Aunque pueda hablar y leer el español, escribirlo es algo totalmente diferente. Por favor, ignoren los errores gramáticos y disfruten esta escena que, en mi mente, sucedió justo después de que los caballeros de bronce derrotaran a Saga de Geminis.

El lila más bello adorna tu cabellera, tan delicado y espectacular. El cielo eterno se ve reflejado en tus ojos, tan majestuosos que son. En tu rostro se encuentran dos marcas color vino en lugar de cejas. Esas pequeñas marcas son un recordatorio constante de la soledad que te rodea. Tu eres el único que queda de tu gente. Tienes a tu pequeño aprendiz, claro, pero el aun es muy joven para saber y comprender la complexidad de esta triste soledad que te invade y te sofoca.

Pero, tú no estás solo. No. Yo aun sigo aquí. Aunque los años han sido largos y demasiados para contar, yo sigo siendo ese miso niño al que tú te acertaste ya hace mucho tiempo. Muchas cosas han cambiado, pero yo no.

Hemos crecido, nuestros cuerpos han cambiado y hora son protegidos por armaduras de oro, pero yo siempre estaré aquí, mi pequeño carnero.

Aunque, yo ya no te miro con ojos de amigo. Esa amistad, a lo largo del tiempo, se fue transformando en amor y deseo, pero, si un amigo es lo único que quieres de mi, entonces yo seré el mejor amigo que pudieras desear.

Solo quiero que me muestres esa sonrisa hermosa que los dioses pusieron toda su perfección en ella.

Me acerco a ti y pongo mi mano sobre tu hombro como mi forma de decirte –no estés triste, yo estoy aquí.-

Tu reacción me sorprendo. Tus brazos se atan alrededor de mi cuello, tus manos perdiéndose en mis cabellos y escondes tu rostro en mi pecho, y dejas lágrimas silenciosas caer.

Si. Lo sé. Tienes miedo. Yo también lo tengo. Esta rebelión de uno de nuestros compañeros a causado varias muertes innecesarias. Nos a echo ver que, aunque seamos fuertes, no somos inmortales. Algún día, tal vez más pronto de lo que quisiéramos, nosotros moriremos y nos convertiríamos en nada más que tierra.

Pero, por favor no llores. Yo estoy aquí. Deja que yo seque tus lágrimas.

La manera en que miras al suelo para esconder tú rosto mientras nos separo es muy tierno. Pero, no hay necesidad de esconderte. Es normal tener miedo.

Seco tus lágrimas con mis pulgares y sostengo tu cara en mis manos. Tus ojos chocan con los míos y no puedo evitar sonreír al notar que, aunque tú seas mayor que yo, yo sigo siendo más alto que tu.

Tú me respondes con una de tus sonríes bellas que me quitan el aliento. Puedo sentir mi corazón golpear me pecho con una fuerza amenazante que no me sorprendería si lo pudieses escuchar.

Me permito un momento de debilites y le doy un pequeño beso a tu mejilla pues no soy lo suficientemente atrevido como besar tus labios.

Te tensas a mi toque dejando un aliento de sorpresa escapar tus labios.

Permanezco quieto, petrificado.

¿Acaso eh cruzado la línea de nuestra amistad?

El tiempo para. Ni uno de los dos nos movemos. Me doy cuenta de que mis labios aun están rozando contra tu mejilla y me separo de inmediato por miedo a disgustarte más.

Un rubor rosa corre por tu nariz y mejillas, pero, si es que estas disgustado, ¿Por qué te sonrojas y por qué aun siguen tus brazos alrededor de mi cuello?

Mi nombre sale de tus labios en un murmullo y con un movimiento terriblemente despacio, tus labios se conectan con los míos.

La textura, el sabor, todo sobre el beso era mejor que jamás pude haber imaginado. Dándome atrevimiento, amaro mis brazos alrededor de tu figura y te acerco más hacia mí, nuestras armaduras chocando en el proceso.

Aries contra Virgo.

Y el beso continúa.

El paraíso.

Maldigo el oxigeno por hacer que nos separemos pero nuestro abrazo permanece.

Estoy aquí a tu lado, mi querido carnero, y siempre lo estaré. Hasta el día que yo muera, y mucho más. Por la eternidad.

Te amo, Mu de Aries.