Han pasado solo dos meses desde la Gran Batalla de Hogwarts. El dolor sigue reflejado en los rostros de las familias de magos de toda Inglaterra. Muchas heridas que siguen abiertas.
Poco a poco y con mucha ayuda, el mundo mágico intenta volver a la normalidad.
Hermione se encuentra en La Madriguera, donde se instaló desde el día en que volvieron del destruído colegio. No preguntó si podía, pero tampoco un Weasley le dijo lo contrario. Sus padres siguen en Australia, ignorando que tienen una hija.
Harry y ella lo han hablado en susurros desde el primer día. Tiene que volver, tiene que reconstruir sus recuerdos. Ambos amigos han sufrido viendo a la gran familia Weasley sumida en la desolación. Ellos mismos han sufrido en su propia desolación. Por esa razón, Hermione esperó.
Los primeros días todo era silencio. Solo se reunían para las comidas y después cada miembro de la familia desaparecía, evadiéndose en su trabajo, en el caso de Bill, Arthur y Percy, o encerrándose en su habitación. Este último era el caso de la señora Weasley, Ron, Ginny y sobre todo George.
Tan solo una semana después, Molly sorprendió a todos volviendo a preparar suculentas comidas y haciendo las tareas de la casa, preocupándose por la salud de todos sobre la suya. Hermione admiraba a esa mujer.
Después del gran paso de Molly, todos parecían estar más animados. Al menos por el día. Las noches eran un caso aparte. Las pesadillas estaban presentes en cada habitación.
Harry y Hermione dormían en la habitación de Ron, junto a él y Ginny. Al intentar dormir las primeras noches en habitaciones separadas y ver que las pesadillas acababan llevándolos a las demás para asegurarse de la salud de alguno de ellos, decidieron que era mejor dormir en el mismo sitio.
Son las cinco de la mañana y Hermione no puede dormir. En unas horas estará de camino a Australia para encontrar a su familia. Ha repasado el plan un millón de veces en su mente y se ha asegurado de que no va a tardar en volver. Sabe que necesita a sus padres. Pero también sabe que los Weasley la necesitan. Ron la necesita.
Ron.
Desde que lo besó ese día, en medio de la batalla, no lo ha vuelto a hacer. No han hablado de ellos como...ellos. Pero ella sabe que Ron la necesita.
Lo ve en su forma de mirarla a cada momento, buscando un mínimo de tristeza en sus ojos para darle su apoyo, a pesar de que es él quien más lo necesita. Lo nota cuando, a la hora de las comidas, se sienta a su lado, a veces incluso haciendo que Harry se levante discretamente y le ceda el sitio. Lo siente cuando, a la hora de dormir, Ron lo hace mirando hacia su lado, por si se despierta con pesadillas y necesita saber que está bien, que lo malo ha pasado.
Su cabeza es una duda constante y su estómago un nido de nervios. Y Hermione ya no sabe si es porque dentro de unas horas estará en un país totalmente desconocido o porque estará lejos de él.
Se gira intentando no molestar a Ginny, que duerme a su lado, y se encuentra con unos ojos azules observándola.
Ninguno de los dos aparta la mirada y, a pesar de que están lejos, Hermione cree sentir su respiración calmada. Ron tiene ojeras de los días que ha pasado llorando y el pelo un poco más largo de lo habitual, pero su mirada ya no es sombría como al final de la guerra.
Ella no cree que desde fuera la vean mucho mejor. Al fin y al cabo, también ha pasado días llorando y por lo que menos se ha preocupado es por si su pelo está muy despeinado o no.
Ron abre la boca para decir algo, pero no quiere despertar a su hermana y su amigo que siguen durmiendo. Así que sigue mirando a Hermione. Y ella a él.
No saben cuánto ha pasado cuando Harry se remueve y poco rato después, los cuatro están despiertos y fuera de sus camas, ayudando a Hermione con su maleta y a Molly con el desayuno.
A las diez de la mañana, ya se encuentran en la puerta. La Señora Weasley ya ha estrujado a Hermione entre sus brazos, soltando alguna que otra lágrima porque no lo puede evitar y diciéndole que los mantenga informados de todo. Después es el turno de Ginny y al despedirse deja un momento a solas para los tres amigos.
-¿Estas segura de que no quieres que te acompañemos?
Hermione niega con la cabeza y sonríe agradecida. Es una sonrisa que, no sabe como, siempre le acaba regalando a Harry. Porque es su Harry y lo quiere, después de todo.
-Gracias, Harry. Está decidido.
Harry asiente y no la presiona porque sabe que lo ha pensado mucho. Y quiere que los Weasley y él se mantengan unidos. El azabache se acerca y abraza a su amiga. Le susurra algo sobre Ron, que está unos pasos más atras mirándolos, y se adentra en la casa.
Se quedan un momento en silencio hasta que Ron por fin habla.
-Entonces...-se aclara la garganta porque de pronto siente un nudo, y continúa- ¿Estás lista?
Ella asiente.
-¿Llevas todo lo necesario?
-Sí.
-¿Todos los trasladores están listos, verdad?
-Sí, Ron.
-¿Los aurores han quedado en encontrarse contigo?
Le está preguntando cosas que ya le han preguntado todos estos días. Pero no se molesta en corregirle porque sabe que lo está haciendo para hablar con ella y a ella le gusta hablar con él.
-Sí, Ron, todo listo.
-Bueno...-el pelirrojo vacila y susurra tímidamente- Cuídate.
Y al igual que Harry, se acerca y la abraza. Pero no es igual que Harry. Nunca lo ha sido. Es más torpe, más cercano, más Ron.
Se separan y se miran. Ron da la vuelta para entrar a La Madriguera. Y todo parece ir a cámara lenta.
-Ron...
Lo llama en voz tan baja que cree que no la ha oído. Pero el chico se da la vuelta.
-¿Qué?
Hermione se acerca un paso y quedan tan cerca como cuando se abrazaron.
-También...tengo listo...cuando vuelva...Tengo listo el corazón.
Cuando lo dice en voz alta sus mejillas se tiñen de rojo y siente ganas de escapar.
Pero no importa.
Porque Ron se inclina.
Y la besa.
