se echaron a reír. Lily se puso de pie, un tanto sonrojada, mirando a los mellizos y a Sirius con desagrado, al igual que Annie.

—Vamos, Severus, Annie, busquemos otro compartimiento.

­—Oohhhhh…

James, Jimmy y Sirius imitaron su voz arrogante. James trató de empujar a Severus mientras pasaba.

—¡Te veo luego, Quejicus! —gritó James, mientras la puerta del compartimiento se cerraba de un portazo.

—Vaya que hay que ser tan loco para querer estar en Slytherin—comentó Jimmy riéndose.

Todos soltaron una carcajada.

—Bueno, cambiando de tema —dijo Sirius sentándose en el lugar donde había Lily—. Yo tengo una duda.

—Suelta —contestaron los Potter.

—¿Por qué se llaman igual?

—Lo que pasa es que nuestros padres solo esperaban un hijo y no dos — explicó James—.Y cuando nacimos nos llamaron igual pero con la diferencia que a mí me pusieron James y a mi hermano, Jimmy. Si tú dices James, yo contestaré, y si tú dices Jimmy, él contestará. No nos confundimos con eso y nunca nos hemos confundido. Bueno, pregunta contestada —se llevó la mano al estomago—. ¡Rayos, me muero de hambre! ¿A qué hora pasaran los bocadillos?

La señora de los dulces llegó unos minutos después. Los chicos compraron Pepas Bertie Bott de Todos los Sabores, chicle, ranas de chocolate, empanada de calabaza, pasteles de caldero, varitas de regaliz. Dulces que empezaron a devorar desde el primer momento.

—Menos mal que mamá no se le ocurrió hacer bocadillos —dijo Jimmy metiendo un pedazo de empanada de calabaza a la boca—. Esgto no hugbiega entrgado

—¡Claro que no se le ocurrió porque se pasó buena parte de la mañana tratando de descongelarme, idiota! —replicó James.

—No te quejes que después te vengaste, echándome la culpa del cabello multicolor de esa chica. —se defendió Jimmy cogiendo una caja de dulces llamado "Pepas Bertie Bott de todos los Sabores" —. Me pase media hora vomitando babosas. Después, me puse a buscarte...

—¡Déjame adivinar! —lo interrumpió—: Te metiste a los compartimientos, amenazando con la varita ¿no?

—¿Cómo lo sabes? —preguntó Jimmy sorprendido.

—Ya es costumbre –contestó su hermano, cogiendo uno de los dulces—. Jimmy siempre tiene la mala costumbre de sacar la varita desde que nos las compraron, y buscarme gritando como un energúmeno cada vez que se enfada conmigo—le explicó a Sirius—. ¡Muy mal, Jim! ¡Muy mal! Ya sabes que a nuestra madre no le gusta que hagas eso.

Jimmy lo fulminó con la mirada mientras Sirius se mataba de la risa.

—Te buscaba para hacerte vomitar babosas y vieras lo que se siente —le contesto con sequedad, cogiendo un pepa de "Todos los sabores" y metiéndosela a la boca—. ¡Puaj! —escupió el dulce—Sabe a leche… .

—¿No te gusta la leche?— le preguntó Sirius.

—La detesta— dijo James—, y tiene razón. A mí tampoco me gusta.


—¡No puedo creer que esos dos descerebrados estén en el mismo colegio que nosotras! —gruñó Annie sentándose en el asiento de un compartimiento vacío.

—Ya deja de pensar en esos niños —dijo Lily sentándose junto a ella—. Lo bueno es que ya vamos a llegar a Hogwarts, ¿verdad, Severus?

Severus sonrió apoyado en la puerta.

—Sí, dentro de media hora. Ya es hora que se quiten esas ropas de muggles y se pongan el uniforme.

—¿Ocurre algo?

Un chico de cabello rubio, de ojos de un frío color gris y cara pálida y puntiaguda se acercó a ellos. Observó a Lily y a Annie e hizo una mueca de desprecio en los labios, algo molestó a las muchachas.

—¡Vaya, vaya!... Muggles en Hogwarts...

Severus se puso incomodo por el comentario dirigido a sus amigas pero no dijo nada.

—Es una lastima que reciban a gentuza como ustedes en este colegio. Pero ni modo, lamentablemente los tiempos han cambiado.

—¿Cómo se atreve...?

—Ellas no son muggles —dijo Severus mirando el piso—. Son brujas.

El chico lo miró para luego mirar a las muchachas.

—De igual modo, siguen siendo muggles. Yo que tú, muchacho, me cuidaría de elegir a mis amistades.

Y se fue. Annie se levantó indignada.

—¡¿A dónde demonios estamos yendo?! ¿A una casa de locos?

—Cálmate, Ann —dijo Severus con el entrecejo fruncido—. Ustedes tienen la culpa. Desde que entramos al expreso les dije que se cambiaran de ropa.

—Eso no es motivo para que nos traten así, Severus —replicó Lily molesta—. Nadie tiene derecho a decirnos esas cosas.

—¡Y ni siquiera nos defendiste! —bufó Annie.

—¡Era un prefecto! ¿No viste su placa? —se defendió Severus—. No querrán tener problemas en su primer día.

—Bueno, los esos tarados del compartimiento anterior no se inmutaron.

—¿Me vas a comparar con esos idiotas? — saltó Severus.

—¡Cállense! —masculló Lily cansada—. Severus tiene razón, Annie. Hay que cambiarnos.

Annie iba a replicar pero al ver a Lily algo triste, guardó sus comentarios. Severus bajó la cabeza algo avergonzado y salio del compartimiento.


—¡Ustedes son únicos! —exclamó Sirius entre carcajadas.

James y Jimmy estuvieron todo el trayecto hablando con Sirius. Los Potter le contaron de las múltiples travesuras que habían hecho desde que tenían la tierna edad de los seis años, sacando de quicio a su pobre madre y haciéndole reír con estos incidentes a su padre. Sirius también tenia algo interesante de que hablar, pero lo malo de la familia de Sirius era que su familia era de las pocas que aún consideraban que la única sangre que debía prevalecer era aquella estirpe en cuyas venas sólo corría la sangre pura de un mago y una bruja, sin tener ninguna sangre de muggle en sus venas. Algo que disgustaba mucho al niño.

—Tienes razón al pensar así —opinó Jimmy cuando Sirius comentó de ello—. Ningún mago tiene que creerse superior a otro sólo por la sangre que corre por sus venas. Los magos y los muggles hemos vivido juntos por siglos. Si no fuera por ellos, nos hubiéramos extinguido hace mucho tiempo.

—Sí, pero mi familia no piensa lo mismo –contestó Sirius—. La más loca es mi madre que incluso frunce la nariz al pasar al lado de un mago que es hijo de muggles.

—A nuestro padre le llega altamente ese tipo de relación —comentó James, arrojando una pepa de Todos los sabores a su boca—. ¿No me digas son de esos que arreglan el matrimonio sólo con aquellos que tienen sangre limpia?

El niño arqueó las cejas

—¿Es necesario contestarte?

En esos momentos, una voz retumbó en el tren.

—Llegaremos a Hogwarts dentro de cinco minutos. Se les pide a los alumnos cambiarse. Por favor, dejen su equipaje en el tren, se lo llevarán por separa­do al colegio.

Jimmy, James y Sirius llenaron en sus bolsi­llos con lo que quedaba de las golosinas y se metieron en la multitud de alumnos que se arrinconaba para salir del tren. Al llegar a la estación, los tres niños bajaron. Todos los niños los de primer curso veían sorprendidos, en especial los niños que venían de familias muggle.

—¡Los de primer año por aquí!— se escuchó una voz potente que provenía de un hombre gigantesco.

Era enorme, más alto que todos los alumnos. Al verlo, los de primer año se sorprendieron mucho pero los Potter fueron los que se les escapó una exclamación.

—¡Un gigante!

El gigante se volvió a ellos.

—Semigigante —los corrigió.

Los niños soltaron un "¡Oh!" que hizo sonreír al semigigante.

—¿Qué les pasa? ¿Nunca habían visto a alguien más alto que ustedes?

—Nunca nadie que midiera el triple de lo que yo mido –contestó Jimmy mirando impresionado.

El hombre sonrió.

—Pues en su caso, yo diría que el quintuple. ¡Vamos! ¡Los de primer año, síganme!

Los condujo por un sendero oscuro que los llevaba a la orilla de un lago, pero a la otra orilla se podía ver encina de una montaña, un impresionante castillo. Aquel era Hogwarts, el colegio de Magia y Hechicería, donde los aprendices de magos o brujas aprendían hechizos, pociones y encantamientos.

Jimmy, James y Sirius pasaron por la pequeña muchedumbre de niños que se acercaban a la orilla para ver el colegio.

—¡Así que esto es Hogwarts!— exclamó James sonriente.

—¡Es impresionante!— exclamó Sirius admirado.

—¡Ustedes tres!— les dijo el semigigante — ¡No se apeguen mucho a la orilla!

— ¡Sólo estábamos admirando Hogwarts!

—Ya tendrán tiempo para admirar Hogwarts después— les contestó— Suban. No más de seis por bote.

En la orilla había una flota de botecillos alineados en el agua. Los tres subieron a un bote seguidos por un chico de cabello castaño claro, un rubio y un niño gordito. El primero tenía la tez pálida y unas leves ojeras debajo de sus ojos, el rubio miraba a sus compañeros con estoicismo; y el último, tenia el cabello castaño los miraba con timidez..

—¡ADELANTE!— dijo el hombre gigantesco que tenia un bote para él.

Los botes se pusieron en marcha, todos los alumnos de primer año veían el castillo que se acercaban cada vez más. A pesar de estar impresionados, ninguno de los tres acompañantes de los mellizos y Sirius querían expresar su sorpresa al conocer por primera vez el famoso colegio de magos, especialmente el castaño y el rubio porque el gordito estaba muy nervioso para hablar. Jimmy miraba a los dos primeros esperando que se le escapara un "¡Oh!" o tal vez un "¡Vaya!", frases que ninguno de los dos muchachos dijeron y que nunca pensaban decirlas.

—¡Vamos, digan algo o todo el trayecto lo pasaremos oyendo cantar a los grillos!

¡No podía ser más directo!

El rubio ni siquiera se inmutó por el comentario. Simplemente se dedicó a darle una miraba de indiferencia. Pero el castaño y el gordito si se habían quedado sorprendidos por la soltura del muchacho.

—Soy Jimmy Potter, ¿y ustedes?

El castaño sonrió con timidez.

—Remus… Remus J. Lupin.

—Un placer conocerte, Remus— dijo Jimmy sonriente—.El despeinado con gafas que se parece a mí es James Potter, mi hermano mellizo, y el chico más alto se llama Sirius Black, nuestro amigo.

—¡El burro hablando de orejas!— exclamó James irónicamente—. Tú eres tan despeinado como yo.

Todos se rieron excepto el rubio y el gordito.

—¿Y ustedes? —preguntó Sirius a los demás.

El gordito se asustó cuando Jimmy le habló.

—Peter... Peter Pettigrew.

—¿Y tú? —preguntó Jimmy al rubio.

—No te interesa.

Jimmy lo miró indignado y cuando iba a replicar, el bote chocó a tierra. Los seis bajaron y el rubio se alejó de ellos.

—¿Y a éste qué le pasa? —preguntó Jimmy a James, quien se encogió de brazos.

Al llegar a las escaleras de la puerta del castillo, el hombre gigantesco toco la puerta y salió una mujer vestida de verde y una capa oscura.

—Éstos son los de primer año, Profesora McGonagall.

—Gracias por traerlos, Hagrid. Yo los llevare al salón.

Ya adentro, mientras la profesora los conducía por las escaleras del castillo, Los mellizos y los chicos conversaban. Al llegar a una habitación vacía, la profesora se dirigió a los chicos,

—Bienvenidos a Hogwarts, la ceremonia de comienzo de año se iniciara dentro un rato, pero antes deberán pasar por una prueba que definirá en que casa deberán estar.

—Eso si que no lo sabia— susurró Sirius a los chicos.

—Esa prueba no es para saber si saben magia o no. Es una muy especial la cual decidirá en que casa estarán. Las cuatro casas son Grynffindor, Ravenclaw, Hufflepuff y Slytherin. Cada una tiene su historia, de ella han salido grandes magos. Mientras estén en Hogwarts, cada una de las casas será como una familia para ustedes. Con sus meritos acumularan puntos pero con sus fallas los perderán y al final del año, la casa que tenga más puntos acumulados ganara la Copa de las Casas. Regreso en un momento, mientras traten de arreglarse lo mejor posible.

Cuando la profesora McGonagall salió los niños empezaron a comentar entre sí. Todos miraban a su alrededor. Aunque fuera una pequeña parte de Hogwarts, era muy impresionante. Dentro de un rato regresó la profesora y junto con ella, entraron al salón.

Al entrar, algunos niños se sorprendieron. Varias velas flotaban en el salón y en el techo se veía un cielo lleno de estrellas. Había cuatro mesas largas en donde los alumnos ya mayores se sentaban a verlos. Todos siguieron a la profesora hasta llegar al pie de nos escalones en donde se veía una mesa. Se veía desde ahí a muchos magos y brujas que al parecer eran los demás profesores, y en el medio de la mesa se veía al último director de Hogwarts: Albus Dumbledore. Delante de la mesa se veía un taburete en el cual se veía un sombrero viejo.

—No suban desde aquí— les dijo la profesora McGonagall a partir del primer escalón.

Cuando se pararon frente al sombrero, se hizo un silencio completo. Entonces una rasgadura cerca del borde se abrió, ancha como una boca, y el sombrero comenzó a cantar:

Al verme, quizás me dirás feo,

pero no sabéis lo que dices.

mi fealdad es fruto de los años

en la cual he servido y he orientado

al lugar donde deben estar.

Pues estáis viendo al Sombrero Seleccionador de Hogwarts

que fue creado por cuatro magos

cuyo poder era inmenso.

Nobles aquellos que compartieron

su valentía, nobleza, sabiduría y audacia

convirtiéndolas en artes

que ahora se imparten aquí

Cada uno de aquellos fundadores

fundó una casa diferente

para aquellos que la magia quisiesen saber,

aunque hubiera discrepancias

entre los mismos fundadores,

los cuatros eran grandes

aunque no con las mismas acciones.

¡Anda! ¡Pruébame y verás que no miento!

Pues yo soy el sombrero más sabio

y te diré en que lugar estar.

Puedes pertenecer a Gryffindor,

donde habitan los valientes.

aquellos que sólo quieren la gloria

con su osadía, temple y caballerosidad

O quizás a Hufflepuff

donde la justicia y lealtad es ley.

aquellos a quienes perseveran

y no le temen el trabajo pesado.

O tal vez a Ravenclaw,

Si posees una mente dispuesta,

a almacenar y siempre a querer

investigar e indagar

O tal vez en Slytherin

cuya astucia y sagacidad se caracteriza

hace cualquier cosa

por lograr lo que desea.

¡Vamos! ¿Aún no me crees?

¡No tengas miedo que no muerdo!

Yo sé quien eres y en que lugar estar

Porque soy el Sombrero Pensante.

Todo el comedor estalló en aplausos cuando el sombrero terminó su canción. Éste se inclinó hacia las cuatro mesas y luego se quedó rígido otra vez. La profesora McGonagall extendió el pergamino que tenia en la mano y dijo:

— Ahora, les llamare por su nombre y ustedes se acercaran, se sentaran en el taburete y se pondrán el sombrero… ¡Audley, Kate!

Una niña de cabellos rubios subió y se sentó en el taburete. Se puso el sombrero y hubo un gran silencio. Después, el sombrero grito:

—¡HUFFLEPUFF!

La chica se quitó el sombrero y se dirigió a la segunda mesa a la izquierda, siendo aplaudida por los Hufflepuffs. La profesora McGonagall siguió llamando:

—¡Archer, Adrián!

Un chico de cabello café oscuro se acercó y se puso el sombrero, un rato después, el sombrero dijo:

—¡RAVENCLAW!

El chico se quitó el sombrero y se dirigió a la segunda mesa a la derecha en donde estaban varios jóvenes que le estrechaban la mano.

—¡Armstrong, Samantha!

—¡GRYNFFINDOR!

—¡Austin, Evander!

—¡HUFFLEPUFF!

Avery, Conrad fue el primero de Slytherin. La mesa de Slytherin estaba al fondo a la derecha. Cuando Avery se acercó los Slytherins los recibieron con aplausos, James los vio y les pareció desagradables. Y después le tocó el turno a…

—¡Black, Sirius!

—¡GRYNFFINDOR!

Sirius se sentó en la última mesa que estaba al fondo a la izquierda, al lado de Samantha. Mientras estrechaba la mano de todos lo Grynffindor, la profesora McGonagall siguió llamando

—Blair, Alfred

—¡HUFFLEPUFF!

—Boot, Terence

—¡RAVENCLAW!

Brooke, Ethel también fue a Slytherin, al igual que Buddock, Blake y su hermana melliza Brígida; Bulstrode, Matt y Carrey, Piers.

—Carter, Timothy

—¡GRYNFFINDOR!

Timothy Carter se sentó al frente de Sirius, sonriente. Estrechó las manos de los demás y se sentó a esperar que otro ingresara a Grynffindor. Daniels, Agnes fue a Ravenclaw, mientras que los gemelos Davies fueron separados: Roger en Ravenclaw y Bryan en Hufflepuff.

—Dawson, Deborah

—¡GRYNFFINDOR! —Una niña de cabellos negros se acercó a la mesa y se sentó al costado de Sirius.

Durning, Adam fue a Hufflepuff, al igual que Dunne, Sophie. Ahora era el turno de…

—Evans, Lily.

Lily se acercó tímidamente al taburete. Al escuchar su nombre, James se tomó su tiempo para verla bien. No lo había hecho cuando estaban en el compartimiento pues no le había prestado atención por discutir con ese niño loco y ahora que la veía bien, algo tenia que afirmar: Ella era la niña más linda que jamás había visto. Con su cabello rojo y largo, suelto; y con unos hermosos ojos verdes que…

Un momento...

—¿Te pasa algo? —preguntó su hermano al verlo.

James sacudió la cabeza de un lado a otro, algo asustado.

—No... —mintió—. No es nada...

¿Qué estaba pasando? ¿Cómo puede una niña resultarle linda a él? ¡A él! ¡A James Potter! ¡A él, que le parecen tontas las niñas con sus cursilerías y sus ganas de pintarse las uñas y los labios cuando aún eran unas mocosas de once años! ¡A él que le repugna la idea de que las muy tontas sueñen ya con tener novio y mirando con zalamería al pobre diablo que está a su costado y que sólo piensa en jugar con sus amigos al quidditch! No... Eso no podía pasarle a él. ¡Esas cosas eran de niñas!

Pero…

No podía negar que era linda...

No supo por cuanto tiempo se quedó mirándola. Aunque esas ideas se le pasaban por la cabeza recriminándolo, no podía dejar de mirarla y dejarse distraer por la niña de cabellos rojos. Seguía en su mundo cuando una voz muy conocida le gritó en el oído.

—¡¡¡JAMES!!!!

Si no fuera porque el techo del castillo era muy alto, se hubiera chocado a él.

—¡¡¡¿Qué diablos te ocurre para hacer ese tipo de cosas, Jimmy?!!!

—¡Disculpa por devolverte a la tierra, hermano mío! —contestó Jimmy con sorna—. Pero es que parecías en las nubes

James se avergonzó y miró de reojo a Lily antes que el sombrero gritara "¡Grynffindor!" sin importarle el pequeño quejido de Severus. Sin saber el porqué, James sonrió.

Lily se quitó el sombrero, se lo devolvió a la profesora McGonagall, y luego se apresuró en ir a la alegre mesa de los Gryffindors, pero mientras se encaminaba hacia allá miró a Severus con una sonrisa triste en su rostro. Sirius se acomodó en el banco para hacerle espacio. Lily lo miró. Era el mismo chico que estaba en el tren junto con esos dos niños que molestaron a Severus. Ella cruzó los brazos y firmemente le dio la espalda.

Greer, Ida, fue a Slytherin al igual que Hamilton, Maureen; Jellicoe, Denisse y Hood, Hilda. Jones, Mark fue a Ravenclaw, Lestrange, que fue a Slytherin. Después mas niños hasta que le toco el turno a...

—Lupin, Remus

Remus se acercó tímidamente al taburete, se puso el sombrero, vio hacia donde estaban James y Jimmy, quienes le sonreían alegremente, y se sentó. No paso más de un minuto cuando el sombrero grito:

—¡GRYNFFINDOR!

La profesora McGonagall le saco el sombrero y llamó a...

—McCainer, Ann

La profesora McGonagall había llamado a Annie, quien se sobresalto al oír su nombre, se acerco tímidamente, pasando por el lado de James, quien susurró a su hermano:

—¿Dónde crees que esté esa niña energúmena?

—Seguramente estará en Slytherin junto con Queji...

—¡GRYFFINDOR!

Un "¡Diablos!" se escuchó entre los futuros alumnos.

Annie fue sonriendo hacia donde estaba Lily, que estaba conversando en ese momento con Deborah Dawson y Samantha Armstrong.

—¡Annie, que bueno que estés conmigo!— le dijo su prima sonriente—. ¿Te acuerdas de ellas? Estaban con nosotras en el bote.

—Soy Deborah Dawson.

—Y yo Samantha Armstrong.

—Es un placer— contestó Annie sonriente.

Sirius la escuchaba y rogaba para que los hermanos Potter fueran a Grynffindor. Realmente no quería tener en su curso a cuatro niñas que se la pasaban todo el tiempo comentando las niñerías que hacían.

—¡Que bueno que tú estés en Grynffindor!— le dijo a Remus.

—Sí— le contestó Remus sonriente—.Espero que Jimmy y James también estén.

McDowals ingresó a Hufflepuff... McKinley a Slytherin. Después Moon... Nott... O'Brien... O'Connell... Overbrook... Parker, John (que entró a Grynffindor y se sentó al lado de Timothy Carter)

Pettigrew, Peter también ingresó a Grynffindor, luego...

—Potter, James

James sonrió y se acercó, se puso el sombrero y se sentó en el taburete. No sabía con exactitud lo que tenía que hacer hasta que escucho una vocecilla murmurarle en el oído:

—Valiente pero muy cabeza dura, James Potter— era el sombrero. James se asombró. No sabía que el sombrero pudiera hablar. Al mirar a su alrededor, notó que nadie podía escuchar lo que le decía—.Mmm, un poquito chiflado, igual a tu padre... Mmm, muy difícil de escoger, posees un gran coraje, lleno de astucia, pero también de sentimientos buenos... ¿Dónde te pondré?

—¿En Gryffindor? —sugirió fingiendo duda.

—¿Quieres estar ahí?— le preguntó. El niño miró la mesa de Grynffindor. Sus dos amigos que lo miraban con ansia. Sirius estaba cruzando los dedos al igual que Remus. Y al frente de ellos estaba esa niña, Lily Evans, con esos preciosos ojos verdes y cabello rojo suelto.

—¡Claro que sí! —contestó James sin dudarlo más.

—Bueno, si es lo que tú quieres... ¡GRYNFFINDOR!

James se sacó el sombrero se bajó del taburete. Mientras pasaba por la multitud, vio que su hermano Jimmy aplaudía contento entre la multitud, luego vio a la mesa, Remus y Sirius al igual que su hermano, aplaudían entusiasmados.

—¡Vamos, Jim!— le deseó James guiñándole el ojo mientras se acercaba a la mesa de Grynffindor.

—¡Gracias, la necesitaré!— contestó Jimmy, devolviéndole el gesto.

—Potter, Jimmy

Jimmy se acercó y al igual que su hermano se puso el sombrero y esperó hasta que una vocecilla le dijo:

—Mmm. Interesante— era el sombrero—, lleno de valor y coraje al igual que tu hermano. Otro osado en la familia, Jimmy Potter... podrías estar en Ravenclaw o en Slytherin...

—¿En Slytherin?— se asustó Jimmy— ¡No, por favor!

—Bueno, era una sugerencia— le dijo el sombrero—Entonces, ¿donde quieres estar?...

—¡Gryffindor!

—Bueno, es una buena sugerencia... ¡GRYNFFINDOR!

Jimmy se quitó el sombrero y fue corriendo a la mesa de Grynffindor, en donde su hermano y sus nuevos amigos lo recibían con aplausos y hurras. Al mirar a Annie, notó con sorpresa que aplaudida entusiasmada; pero al darse cuenta que la observaba, la niña dejó de hacerlo muy avergonzada.

Faltaban pocos ya para seleccionar, Quinn... Richardson... Richmond... Roehampton... Rosier... y...

—Ryddle, Thomas

El rubio de ojos claros se acercó. Tenía la mirada fría y una seriedad impresionante. James y Jimmy lo miraron con recelo. La expresión altanera en su rostro no era muy amistosa. El muchacho al sentarse, los miró y los mellizos apartaron la mirada rápidamente. Thomas Ryddle decidió no hacerles caso y se quedó sentado esperando y la vocecilla le dijo para él:

—Has sufrido mucho, Thomas Ryddle— le dijo—, llevas odio en tu mente más no en tu corazón... Los años con tu madre han sido los momentos más felices de tu vida, pero desde su perdida has vivido con tu padre... al cual no lo consideras como tal... ¿En que casa te gustaría estar?

—En la casa donde tú creas conveniente— le contestó fríamente.

—Muy bien... ¡GRYNFFINDOR!

Thomas se bajó del taburete, se sacó el sombrero y se acercó a la mesa de Grynffindor. sin expresar ninguna emoción mientras algunos Grynffindors aplaudían por su llegada.

—¡Snape, Severus!

—¡SLYTHERIN!

Severus caminó para el otro lado del Gran Comedor, lejos de Lily, hacia la mesa donde los de Slytherin le animaban. Se sentó donde Lucius Malfoy que lo palmeó en la espalda, mientras éste se sentaba. Miró hacia la mesa de Gryffindor, mirando directamente a Lily, quien solo le sonrió tristemente.

Después pasaron los demás niños... Steele... Switch...Tanner... Taylor... Wainwright... Wilkes y Wilson, que entró a Hufflepuff. La profesora McGonagall enrollo el pergamino y llevó se el sombrero. Al regresar ocupó su asiento y silenció a los alumnos para decir:

—Ahora el profesor Dumbledore dirá algunas palabras.

El Profesor Dumbledore se incorporó. Jimmy, Remus, James y Sirius lo miraron con atención.

—Bienvenidos a Hogwarts— dijo alegremente—. Es un gran placer verlos de nuevo. Solo quiero decirles dos cosas. Estoy seguro que este año será muy favorable para los fanáticos del quidditch porque...— hizo una pausa para ver la cara que ponían algunos—. Porque los partidos de quidditch se reanudaran en Noviembre.

Todas las casas gritaron de la emoción, el quidditch era un juego que tenía muchos fanáticos. Pero entre esos fanáticos se encontraban Jimmy y James, quienes estaban emocionados por esta noticia. El profesor Dumbledore trató de calmar al gentío, pero era casi imposible.

—¡Sí, sí, muy bien para los jugadores!— dijo cuando todo se calmó por completo —. Muy bien lo otro que quería decirles ya lo conocen: No ir por los lugares prohibidos, especialmente, el bosque prohibido. Estoy seguro que Hagrid, el guardabosques y el señor Filch, el conserje, se los recordaran que no deben ir por esos lugares. En especial el señor Filch.

Jimmy y James miraron a un lado de la mesa de profesores y vieron a un hombre con el cabello largo que le llegaba hasta los hombros. Tenía la cara desagradable y en sus pies se vía una gata parda. Luego vieron, sentado al final de la mesa, al hombre que los ayudó a ir a Hogwarts. En ese momento sus estómagos emitieron un gruñido que hizo que casi medio colegio los mirara (entre esas miradas, la mirada fulminante de Lily Evans)

—¡Es que estoy hambriento!— contestó James con una débil sonrisa

El gruñido pareció llegar a los oídos de Dumbledore, porque dijo sonriendo:

—Bueno ahora no les quito más tiempo porque veo que los novatos también tienen hambre... ¡A comer!

En eso apareció ante ellos deliciosos platillos. James y los demás escaparon una exclamación de asombro.

—¡Como usted mande!— exclamaron Jimmy, James, Sirius y Remus al mismo tiempo cogiendo algunos platillos. Ante esta expresión, Lily trataba de no reírse y parecer seria.

Thomas se había sentado al lado de Deborah y comía seriamente su comida. Cuando se sentó en la mesa de Grynffindor sólo se limitó a responder los saludos de los pocos que lo habían hecho. Deborah lo miró y éste a sentir que lo miraba, se volteó. Se miraron sin decirse nada hasta que él rompió el silencio.

—¿Qué me ves?— preguntó con frialdad— ¿Acaso tengo algo en la cara?

—Eh... No, claro que no...— respondió Deborah avergonzada por lo cual se volvió a su plato ofendida.

Thomas posó su mirada al plato, pero la desvió para ver a la niña que comía silenciosamente su comida avergonzada, realmente estaba apenada. Otra vez volvió a sentirse mal. Primero fue cuando esos niños le preguntaron su nombre en el barco y ahora, con ella. ¿Qué culpa tenían los demás de sus problemas?

—¡Ahora te molestaste conmigo por lo que te dije!— dijo de pronto.

—¿Yo?— le respondió extrañada— ¡Tú eres el que está molesto...!

—No estoy molesto contigo— le respondió con una ligera sonrisa—. Lo que pasa es que pensaba en algunas cosas...

—Supongo que eran tan irritantes como para mandar al diablo a cualquiera que te pida la sal— contestó la niña con una sonrisa.

Thomas se sorprendió. Nadie en los últimos meses le había sonreído de esa manera. No sabía porque pero le devolvió la sonrisa.

—¿Cuál es tu nombre?— le preguntó.

—Dawson. Deborah Dawson.

—Bueno, es un placer conocerte, Dawson.

—¿Y tú? ¿Cuál es tu nombre?

—Thomas Ryddle.

—Bueno, Thomas, espero que seamos amigos— le sonrió.

—¿Apenas te conozco y ya me tuteas?— le respondió divertido.

—¡Oye, se supone que los únicos que hacen ese tipo de comentarios son esos tres locos de allá!— le dijo señalando hacia donde estaba Jimmy, James y Sirius—, aunque el de cabello castaño que está al costado no se ve tan inocente que digamos.

Thomas los miró. Eran los niños que conoció en el bote. Los mellizos con sus amigos parecían muy alegres hablando. Por un instante se vio con ellos de esa manera. Pero luego recordó porque no podía hacerse amigos y la estúpida razón se resumía en una persona: su padre.

—¿Estás bien?

—Ehh...— se volvió a Deborah—. Sí, estoy bien.

Y siguieron comiendo. Jimmy, James, Remus, Sirius y Peter (a quien al parecer habían incluido en el grupo que estaban formando) conversaban sobre los tipos de familias que eran ellos con John Parker, Timothy Carter y todos los que habían ingresado. Y ahora el turno de las chicas

—Mis padres son muggles— dijo Deborah—, soy la única inglesa en mi familia, puesto que los demás son escoceses.

—¿Y cómo son los escoceses?— preguntó Remus.

—Amables— dijo Deborah—, como cualquier persona educada. Yo nací cuando mis padres hicieron un viaje de vacaciones a Londres.

—Bueno, nuestros padres también son muggles— dijo Annie—. ¿Verdad, Lily?

—Eh... sí, claro— le respondió con tristeza.

—¿Y cómo son lo muggles? –preguntó Sirius.

—Normales –respondió Lily mirando a Sirius inquisitiva.

—¿Normales? No lo creo —comentó Jimmy—. Tienen costumbres bien raras.

—Pues para ellos nosotros somos anormales —contestó Lily molesta y levantandose de su asiento—. Annie, si no te importa iré con el prefecto porque quiero saber algo mas de Hogwarts, permiso.

—¿Qué le pasa a tu amiga?— preguntó Sirius a Annie.

—No es nada —respondió Annie molesta—Tú nos oíste en el tren. Con permiso—se levantó y siguió a su prima. Cuando ella se fue, James le dio un golpe a su hermano en la cabeza.

—¡Tonto! —le susurró.

—¿Y yo qué dije? –preguntó Jimmy extrañado.

Al terminar la cena, los prefectos llevaban a los alumnos a las torres correspondientes. Los nuevos gryffindors subieron por la escalera de mármol. Sorprendidos de ver como la gente de los retratos, a lo largo de los pasillos, susurraba y los señalaba al pasar; Pasaron por puertas ocultas detrás de paneles corredizos y tapices que colgaban de las paredes.

—¿Falta mucho? ¡Estoy molido! —se quejó Jimmy—. ¡No creo que pueda recordar todo este recorrido!

—Yo creo que solo lo hacen para bromearnos —dijo James muy cansado pero mirando con irritación al prefecto—. ¡Es imposible que tengamos que caminar tanto!

Subieron más escaleras, bostezando y arrastrando los pies. Sin embargo al doblar un pasillo, se detuvieron súbitamente.

—Peeves —susurró el prefecto a los de primer año—. ¿Qué haces aquí?

Un hombrecito, con ojos oscuros y perversos y una boca ancha, estaba en el techo, flotando en el aire con las piernas cruzadas

—Nada, solo paseando por aquí. Es divertido hacerle bromas a los novatos.

De pronto se abalanzó sobre ellos. Todos se agacharon.

—¡Ya basta Peeves! —levantó la voz el prefecto—. Como prefecto de Hogwar...

Peeves voló sobre él, quitándole el sombrero. Después de eso, desapareció.

—Devuélveme eso, Peeves.

La respuesta fue un ruido fuerte y grosero, como si se desinflara un globo.

—¡Peeves!

Se produjo un chasquido y apareció en frente de ellos con el sombrero puesto.

—¡Te lo daré si contestas mis acertijos!

Los niños empezaron a quejarse de cansancio.

—No tengo tiempo, Peeves. Dame eso.

—¡Adivina adivinador! ¡Si no le contestas a Peeves no tendrás lo que quieres!

—¡Ya tuve bastante! ¡Muévete!—dijo James muy malhumorado empujando a un costado al prefecto. Sacó su varita y apartó al prefecto—. ¡Accio sombrero!

El sombrero se le escapó de las manos de Peeves para ir a parar a los de James. Peeves, indignado, hizo sonar su lengua y desapareció. Lo oyeron alejarse con un zumbido, haciendo resonar las armaduras al pasar.

—¡Ten! ¡Aquí tienes tu estúpido sombrero! —masculló James entregándole el sombrero al prefecto—. ¡Y ya vámonos que nos morimos de sueño!

—¡No deberías hacer magia en los pasill...!

—¡Sí, sí, lo que tú quieras! —dijo James empujándolo a avanzar—. Sólo llevamos a la torre, ¿sí?

—Tienen que tener cuidado con Peeves —dijo después el prefecto algo abochornado, mientras seguían avanzando—. El Barón Sanguinario es el único que puede controlarlo, ya ven que ni siquiera nos escucha a los prefectos. Ya llegamos.

Al final del pasillo colgaba un retrato de una mujer muy gorda, con un vestido de seda rosa. Antes de que el prefecto pudiera decir algo, el retrató se movió para un lado y de allí salió la profesora McGonagall. Sin detenerse, Jimmy se chocó sin querer con Thomas.

—¡Ten más cuidado!— le contestó Thomas molesto.

—¡Ten más cuidado tú!

—¡Ryddle!— le dijo la profesora McGonagall—. Sígueme— Thomas se salió del grupo y se acercó a la profesora McGonagall, mientras ella le decía al prefecto—. Simons... conduce a los demás a sus dormitorios. Yo me encargaré de Ryddle.

—Sí, profesora.

Se alejaron de los demás y la profesora lo llevó a la sala de profesores. Una persona estaba allí esperándolo. Al verlo, Thomas frunció el ceño.

Era un hombre de aspecto frío y calculador. Un hombre que uno sentiría miedo de solo verlo. Parecía que sus facciones habían sido quemadas y borradas: parecían de cera y desfiguradas y el blanco de sus ojos estaba algo enrojecidas y las pupilas negras. Tenía el semblante tan blanco como la nieve y el cabello negro azabache. Si en algo tenía en común con Thomas era su fría mirada. En esos momentos, esbozaba una sonrisa en los labios.

—Muchas gracias, Minerva.

—Los esperaré afuera para llevarme a Ryddle— contestó la profesora cerrando la puerta.

—¿Qué quieres?— preguntó Thomas fríamente.

—¿Esa es forma de tratar a tu…?

—¡No lo digas! —le interrumpió Thomas—. ¡Eso es una cruda realidad que quiero olvidar! Para mí sólo eres un bastardo que apareció en mi vida cuando mi mamá murió.

El hombre desapareció la sonrisa de su rostro.

—Repite eso

—Tú eres un hijo bastardo al igual que yo.

—Tenía que hacerme cargo de ti— dijo el hombre fríamente—, después de la muerte de Sylvia.

—Tom— respondió Thomas de la misma forma—, lo siento por ti, por haber sido una carga desde que murió mamá. Si me quede fue tenía miedo de no tener a nadie pero ahora prefiero estar solo en el mundo que tener contacto contigo.

—¡¿Quieres escuchar?!— vociferó Tom—. No sé las porquerías que te habrá dicho Sylvia de mí, pero eso no me importa ahora. Lo que realmente me importa es que escuches lo que debo de decirte.

—No quiero escucharte...— dijo Thomas.

—Me escucharás— sacó su varita, apuntó a una silla y dijo: Accio Silla

La silla se acercó rápidamente y chocó con Thomas, quien con el choque se sentó. Tom se sentó en una silla. Suspiró hondo y dijo:

—Nunca a nadie le revele este secreto y tú tampoco lo harás.

—¡Ve al grano! –exigió Thomas. Pero Tom continúo como si no hubiera hablado.

—Es una interesante historia que nos une a ambos aunque tú no lo quieras. Una historia sobre nuestro antepasado, Salazar Slytherin.


—¿Para qué habrá llamado la profesora McGonagall a ese chiquillo?— preguntó James en su dormitorio a sus amigos.

— No tengo ni la más remota idea— le contestó Sirius acostándose en su cama.

—Supongo que nos dirá él— dijo Remus.

—Mmm... No lo creo—contestó Jimmy con el ceño fruncido y acostado mirando el techo de su cama adoselada—, a mí me pareció muy creído.

Los niños pensaron en ello.

—Yo digo que lo pongamos a prueba para ver si es de realmente un Grynffindor— comentó James.

—Pues a juzgar por su actitud, debería ser un Slytherin — respondió Jimmy.

—Oigan, ¿quieren dormirse?—se quejó John soñoliento.

—Ya, Parker, no des lata— le dijo Sirius poniéndose la frazada encima.

—Es que hablan peor que unas niñas— dijo molesto y después se durmió.


Mas tarde, la profesora McGonagall llevó a Thomas a la torre de Grynffindor. Diciéndole a una mujer gorda que estaba en un retrato, una palabra. El retrato se abrió y ellos pasaron. Mientras pasaban, la profesora le daba unas indicaciones a Thomas:

—La contraseña es Godric, los dormitorios de los niños es por esa puerta. Subiendo la escalera y entrando la puerta que dice "Primer Curso". Encontraras tus cosas ahí: tu uniforme de Grynffindor, tu baúl y tu mascota si la tienes. Mañana recibirás tu horario junto con los demás niños. Buenas noches, Ryddle.

—Buenas noches, profesora.

Ya en su dormitorio, encontró sus cosas adelante de una cama, se puso su pijama en silencio y se acostó en la cama. Miró a su alrededor a todos los niños durmiendo. A Jimmy y James Potter, en cada cama, sonriendo y murmurando en sueños; a Sirius Black haciendo lo mismo y desviándose al lado derecho de la cama; a Remus Lupin, dormido tranquilamente; a Peter Pettigrew, Timothy Carter y John Parker, dormidos en sus respectivas camas, sin murmurar como los mellizos Potter, y sin moverse como Black. Sonrió cuando Black se cayó de la cama.

Luego miró al techo y recordó la historia que Tom le había dicho. Por órdenes de él, tendría que hacerlo, ya que era una tarea que sus antepasados habían hecho. Talvez odiaba a Tom pero estaba seguro que su madre no había querido que se molestara con él, ya que ella cuando estaba en vida, hablaba de él con amor. Pero luego pensó que esa historia era absurda. La historia de la Cámara de los Secretos era solamente una leyenda y las leyendas no son verdaderas.

—¡Que estupidez!— se dijo y se quedó dormido.


Avances del próximo capitulo: 02 Un Amigo Antipático

¿Potter? ¿Black? ¿Lupín?— preguntó Thomas perturbado.

¡Ryddle!— exclamaron en coro los cuatro.

¿Qué haces aquí, Ryddle?— preguntó Jimmy

Es lo que yo debería preguntarles a ustedes ¿Qué diablos hacen aquí?

¡Nada que te importe!— contestó Sirius molesto—. Será mejor que te vayas de aquí.

¡Tú no eres nadie para decirme que me vaya o no, Black!— saltó Thomas—. ¿Cómo es posible que estén hasta estas horas jugando y con una capa invisible? Si Flich... — pero en ese momento los cinco oyeron unos pasos que se acercaban

¡Rápido, la capa!— sugirió James y Thomas le devolvió la capa, que los cubrió a los cinco.


Advertencia: Los personajes que aparecen en los libros de Harry Potter son propiedad exclusiva de la señora J.K. Rowling. Los demás personas son invención mía. A las nuevas autoras, les pido que no toquen los apellidos de mis personajes. Háganlo por cuestión de ética profesional.