Disclaimer: hetalia/inútitalia es de Himaruya. La idea para esto de un documental de NatGeo acerca de leones marinos.
A Feliciano le atraía bastante la filosofía de los leones marinos: si tienes algún problema con alguien, la mejor solución es tomar una siesta.
Así que después del enorme coraje que le dio ver como su mejor amigo se peleaba con su hermano, se encaminó hasta su habitación, se recostó en la mullida cama, y contó ovejas hasta sentir sus párpados caer en una placentera realidad onírica.
Oh, pero eso no significaba que los demás quisieran seguir aquella dinámica tan pacífica del chico, para su desgracia. De vez en vez, escucharía un par de insultos dirigidos hacia su persona; él trataría de hacerlos de lado, lo que era imposible en las pocas ocasiones que su hermano corría a defenderlo.
— ¡¿Y quién coños te crees para decir jilipolleces de mi fratellino idiota, franchute estúpido?! —claro, que no dejaba la mejor impresión de un hermano mayor con esa boquita sucia.
Feli mordisqueaba un pan sin prestarle demasiada atención al argumento, sabía lo atrapado que se podía poner su hermano en esa clase de situaciones y era mejor dejarle aspaventar que entrometerse y salir tú lastimado. La cara de Francis se metamorfoseó en una mueca divertida al ver el rostro enrojecido de furia del mayor de los hermanos Vargas.
—Oh, mon ami, sólo era un comentario inofensivo, no esperaba que te lo tomaras tan personal —al término de ello, soltó su tan afamada risa que le daba escalofríos:— ¡Honhonhon~! —antes de retirarse.
Ante esto último Lovino gritaría varias de las mejores maldiciones en su enorme repertorio (por favor, que Lovino quiere aumentar su resistencia al dolor) e incluso vociferó unas cuantas que aprendió del macho patatas.
Observando a su hermano, Feli ladeó la cabeza, pensando, tratando de recordar qué tipo de cosas harían a su hermano feliz. El que este pasara tanto tiempo con su amigo español no era lo que se le llama "un incentivo para la convivencia fraternal," así que la tarea auto-asignada se mostraba como una de gran dificultad.
Así que en cuanto recordó aquel dato curioso que háyase visto hacía tantos años en un documental de NatGeo, arrastró a su hermano de la muñeca hasta su habitación y lo obligó a recostarse junto a él.
— ¿Y esto cómo para qué es, Feliciano? —el otro le contestó con una risita ambigua, y se consoló al ver cómo el ceño fruncido de su hermano desaparecía.
—Siempre que me enojo con alguien, es mejor tomar una siesta para olvidar.
Ante la lógica irrefutable detrás de su argumento, Lovino soltó un suspiro, cerró los ojos y abrazó a su hermano, agradecido de tenerlo para ayudarle.
—Entonces te veo dentro de un par de horas.
