Añoro esos días los cuales me despertaba en mi habitación y los rayos de luz inundaban mi cara por las cortinas y me despertaba tan alegre que no podía parar de sonreír por la mañana. Me levantaba de mi cama y notando como mis pies tocaban el frio suelo, iba rápidamente hacia el cuarto de baño.
Encendía la luz y conseguía ver el baño lleno de baldosas blancas por el suelo, por las paredes y en el techo incluso. Llenaba la bañera de un agua algo caliente y me entretenía bastante viendo como subía el agua. Siempre me han distraído mucho las cosas más tontas, El recorrido de un caracol en las hojas de las hortalizas, las nubes que pasaban tan lentamente por el cielo azul, e incluso ver al abuelo regar las plantas, eso sí que era lento, pero conseguía entretenerme aún más con las historias de su juventud, y aunque siga sin saber de qué facción era antes, se que hizo bien en decantarse por la nuestra, Cordialidad.
Cordialidad es indispensable para mi ciudad, es toda la agricultura y ganadería de toda esta región y guardián de la puerta de acceso que aunque siempre tiene que estar cerrada, fue abierta forzadamente por esos "divergentes". Personas cuyos cerebros no se decantan por una única opción de las cinco facciones existentes.
Esos divergentes son los causantes de que mi facción esté en la ruina, de que abnegación nos quitase derechos por haber perdido la puerta, de que osadía se burle más de nosotros, de que viva ahora mismo en uno de los grandes centros de acogida de Cordialidad, de que Erudición se niegue a ayudarnos. Porque ¿si no tenemos prácticamente recursos, como vamos a comerciar con las demás facciones?
Pero lo peor de todo, es que fueron los causantes de que mi padre desapareciese, vi como esos divergentes se lo llevaban a rastras. No era ni parte del ejército del lugar, solo era un hogareño que trabajaba humildemente junto a mi madre y mantenía un hogar estructurado.
No, esos malditos divergentes tuvieron que estropear mi vida, tuvieron que destruir todo lo que tenía mi familia.
Mamá dice que deje de pensar en ellos, que ya se fueron, que no volverán a estar aquí. Pero continuamente, Erudición recibe ataques de mucha gente a favor de los divergentes. Cada día me levanto para ir al instituto el cual está en la frontera de Erudición y Cordialidad, dónde vamos todos los chicos que no somos Eruditos o que no tenemos mucho dinero, y prácticamente siempre, viene algún loco de esos gritando frases como "¡Viva la divergencia!" entre muchas otras que se escuchan mientras estamos en el patio.
En ese momento pensaba en los pocos días que faltaban para la elección de facción. Siempre he soñado en estudiar una gran carrera en Erudición, pero mi amor por Cordialidad me ha hecho difícil ese objetivo, quiero quedarme en mi facción y aunque cueste quiero conseguir esa meta, quiero levantar mi facción sea como sea, cueste lo que cueste. Pero ahora, no puedo ni costearme una universidad media.
Y despertándome por la mañana un frio día de Octubre, me comienzo a desnudar para ir al baño que tiene la habitación que comparto con mi madre, que ahora mismo debe de estar trabajando en el campo como agricultora. Al encender el agua, noto como las gotas chocan contra mi rostro bajándose por mi cuerpo y llegando al suelo de la fría bañera. Empiezo a enjabonarme mi pelo, que aunque me guste bastante largo, el cual llega hasta mi cintura y un poco más, es algo trabajoso. Sin darme cuenta, impido con el pie que el agua se cuele y así, la bañera empieza a llenarse poco a poco mientras enjabono mi pelo. Ya llevo cerca de diez minutos en la ducha, no tengo que gastar mucha agua, no es cada vez más cara, pero aún así hay que ahorrar lo máximo. Cierro la ducha y comienzo a secarme rápidamente, para darme cuenta que mi madre me ha sacado la ropa antes de irse. La observo y veo que son de mis mejores prendas, y aunque sean para mañana, ya están preparadas. Ya lo recuerdo, hoy es el examen o test, como lo prefieran llamar de la elección de facción.
Claramente me decantaré por Cordialidad, así que este test no tiene mucho sentido, lo único que hace es molestar.
Cuando salgo de mi piso bajo rápidamente las escaleras, me encuentro algunos vecinos que saludo y ellos igual a mí, con una amplia sonrisa. Tengo que dejar de recordar el pasado, tengo que tranquilizarme.
Salgo del edificio y esperando el tranvía oigo unos pasos detrás de mí y unas manos que se apoyan en mis hombros.
-Buenos días pequeña Alex- Me giré rápidamente y pude observar a un chico con el pelo negro, tenía la misma edad que yo, e íbamos juntos al mismo instituto y aunque fuese de Erudición y sacase muy buenas notas, sus padres no tenían dinero como para proporcionarle un instituto del centro. Vestía una camisa de manga corta de un color cielo abierta con que se podía ver que llevaba una camiseta azul marino. Unos tejanos azules del mismo tono que la camiseta que llevaba hasta su calzado. Kevin.
-¿Pequeña Alex? Si solo me sacas unas…- Noté como tenía que mirar hacia arriba para dirigirme a él. Anteriormente sólo media un poco más que yo, diez centímetros o un poco más. Actualmente me saca casi dos cabezas.-Vale, puedo haber crecido menos que tú, pero eso también puede ser útil.
-Pues no veo para qué. Tan solo veo una chica que como no abra un poco más el libro de matemáticas las suspenderá. Y supongo que no quieres eso.
- Supongo lo mismo, pero es muy aburrido, triángulos y buscar a una X que se pierde cada dos por tres.- Tampoco iba a suspender esa asignatura, pero sí que no era de las más fuertes que tenía. Las clases que mejor me iban eran Biología y Gimnasia. En las demás no sobresalía, pero tampoco sacaba suspensos.
-¿Nerviosa por el test de mañana? Piensa que repercute directamente en nuestras vidas.
-Huy si, nerviosísima. Estoy temblando. Yo sé que elegiré Cordialidad, no sé a qué viene tanta tontería.- Contesté no sin antes mirarle fijamente a los ojos.
-Vaya, hubiese sido genial tenerte en Erudición. Pero te iré a ver de vez en cuando te lo juro.- Me respondía rápidamente sin borrar esa sonrisa de su cara bonita.
-Dudo de que te acuerdes. Eres muy listo e inteligente, pero un fracaso en la memoria.
-Mira, intentaré convencerte hoy mismo. Iremos al museo de astronomía sé que te encantará.
Le miré incrédula. ¿Desde cuando se preocupaba tanto este chico de que escogiera yo? Nunca había puesto tanto interés. Aunque no me disgusta la idea, siempre me ha gustado perderme en un cielo estrellado.
-Sabes que mi idea no cambiará. Pero te acompaño, necesito distraerme, estos días casi no he dormido.
-¿Serán los nervios?
-No creo Kevin…- Respondí cuando llegó el autobús delante de nosotros.
Al pagar el ticket del autobús, caminé casi hasta el final y me agarré de una de las barandillas. Tenía ganas de llegar al instituto, de encontrarme nuevamente con todos. Tengo que olvidarme del tema de los divergentes… Ya se fueron… Y sólo molestan de vez en cuando.
Ese de vez en cuando volvió a ser hoy. Un señor vestido con un esmoquin negro y un sombrero de copa del mismo color esperaba sentado la misma parada que Kevin y yo.
Salimos los tres prácticamente juntos y observo como el señor se coloca enfrente de la puerta de hierro de la escuela sin moverse.
-¿Quién crees que será esa persona?- Preguntaba cuando nos alejamos bastante de la entrada del instituto
-Ni idea. No creo que sea nadie con quien debamos toparnos.- Kevin me respondió no sin antes colocarme un brazo rodeándome los hombros y aumentando el paso para que yo también lo hiciese.
-No creo que sea peligroso.
-No lo puedes saber, y no quiero que lo averigües tampoco.
Llegamos a nuestra clase y nos sentamos en los pupitres hablando con nuestros compañeros de que tal había ido nuestro fin de semana. Para cuando llevábamos veinte minutos hablando, de los cuales hace quince que tendríamos que haber comenzado la clase, nos dirigimos algunos a la sala del director.
-No creo que le haya pasado nada a la profesora.
-Lo mismo digo pero más vale asegurarse Victoria.- Kevin avanzaba a mi lado con su sonrisa de siempre.
En cuanto salimos de nuestra clase, oímos una fuerte explosión produciéndose en el piso de abajo.
El suelo empieza a temblar y a partirse.
Empezamos a correr rápidamente y Victoria tropezándose se cae al suelo. Puedo ver como el suelo que le rodea se destruye cayendo ella en las enormes llamas del primer piso.
Oigo otra explosión delante de nosotros, estamos rodeados. Miro a Kevin y le veo con los ojos bien abiertos.
Victoria era su antigua novia, ya no lo eran por problemas familiares pero siempre supe que Kevin sentía algo por ella aunque no lo demostrase y aunque fuese tan cariñoso, como lo era con ella en esos tiempos, con otras personas. Una de esas era yo.
-¡Kevin corre! ¡Tenemos que huir!- le zarandeo por la espalda intentando que me haga caso.
Le grito pero veo que no sirve para nada. Miro al suelo y empieza a quebrarse como el que estaba debajo de Victoria. Agarro rápidamente a Kevin y me lanzo sobre él empujándole hasta la pared estando a salvo, por el momento, los dos.
Me mira con ojos muy vidriosos. No creo que vaya a llorar pero para eso estoy yo. Puedo ver por la ventana como un loco grita y levanta un cartel que tiene dibujado un símbolo.
Un círculo negro grueso donde por debajo salen dos flechas, también gruesas, que se separan al estar momentáneamente juntas, una hacia el oeste y otra al este.
Es el símbolo de la Divergencia.
No puedo hacer otra cosa que recordar a Papá.
