Your troubles are over
Yami to Fujikiri
Capítulo 1
Solace
Toda una vida de lucha y de trabajo sostenida sin nunca aflojar,
Toda una vida de lucha y de trabajo sostenida sin nunca flaquear,
Un pájaro en su jaula en primavera sabe claramente que hay algo en lo cual le podría ser útil,
Se siente fuertemente vinco sin nacer pero el no puede hacerlo,
¿Qué es? Se dice,
El no se recuerda bien y luego tiene ideas vagas,
y se dice...
Es tan difícil regresar una vez que te has acostumbrado a la etérea felicidad, al momentáneo deleite, al efímero placer de una cotidianidad, de un sueño sin bases ni un futuro cierto. No, no es costumbre, no es costumbre lo que se nos brinda en determinado instante, una vez cada cien noches, no es costumbre lo que nos musita palabras de aliento por las mañanas, lo que nos inspira a levantarnos de la cama, a vivir, no es costumbre, es el anhelo infalible, la verdad de la vida, por más vana e inconcebible que esta sea.
Qué difícil se me hace vivir sabiendo que llegará un momento en que ese anhelo se convertirá en una quimera, en un sueño más, por que hay que saber y tener siempre presente que al final un sueño nunca dejará de ser un sueño y que hay cosas más importantes que nosotros mismos; y aunque lo sé y a pesar de que tengo presente el verdadero significado de mis vacías ilusiones, de mis infantiles esperanzas; es simplemente difícil saber que tendré que regresar y se me llenan los ojos de lágrimas invisibles y trago más y más saliva y sacudo la cabeza en busca de refugio, de negligencia, para tener en mis manos ese efímero placer de pensar que todo seguirá igual, que seguiré aquí, que no me tendré que enfrentarme nuevamente a mí mismo, no a mi destino, no, esa es una idea tan superficial, tan común, esas cosas acerca del destino de las cuales cualquier Slytherin podría filosofear libremente y sentirse superior, no, no es el destino, ese concepto ni siquiera abstracto, esa palabra del diccionario y nada más; no es el destino, soy yo y la vida que escogí, esa es mi lucha, ese es mi estúpido demonio.
Deseo dormir y no despertar más. Qué debil y patético se escucha eso. Pero realmente deseo dormir y no despertar, no mañana, mañana no por favor. No mereces tu apellido, no mereces ser de Gryffindor.
- Sirius. - El joven fue alejado de sus pensamientos por la voz de su mejor amigo. Lentamente, lo suficiente como para tener tiempo y pasar una mano por su rostro y borrar cualquier rastro de su actual estado emocional, levantó su semblante y sonrió, como solía hacerlo en ese último año, su quinto año en Hogwarts, ocultando la verdad.
- ¿Qué hay Prongs? - La habilidad de Sirius para encubrir la debilidad de su voz era de admirar, verdaderamente se había vuelto un experto en esto de aparentar ser de hierro. - ¿Pudiste con Evans por fin? - dijo girando para agarrar alguna prenda tirada en su cama y fingir ponerla en su lugar.
James también se había vuelto un experto en su área, un gran imperioso del arte de dejar hacer, dejar pasar. Durante todo el año había notado una ausencia en su amigo, no era el mismo rebelde Black que había conocido en el vagón durante aquel primer año, no era la misma atormentada oveja negra de una de las más prestigiadas familias de magos que fue durante todo su primer año, sin encontrar más que miradas entrometidas y comentarios fútiles que nunca le llegaron a herir a su amigo, por el contrario, le llenaban de complacencia, por que sabía que algo estaba haciendo bien por fin, sabía que estaba siendo diferente a todos los de su familia.
No, este ser que tenía enfrente no era su mejor amigo y lo había notado desde el primer día del curso pero no dijo nada, esperó a que fuera Sirius el que hablara y ahora a unas horas de terminar el quinto año, seguía esperando.
- Casi. - respondió al mismo tiempo en que lanzaba un suspiro dirigiéndose a su propia cama. - Creo que estoy cerca. -
Sirius sonrió, su amigo había estado intentando conquistar a Lily Evans desde el quinto día de escuela cuando esta le había corregido en algo que el Black no podía recordar pero tenía que ver con pociones. Para el tercer año, y esto Sirius lo sabía muy bien, Evans había desfilado de ser un simple reto para James Potter, en algún momento Prongs había dejado de mascullar entre dientes y había pasado a suspirar cada vez que la veía.
Por su puesto, la pelirroja no lo veía de la misma manera, para ella, y esto Remus lo sabía bien y por consiguiente Sirius y Peter, James Potter no era un reto ni una aspiración, era una de esas cosas con las que te tienes que rozar en determinados momentos de tu vida y con las que tienes dos opciones, abatir y disfrutar de su caída o ignorar y hacer muecas de disgusto cada vez que las vieras cerca de ti. Como toda Gryffindor, Evans había investido la segunda opción.
De pronto un silencio incómodo se apoderó de la habitación, evento extremadamente raro pues era casi imposible imaginar a Sirius Black y James Potter sin temas de conversación o luchando por encontrar algo con lo que ambos estuvieran cómodos, eran casi almas gemelas para la mayoría de la escuela. Pero en ese momento ambos sabían que había algo mal y ninguno se atrevía a hablar. Cosas de chicos, de adolescentes, no, que tontería el jerarquizar a la sociedad, que tontería separar a los padres de los hijos, entonces, eran cosas de humanos.
- Padfoot... - comenzó James sin mirar al otro, con toda la voluntad humanamente alcanzada para encontrar una respuesta a sus preguntas o una confirmación a sus suposiciones, para saber por fin por que su amigo había tenido tan pocas ideas para molestar a Snivellus durante el año, tan pocas ganas de llevar a cabo las del resto de los Merodeadores, el por que sus sonrisas eran tan forzadas, llenas de mentiras, como la que le acababa de dedicar hace unos momentos. Por qué sus calificaciones habían bajado tan de pronto, por qué aquella noche de luna llena había saltado enfrente de Remus, Sirius aún con su apariencia humana y Remus en su inevitable comportamiento salvaje. - ¿Qué vas a hacer durante las vacaciones? - y aún cuando tratemos de dejarnos llevar, de ir conforme a nuestros deseos, de estar ahí para las personas que nos necesitan, la cotidianidad y los paradigmas de la sociedad nos obligan a ir en contra de nuestra naturaleza poética, nos obligan a forzar nuestros sentimientos, a mostrar nuestra ignorancia.
Para James Potter esto era casi inevitable, lo experimentaba cada vez que estaba cerca de Lily Evans, la obligada mano que lo detenía y simplemente no lo dejaba hablarle a la chica con delicadeza con la que le deseaba hablar y el puño de hierro que lo empujaba a alejarla con frases altaneras cada vez más y más.
Nunca antes hubiera imaginado que sentiría lo mismo con Sirius, con quien siempre tuvo la confianza para hablar de todo y de la forma que fuera, esta vez simplemente no podía formular las oraciones, juntar las palabras que necesitaba juntar y saber y ayudar.
Sirius detuvo sus acciones inertes, casi torpes con la ropa y bajó la mirada. - Lo mismo de siempre, regresar... - algo no lo dejó continuar. Suspiró fuertemente y miró al Potter. - Ya sabes que Andrómeda se va a casar en un mes pero dudo mucho que siquiera me dejen enviarle una felicitación. Ningún Black se presentará, tal vez el tío Alphard. - dijo con una tristeza notoria pero sin dejar de sonreír en esa típica forma sarcástica que James tanto extrañaba.
- ¿Su...? - James sintió un impulso repentino y un temblor ligero en las manos. Vamos James, solamente pregúntale, se dijo a si mismo, aún con el temblor. - ¿Sucede...? - volvió a detenerse y ese maldito temblor no dejaba de interrumpirlo, si a algo se le podía echar la culpa de su torpeza para hablar con su propio mejor amigo. Miró a Sirius y encontró una plegaria en los ojos del otro, algo que le gritaba al oído y le pedía que continuara y luego observó sus labios, los cuales contradecían totalmente.
- Tengo que ir con Mcgonagall - Sirius exclamó repentinamente. - me dará un discurso para luego decirme cuan sorprendida esta por haber reprobado con ella y tan sorprendida estará que me dirá como recuperarme de una forma especial o algo por el estilo, ya veo un examen extraoficial. - declaró sus suposiciones al otro e inmediatamente se dispuso a abandonar la habitación.
- ¡Sirius! - lo detuvo James.
¿Sirius? pensó James para sus adentros, casi nunca le llamaba por su nombre. Vio como el otro le lanzaba una mirada de reproche, como tratando de equilibrar la evidente tensión en el aire, como tratando de profundizar en el vano hecho de haber sido llamado por su nombre en lugar de su apodo, ya casi sacramentado.
- ¿Nos vemos con los demás aquí para irnos juntos? - terminó preguntando James, disimulando una vez más, formulando una estúpida pregunta de la cual ya sabía la respuesta, pues cada año se iban los cuatro juntos, tal como llegaban.
- Claro - respondió Sirius finalmente saliendo de la habitación y dirigiéndose a la oficina de la profesora.
Es verdad, la boda de su prima favorita, de la única, sería en pocos días y deseaba estar ahí, realmente lo deseaba. No por la suprema emoción que le causaba estar en una boda. Una sonrisa se dibujó en su rostro mientras pensaba en eso. Era para mostrar el apoyo y el sincero cariño que le tenía a Andrómeda, para mostrarle que no estaba sola, si, tenía a los Tonks, pero ambos, Sirius y Andrómeda, en la lejanía donde se encontraban el uno del otro, sabían que no era suficiente, sabían que necesitaban de una familia para sentirse seguros, para sentirse en cierta forma, normales. Quería mostrarle a su prima que aún contaba con un Black que la apoyaba ante cualquiera de sus decisiones, que no se había olvidado que ella había sido la única que había aplaudido y sonreído y gritado cuando el sombrero seleccionador, puesto aún sobre la cabeza del pequeño Sirius, había gritado "Gryffindor", que no lo había olvidado y nunca lo olvidaría. Quería mostrarle el mismo apoyo y estar ahí. Pero no podía. ¿Qué puedes hacer ante la inminente dominación sobre tu propia persona? Por que la autonomía es cosa de pocos, por que cuando dependes de la familia, no solamente económicamente, sino fisiológicamente, tu mismo te atas las manos, te vendas lo ojos y nada ni nadie puede hacerte avanzar.
El rebelde Sirius Black, que ante todo su meta en la vida era contradecir las reglas de su familia, que sobre todas las cosas pretendía ser diferente. Ese era el que todos veían pero la verdad es que de vez en cuando necesitas de la familia, de tu madre o tu padre o tu pequeño hermano Regulus de Slytherin. Por que por más que te lo imagines, no eres un Potter, ni tampoco un Lupin y ¡Dios te libre de ser un Pettigrew!, ¿De dónde eres entonces?, ¿Cómo, en tu pequeño mundo, te formas una imagen sólida de tu futuro si ni siquiera tu presente es el que imaginaste? Por muy fuertes que intentemos ser, nosotros, los pobres y mostrencos humanos, muggles o magos, necesitamos de la familia.
"...No eso no, por supuesto que no. Esa maldita de Andrómeda no ha hecho mas que traer vergüenza a la familia, nunca te dejaría ir a verla…
...Ambos son iguales, par de traidores, de mal nacidos...
...¿qué hice yo para merecer un hijo así? Dímelo Sirius…
...Si pudiera echarte a la calle ahorita mismo juro que lo haría, por que bien se que no serás más que una burla, una desgracia para tu propia sangre una vez que salgas de esa maldita escuela, la que te hizo perder el camino...
No sabes cuanto te odio, te odio por deshonrarme a mi, a tu madre"
Recordaba algunas de las frases favoritas de su madre durante las vacaciones de invierno.
"Lárgate ya" - le dijo hacía pocos meses, cuando las vacaciones habían terminado y era hora de volver a Hogwarts. "Cuando regreses arreglaremos cuentas con tu padre, ya verás que entre ambos te corregiremos cueste lo que cueste y de la forma que sea necesaria".
Esas habían sido las últimas palabras que Walburga le había dedicado a su hijo. Era cierto que desde que fue puesto en Gryffindor su vida en casa no había sido nada placentera, mucho menos cuando se habían enterado sus padres de la amistad que sostenía con el hijo de los Potter, los traidores de la sangre, los Potter. Pero nada como las vacaciones que le siguieron al cuarto año, después de que, cansado de su familia, Sirius hubiera corrido con Andrómeda a la mitad de una reprimenda. Andy, quien aún vivía con sus padres Cygnus y Druella no pudo siquiera hablar con su primo cuando ya Druella había mandado llamar a Walburga y Orion. Sirius les gritó a ambos, les dijo cuanto odiaba a la familia, les expresó de todas las formas posibles sus deseos de ser un Potter.
Después de eso, Walburga y Orion se habían comportado con Sirius como cualquier pareja de padres responsables lo harían, lo más inhumanamente posible.
Poco le importó al mayor de los hijos del matrimonio el pasar día tras día sin probar bocado, mucho menos sin poder acercarse a su lechuza, la vergüenza no le hubiera dejado comunicarse con James de todas formas. No, eso no alcanzaba para doblegar al recio Sirius Black.
Eran las maldiciones imperdonables que tenía que soportar cada vez que no respondía o actuaba como ellos querían las que lo habían horrorizado, era eso lo que le impedían pensar sin enloquecer por dentro que en pocas horas habría de regresar a ese infierno.
Por más que desees contar con el cariño (por más ridícula que sea la idea) de los tuyos, cuando simplemente no lo encuentras ni lo puedes forzar a encontrarte, entonces, es cuando caes y es cuando te sientes perdido y tal vez lo estés y deseas ser encontrado y deseas ser fuerte y seguir tu solo porque sabes que estas solo y no puedes imaginarte haciendo otra cosa más seguir.
Cuando llega ese momento es cuando clamas por ser encontrado y gritas, a menos que seas Sirius Black, el obstinado Sirius que no puede encontrar el grito adecuado para dirigir a su hermano, James y aunque lo desee tanto, desee contarle todo y llorar en su hombro. Simplemente no puede.
Maldito orgullo, no, no es orgullo, maldita vergüenza, por supuesto que no es vergüenza, maldito apellido.
- Fue tal vez suerte el que mi materia haya sido la única que reprobara, aunque salió mal en las demás - señaló Minerva Mcgonagall. - Pero siendo yo la maestra y la cabeza de su casa... no señalaré inconveniente para que presente el siguiente año mientras re curse mi materia. - concluyó sin mirar a su alumno, quien tampoco había abierto la boca durante toda la conversación, cosa que le pareció increíble a la profesora. Conocía bien a los Merodeadores, característicamente Black y Potter no eran de los que se callaban nada.
- Muchas gracias - murmuró Sirius - así lo haré. - concluyó e intentó a levantarse de su silla.
- Señor Black - lo detuvo Macgonagall - encuentro fascinante su repentina desidia por el estudio, su desinterés por conservar las casi perfectas calificaciones que había mantenido hasta hace un año, ¿Hubo algún motivo en especial para que este año fuera tan degradante? - cuestionó la maestra mirando por arriba de las gafas.
- No - respondió sin pensarlo dos veces. - fui yo y mi flojera - sonrió esperando la aprobación de su salida. Mcgonagall sostuvo su mirada, como esperando que Sirius se rindiera por fin y contestara de otra manera.
- Bien, puede retirarse.
La tarde había pasado tan rápido como el mismo año escolar, las horas no transcurrieron de forma diferente o mágica pero de alguna manera parecieron más cortas y el momento de abordar el Expreso había llegado.
James y Sirius habían intercambiado pocas palabras durante el día, ambos luchando por hablar sinceramente con el otro, uno intentando desahogar sus preocupaciones por su amigo y el otro luchando contra su orgullo o lo que fuera que estuviera impidiéndole redimirse de aquella tortura.
Los cuatro Merodeadores se habían acomodado en la acostumbrada cabina. El joven rostro de Remus exhibía marcas que revelaban las flamantes consecuencias de su más reciente transformación, transformación que había sido inusitada debido al extraño comportamiento de Sirius, el cual había objetado con un simple tropiezo, explicación que solo a Peter convenció.
Peter comía tres grageas de sabores al mismo tiempo, sin preocuparle mucho lo demás, estando contento con su vida actual. James miraba por la ventanilla pensando en Lily y en Lily y luego en Sirius y después en Lily. Sirius también miraba por la ventanilla, estaba enfrente de James, este lo miró de reojo y luego dirigió su mirada hacia Remus encontrándose. Remus los había estado mirando a ambos desde hacía tiempo, entendió sin la necesidad de palabras.
- Wormtail - dijo Remus - acompáñame a buscar el carrito. - Peter levantó la mirada y luego la volvió a bajar mirando sus tarjetas que acababa de sacar de unas cuantas ranas de chocolate, miró a Remus como cuestionando en silencio por que necesitaban el carrito si no tenían mucho de haber comprado su dotación de dulces necesaria para el trayecto - vamos, que quiero algo. - terminó Remus ya saliendo de la cabina, Peter lo siguió casi inmediatamente.
Sirius los había estado mirando con curiosidad pero no preguntó. Tenía muchas cosas en la cabeza.
- Los saqué a propósito - James indicó repentinamente - o se le pedí a Remus... tu me entiendes - sacudió la cabeza, tragó un poco de saliva e intentó continuar. - ¿Me lo dirás? - preguntó finalmente, mirando hacia enfrente, directamente a Sirius. El Black no respondió a la mirada, se refugió en el paisaje que la ventanilla le brindaba. - Pad... todo el año había intentado... - James bajó la mirada durante un segundo para después volver a mirarlo - ...tu sabes como soy, perdóname.
- ¡No! - le interrumpió - no es necesario. - dijo Sirius aún sin mirar al frente.
- Si lo es - la determinación en la voz de Potter le había sorprendido por un momento a Sirius. - eres más que mi mejor amigo, eres mi hermano, no quiero que te pase nada solo por que no estuve ahí. - ante esto, por fin Sirius se atrevió a mirarle, aunque sin palabras en su garganta fue lo único que pudo hacer.
Fueron varios minutos los que pasaron en silencio, James rogó por que Remus se entretuviera lo suficiente.
- ¿Podría...? - murmuró Sirius, con una voz apenas audible - ¿Podría ir contigo? - terminó, la incertidumbre reflejada en sus ojos grises. James sonrió.
- Claro. - respondió casi de la misma forma - ya nos encargaremos de tus padres en la plataforma, ya conoces a mi mamá, cuando la buscan la encuentran y te quiere mucho, pocos pueden con ella. - ambos rieron sinceramente, por primera vez en meses. Hubo otro silencio, mucho menos pronunciado que el anterior. - Lo que pasó aquella noche con Remus... - James necesitaba saber.
- Un descuido con los pies - respondió el otro rápidamente - no volverá a pasar - respondió con una sonrisa, James se la regresó.
- Andrómeda se alegrará de vernos en su boda - dijo James, tan casual como pudo - haremos que por fin una boda sea divertida.
- ¡Pobre Andy! - exclamó Peter quien venía justo delante de Remus.
- Cierto, la compadezco - reafirmó Remus. - pero más a tus padres Prongs, con ustedes dos juntos bajo un mismo techo. - no pudo evitar sonreír ante el pensamiento de las caras frustradas de los Potter.
- ¡Ey...! - Sirius se detuvo a reflexionar - ¿estaban escuchando? - preguntó un tanto serio, apenado si era suficiente.
- Si seguíamos comprando acabaríamos en la ruina. - respondió Remus, sentándose a un lado de Sirius.
- ¿Escuchando qué? - preguntó Peter.
- El fue al baño - explicó Remus.
N/A: Sirius no es emo en mi fic, noooo, nunca, es simplemente humano. Por cierto que "Your troubles are over" era el título que tenía pensado originalmente para mi otro fic de Sirius (en inglés, que por cierto tiene tanto éxito como Yates intentando hacer una Orden del Fénix decente), comentario casual, lo lamento.
Reviews por favor?
Verso del inicio at the Gathering.
Continuado :D!
17 de Julio del 2008
Próximo Capítulo: Justicia
