Máscara.


—1—
Sangre.

POV Bruce.

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Iba en dirección del gimnasio cuando notó una diminuta mancha de sangre roja sobre la alfombra, destellando a unos cuantos milímetros de sus pies desnudos. Al ampliar un poco su campo de visión encontró otra y luego otra, persiguió el rastro pensando en la única persona con la manía de entrenar mucho antes que él.

Lo encontró, no muy lejos de ahí, desplomado sobre el piso, en apariencia inconsciente. Pronunció su nombre con alarma en la voz, estaba de cara a la alfombra, las ropas de cama aún se ceñían sobre sus formas. Tras darle vuelta y sostenerlo contra su pecho se percató de que la sangre manchaba buena parte de su rostro y apenas respiraba. —¿¡Qué demonios le pasó!?— Limpió su rostro e inició maniobras de resucitación, un leve masaje a la altura del corazón, aire en los pulmones, las pupilas del chico estaban totalmente idas. —¡Santo Cielo!— Nada de eso explicaba por qué su vida parecía pender de un hilo. Tras largos y angustiantes minutos de trabajo consiguió que reaccionara e inhalara con desesperación.

Lo golpeó en el pecho para hacerlo a un lado y cuando se tranquilizó, contempló el pasillo y lo miró como si no reconociera a la persona o el lugar. Había temor y desconfianza en su rostro, él no tenía la más mínima idea de cómo actuar. Pronunció su nombre por si eso lo lograba tranquilizar pero en su defecto, parecía impresionado de que conociera su identidad. Intentó acercarse, Damián se replegó lo más que pudo hacia atrás, extendió un brazo a manera de amenaza pero en realidad, lo que quería hacer era protegerse de él.

¿Qué significaba esto? ¿Más recuerdos del pasado? ¿Sus entrenamientos? ¿El año de sangre? ¿O qué, maldición, qué?

El barullo de los demás habitantes de la casa no tardó en hacerse escuchar. Alfred iniciando su rutina, Jason, Timothy y Richard hablando sobre los movimientos que practicarían en el gimnasio. Reconocieron, al igual que él, la sangre en la alfombra. La mención a este hecho hizo que Damián se levantara y sus instintos se pusieran alerta. Él maldijo para sus adentros y adquirió una posición que intentaba ser conciliadora, pero en realidad le salió defensiva.

Los chicos los descubrieron en lo que parecía ser una representación bélica. Damián con las ropas y el rostro embarrados de sangre, él con las manos sucias pues eso fue lo que usó para devolverle el aliento y revisar su rostro.

Hubo algunos segundos de vacilación, ninguno de ellos entendió que lo encontró en el piso e hizo lo posible por auxiliarlo. Al contrario, parecían pensar que una vez más se pelearon.

Richard frunció el ceño, Jason lo detuvo de que se arrojara por encima de él, Timothy se concentraba en el chico cuyo cuerpo de pronto palideció y tembló. No reconocía a ninguno de ellos, lo dijo en su lengua natal en un tono tan claro que todos se congelaron en su lugar.

Él intentó tranquilizarlo, lo llamó hijo, eso fue el acabose porque aparte de terror, Damián lo miró como si efectivamente intentara recordar quién era él. Sus labios temblaron, su cuerpo se crispó, la cabeza le dolía, la sangre en su nariz una vez más emanó. Sus hermanos hicieron espacio, el muchacho repitió la palabra "padre" pero era una pregunta, no una afirmación.

Luego se desvaneció y apenas si logró atraparlo al vuelo. Jason y Richard, llamaron a gritos a Alfred, Timothy se acercó a Damián, buscando su pulso al tiempo que él, revisaba sus pupilas. Los exámenes realizados revelaban que su hijo estaba bajo en todo: peso, estatura, grasa corporal, presión. Sin embargo, cuando despertó, aclaró que era lo normal debido a su condición.

Su madre experimentó con él durante los primeros años de existencia. Eso es algo que sabían todos de manera directa o indirecta. Las consecuencias de aquello las habían visto en su irascibilidad, lo rápido que se reponía a heridas y enfermedades, además de la asombrosa inteligencia que sólo usaba para alardear.

La pérdida de memoria no era algo nuevo. De hecho, tenía algunas semanas que le estaba pasando pero creyó que lo tenía controlado. Alfred y Richard pegaron el grito en el cielo, para tranquilizarlos argumentó que era la primera vez que caía desmayado.

—¿¡Cómo estás tan seguro de eso si pierdes la memoria, genio!? —insistió Dick.

—¿Me encontraron flotando en el medio de un charco de sangre?—respondió altivo, con la misma energía de siempre y sin embargo sabía que le faltaba emoción a su voz.

—¿Por qué dices eso?—intervino Tim y eso es algo que también se cuestionó. Damián desvió el rostro, se mordió el labio inferior y contestó que en los años que compartió con su madre, perdía la memoria y despertaba en medio de un baño de sangre.

Ella lo creó para convertirlo en instrumento. Un recipiente inicialmente, pero al final se decidió que fuera una espada, la mano derecha de R'as al Ghul y no conservaba todos los detalles en su memoria, pero estaba seguro de que derramó mucha sangre y ocasionó destrucción más allá de la sumisión.

No había esperanza para él, salvación, futuro.

Sus palabras los dejaron a todos con un mal sabor de boca. Sin embargo, Alfred levantó la voz y le recordó que ya no estaba con ella. Ya no era el recipiente que mantendría el alma de R'as al Ghul, tampoco la espada o la mano derecha de nadie, luchaba por su propia causa, sus ideales, que no eran los de su padre o su madre, sino los de él.

Damián sonrió y dijo sentirse aún muy cansado. No obstante, no deberían dejar de cuidarlo. Podría perder la identidad, olvidarse de quien es y tomar una espada para asesinarlos. No quería dañarlos, así que lo mejor era dormir encadenado.

Su madre y abuelo, hacían eso cuando tenía estos episodios.

—¿Qué tan frecuentes eran? ¿Por qué no nos dijiste nada? —preguntó él y su hijo se hizo un ovillo sobre la cama de recuperación. Supuso que no querría recordar el pasado, sentirse diferente, ser señalado y rechazado.

—No recuerdo que tan frecuentes eran. —respondió—. Sólo sé que estuve largo tiempo enclaustrado. Olvidé como se veían la luz del sol, las paredes de la fortaleza, los colores de las flores creciendo en el exterior. Recuerdo el peso de mis cadenas, los cardenales que se abrieron sobre mi piel alrededor de ellas, los músculos crispados por no poder cambiar de posición, el olor de mi vómito y las heces.

Era difícil distinguir una cosa de la otra ¿Sabes?

—¿A qué te refieres?—se atrevió a preguntar Tim. Jason, Dick y Alfred estaban ampliamente impresionados. Lo mismo que él, jamás creyó que Talía y R'as se atrevieran a tanto. En la noche que lo conoció, Damián hizo alusión a haber vivido en una cueva.

No imaginó que se referiría a esto.

—La comida de la porquería. —continuó mirando a los ojos a su hermano—. Me trataban como a una bestia y ahora ya sabes porqué me empeño tanto en defender a mis animales. Lo peor de todo es que no puedo culparlos. Sé que soy peligroso en este estado. El olor de la sangre fresca, seca y pútrida. ¿Alguno de ustedes podría distinguir la diferencia? —se miraron de hito en hito dando por negativa la respuesta—. Damián dijo que él sí. Sabía distinguir el olor, la consistencia y el sabor de la sangre expuesta.

Se negaron a encadenarlo o encerrarlo. Alfred aludió a una buena cantidad de suero. Si perdía la identidad, con eso lo podrían desmayar.

—Dudo que funcione o tal vez, sigo siendo demasiado ingenuo.

—¿Qué quieres decir, Little D—preguntó Dick acercándose a él, removiendo sus cabellos. Él se ofreció a cuidarlo esa noche. Los demás ya estaban planeando tener una entrevista privada con los Al Ghul.

—Antes dijiste que te recuerdo a un perro de pelea. ¿No es cierto? Todo lo que conocen es la mala vida, el instinto de supervivencia y aún así. Aman a su amo.

No importa lo mal que sean tratados ellos aman a su amo. Y yo me niego a creer que me sometieran a todo eso, sin tener otra alternativa a mano. Me curaron o eso creí. En todos los años que llevo aquí, jamás me había pasado.

—No eres un perro de pelea Dami, eres nuestro hermano, mi Robin. Y si esta es una recaída, vamos a encontrar la manera de superarlo. Siempre lo hacemos. ¿Recuerdas? Somos un equipo, nada puede pararnos.

—Tt…

—Descansa ahora.

—No te quedes tan cerca Dick

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—2—
Sueño.

POV Damian.

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Sus sueños, generalmente eran un inmenso recuadro negro. Como apagar una computadora o desconectar su cerebro. No tenía recuerdos o imágenes que referir como las personas normales. No obstante, cuando conoció a su padre, algunas ideas se empezaron a formar.

Creía que Bruce se apostaba a un lado de su cama, acariciaba sus cabellos y decía algo así como: "buen trabajo" "estoy orgulloso" "te quiero" A veces, veía a Richard entrenando a su lado, los Jóvenes Titanes, Jonathan Kent o a sus antiguos compañeros de batallas: Goliath y Maya.

El año de sangre regresó a su memoria en esta ocasión.

Todas las vidas que ultimó, todas las reliquias que usurpó, todo el caos que desató.

Se concentró en eso ultimo.

La postura de su cuerpo, las armas como una extensión de sus dedos. En aquel entonces empuñaba dos espadas largas y su danza mortal era por demás sin igual. Allá donde se postrara, los cuerpos caían, la gente gritaba, corría, lloraba, sangraba.

El rocío carmesí bañaba sus manos, oscurecía las telas de su uniforme, ennegrecía sus pupilas, acelerando su corazón y abriendo su apetito.

Sí…

Él recordaba la sangre acariciando su cara, rozando la comisura de sus labios, entrando en su boca, fundiéndose en su lengua y cada que la probaba quería más…más sufrimiento, llanto, agonía. Más del sonido de las espadas cortando el viento, más de ese olor, ese brillo de la sangre bajo la luz de la luna llena.

Hay una escena que se fija en su memoria ahora. Está él, erguido todo lo alto e imponente que es, mira su reflejo en el espejo de un charco. Es de noche así que no sabe si es agua o sangre esa mancha oscura donde se ve. Busca sus ojos, no los encuentra, su forma tampoco le es propia, eso que observa es una bestia, un demonio, un perro…

—¡AHHHHH…! —el grito escapa a sus cuerdas vocales y cuando reacciona se da cuenta de que la sangre en sus manos una vez más es real. Las personas gritan, se esconden. —¿Dónde está? ¿Quiénes son ellos?¿A quién hirió?— Salta, antes de que el cuerpo bajo él se defienda o los que están ante él, lo agredan. Sisea, consciente de que hay más sangre cubriendo su cara, el cuerpo en el piso es socorrido. —¿Qué fue lo que hizo?— Muestra la dentadura completa además de sus dedos crispados cual garras para mantenerse alejado de los demás.

Es una amenaza, una criatura salvaje pero por debajo de todo eso, cree recordar su identidad. —¿El cuerpo que posee es humano? ¿O se trata de aquella bestia errante?— Encuentra su reflejo en una pared de cristal. Es más alto, longevo, sus formas se han definido un poco mejor, pero sigue siendo el mismo.

Los ojos de su madre, los labios ensangrentados, la barbilla, el cuello y sus ropas lo están por igual. Gira el cuerpo, hay dos figuras que intentan acercarse a él y tres en el piso. Saborea su boca, la tiene llena de sangre pero también detecta un diminuto trozo de carne.

Lo escupe de inmediato, se dobla sobre sí mismo y vomita. Vuelve el estómago hasta quedarse vacío. Las imágenes de sus recuerdos son poderosas, traen de vuelta el año que sucedió al de la sangre.

El año de la guerra, dónde él era la bestia.

—Damián…—uno de los que le observa intenta acercase por el flanco izquierdo. ¡NO DEBE HACERLO! Es peligroso. No quiere ocasionar más muerte, derramar más sangre, escuchar su llamado. Grita en su lengua natal que se detenga pero al parecer es demasiado obstinado. Le responde en el mismo idioma, su voz es autoritaria, firme y conocida. Sus ojos son como los propios, de un verde ligeramente más claro, los cabellos negros con un singular mechón blanco. Él conoce esa característica. Tiene que ver con su estirpe maldita, las aguas del Pozo de Lázaro, la resurrección de los caídos.

¿A caso es un enviado de su madre? ¿Volverán a usarlo? ¡NO! ¡No quiere volver a ser un esclavo!

—No quiero hacerte daño Haffid, no serás esclavo de nadie. Ni siquiera de tu instinto.

"Haffid" la mención a ese nombre hace que baje las defensas y esconda la cara. Su rostro se llena de llanto mezclado con sangre. El extraño lo alcanza, lo abraza. Susurra palabras de consuelo.

Él jura que no quería hacerlo, lastimar a nadie, escapar de su celda.

—No hay celdas aquí para ti.

—¿Por qué…? Si, yo, yo… ¿Está muerto?

—Estará bien…ese bastardo es un hueso duro de roer. —sintió una punzada en el cuello, el extraño lo había traicionado. Miró sus ojos, había arrepentimiento, dolor y sincera preocupación por él, quiso recordar quien era pero no tenía ni idea. Soltó un leve suspiro y con su ultimo aliento le suplicó que se fuera.

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—3—
Semblanza.

POV Jason.

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Lo levantó en volandas y depositó en otra cama, la que había estado usando estaba manchada con la sangre de Grayson. El jodido cabrón, ajeno a la perversión de su hermano se quedó dormido junto a él y no advirtió el momento en que la bestia se despertó. Lo mordió en el cuello, buscando posiblemente alguna arteria principal pero Nightwing, a sus veintidós años de edad, seguía teniendo buenos reflejos. El trozo de carne que le arrancó era diminuto, apenas un pellizco. No obstante, esa zona sangraba mucho.

Los gritos del hijo pródigo aunados a los bramidos del menor los alteraron a todos. Bruce y Alfred se acercaron a su primer hijo, Timothy y él a Damián.

Si había que ser honesto consigo mismo, diría que nunca antes lo había visto pero escuchó las historias narradas por Dussan y Nyssa. El segundo nombre de Damián, el que más usaban para torturarlo y arrebatarlo de sí mismo durante su formación de asesino era Haffid. "El protector de Dios" o en este caso: R'as al Ghul.

Haffid era la espada, la mano derecha, el instrumento que aterrorizó poblados enteros durante lo llamado. "Año de Guerra" tenía nueve años entonces, uno antes de que la asesina desechara los planes de grandeza y le presentara a su padre.

Ahora quería saber, si en verdad lo liberó de sus cadenas o lo quería en pausa en lo que tramaba algo más siniestro.

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Cuando lo arropó, tuvo que tragar en seco para tomar las esposas que llevaba en el bolsillo de su pantalón. No podían arriesgarse de nuevo. Damian pudo escapar, morder a Alfred, hasta tomar sus espadas y cumplir la amenaza de destazarlos, desollarlos y destriparlos. No sonaba como la mejor manera de morir, además de que sabía que en algún momento reaccionaría.

Siempre lo hacía.

Despertaba en el medio de un charco de sangre, confuso y aterrorizado. Los lavados de cerebro que acostumbraba darle Talía, eran para arrebatarle todo eso, pero hay cosas que jamás se olvidan.

El instinto de la cacería y la sed de sangre. Él lo sabía y por eso lo ató. Únicamente la mano derecha, la otra la acarició y sin que nadie lo viera, la acercó a sus labios y la besó.

Como resurrecto, se suponía que estaba obligado a servir a los Al Ghul, en teoría debería proteger a su abuelo o su madre, pero escapó a todo eso y años después lo conoció él.

No sentía ninguna obligación para con Damián. Es decir, que lo cuidaba porque en verdad quería hacerlo. Una vez terminó con la labor de contemplar su rostro en apacible sopor giró en redondo y enfrentó varios pares de ojos furiosos.

Se dirigió a Bruce.

—Estaba hablando en árabe, supuse que respondería a ese nombre. Es el segundo que recibió al nacer, el que más usaba en la isla. ¿Qué, jamás te lo dijo?

—No…—el ceño fruncido de su padre casi hizo que se lo pensara dos veces antes de sacar un cigarro y colocarlo en sus labios pero necesitaba la nicotina invadiendo su sistema. Soltó el humo en dirección de Tim, su reemplazo abanicó el aire y le hizo saber que también quería respuestas.

Él no tenía muchas, las historias que escuchó llegaron a sus oídos mientras intentaba agradecer el favor. Ya saben, cazar a todos los que lo torturaron, trastornaron, utilizaron. No funcionó, pues al final. No los asesinó.

El contrato de las aguas del pozo, la magia maldita que lo mantenía con vida le prohibía atentar contra alguno de esos desgraciados. Suspiró de nuevo, apagando el cigarrillo en la pared de piedra.

—¿Qué me dices del año de guerra?—preguntó para tantear el terreno.

—Querrás decir, el año de sangre.—Bruce cruzó los brazos a la altura del pecho, sacando los bíceps, exaltando su bendita y muy amenazante musculatura.

—Oh, no.—respondió él con un poco de sarcasmo. El pobre diablo estaba perdido en el espacio. —Ese terminó con el juramento de ser un fiel perro.

"Todo lo que soy, todo lo que poseo, te lo entrego a ti R'as al Ghul"
"Mi alma, mi cuerpo y mi sangre"

Al sellar el contrato recibió un obsequio. Una máscara como la tuya pero en lugar de murciélago era un perro.

—¿¡Qué!?—chilló Dick, mientras era curado por Alfred.

—¡No me grites a mi! —se defendió mostrando el dedo de en medio a su hermano mayor. —Yo jamás lo vi. Esto que les estoy diciendo me lo dijo Dussan. El objeto estaba maldito, se posesionó de su hijo. Pueden creerme o no, el punto es que Talía y R'as estaban felices. Sus enemigos caían, el imperio se expandía. No obstante, no sabían como pararlo.

Cuando cumplieron sus objetivos, no tenían manera de frenarlo. Amigos, enemigos, él no reconocía ni su propio rostro. Dormía, comía, bebía, hasta se bañaba con esa maldita cosa y llegó un día en que resultó imposible ver dónde terminaba uno y comenzaba el otro.

Ignoro cómo se la quitaron. Sus queridos tíos obviamente se largaron. El Demonio asesinó a casi todos sus súbditos, también a sus primos, se bañó en su sangre y como podrán confirmar, también se los comió.

—Santo Dios…—Alfred acabó su labor de enfermera y se hizo a un lado para volver el estómago en una cubeta. No lo culpaba, ahora cobraba más sentido su empecinamiento en ser vegetariano. Garfield (Beast Boy) solía tener episodios donde perdía el control, pero contrario de su hermano, no devoraba personas, sino animales. Dada su condición, podría decirse que era lo mismo.

Canibalismo. Labios sangrantes, garras llenas de carne. Desechó las grotescas ideas y volvió a concentrarse en los que tenía por el frente. Timothy estaba un poco más pálido de lo habitual. ¿Cómo no iba a ser? Si de los tres, él era la victima preferida de Damián.

Lo tranquilizó con su labia. No podría levantarse de ahí, no dejaría la cueva, no volvería a ser una bestia.

—¿Por qué estás tan seguro?—preguntó el joven guerrero mirando al durmiente como si fuera la peor amenaza viviente.

—Porque irás a preguntarle a tu amante, cómo detener todo esto. —la declaración que soltó hizo que Bruce tragara en seco y Alfred soltara la cubeta. Richard se replegó hacia atrás como esperando una pelea.

Tim lo miró con odio. La mirada aprendida a los Al Ghul, oscura y siniestra. Le quedaba bien, lo hacía lucir imponente, exótico y letal. Podía entender por qué se convirtió en el favorito de la Cabeza del Demonio, lo que no comprendía es por qué Drake, le correspondió.

Eran rumores. Todo sobre sus vidas amorosas lo era. Tanto el eterno romance entre Bruce y Selina, Richard y Starfire, él y Black Mask, Red Robin y R'as.

—Preguntaré, sólo para confirmar que el mejor lugar para él, es estar amordazado y maniatado por la eternidad. Es un monstruo.

—¡Tim! —Bruce gritó levantando la voz. Claro, el amoroso padre negando las atrocidades del hijo. Richard también las negaba, le había cogido cariño. ¿Y a caso no se lo procuraba él? ¿No lo cuidaba a distancia? ¿No velaba su sueño? ¿No le tranquilizaba verlo seguir los pasos de su hermano mayor y padre?

Sí, claro que si.

Si era causa de su "contrato" o un mandato propio, no lo sabía pero lo haría.

Correspondía a él privarlo de una vida de miseria. Si volvía a transformarse en bestia, lo asesinaría.

Un tiro en la frente y todo acabará, babybird.

Esa es mi promesa a ti.

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Continuará...