Disclaimer: Los personajes de Hetalia de este fic no me pertenecen, son de Himaruya.


TARDE OTOÑAL


Una calesa pequeña, descubierta y tirada por un poni que pronto sería un caballo hecho y derecho, atravesaba la campiña inglesa. Era una hermosa tarde de otoño, hacía fresco y no frío y el cielo sólo tenía algunas nubes. Era el día perfecto para pasear. Además del cochero, un joven de pelo rubio oscuro y ojos azules, la calesa estaba ocupada por una muchacha rubia y elegante. Su tono de pelo era más claro que el de su cochero, y sus ojos azules, más pálidos. Una dulce sonrisa decoraba su rostro. Llevaba puesta una elegante falda blanca con encajes, una chaqueta fina roja y un bombín del mismo color, con una cintita morada.

—Paremos en la granja Wisselback, Raivis —pidió la joven dama—. Me gustaría dejar unas cosas encargadas.

—Como diga, señora...quiero decir, Lily —respondió el chico, ruborizándose. Aún no se acostumbraba a llamar a su señora por su nombre de pila, como ella le tenía dicho. El joven detuvo el carro al lado de una casita de un piso, pequeña y acogedora, con un establo, un huerto y un corral de gallinas. Era una de esas casas de campo con el tejado rojo, que daba alegría verlas de lo bonitas que eran.

—No tardaré, espere aquí... —Raivis bajó de un salto del carruaje y se alisó su casaca roja sin mangas y sus pantalones beige, dirigiéndose hacia la puerta de la granja y llamando con varios golpecitos. Un ratito después, abrió la puerta una mujer, de pelo gris, casi blanco, y ojos color turquesa. Llevaba puesto un vestido largo de color rojo clarito, con rayas, y un delantal blanco encima. El letón se puso rojísimo al verla, y bajó la cabeza, algo avergonzado. Ella sonrió.

—¿Qué quieres, pequeño?

—V–verá, señora...vengo de parte de mi ama para...p–para dejar encargada una cesta con comida, y llevarla a la mansión de Sussexshire Forest...a más tardar, d–dentro de dos días... —balbuceó el muchacho, sin mirarla a los ojos de la vergüenza. La granjera le acarició la mejilla, lo que le provocó que la cara le ardiera y se pusiera muy nervioso. Levantó la cabeza y la miró.

—Eres muy servicial, cocherito —le elogió. Raivis se sintió como un estúpido, sin poder responder nada y el corazón desbocado—. Dile a tu señora que le enviaré el pedido mañana a más tardar. Pero esto es para ti.

Cogió una manzana y se la tendió al joven letón.

—M–muchísimas g–gracias —respondió éste, retirándose rápidamente y comiéndose la manzana mientras saltaba al pescante y ponía en marcha la calesa.

—Raivis... —le preguntó Lily, que había visto todo—...algo me dice que no es la última vez que vendrás a ver a la granjera, ¿me equivoco?

Le sonreía pícaramente, y el muchacho carraspeó mientras sonreía bobaliconamente.

—N–no sé de qué me está hablando... —se hizo el tonto y miró para adelante guiando al poni, sintiendo la coronilla arderle vivamente. Pero Lily tenía razón. Cada vez que hubiera que hacer un pedido en la granja, él acudiría. Incluso si no recibía la orden de hacerlo.

FIN