Disclaimer: El trama es mi total autoría, los bellos personajes le pertenecen a la grandiosa Rumiko Takahashi, este fic es sin fines de lucro y solo fue creado para propósitos malvados. Sí, como leyeron. Propósitos malvados, al menos hasta lograr que los personajes sean míos :3

ADVERTENCIA: Pueden haber uso de vocabulario soez, así como escenas explícitas y violentas. También aprovecho para decir que el fanfic está en edición.

[EN EDICIÓN]

Por los momentos, se irán publicando las ediciones, tardaré un poco más en hacer actualización. Sí leyeron el último capítulo que publiqué dije que actualizaría cada 10 días (cosa que a partir de hoy se hará, ahora que ya tengo bastantes avances en las ediciones, no me tengo porque atrasar en las nuevas actualizaciones, veré que encajen bastante bien) y en serio lo iba a hacer, hasta que me puse a ver que quería hacer una edición de la historia y acortarla un poco; es decir, que posiblemente se eliminen algunos capítulos que no tienen mucha importancia (relleno innecesario) para hacer más entendible el trama. No pienso cambiar el trama, para nada, pero las escenas y dialogos si se cambiarán bastante. Espero que los disfruten, y sin más les dejo con el primer capítulo *editado* de Mi Amada Miko. [POR CIERTO, EL CAMBIO MÁS DRÁSTICO ES EL TIEMPO, Lo entenderán cuando lean, sólo advierto: Kagome tiene 23 años y Rin 18, Kagome pasó entrenando y recuperando los fragmentos durante los cinco años de entrenamiento]


Respiró profundo antes de continuar con lo que hacía, hoy sería el día, el gran día. Por fin había llegado el momento de enfrentarlos. Ya no había marcha atrás, ya no podría retractarse. Cerró los ojos y respiró tres veces hasta serenar su mente por completo. Su corazón latía desbocado. Esto en definitiva, no iba a ser fácil.

Se ató el listón de su hakama rojo y dio por terminada la complicada tarea de vestirse, optó por atar su cabello en una cinta blanca, pasó su mano por él y no pudo evitar pensar en lo largo que estaba. Tomó una bocanada de aire más y salió al exterior del templo.

El día de hoy cumplía 8 años de conocer la época antigua; la Era Sengoku, un día como hoy, ella cumplía 15 primaveras cuando fue arrastrada sin querer a ese lugar por una youkai, un lugar donde conoció toda clase de personas y donde se enteró de su deber como Guardiana de la Shikon no Tama, un poderoso objeto que poseía el poder para conceder un deseo, ya fuera bueno o malo, depende de su portador. Ahora 8 años después, estaba cumpliendo sus 23 primaveras y aún seguía atrapada en esa época antigua.

Tragó duro.

Cuando llegó, estuvo un año entero, combatiendo codo a codo con una exterminadora de demonios, un monje pervertido, un zorro mágico y un medio demonio. Todo parecía ir sobre ruedas, hasta que un día, cuando decidió volver a su hogar en el futuro por más provisiones, el portal del pozo devora huesos, no funcionó.

Al principio todos pensaron que debía ser algo temporal, pero desde ese día, han pasado 7 años y el pozo nunca más volvió a funcionar, ni siquiera pudo despedirse de su hermanito, su querido abuelo y su amada madre. Siempre que pensaba en ellos se ponía mal, por lo que trataba de no hacerlo.

Durante esos siete años, pasaron cosas, demasiadas para su gusto.

En más de una ocasión resultó herida de gravedad por su falta de entrenamiento, trató con creces exteriorizar su poder interior, pero nada parecía funcionar, Kaede solía explicarle una y otra vez la manera correcta de hacerlo, pero ella no parecía lograrlo.

Un día en específico, el InuTachi (como solían conocerlos los aldeanos de varias regiones), salió a combatir unos demonios en la aldea vecina, una batalla en la cual, Miroku casi pierde la vida.

Ella debía estar cuidandole la espalda, pero sólo hizo falta un segundo para que un oni lo hiriera de gravedad, atravesando su cuerpo con sus garras, al terminar la pelea, todos huyeron hacia la cabaña de Kaede, donde la anciana hacía lo mejor que podía para salvarlo y por poco lo logró.

Cuando ella trató de disculparse, algo no salió como siempre.

" — Lo siento mucho, chicos. Yo no quise…

" — ¡Esto no hubiese pasado si no hubieras sido tan descuidada, Kagome! — Le gritó InuYasha.

" — ¡Oye! ¡No me grites! ¡Te dije que había sido un error!

" — ¡No! - El gritó de Sango la descolocó por un momento. —. InuYasha tiene razón, Kagome. Esto no habría sucedido si por una vez en tu vida hubieras servido de algo. — Kagome no pudo creer que Sango, la persona que quería como a una hermana, le dijera eso, aunque fuese verdad, le dolió.

" — Lo siento tanto, Sango.

" — Un lo siento no arreglará nada, Kagome. ¡Mi esposo casi muere por tu culpa! ¡Ya perdí a mi gente, a mis padres y a mi hermano! ¡Él es lo único que me queda! ¡Y casi lo pierdo por tu descuido! — Las palabras calaron hondo en su interior."

El latente recuerdo sobre ese día, aún hacía mella en ella.

Tras eso, se generaron más peleas internas, una llevó a otra y esa a otra y a otra más, parecían no tener descanso nunca.

Luego de tantas peleas, ella solía huir lejos del grupo para evitar las miradas ociosas y llenas de remordimiento hacia su persona, solía tener sus escapadas de varias semanas al Norte, junto con Koga y sus amigos. Sonrió al recordarlos, ellos se habían vuelto una parte muy fundamental en su vida, así fue desde aquel día.

Aquel día fue donde se dio cuenta de lo cruda y desolada que puede ser la realidad.

Observó el azulado cielo sobre ella, las pasajeras nubes se movían a su paso, los árboles se mecían al compás del viento, alborotando su cabello atado.

El aire fresco que entraba por sus fosas nasales, le brindaba una paz extenuante y casi falsa, nada podía estar en paz para ella o dentro de ella, todo ella era un caos con pies. Su mente la traicionaba al traerle los recuerdos más dolorosos que ha vivido en su vida.

¿Alguna vez te han traicionado? ¿Te han apuñalado por la espalda y luego por el corazón?

Bueno, algo así sucedió con ella, hace cinco años, justo en el aniversario de su nacimiento número dieciocho, se desató una batalla, tan cruenta y cruel que parecía el fin de todo lo que alguna vez conoció.

"Naraku y sus extensiones aparecieron en un prado, donde acabaron con cualquier ser viviente, las bellas flores se encontraban marchitas, los árboles sin ninguna hoja, el aire contaminado por el venenoso miasma y las pobres criaturas sin vida que yacían en el suelo, Kagome se horrorizó al ver la brutalidad y el salvajismo del lugar.

Había llegado junto con Koga y algunos lobos de su manada, desde hace dos de los tres años que llevaba atrapada en esa Era, Kagome y Koga se encontraban a escondidas a hablar o pasar el rato, hablaban tanto que del cansancio se quedaban dormidos juntos, los sentimientos amorosos de Koga hacia ella murieron, pero renacieron como los de un hermano mayor, por lo que a veces podía ser demasiado sobreprotector con ella, al momento InuYasha y el resto llegaron al prado.

" — ¡Naraku! — InuYasha desenvainó a colmillo de acero y lo empuñó frente a él.

" — ¡InuYasha! Que gusto volver a verte, parece que sigues siendo la misma basura de siempre. — Se burló socarrón.

" — ¡Naraku! ¡Infeliz! ¿A quién le dices basura, maldito insecto?

" — Vamos, no te enfades por la verdad. Justamente te buscaba a ti, querido medio demonio. — Una sonrisa maquiavélica apareció en su rostro. Nada bueno presagiaba.

" — ¡Keh! ¡No me jodas! ¿Dónde la tienes maldito? — Kagome lo vio confundido. —. ¡Dime! ¡¿Dónde tienes a Kikyo?!

" — ¡¿Kikyo?! — Kagome no pudo evitar sonar sorprendida, ¿qué había pasado en la semana que ella no había estado en la aldea de Kaede?

" — Así es, querida Kagome. Verás… — Naraku extrajo sus tentáculos y comenzó a moverlos alrededor suyo. —. Me sentía tan mal por InuYasha, el pobre aún no se decide por una de ustedes, así que decidí ayudarlo. — Una gran sonrisa maquiavélica cruzó su boca, en definitiva, no presagiaba nada bueno.

Kagome trató de retroceder, Koga se adelantó y la colocó detrás de su cuerpo de manera protectora.

" — Kagome, retrocede.

" — Koga…

" — ¡Retrocede! — Le gritó por encima de su hombro.

" — Muy tarde. — Dijo en un susurró el hanyou. Para cuando Koga volvió la mirada hacia él, un tentáculo ya estaba sobre ellos, el lobo pudo escuchar el desesperado grito de la sacerdotisa por acudir a su ayuda, pero lo impresionante fue que el tentáculo paso a su lado, rozando su mejilla, para cuando se dio cuenta de su error, ya era tarde.

El tentáculo se envolvió en el delgado tobillo de la chica y la jaló con fuerza, logrando que su cabeza se estrellara contra él marchito y duro suelo del prado y cayera a la inconsciencia con rapidez, Ginta y Hakkaku se lanzaron sobre su cuerpo, pero Naraku fue rápido y la atrajo hacia él sin ningún cuidado.

" — ¡Kagome! — Gritó el lobo tratando de acercarse, pero sin éxito.

" — Eso fue sencillo. Al menos Kikyo dio más pelea. — De un tentáculo que tenía oculto quien sabe donde, extrajo a la sacerdotisa de barro del cuello, parecía estar desvanecida, igual que Kagome.

" — ¡Maldición! ¡Kagome!

" — Maldito lobo, ya deja de gritar.

" — ¡Eres un malnacido, Naraku! ¡Bajala ahora!

" — Obligame. — Le retó.

Koga desenfundó sus garras ancestrales; Goraishi.

" — Con gusto. — Aceptó el reto con socarronería.

" — Intentalo.

Koga corrió y de un salto se lanzó hacia el mestizo, que lo esperaba con tranquilidad y sin ninguna protección cubriendo, era la oportunidad perfecta, preparó sus garras para clavarlas en su cuello, pero entonces el rostro de Kagome apareció en su visión y fue muy tarde para detenerse, iba a gran velocidad, mataría a su hermana. ¡Maldición!

E iba a hacerlo de no ser porque una patada lo envió lejos y él cayó rodando y golpeándose contra el suelo repetidas veces, pero evitando así la muerte de la sacerdotisa a quien tanto aprecio le tenía.

Koga se levantó mareado.

" — ¡Koga! — Ginta y Hakkaku corrieron hacia él, cuando llegaron a su lado, lo ayudaron a ponerse de pie, los vio interrogantes, pero ambos negaron con la cabeza al comprender. —. Fue la señorita Ayame.

Los tres lobos dirigieron su vista a la loba pelirroja, estaba a varios metros de Naraku, cerca del InuTachi. Apenas se recompuso, corrieron hacia ella.

" — ¡Maldito lobo sarnoso! ¡Eres un inútil! — Le recrimina el mestizo apenas llega.

" — ¡¿Qué dices?! ¡Tú ni siquiera moviste tu maldito trasero, perro pulgoso!

" — ¡Cállate! ¡Mejor no te metas lobo apestoso!

Todos observan expectantes a Naraku, mantenía a las dos sacerdotisas cerca de él para usarlas como escudo, por lo que ninguno no quería atacar, ¿acaso se habían quedado sin opciones?

" — ¡Naraku, maldito! ¡Bajalas en este instante!

" — ¡Oh! Pero querido InuYasha, claro que lo haré. — Todos se vieron extrañados entre ellos.

¿Las iba a liberar así como si nada? No… Ahí había algo raro.

" — ¿Lo harás, así sin más? — Preguntó ingenuamente el medio demonio.

" — ¡Por supuesto que no, imbécil! ¡¿Cuál es el truco?! — Le gritó Koga. El lobo lo sabía, era una trampa, una trampa segura.

Naraku sonrió.

" Lo sabía, había un truco después de todo.

" — Simple. Sólo tienes que elegir. — La palabra se deslizó de sus labios como una serpiente escupiendo veneno.

" — ¿Elegir? — InuYasha bajó a Tessaiga. —. Explícate.

" — Eres más idiota de lo que aparentas.

" — ¡Maldito! — Rugió.

" — Escucha InuYasha, es muy simple. Sólo elige a quién quieres que bajé y lo haré.

" — ¿Qué pasará con la otra? — Preguntó Ayame preocupada, esto se veía mal, muy mal.

" — La absorberé. — Dijo como si nada.

La manada de Koga se vieron espantados entre ellos, no era un secreto lo que InuYasha sentía por su antiguo amor. El Ookami apretó los puños a sus costados, no podía creer que Naraku le diera la opción de elegir, cualquiera sabe su cuál será la respuesta, además de querer hacer pasar está humillación a Kagome, esto era inaudito.

" — ¿Ya decidiste, InuYasha? El tiempo corre.

InuYasha se volvió a su grupo, todos se vieron serios y sin una pizca de preocupación, como si hubiesen esperado este momento por mucho tiempo. Los miembros del InuTachi asintieron unos a otros, todos habían tomado su elección. La manada de Koga los miraba como si estuvieran locos, ¿en serio esa sería su decisión? No era necesario que la dijeran en voz alta, ellos ya la sabían.

" — ¡Oh, no! — Susurró Ayame al borde del llanto, Ginta la abrazó. No podía creer lo que iba a presenciar.

Koga apretó la mandíbula.

Se supone que eran sus amigos, sus camaradas y ¿así es cómo le pagan? ¿la piensan dejar a su suerte, así nomás?

Ni siquiera quiso escuchar a que InuYasha tomará su elección, volvió a materializar a goraishi y se preparó para lo que venía.

" — Se acabó tu tiempo, InuYasha. Me quedaré con ambas. — Las acercó a él dispuesto a absorberlas, pero el grito del mestizo lo detuvo y lo hizo sonreír enormemente.

" — ¡Kikyo! — Gritó a todo pulmón.

Naraku sonrió triunfante, deshizo la kekkai y estiró el tentáculo donde yacía la miko no muerta, la lanzó sin cuidado por los aires, pero fue atrapada a tiempo por InuYasha.

Antes de que algo pasará, Koga ya corría hacia Naraku como una flecha en vuelo, el hanyou no tuvo tiempo para recrear la barrera, por lo que sólo fueron cuestiones de segundo cuando Koga saltó y con goraishi, cortó el tentáculo que tenía prisionera a su hermana, la atrapó con su brazo izquierdo y dando una vuelta sobre su eje, aterrizó sobre el suelo, derrapando gran parte pero ya con la sacerdotisa en brazos.

Naraku se vio ofuscado por su propio plan, ni siquiera sintió cuando saltó sobre él, aunque no todo había salido mal, ya había plantado la semilla de su mal, sonrió sardónico antes de desvanecerse en una nube de miasma y recriminando a sí mismo, por no haberle quitado los fragmentos al entrometido lobo.

Todos estaban tan sumidos en un ambiente tenso y abrumador, nadie hablaba, tan solo las miraban decían lo que las palabras no podía, las miradas asesinas volaban de unos a otros, el rencor y la ira no se hicieron esperar.

A lo lejos, en la rama de un árbol lo suficientemente alto, un demonio de alto rango miraba la escena con desinterés. Sabía que tarde o temprano, eso sucedería, sus ojos trataron de volverse rojos a causa de su bestia, pero él lo subyugo e impidió que saliera. Su bestia estaba como loca por salir y tomar a la sacerdotisa para él. Él no la quería para nada útil, pero al parecer su bestia sí y eso lo enervaba. Una humana, una sagrada, una inútil sagrada humana traía loco a su bestia. Que repugnante.

Chasqueó la lengua hartó de la situación, a él no le interesaba el problema de faldas que el bastardo del mestizo tenía. Se largó cuánto antes de ahí."

Un sonido la hizo pestañear varias veces, volvió la mirada confundida y se dio cuenta de que se había quedado ensimismada viendo el cielo, frente a ella estaban las personas que se habían vuelto las más importantes en su vida, con la excepción de que aún faltaba una persona muy especial en ese grupo.

Sonrió alegre y se lanzó a abrazar a Ginta y Hakkaku, pasó cada brazo por el cuello de ambos y descansó su cabeza entre la unión de sus hombros.

— Los extrañe tanto, chicos. — Los dos lobos se sonrieron y la abrazaron por la cintura.

— Y nosotros a ti, pequeña. — Dijeron al unísono.

Kagome se alejó de ellos y procedió a abrazar a la loba que estaba detrás de ellos.

— A ti te extrañe más, pero no le digas a nadie. — Ayame rió mientras devolvía el gesto con emoción.

Ayame había sido un gran soporte para Kagome en los últimos cinco años, desde el día de la traición, casi nada había vuelto a ser igual, ella estuvo en un estado deprimente durante varios meses, hasta que Koga y el resto la salvaron de ese agujero. Gracias a todos ellos, había vuelto a renacer.

— Claro, saluda a todos primero y olvídate de tu hermano mayor. — Koga se dio la vuelta con los brazos cruzados, fingiendo enojo y tristeza. Kagome soltó una risa ante la infantil actitud de su hermano.

— ¡Koga! — Kagome soltó a la loba y corrió hacía el lobo riendo, no lo pensó dos veces y saltó sobre su espalda, envolviendo sus piernas en su estómago.

— ¡Aagghhh! — El lobo trató de sonar como si estuviera bajo ataque, pero en lugar de eso una estrangulada carcajada brotó de su garganta. —. ¡Demonios, Kagome! ¡Pesas demasiado! — Koga rió de su propia broma, Kagome al inició lo hacía, pero ahora ya no.

— ¿Qué…? — Un aire frió recorrió la espina dorsal de Koga. Volvió la cabeza un poco y al ver la tétrica cara de su hermana, pudo jurar que había visto a un demonios con cuernos.

Koga empezó a reír nervioso.

— Por favor, no me mates. — La vio suplicante.

— Puedo dejarte inconsciente como la última vez. — Rodeo su cuello con los brazos para simular que hablaba en serio.

— O puedes darme otro abrazo. — Dijo nervioso.

La sonrisa de Kagome se ensanchó más y bajó de su espalda, rodeo el abdomen del lobo y recostó su cabeza en su pecho, extrañaba abrazarlo, Koga correspondió de inmediato y descansó su barbilla en la cabeza de su pequeña. La separó para mirarla a los ojos y así cerciorarse de que estaba bien, pero su sorpresa fue otra.

Se fijó entonces en el atuendo de ella. Abrió los ojos sorprendido y en su boca se plantó una sonrisa sincera.

— Ya llevas el traje oficial del sacerdocio.

Kagome no entendió, pero luego bajó la vista a su ropa, se alegró mucho de escucharlo de Koga.

— Hmm. — Asintió feliz. — Hoy es el día, ¿cierto? — Entrelazo sus manos detrás de su espalda y su vista volvió al cielo.

— Sí, pero si no quieres ir, podemos ir mañana. — Esa era una buena opción, de todos modos, están en el Norte, sólo debían cruzar el bosque, dos pueblos y estarían en el Castillo del Norte, pero sabía que no podía hacer eso. Ya había demorado ese día demasiado tiempo.

Kagome negó con la cabeza.

— He aplazado este día demasiado, es tiempo que deje de huir, ¿no crees?

Koga no pudo sentirse más orgulloso de la mujer que se había convertido en su hermana, lo que vendría sería difícil para ella, pero él estaría ahí para brindarle todos su apoyo, como siempre ha hecho.

— Yare, yare. Parece que ya te vas, niña. — Una anciana delgada, de cabello canoso largo, ojos esmeralda y vestida en un traje de sacerdocio, se acercó a todos con una gran sonrisa.

— Ritsuka-sama, muchas gracias por todo. — Kagome hizo una profunda reverencia y se quedó así hasta que la anciana habló.

— Fue un placer haberte entrenado niña, me hiciste mucha compañía en estos últimos cinco años. Te lo agradeceré siempre.

Kagome levantó el cuerpo y se fijó en el rostro sonriente de su maestra, uno de sus ojos se habían vuelto morado y el otro rosa, ella era un híbrida. Una sacerdotisa con las habilidades y el poder de un youkai. Una extraña combinación. Nadie se atrevía a acercarse a ese templo por ella, para muchos ella era una abominación, algo aberrante.

— Ritsuka-sama, te visitaré tantas veces como pueda, así que por favor, esperame. — Kagome volvió a reverenciar a la anciana.

— Hai, hai. Te estaré esperando, niña. — Kagome se levantó nuevamente. —. Ve, imaginó que tienes muchas cosas que hacer.

La sacerdotisa asintió con los ojos llorosos antes de lanzarse a abrazar a la anciana, la cual correspondió el gesto dudosa, nunca nadie le había demostrado tanto cariño como esa niña. Kagome se separó y se alejó dos pasos de su maestra.

— Gracias por todo, anciana. — Koga se acercó a ella y rodeó los hombros de Kagome con su brazo.

— No me des las gracias, joven lobo. — Le dio una sonrisa tierna, pero que a la vez se miraba espeluznante, a Koga le recorrió un mal presentimiento por la espalda baja. —. Luego te enviaré los pergaminos para que me pagues.

— ¿Eh? ¿Pergaminos?

— No esperabas que todo fuera gratis, ¿o sí? — La anciana se cubrió la boca antes de soltar una risilla.

— Anciana, pero ¿de qué hablas? — Pero la híbrida maestra ya había le dado la espalda.

— Los pergaminos te lo explicarán todo, espero mi pago en quince días. — La maestra sacudió la mano en despedida aún sin darse la vuelta.

— ¡¿Qué?! ¡Anciana! ¡Espera! — Pero ella lo ignoró.

— Matta ne, Kagome-chan. Espero verte pronto. — Los despidió y regresó dentro del templo.

— Esa maldita anciana… — Koga apretó su puño. —. Volvió a engañarme.

Los lobos y Kagome suspiraron aburridos, no era la primera vez que su maestra embaucaba a su hermano con una tetra. Negó con la cabeza divertida.

— Es hora. — Dijo.

Kagome se subió a la espalda de Koga y éste colocó sus manos debajo de las rodillas para sostenerla bien, la miko rodeo su cuello con sus brazos y le dio un asentimiento de cabeza.

— A la aldea de la anciana Kaede. — Anunció a todos antes de convertirse en un torbellino gris y salir disparado hacia su destino.

Kagome descansó su cabeza en el hombro de Koga, mientras viajaban a gran velocidad.

Los recuerdos comenzaron a embargar su mente nuevamente.

" — ¡Desgraciados traidores! ¡Son unas malditas ratas traidoras! — Kagome despertó ante los gritos de alguien, no supo reconocer la voz, hasta que su visión se aclaró más. Estaba sobre la espalda de Koga, trató de moverse, pero un dolor en la parte trasera de la cabeza la hizo gemir.

" — ¡Agh!

Koga escuchó el quejido por lo que estaba por bajarla cuando el grito de Sango lo descolocó.

" — ¡¿Quién te crees tú para decirnos traidores?! ¡¿Acaso crees que fue fácil?! ¡No sabes absolutamente nada de lo que es estar por perder a la persona que más amas en tu vida, por una idiota que no sabe ni defenderse ella misma!

Kagome ahogó un sollozo, Koga hizo presión en sus rodillas, su hermana había escuchado.

" — Ella hace lo mejor que puede. — Ayame trató de defenderla.

" — ¡¿Lo mejor que puede?! — Gritó Shippo encolerizado, su apariencia pequeña había cambiado, ahora era un poco más grande, como la estatura de Rin cuando tenía 11 años. —. ¡Lo mejor que ella puede hacer es ponerse en peligro constantemente! ¡Eso es lo mejor que puede hacer!

Kagome se mordió el labio inferior con fuerza, no quería llorar, no quería. Pero ya estaba haciendolo, las lágrimas escapaban silenciosas de sus ojos, su garganta ardía a causa del nudo que la estrangulaba lentamente.

" — No sabes con lo que lidias, Koga. — Le recrimina InuYasha mientras apretaba a Kikyo a su cuerpo. El lobo se fijó con atención en los rostros de cada uno, todos desviaron la mirada molestos, ninguno hacía el amago de acercarse o disculparse, eso quería decir que…

" — ¿Sabes? Perro pulgoso, es mejor así. — InuYasha lo vio desentendido.

" — De esta forma, Kagome ya no estará atada a ti por esa estúpida promesa.

" — ¡¿Qué dices, sarnoso?!

" — Ciertamente. — Ayame colocó un dedo en su mentón, tratando de recordar algo. —. Kagome dijo que lo único que la mantenía cerca tuyo, era esa promesa, ahora que es libre podrá irse con nosotros al Norte.

" — ¡Kagome no puede irse! — Le gritó el mestizo a la manada de lobos.

" — ¡¿Qué dices?! — Koga lo vio con colérico y con la mandíbula desencajada, dio un paso y le hizo una seña a Hakkaku para que tomara la sacerdotisa, éste asintió y la tomó con cuidado entre sus brazos. Al entregarla a su amigo de confianza, se acercó amenazante a InuYasha, quien hizo lo mismo, entregando a Kikyo aún inconsciente a Miroku.

" — ¿Acaso quieres pelear, sarnoso?

" — Mejor que eso, pulgoso. — Sin previo aviso, le dio un puñetazo en la cara, logrando que el hanyou cayera sentado desconcertado por el repentino golpe.

" — Imbécil. — Murmuró enojado InuYasha. Estaba por levantarse y darle una buena pelea, pero sus palabras lo dejaron ahí clavado en el suelo. Koga estaba de espaldas.

" — Eso es por Kagome, no mereces mi tiempo ni siquiera estar cerca de ella. Te lo pido de buenas, InuYasha. Alejate de ella o seré capaz de reunir a mis mejores lobos para hacerte trizas. No eres más que un maldito traidor malagradecido.

" — ¡¿Yo soy el traidor!? — Se puso en pie de un salto. —. ¡No es quien crees que es! ¡La traidora es ella! — Koga se dio la vuelta y le lanzó otro puñetazo que lo volvió a dejar en el suelo. —. Quédate ahí y por tu bien no te levantes. — Le amenazó con el dedo índice.

El resto del grupo trató de acercarse para enfrentar al lobo, pero un solo gruñido de Koga, los detuvo de cometer una estupidez.

" — Ni lo intenten, recuerden que soy un Lord, después de todo. — Dijo riendo con malicia. —. No les conviene tener problemas conmigo o con Kagome. Ella está bajo mi protección de ahora en adelante, cualquier atentado hacia ella, es un atentado hacia mi manada.

Dicho eso, se alejó de los traidores y volvió a tomar a su hermana entre sus brazos, notó que su pequeño cuerpo temblaba a causa de los silenciosos sollozos. Se maldijo internamente por no haberla noqueado él mismo y así no hacer que pasará por ese amargo trago que la marcará de por vida. Comenzó a correro en su torbellino, apretando el delgado y pequeño cuerpo de la sacerdotisa al suyo.

Luego de varios minutos de viaje, los lobos decidieron tomar un breve descanso lejos de la escena y del prado donde todo sucedió. Koga sentó con cuidado a su hermana sobre una piedra que sobresalía de la tierra que daba a orillas de un río.

Kagome se tanteó la parte posterior de su cabeza, se miró la mano y por suerte no había sangre, sólo un posible y enorme chichón.

Koga se arrodilló frente a ella.

" — Lo lamento, Kagome.

Ella negó con la cabeza tratando de retener las lágrimas.

" — Yo… Yo sabía que tarde o temprano sucedería, o al menos eso quiero pensar. — Terminó gimoteando. Koga se levantó y la atrajo a su pecho.

" — Lamento mucho que hayas tenido que escuchar todo lo que dijeron.

Kagome no dijo ni una palabra, sólo se mantuvo ahí, entre los brazos de su hermano mayor, llorando por la traición de sus amigos, amigos que consideró familia.

" — ¡Lo peor de todo es que ahora él lo sabe! ¡Sabe que soy débil y por eso no llegó! — Gritó hecha pedazos.

" — Kag…

" — Sabes que tengo razón, Koga. — Gimoteo.

" — ¿Él? ¿Quién es el que no llegó? — Ayame se acercó con cautela, se había mantenido a un lado, no quería entrometerse en algo de su prometido y hermana, sabía que la conexión que ellos tenían, era algo que jamás podría entender ella, pero lo que dijo la sacerdotisa, verdaderamente le llamó la atención.

Kagome continuó llorando, Koga sólo suspiró y negó con la cabeza en respuesta.

" — No es nadie… Nadie importante. — Respondió distante, Ayame no quiso entrometerse más por lo que volvió con los dos lobos que estaban algo alejados de los dos.

Koga pensó con resignación lo que la sacerdotisa le había confesado hace ya varios meses. Cuando ella no quería pasar tiempo cerca de InuYasha, escapaba a una cueva del Norte, o mejor su dicho, "su cueva del Norte" todos los lobos que habitaban esa parte de la región, sabían que ese era el escondite de Kagome, pues su aroma estaba impregnado además de haberla visto cientos de veces por el área.

Koga le mostró la zona un día y ella quedó encantada, por lo que en un impulso de querer hacer algo lindo por ella, mandó a varios lobos a arreglarla, facilitando múltiples pieles para ella, así como ropajes extras, boles rebosantes de fruta fresca y canastas llenas de peces cazados por sus lobos, pero las cuales eran sólo provisionadas a Kagome cuando ella estuviese presente en el lugar, muchas otras veces se alojaba en una habitación que Koga dispuso para ella en el Castillo del Norte.

Su hermana solía escapar a la cueva cuando sus días más sensibles llegaban pronto, los días en los que su cuerpo despedía el aroma y la esencia de una mujer lista para dar descendencia, por lo cual con más razón el Lord del Norte le ofreció el lugar a la sacerdotisa, por miedo a que sufriera un abuso por algún demonio, humano o lo que sea durante esos días.

Aunque había días en los que no estaban cerca de su ciclo mensual y ellos permanecían en esa cueva por largas horas o incluso una o dos días juntos, no hacían más que hablar, reír, comer y dormir, si no era en esa cueva, era en la alcoba de la sacerdotisa o en la del mismo Ookami, ahí fue donde en una de esas muchas ocasiones Kagome le fue relatando con cierta timidez que últimamente ha habido alguien que acapara sus pensamientos día y noche, alguien que suele ver pocas veces, pero cuando lo hace, su estómago se retuerce de nervios, sus manos le sudan y su corazón palpita como loco y lo mejor de todo es que ese alguien no es InuYasha.

Al principio se alegró de que su hermana por fin haya podido superar su enamoramiento con el mestizo, pero tuvo que entender —por las malas—, pero entender que él nunca correspondería a sus sentimientos. Le gustaba ver sus ojos brillar cuando hablaba de esa persona tan magnífica y especial.

Se interesó mucho por saber quien era, pero su hermana se lo guardó para sí, muchos meses. Incluso él se sentía ilusionado, porque para él eso significaba que su hermana podría emparejarse y tener cachorros, lo cual quería decir que no tendría por qué buscar una manera de volver a la época futurista de donde provino, sino que se quedaría ahí, con la persona que logró hacer su corazón latir nervioso otra vez y con él, nunca tendría que despedirse de su hermana.

El verdadero problema residió cuando por fin le confesó quién era la persona. No era nada más y nada menos que un demonio y no cualquier demonio, un Daiyoukai. Un youkai pura sangre y no cualquier pura sangre…

No…

Su hermana se enamoró no sólo de un demonio cualquiera, sino de ÉL demonio. De todos los seres demoníacos que habitaban la maldita región, ella tuvo que ir y enamorarse de un jodido Daiyoukai quien no era nada más que el medio hermano de InuYasha; su antiguo amor.

Kagome se había enamorado perdidamente de Sesshōmaru. ¿Cómo pasó? Nunca le dijo los detalles pero algo tuvo que hacer el demonio para haber logrado llamar su atención y hacerla sucumbir de esa manera.

Suspiró pesado al recordar.

" — Kagome. — Le llamó cuando notó que había dejado de llorar, la sacerdotisa alzó la cabeza y sorbió por la nariz en un gesto para nada femenino. —. ¿Qué harás ahora?

Kagome pensó bien en su respuesta, ahora que no tenía a donde ir, podría volverse una aprendiz de sacerdotisa errante o habitar algún pueblo en busca de un maestro; asintió conforme a la idea se fue formando en su cabeza.

" — Ahora que ya no tengo ninguna promesa que me até a ellos, he pensado que lo mejor sería… entrenar. — Musitó en voz baja, Ginta, Hakkaku y Ayame se acercaron.

" — De acuerdo, ¿cómo?

" — Tenía pensado en recorrer la región e ir aprendiendo de diferentes sagrados.

" — Ya veo. — Koga pareció meditarlo. —. No. — Pareció, pero en realidad no lo hizo.

" — ¿Qué? ¿Por qué no? — Kagome se levantó de la piedra.

" — Es peligroso, no puedes ir por ahí como sacerdotisa errante. Olvídalo.

" — Pero Koga…

" — He dicho que no Kag, no insistas.

" — ¡Quiero entrenar! ¡Quiero volverme más fuerte!

" — No es necesario, yo te protegeré. — La tomó por los hombros.

" — Koga, te quiero y lo sabes. Pero no puedo depender de ti toda mi vida. — Colocó sus manos sobre las de él y las apartó con cuidado de sus hombros.

" — Por supuesto que puedes, vendrás al Norte con nosotros y ahí te protegeremos.

Kagome dio un suspiro largo. Esto iba a ser duro.

" — Koga, por más que eso suene increíble, es tomar el camino fácil. Quiero aprender a pelear y a valerme por mi cuenta.

" — Se que quieres, pero… No puedo—quiero— dejarte sola.

" — Y no lo harás. — Le dio un apretón suave en el brazo.

" — Kagome tiene razón, Koga.

" — ¡¿Ayame, pero qué dices?! ¡Ella no puede ir por su cuenta!

" — ¡Kagome quiere aprender a defenderse, entonces que lo haga! — Se giró hacia la mencionada. —. ¡No puedes dejar las cosas así como están! ¡Algún día tendrás que enfrentarlos!

" — Ayame…

" — ¡Escúchame bien Kagome! Todos sabemos de lo que eres capaz de hacer, sólo necesitas pulir tus habilidades y serás mejor que ella y cualquier otro sagrado que exista. Tienes que demostrarles que se equivocaron en su elección.

Kagome pareció pensarlo, en cierto punto tenía razón. Era hora de dejar de depender de todo, era momento de valerse por su cuenta, después de todo, fue por eso que la traicionaron, ¿no? Porque era un ser débil y patético, un lastre con el que cargar. Se decidió en ese momento de lo que haría, no volvería a ser el juguete de nadie, no volvería a depender de nadie como lo hizo de ellos. ¡No!

" — ¡Lo haré!

" — Kagome…

" — ¡Es una promesa! — Le irrumpió la sacerdotisa, volvió su mirada hacia Koga, negó con la cabeza con pesar, sabía que tenía razón, por alguna razón sabía lo que su hermana sentía, podía leerlo en sus profundos ojos azules, podía ver la determinación en ellos, pero no quería dejarla ir sola, a menos que…

" — En ese caso, te llevaré con alguien de mis tierras y de mi entera confianza, no andarás pululando por ahí como si fueras una mariposa, estarás bajo mis dominios y por ende bajo mi protección. — Se cruzó de brazos decidido, sólo esperaba que llevarla donde tenía pensado fuese una buena opción.

" — De acuerdo. — Aceptó riendo. —. Y después…

" — Después… — La tomó de las manos. —. Te unirás a la manada y serás la sacerdotisa del Norte.

Kagome sonrió aun con lágrimas en los ojos, asintió frenética ante la idea de por fin unirse a la manada de su hermano mayor, había prometido hacerlo, pero cuando la guerra finalizará… Ahora no tenía que esperar años, podía hacerlo después de su entrenamiento.

" — Perfecto. — Musitó alegre antes de colgarse del cuello del lobo.

" — Recuerdalo siempre, pequeña. — La alejó un poco de sus brazos y acarició su cabeza en un suave gesto. —. Tu manada… — Kagome se aferró a los brazos de él.

" — Es tu familia… — Concluyó ella. Tal vez había perdido personas importantes ese día, personas que dejaron una marca permanente en su alma y su corazón, personas que nunca podría olvidar, pero sabía que con esta nueva promesa, podría superar su pérdida y volver a confiar en nuevas personas.

— Llegamos. — La voz de su Koga la hizo salir de sus recuerdos, bajó con cuidado de su espalda y al tocar suelo, sacudió su traje. El resto de sus amigos llegaron en ese momento.

— Lo mejor será que nos esperen aquí.

— ¿Estás segura, pequeña? — Preguntó Ginta. Kagome asintió segura de su petición.

— En ese caso, los estaremos esperando. — Aceptó Hakkaku.

— No tarden y tengan cuidado. — Pidió Ayame.

A pocos metros de llegar a la cabaña de Kaede, Kagome concentró su poder en su dedo índice e imaginó una kekkai de rosa pálido alrededor de ambos, la barrera se formó y cubrió sus esencias para mantenerlos ocultos a los miembros del InuTachi, Kagome le echó un vistazo a la aldea, había crecido un poco más y ahora correteaban más niños que antes, continuaron con la marcha y al estar a un paso de entrar, se detuvieron abruptamente frente a lo que sería la puerta al escuchar que mencionaron su nombre y el lobo a su lado, se miraron extrañados y decidieron esperar con prudencia antes de ingresar.

— Sigo diciendo que lo más probable es que esté muerta.

— No me sorprendería si así fuera, pero lo dudo mucho, la verdad. — La voz era ronca, pero con un tinte juvenil.

— ¿Por qué lo dices, pequeño Shippo? — Reconoció la voz del monje Miroku.

— Koga claramente dijo que a partir de ese momento, ella estaría bajo su protección, por lo que no es difícil intuir que sí está viva, es porque Koga está haciendo un buen trabajo.

Kagome apretó los puños a sus costados.

— ¡Keh! ¿A quién demonios le interesa? ¡Ya no la necesitamos! Ella tomó su decisión y nosotros también.

Kagome vio confundida a Koga y por la mirada de él, parece que estaba igual que ella. Kagome no tomó ninguna decisión, se supone que estaba inconsciente cuando todo sucedió ¿de qué diablos hablan ellos?

— Tienes razón InuYasha, la decisión ya fue tomada por ambos.

— De todos modos, ¿para qué quieren saber si aún vive? No nos hace falta, tenemos a Kikyo con nosotros, ella hace un trabajo mucho mejor . — La risita que soltó Sango tras decir aquello, destrozó más el corazón de la sacerdotisa, sabía que ir sería duro… No sabía que serías así de duro.

— Y no hay necesidad de estar pendiente de ella cuando hay alguna pelea y temer por nuestras propia vidas.

Kagome cerró los ojos al recordar que por su culpa, Miroku casi muere en una batalla, al igual que Shippo e incluso Sango.

— Pobre Lord Koga, tener que aguantar semejante carga.

Koga abrió los ojos indignado ante la voz de la anciana. ¿Ella también? ¿En serio?

— Era de esperarse, después de todo, ella no es de está era, no recibió el entrenamiento adecuado, sin contar que no era más que mi simple reencarnación, una sombra de quién fui yo en mi vida pasada, al igual que lo fue Tsubaki. — La fría, pero orgullosa voz de la sacerdotisa de barro se hizo presente.

Los hermanos del Norte, entendieron que estaban todos.

— Sin contar las muchas ocasiones en las que casi muero por su culpa.

— Shippo, pasó por todas esas situaciones tan duras y traumáticas, no es algo que ningún pequeño debería vivir. — El veneno en las palabras de Kikyo, enervaron la sangre de Kagome, ¿quién se creía ella para opinar al respecto? ¿acaso ella estuvo ahí para hacer algo y ayudar a Shippo? ¡Nunca mostró interés por el zorro! ¡¿Y ahora se compadece de él!?

— Bueno, no es como que haya sido mi opción, todo fue culpa de Kagome. — El resentimiento en su voz no pasa desapercibido por Kagome y su hermano, quienes esperan pacientes su momento para entrar, el problema era que Kagome se había quedado paralizada ante los insultos y feois comentarios hacia su persona, sentía como miles de agujas se clavaban en su pecho una y otra vez.

No quería seguir escuchando esas banalidades, no debía—quería— hacerlo, las palabras le calaban los huesos como el frío aire de invierno, se le clavaban en el pecho como dagas llenas de ponzoña y maldad, la comisura de los ojos le escocían a causa de las lágrimas que retenía, el dolor en el pecho era como un agujero negro que se abría paso entre sus entrañas hasta colarse entre sus órganos y cada torrente sanguíneo que viajaba por su cuerpo, la garganta le ardía ante la imperiosa necesidad de gritar y mandarlos a todos a la mierda.

Tuvo que cerrar los ojos y contar mentalmente hasta diez y así evitar cometer lo que sus impulsos le decían y casi lo logra de no haber sido por el firme, pero suave tacto de Koga le hizo reaccionar, su mano estaba enroscada en su muñeca con fuerza, pero sin llegar a lastimarla, Kagome abrió los ojos para encontrarse con los jade del demonio que ha sido su mástil, su defensa, su apoyo casi desde que llegó a la esa época casi ficticia.

En sus ojos podía leer la preocupación, la angustia, la rabia, la impotencia y el cariño que le tenía a ella, todo en una simple mirada, sus palabras silenciosas le transmitieron la paz que tanto ansiaba hace unos segundos, esa simple mirada fue suficiente para acallar las voces en su cabeza.

— Esa vez, por culpa de la señorita Kagome, estuve al borde de la muerte al igual que tú, pequeño Shippo. Por un momento pensé que no volvería a ver a mi hermosa Sango.

— Excelencia… — Soltó en un suspiró la exterminadora que luego se transformó en un bufido. —. ¡Monje libidinoso! — La sonora bofetada resonó por la cabaña y a sus afueras. —. ¡Y pensar que por un momento, se estaba comportando!

— Sango, mi amor. Perdoname, mi mano está maldita.

— La tocaste con la mano donde no está el agujero, Miroku.

— InuYasha, amigo mío, ayúdame, ¿quieres?

— ¡No ayudaré a un depravado como tú!

De un momento a otro, el interior de la cabaña se conviritó en un debate de muchas cosas, todos hablaban al mismo tiempo y no se podía entender nada, Kagome se giró al lobo y con un asentimiento de cabeza le indicó que estaba lista.

— Me alegra saber que no han cambiado ni un poco. — La serena, pero resentida voz de Kagome llenó el lugar, dejando la discusión para cosa de otro momento.

Kagome avanzó dos pasos con Koga a su derecha.

El silencio era un manto sepulcral sobre todos.

Cuando notó que InuYasha iba a hablar, se adelantó.

— He venido por algo que me pertenece y espero que no se opongan a ello.

Los miembros de su antiguo grupo, no sabían cómo reaccionar, no esperaban verla nuevamente por ahí, esperaban que hubiese muerto o que se hubiese mantenido encerrada en el Norte, cualquier cosa habría sido buena, no deseaban tener contacto alguno con la persona que los traicionó a todos. La odiaban, la repudiaban.

Cada uno centrado en su odio hacia la sacerdotisa, no lograron responder a lo que se refería, por lo que continuaron en su sepulcral silencio y dejaron que ella se regodeara por haber logrado una visita —ataque— sorpresa.

— ¿Qué sucede? Esperaban que estuviera muerta, ¿no es así? — Kagome se cruzó de brazos con aires superiores y se inclinó un poco al frente. —. Es una lástima que no se les haya concedido el deseo. — Mofó.