Summary: Recuerdos e imágenes de un pasado juntos la atormentan, una vida en la que ambos habían sido felices, pero tendría que dejarlos de lado y centrarse en su trabajo y en la meta de él, si es que no quería sentirse cada vez mas sola en el futuro

Disclaimer: Los personajes de Fullmetal Alchemist no me pertenecen, son propiedad de Hiromu Arakawa

Nota: Hace mucho tiempo que no hacia una historia Royai, y aunque muchas capaz que ni saben quien soy, pues nunca he publicado muchas historias aquí y todas han sido muy cortas, esta vez traigo algo un poco mas largo, pero completo, ya que nunca me ha gustado mucho la idea de leer historias que nunca se completan, y que a la larga las olvidan, solo espero que me sepan tener paciencia ante cualquier error, y que disfruten de la historia.

REMEMBRANZA

By. Yurika Cullen

Capitulo Uno

Pov Riza—

El viento frío de la mañana me pegaba en el rostro con fuerza, haciéndome notar que pronto estaría por llegar el invierno, la época del año que mas me molestaba. Pues aparte de no gustarme el frío helándome los huesos, el paisaje en esa época se hacia tan gris, tan deprimente y tan solitario, que no me provocaba ni siquiera levantarme de la cama. Y es que para una persona como yo, que tenía tantas culpas encima, era en esos días tristes en los que mas pensaba en mi pasado, en mi carga. Porque justamente era en esos días en los que más sola me sentía. Cuando más añoraba que las cosas hubieran sido diferentes.

Y no es que me arrepentía de haber hecho lo que hice, y haber tomado las decisiones que tome… no del todo. Pero no dejaba de preguntarme como hubiera sido mi vida si yo hubiera cambiado un par de ellas. Si hubiera tomado otro camino a seguir, otra meta, otro sueño, tal vez mi propio sueño.

¿Pero a quien quiero engañar? Era imposible que yo hubiera cambiado algo de todo lo que he hecho, es realmente imposible tratar de pensar en otro camino que haber seguido, porque aunque mucha gente no lo creyera, este camino lo había elegido porque también era mi sueño, se había hecho mío, desde hace muchísimo tiempo, desde hace muchos años atrás, cuando no era nada mas que una chiquilla inocente y soñadora, cuando la vida a mis ojos se mostraba tan diferente. Cuando pensaba que las cosas serian más fáciles, pero es obvio que nada en este mundo es fácil y nada se consigue de manera rápida, siempre hay que sufrir y luchar por lo soñado, por lo anhelado y estoy segura que por muy duro que sea el camino, al final se lograra llegar a la meta.

El aire se hizo algo mas calido cuando entre a las instalaciones del cuartel, y aun así la sensación de frío no se iba de mi cuerpo y es que por mas calefaccionado que estuviera el cuartel, este lugar para mi siempre seria frío. Cuando llegue por fin a la oficina, me quite el abrigo y la bufanda que me habían acompañado en mi trayecto intentando inútilmente darme algo de calor. Y es que el frío que había en mí, no solo estaba en mi cuerpo, también estaba en mi alma, instalado ahí desde hace mucho y sin intenciones de marcharse, por mas que yo intentara alejarlo.

Dí rápidamente un vistazo a mí alrededor y lo que encontré aquí no me sorprendió. La nada. Y es que desde el día que los chicos y yo habíamos sido separados del General, esta oficina no había vuelto a ser la misma. Mas aun cuando ahora solo éramos dos, y es que después del día prometido, el General había decidido que todos permanecieran en sus respectivas posiciones actuales, ayudándolo desde cada punta del país a conseguir su anhelado sueño, excepto yo por su puesto, yo aun continuaba a su lado después de todo, siempre a su lado, siempre cuidándolo, cuidando su espalda, cuidándolo a él. Solo a él.

Aunque hoy seria la excepción, ya que hoy era su día libre, su día de descanso, yo por el contrario, tenia que venir a trabajar, tenia que archivar y revisar papeles que como siempre estaban atrasados gracias a él, aunque él había cambiado un poco con eso. Después de haber estado llevando la oficina él solo mientras yo era rehén de un Führer sin escrúpulos, al parecer en ese tiempo de trabajo solitario, había valorado un poco mas mi trabajo y esfuerzo, y es que ahora aunque al comienzo del día siempre le daba vueltas al asunto, siempre buscaba alguna pobre escusa para no empezar a trabajar, al final se resignaba y aunque lento, empezaba a hacer su trabajo. Por lo menos ahora intentaba un poco mas trabajar, aunque aun así, antes de finalizar el día, se cansaba y terminaba dando un suspiro aburrido, mientras ideaba alguna forma de salir temprano de la oficina, terminando ambos en un paseo por la ciudad, que él camuflaba en una ronda de guardia civil. Es mas ya ni necesitaba dar excusas, simplemente se levantaba y me ordenaba que lo acompañara y yo sin emitir ni una sola queja, lo seguía.

Pero hoy sorprendentemente era yo quien no quería trabajar, quien no tenia ganas de leer todo el papeleo y quien no tenía cabeza para el rollo diplomático, no tenia disposición para atender asuntos simples y banales para mí. Porque en eso entendía perfectamente al General, esa era la parte aburrida y la parte innecesaria de su meta, la parte de relleno, pero de un modo u otro era complementaria con todo lo demás.

Y es que la noche anterior había estado teniendo sueños poco gratos o mas bien, demasiado gratos, demasiado efímeros para mí. Y aunque mas que sueños, eran recuerdos, estaba completamente segura que esos serian momentos que nunca volverían, que jamás tendría la oportunidad de vivirlos de nuevo y por eso se hacían amargos, porque me recordaban la vida que tenia, los pecados que había cometido y las culpas que nunca podría expiar, que me perseguirían por el resto de mis días y tal vez hasta el infierno, hasta el mas allá.

Todo había sido culpa de la fecha en que nos encontrábamos, el día de ayer había sido el aniversario de la muerte de mi padre, de Berthold Hawkeye, y aunque esa fecha no era para nada grata, no podía evitar relacionar muchos acontecimientos a esa época en mi vida, o a la época en la que mi padre aun estaba vivo. En la que yo aun no estaba manchada con la muerte. En la que él había llegado a formar parte de nuestras vidas, cambiándolo todo por completo.

Sabia que no debería pensar en ello, que no debería remover mucho el pasado, que era muy difícil para mí continuar cuando por mi cabeza pasaban tantos recuerdos, tantos acontecimientos del pasado que de una forma u otra me habían llevado al lugar donde estaba. Hayan sido buenos o malos, yo los consideraba un tesoro en mi memoria, la única cosa buena que había hecho en mi vida, pero que estaba muy conciente no volverían jamás. Y por eso debería dejar de traerlos al presente, porque eran solo pasado, y nada más. Eran solo el constante recuerdo de que alguna vez había sido completamente feliz, pero que injusto o no, esa felicidad había sido arrancada de mis manos, para mancharlas de sangre.

Pero era tan difícil poder hacerlo, poder olvidar esos años que aunque cortos, fueron tan hermosos, tal vez yo logre comprender el verdadero valor de esos momentos después de que ya no podía volver a ellos.

Para muchos seria difícil imaginarse a la Teniente Hawkeye siendo una chica normal, una simple adolescente enamorada. Si, enamorada. Y es que aunque muchos podían imaginar quien seria la única persona en la cual yo podría albergar ese sentimiento, nadie sabía hasta que extremos pude haber llegado con eso. Nadie sabía nada, nunca sabrían como había sido mi historia en verdad. Por más que intentaran adivinar y lograran llegar a alguna cercana conclusión, aun así les faltaría mucho.

Y es que esos sueños, esos recuerdos, no podían ser de nadie más que míos y de Roy, pero no el Roy de ahora, no el General Roy Mustang, no la Teniente Riza Hawkeye, no,eran simplemente Roy y Riza, esos chicos inocentes y soñadores que habían sido, ese par de adolescentes de antaño.

Y es que aunque no debería, hoy me daría el gusto, después de tanto tiempo, hoy y solo hoy, me permitiría recordar, añorar y soñar con algo que no podía ser, hoy en la soledad de la oficina, recordaría cada momento del pasado.

Momentos de años atrás, empezaron a pasar por mi cabeza y ante mis ojos como una cinta de película muda, sonrisas, miradas, expresiones, situaciones, angustias y esfuerzos, y a cada tanto alguna conversación o algún momento me detenía a recordarlo con exactitud, reproduciéndolo como si fuera ayer que hubieran ocurrido. Como cuando él había llegado a mi vida, esa primera ves que lo vi, cuando mi padre me lo había presentado como su aprendiz, algo que para mi fue totalmente extraño, mi padre nunca había aceptado a nadie como aprendiz, y aun a mi corta edad, yo comprendí que algo debió ver en aquel chico de cabello y ojos azabache con sonrisa amable, para haberlo aceptado, algo que a mi me intereso descubrir.

Seguí recordando mi infancia con él, como nos habíamos llegado a llevar tan bien, aunque al comienzo ambos nos tratábamos con mucha cortesía para ser solo unos niños, pero es que yo siempre había sido cauta, gracias a la excentricidad de mi padre la gente no me trataba como a mi me hubiera gustado, así que había tenido que aprender a ser cortante y defenderme de insultos bastante hirientes y en ocasiones de agresiones físicas por parte de mis compañeros de escuela. Pero con él había sido distinto, él siempre me trato como si fuera normal, aunque yo sabía perfectamente que lo era, pero el noventa y nueve por ciento de la demás gente parecía no notarlo y siempre me habían tratado como un fenómeno. En cambio Roy parecía estar a gusto a mi lado, parecía disfrutar nuestras charlas e incluso me había confesado que a pesar de nuestra diferencia de edades, encontraba muy divertido hablar conmigo.

Con el paso de los años nos habíamos hecho los mejores amigos, yo lo ayudaba con sus estudios de alquimia en lo que podía, y él me ayudaba con las compras, nos íbamos juntos a la escuela y siempre volvíamos juntos, éramos inseparables, irónicamente eso no había cambiado, aunque no se podía compara una relación con la otra.

Como era de esperarse las cosas iban a cambiar, y en algún punto yo comprendí que estaba enamorada, en algún momento había podido entender que estaba pérdida, que no había vuelta atrás, y ahí es que su sueño, el de él, también se había hecho mío, porque fue escuchando sus ideales inocentes, sus intenciones con la alquimia, que yo pude abrir los ojos ante mi sentimiento, ante lo que sentía por él.

Y siendo mi carácter como lo era, y como lo seguía siendo, no dude en decírselo, porque en esa época no había nada que me lo impidiera, no había manos manchadas de sangre, ni remordimientos pasados, no había culpas, no había nada. Y fui realmente feliz cuando él me correspondido. Ese había sido mi primer beso, el de ambos, el primero de muchos, el comienzo de todo, aun incluso del final.

Ambos habíamos empezado una "relación" extraña, pues nunca habíamos hablado sobre lo que en realidad éramos, pero no había hecho falta, nos teníamos el uno al otro y eso bastaba, teníamos ese sentimiento correspondido y con eso nos conformamos, éramos jóvenes, no teníamos porque agobiarnos por nimiedades, solo nos habíamos dedicado a vivir, a vivir el sueño que mas tarde seria solo un recuerdo triste y melancólico.

Pero en lo que si habíamos estado ambos de acuerdo, era en no contarle nada a mi padre, porque estábamos seguros que él no estaría a gusto con la noticia, ambos habíamos decidido esperar. Pero no habíamos esperado mucho más para avanzar en nuestra relación. Recuerdo perfectamente, claramente la noche de mi cumpleaños numero quince.

La noche en la que habíamos estado juntos la primera vez, en la que nos habíamos entregado el uno al otro, ambos sin experiencia, con inocencia y aunque yo era un tanto mas joven que él, no me arrepentía en lo mas mínimo de lo que había hecho. Porque había sido lo correcto, las decisiones de esa época nunca habían estado erradas, y por eso y aunque a la actualidad me trajeran recuerdos tristes, eran también mis recuerdos felices, recuerdos de mi etapa más feliz, de mi etapa junto a él.

Desde ese momento nos habíamos hecho mucho más inseparables, una sonrisa irónica se dibujo en mi rostro al recordar, lo intenso que se había hecho esa relación, nos habíamos hecho adictos el uno al otro y prácticamente los momentos libres que teníamos nos la pasábamos haciendo el amor, si, haciendo el amor, solo así lo podía describir era amor. Habíamos recorrido prácticamente toda la casa, la cocina, los pasillos, las habitaciones, a excepción de la biblioteca, pues ese era el recinto de mi padre, y por eso, ambos estábamos tan libres en la casa, porque mi padre no salía nunca de ahí, porque mi padre estaba muerto en vida en ese lugar, y nunca era conciente de lo que pasaba a su alrededor.

El toque de la puerta me saco de mis pensamientos, y con un ligero "pase" le dí la posibilidad de entrar al intruso que en este momento me distraía de mi único día de recuerdos, del único día en el que me permitiría ser débil.