19 de Marzo de 2015

Shikoku, Japón

"Bien, te estaré esperando en el Centro Comercial. Mi madre quiere comprar algunas cosas para la cena así que tendrás tiempo."

Haruto suspiró. Quería hablar con ella sin que nadie estuviera presente, pero al parecer, Hana no iba a dejárselo fácil.

Tecleó sobre la pantalla de su celular rápidamente:

"Te veré allí entonces. Te amo."

Guardó su celular en el bolsillo de su pantalón, sin siquiera esperar una respuesta. Nunca la había cuando él decía esas palabras.

El centro era un caos esa mañana. A Haruto le resultaba difícil caminar entre la gente que se agolpaba en las veredas curioseando en las vidrieras o esperando para cruzar. La primavera había llegado a Shikoku y como era de esperarse, los turistas y visitantes apabullaban cada palmo de las calles.

El centro comercial quedaba a unas pocas cuadras de Ōganikku ryōri, el pequeño negocio familiar de comidas orgánicas que él manejaba con ayuda de su tío. Se había tomado un descanso del papeleo y las llamadas de proveedores para fumar su único cigarrillo del día y así despejar un poco su mente. Fue en ese momento de paz que Hana, su novia de más de un año, le envió un mensaje para verse esa noche.

Y allí estaba, esquivando bolsas de compras y hombres en trajes que hablaban por sus celulares, camino al centro comercial para verla.

Joder no era que no le importara. De hecho, Haruto había demostrado querer que esa relación funcionara mucho más que ella. Desde hacía algunos meses tenía la sospecha de que ella lo estaba usando para escapar de sus sobreprotectores padres o simplemente por diversión. Y él, bueno, podría decirse de que él estaba realmente jodido por ella.

Desde que había llegado a la ciudad, hace unos cuatro años, no había demostrado muchas habilidades para hablar con los demás. Haruto siempre fue alguien muy reservado y de carácter sensible y Hana fue una de las pocas chicas que se le acercaron a pesar de esos defectos.

Pero ahora, solía pasar sus momentos a solas preguntándose si no había aceptado salir con él por lástima.

Para ser sinceros, era una pregunta que se hacía a sí mismo muy seguido.

Había veces en las que pensar eso no lo molestaba. Haruto siempre había pensado que era un perdedor y le parecía increíble que una chica hubiera puesto un ojo en él.

Haruto, si bien se consideraba de esa manera, era un hombre atractivo y de buen patrimonio. Tenía ojos oscuros y tez blanca, cabellos rubios oscuros y que caían en varias direcciones de su frente haciéndole parecer siempre despeinado. Era alto y de contextura delgada pero atlética, virtud que se acentuaba con sus trajes formales de buen corte.

Características como estas harían de él un hombre de éxito, si su personalidad introvertida y muchas veces propensa a la soledad no hicieran estragos en sus intentos por ser más sociable.

Hacía tiempo que se había resignado a interactuar de manera un poco más "normal" y cuando Hana apareció en su vida, había pensado que estaba salvado.

Lo que lo volvía aún más un perdedor.

Haruto se detuvo para esperar el cambio de semáforo y sus ojos se toparon con una pequeña tienda de accesorios a pocos metros de él y como siempre, su mente se debatió entre lo que quería hacer y lo que le daba temor.

Con tantas cosas en su cabeza, era evidente que no había notado a la persona que lo seguía.

El sujeto se detuvo en una tienda, mientras observaba como él daba unos pasos inseguros hacia el negocio y comenzaba a preguntarle algo al vendedor.

Levantó su mano hacia su boca, como si bostezara.

- Se dirige al centro comercial.

Un pequeño colgante en forma de oso reposaba en su mano mientras se apresuraba al centro comercial. Sabía que Hana adoraba los osos y no había visto ningún colgante para su cartera aunque siempre decía querer uno. Comprar esa clase de cosas siempre le parecieron estúpidas, pero nunca lo decía frente a ella. Las cosas de por sí ya estaban bastante complicadas como para añadir más de esos comentarios.

Quizás ella había terminado por odiar esas actitudes de él. Haruto lo había pensado más de una vez pero le resultaba difícil lidiar con su propia personalidad, siempre se había esforzado por ser bueno en su pareja y en su negocio y así ser el orgullo de sus padres. Esos pobres viejos que esperaban su visita todas las semanas, marchitándose en la soledad de su casa de campo, lejos de su hijo, de toda tecnología u otro afecto humano.

Pero por más que lo intentara, veía su vida cada vez más al borde del abismo. Suponía que ese era el destino para la gente como él, nunca aspirando a ser alguien importante y así como albergaba pocas expectativas de quienes lo rodeaban, el mundo le pagaba con la misma indiferencia.

Su celular sonó en su bolsillo y luego de un suspiro cansino, lo tomó y atendió.

Ya que estaba en todo ese embrollo llamado vida, tenía que pretender que eso era lo que hacía.

-¿Hana?

-Haruto, lo lamento mucho, pero mi madre quiere ir de compras a otro lugar. No le gustaron los zapatos que le regalé así que quiere cambiarlos ahora.

"Pero si que eres patético, Haruto. Aquí viene la parte en la que te sientes desilusionado ¿verdad?"

-No...no hay problema ¿Quieres que las alcance allí?

Silencio, pero él ya conocía de memoria las palabras.

-Oh, no, no te molestes. Puedes ir directamente a mi casa esta noche, cerca de las ocho.

La presión en el pecho siempre le molestaba cuando la escuchaba dar esas excusas. Era por esa clase de sensaciones que todo ese asunto de la vida normal le resultaba estúpido. Pero siempre desaparecían cuando la veía sonreír, cuando la escuchaba hablar o llorar.

-Esta bien, te veo a las ocho.

La llamada se cortó casi de inmediato y la mano que sostenía el dije se volvió un puño. Era algo natural en él que toda la angustía y enojo que sentía siempre era para él y nunca para ella. Después de todo, era él quien le daba las oportunidades para que lo tratara de esa manera.

Dejarla era perder un poco de toda esa pequeña felicidad vivida en una ciudad que apenas notaba su existencia y donde sólo un negocio pequeño de comida orgánica demostraba que alguna vez había existido alguien como él en el planeta. Pero el precio que tenía que pagar por esos minutos de felicidad, era saber que no era amado.

Si eso no lo catalogaba como un perdedor, no sabía en que se convertía.

-¿Sr Haruto Hayashi?

-¿Si?

Se dió vuelta para ver quien lo había llamado, pero apenas pudo dar un paso antes de que sintiera fuertes manos tomándolo de los brazos y un golpe seco en el estómago. Estuvo seguro de que hubiera vomitado si hubiera tenido tiempo de comer su desayuno esa mañana, pero el golpe bastó para dejarlo sin aire por unos desesperantes minutos. Otro golpe detrás de sus rodillas lo obligaron a caer al suelo, donde cayó sobre su pecho y sus brazos fueron atados detrás de su espalda.

Escuchó gritos femeninos mezclados con rugidos de otros hombres, gritándole que se quedara quieto en el suelo.

-¡Cierra los ojos, basura! ¡Cierra los malditos ojos!

Haruto no estaba seguro de si apretaba sus párpados porque se lo ordenaban o porque el dolor en su estómago era tan fuerte que tuvo que concentrarse para no desmayarse. Su mente no podía pensar en otra cosa que no fuera un asalto, pero se dió cuenta de que estaba en medio de un centro comercial, rodeado de gente y con un inofensivo dije en forma de oso en una mano.

-Haruto Hayashi queda usted detenido. No tiene permitido decir nada hasta que lleguemos al cuartel, no tiene permitido mirar, no tiene permitido moverse en todo el camino. Intentar cualquiera de estas cosas será suficiente para matarlo.

El miedo ante las palabras bastó para hacerlo detener sus forcejeos de inmediato. El dolor en su estómago crecía a medida que permanecía tirado en el suelo y sintió algo frío y duro en su nuca. Darse cuenta de que probablemente fuera un arma casi lo hizo gritar de terror.

-Al fin te tenemos, Kira.

Fué todo lo que pudo escuchar antes de sentir como una bolsa de tela era colocada en su cabeza con brusquedad y otro golpe, esta vez en su cabeza hizo que todo se volviera oscuro.


Terror.

Eso era lo que Haruto sentía en ese mismo momento. Un terror que se revolvía en su estómago y le producía arcadas en cada intento que hacía por respirar. Le hacía sentir su cuerpo dormido y completamente sensible a la vez, se había olvidado de como moverse, de como pensar.

Y a pesar de que tenía ganas de gritar, permanecía en silencio, escuchando los gritos del otro lado de la puerta.

Era todo lo que podía hacer, sus manos estaban atadas a sus espaldas y una bolsa de tela en su cabeza le impedía ver lo que sucedía. El hedor de la tela vieja se impregnaba en su nariz y lo hacía sentir ahogado cuando se sumaba a la sensación de no poder mover sus manos.

Por unos minutos, la confusión ganaba en medio de su miedo y eran los pocos momentos de razón que podía usar para comprender por qué demonios le estaba pasando todo aquello. Pero sus respuestas eran igual de fútiles que sus intentos por liberarse.

Estaba esperando a Hana en el centro comercial.

Y en menos de un minuto, hombres de la policía lo habían tirado al suelo y puesto un arma en su cabeza, gritando que cerrase los ojos y permaneciera en silencio.

Y lucho, joder, por supuesto que lo hizo. Él no había hecho nada malo. Quiso gritarles que probablemente se hubieran equivocado de persona, pero apenas pudo abrir la boca para protestar de dolor cuando un golpe en su nuca terminó con cualquier deseo de hablar y también con su conciencia.

Había despertado pero no podía asegurar hace cuánto exactamente. Lo único que sus ojos mostraban era una oscuridad casi completa, la tela apenas le dejaba ver a su alrededor no importaba cuantas veces lo intentara.

-Dios...oh Dios- musitó suavemente, casi como una plegaria y queriendo aunque sea escuchar su propia voz para no enloquecer en el silencio de la habitación.

¿Iban a matarlo?

Las voces frenéticas aún se escuchaban, discutían y sonaban distantes y ahogadas. Haruto sólo pudo concluir que no estaban en la misma habitación pero seguramente en una contigua.

-¿Cuántos vieron lo que pasó en el centro comercial?

-Unos diez testigos, señor. La policía ya se está encargando de ellos.

-No quiero una sola palabra de esto en los medios, ni una sola.

-Francamente, señor, no creo que eso sea posible. Podemos generar una distracción para tergiversar los hechos, podemos acusarlo de un delito mayor y de esa manera ocultaremos lo más importante.

¿Estaban hablando de él? Haruto gruñó de pura exasperación y sus manos volvieron a luchar para liberarse, sabiendo que sólo conseguiría lastimarse sus muñecas. La tensión se disparó dentro de él haciéndole doler el cuerpo de pura desesperación.

De pronto las voces cesaron.

-Quiero hablar con él- se escuchó de pronto una voz de mujer.

En ese momento, Haruto contuvo la respiración, sin querer perderse nada de eso.

-No me parece un buen momento para…-

-No me interesa lo que pienses, Rogers. Quiero ver a ese bastardo.

Él dejó escapar un gemido que no supo si era de desesperación o de alivio. Las lágrimas le hacían cosquillas en sus mejillas y se contuvo con todas sus fuerzas para no balbucear como un niño pequeño.

Pensó en su madre, en lo desesperada que estaría si descubriera todo lo que había pasado. Pensó en Hana, quien seguramente lo había esperado en su casa, dispuesta a arreglar todo lo mal que ambos habían hecho.

Escuchó unos pasos apresurados y una puerta de metal abrirse con violencia. Como si fuera magia, todas las voces se apagaron y él sólo pudo escuchar su respiración acelerada por la adrenalina.

Iba a morir allí.

-Cierra los ojos. Si los abres, te mueres.

Haruto derramó más lágrimas, el miedo y la confusión le habían quitado el poder de hablar.

-Responde.

Él asintió enérgicamente, incapaz de decir una palabra sin sonar como un niño desesperado, esperando que con eso le fuera suficiente. Cerró los ojos con fuerza.

Más pasos y sintió la bolsa de tela siendo quitada de su cabeza. La fría brisa de la habitación le golpeó el rostro sudoroso y golpeado y él no pudo evitar dar una bocanada desesperada. El aire limpio inundando sus pulmones.

-Van a ponerte una venda en los ojos- dijo la misma voz femenina- no te muevas.

Casi al instante de sus palabras, una tela firme se pegó a sus ojos y sintió como ataban un nudo detrás de su cabeza. Él no luchó. Prefería eso antes que la detestable bolsa que había llevado todo ese rato.

Silencio.

Podía sentir una mirada fija en él, pero no se atrevía a hablar.

-Dime como te llamas.

-Ha...Haruto. Haruto Hayashi- apenas pudo reconocer su voz, ronca y pastosa- soy...soy dueño de un…-

-Hayashi. Ya veo.

-Esto...esto es...deben haber cometido un error- dijo Haruto con cautela, tenía que intentarlo, tenía que aclarar las cosas- yo no he hecho nada malo.

La mujer no respondió. Durante varios minutos él esperó por algo, pensando en como hacer para que sus palabras no sonaran demandantes. Pero la desesperación en su pecho se le hacía difícil de ignorar y tenía que luchar por mantener la tranquilidad.

-¿Me ha escuchado? No hice nada malo...por favor...sólo soy un comerciante…¿Por qué me tienen aquí?

-No es ningún error, Hayashi. Todas las pruebas que obtuvimos te involucran a tí- los pasos de alguien que él pudo suponer, eran de la mujer, se acercaron más- rastreamos tus IP. Eres tú a quien le entregan los datos personales de las personas semanas antes de que estas aparezcan muertas. Eres muy dificil de hackear, nos hiciste las cosas muy complicadas. Nos llevó un maldito año, pero al fin te tenemos.

-Es un error- insistió Haruto, ya incapaz de contener las lágrimas.

Él apenas lograba entender el sistema que se manejaba en su negocio. Nada de eso tenía sentido. Tenía que ser un error. ¿Para qué querría nombres? ¿Acaso lo tomaban por un asesino?

-Es un error. Yo...yo no soy un asesino.

-Cierto- la voz de la mujer pareció llenarse con el más puro desprecio y eso sólo sirvió para que cada músculo del cuerpo de Haruto se paralizara- tu no eres un asesino. Tu eres el Dios del nuevo mundo ¿Verdad, Kira?

Una mano firme lo tomó del cuero cabelludo y tiró hacia arriba, él dió un quejido de dolor y sorpresa. Sus manos apresadas en las ataduras se volvieron un puño y a pesar del vendaje, cerró con más fuerzas sus ojos.

¿Por qué le había dicho Kira? ¿Qué demonios estaba sucediendo? ¿Acaso pensaban que él era el asesino de miles de personas?

Sin poder evitarlo, Haruto dejó escapar un sollozo.

-Tu nuevo mundo se termina aquí.


Hola a todos.

Bueno, esta es una segunda parte de la serie Los Nombres de Kira, la primera como ya saben es Herejes. Ambas historias se pueden leer en simultáneo si lo desean ya que son historias separadas por una cierta cantidad de años.

Espero que lo disfruten y les de un poco de intriga.

Comentarios o críticas son más que bienvenidas. Gracias por tomarte un tiempo para leer :)