El mundo y los personajes de Digimon no me pertenece, tampoco la idea de este fic. Esta historia nació por y para Genee, por su reto en el foro Proyecto 1-8
Corazones en juego
Prólogo
Nunca habían perdido la costumbre de reunirse de vez en cuando… mucho menos en los casos de "emergencia".
Sí, esa reunión improvisada no había sido tan improvisada, en realidad.
Matt la había concertado después de que uno de sus amigos lo llamase a media noche alegando locura —que no era nada anormal— pero que necesitaba a sus amigos, algo sí poco común, porque el susodicho siempre prefería "resolver sus problemas sin ayuda"
A menos que sea estrictamente necesario, por supuesto.
Quizás fuese más abierto cuando los problemas los involucrasen a todos pero él prefería quedarse con sus problemas para sí y en eso se parecía —aunque no quisiese aceptarlo— en su consanguinea a quien criticaba de hacer exactamente lo mismo.
Ah, los genes.
Así que el elegido de la amistad tomó muy en serio esa tarea y concertó un encuentro para solucionar —en palabras del máximo involucrado— "el asunto". Porque, a sus ojos, no se trataba de un problema.
Claro que Yamato no estaba de acuerdo con Taichi.
Ja, pobre iluso.
No había sido temprano, sino por la tarde. Cuando el sol se hallaba a mitad de camino para caer en el horizonte.
Ellos llegaron temprano a la cita. Nada nuevo, porque Yamato era puntual y había tomado la precaución de ir por Yagami a su casa para que no se ausentase o llegase tarde…
¡La reunión era por él, dios santo!
Entonces, casi sin que lo notasen porque estaban ensimismados en una de sus eternas discusiones, llegaron tres de los demás elegidos.
Iori, Jou y Koushiro. Los cinco se reacomodaron en la mesa, aunque Matt quedó al lado de su mejor amigo otra vez, quejandose, eso si, de su mala suerte.
Se concentraron en temas triviales, sin importancia alguna, mientras esperaban a sus otros amigos y compañeros. Se rieron de anécdotas de antaño y se contaron detalles de su vida actual.
También era agradable ver como transcurría el paso de los años en ellos, porque en si mismos eran grandes indicadores de que los días corrían, pasaban y los abandonaban.
Indicadores de que los minutos, las horas y las semanas transcurrían.
Era algo triste, ¿no? Si lo piensas, no siempre es bueno que el tiempo pase.
Tai pensaba que en el pasado, las cosas eran más sencillas.
O quizás, él lo veía todo más complicado… Lo cual era raro porque no le gustaba darle demasiadas vueltas a las cosas.
No disponían del mismo tiempo que antes, eso era cierto, pero utilizaban las horas disponibles de los días libres de verano —el verano parecía ser siempre el punto de unión que encausaba su vida— para reencontrarse y compartir momentos entre amigos.
Especialmente, aprovechaban la libertad otorgada en las vacaciones y se reunían con Joe, a quien no veían casi nunca porque había terminado la secundaria hacia tiempo y había comenzado ya, el segundo año en los estudios universitarios. El mayor de los elegidos, compañero de Gomamon, iba a dedicarse a ser médico. Y quería ser el mejor en ello así que estaba avocado por completo a esa tarea. El joven Kido estaba más alto que antaño. Llevaba el cabello azul más largo, con una coleta que lo sujetaba y que le rozaba los hombros. Sus gafas de montura metálica casi se le caían de la nariz mientras bebía su café.
Frente a él, Koushiro acomodaba la notebook en la pequeña mesa. Quizás hubiesen pasado los años pero había cosas que no cambiarían nunca. Así como que el pelirrojo tuviese tiempo disponible para navegar en la red mientras se reunía con sus amigos.
Yamato Ishida, a la izquierda de Joe, se mostró exasperado cuando vio que Daisuke Motomiya y Ken Ichijouji llegaban a la cafetería más de veinte minutos después de lo que habían prometido en un principio. Se sorprendieron de ver que el portador de la bondad superaba en altura a su compañero de cabellos castaños.
Ambos se disculparon inmediatamente y Matt pensó, con cierta melancolía, que su hermanito pequeño era quien más tarde llegaría.
— Siempre lo mismo contigo, Daisuke. Tendrás que conseguirte a alguien que te haga llegar puntual a las citas...
Una de las meseras les trajo los pedidos que habían realizado y Joe tuvo que sostener sus gafas cuando se deslizaron por su nariz al ver que era lo que había pedido el muchacho más taciturno de la reunión.
Y, para sorpresa de más de uno, no era Yamato Ishida.
— Alguien sabio me dijo una vez: come para vivir, no vivas para comer — Recitó el antiguo elegido de la sinceridad viendo como Taichi seguía teniendo el mismo voraz apetito que cuando era un niño.
Era algo admirable… O preocupante, según la persona que lo viese.
Él, como aspirante a médico sabía que no debería consumir tantos hidratos de carbono a esa hora del día.
Quizás era una de las cosas predestinadas a nunca cambiar.
— ¿Qué? — Se defendió el antiguo portador del valor al ver que sus amigos lo miraban con elocuencia. Todos tenían los ojos fijos en él y la comida que estaba delante, en la mesa. — ¡Estoy en etapa de crecimiento!
— En realidad, el crecimiento se detiene a la edad de… — Pero antes de dar una clase sobre eso, Koushiro se obligó así mismo a callarse y hacer silencio. Él sabía perfectamente a que edad se detenía su crecimiento. Su médico había tenido la delicadeza de comentarle que si no crecía unos centímetros ese año, pues, iba a tener que despedirse de sus deseos de superar su estatura invariable desde hacia dos años.
— Crecimiento abdominal. Y no exactamente por tus músculos y actividad física — Se mofó Ishida pero dejó de sonreír cuando Taichi le lanzó una mirada que pretendía ser fulminante. Se veía, sin embargo, que algo preocupaba al muchacho. Matt suspiró, sin comprender porque quería ayudarlo. ¡Ah, sí! Porque ese idiota era su mejor amigo — Ya. Dilo
Taichi levantó las cejas de manera inmediata, antes de terminar de comer la última pieza de bocadillos — ¿Qué cosa?
Yamato ya no sabía que astros habían intervenido para que ese chico fuese su mejor amigo. Quizás algo de brujería también había influido en él. No había más explicación que esa. — Lo que te preocupa, idiota. Todos aquí presentes sabemos que tienes un problema — El rubio miro a Daisuke Motomiya, para comprobar su atención y se encontró satisfecho al ver que había apartado la comida, para escuchar. — Desahógate, que para eso están los amigos.
Durante unos incontables minutos, Yagami contempló los rostros expectantes de quienes lo rodeaban. Parecía que estuviesen viendo una telenovela o una película de la cual no sabían el final.
Taichi suspiró profundamente, antes de devolverle una mirada confundida al rubio — Sora... — Ishida se relajó, de nueva cuenta. Los problemas entre su amigo y la pelirroja solían durar menos que ese suspiro. Ese par era inseparable en toda la extensión de la palabra. Sin embargo no contaba con que Yagami aún tenía que decir otro nombre — Y Mimi.
— ¿Mimi? — Cuestionó Koushiro, con una expresión indescifrable.
— ¿Otra vez, Sora? — Se quejó Davis, sin poder evitarlo.
Ken le dio un codazo en las costillas, de manera bondadosa, a su amigo. Daisuke hizo un gesto de dolor pero no dijo nada más, comprendiendo que su comentario había sido desafortunado.
— ¿Que ha pasado con ellas? — Cuestionó Joe, realmente más perdido que sus amigos.
Vio que algunos rodaban los ojos y otros mostraban una pequeña sonrisa divertida.
Él, como una persona medianamente normal que no los veía seguido, no comprendía la situación.
— No lo sé — Replicó el mayor de los Yagami con exasperación. Sí lo supiera, estaría intentando solucionarlo no platicando con ellos al respecto. No tenía idea de cómo había acabado en la situación en la que se encontraba. Perdido, confundido, extrañado. — Están dementes, enloquecieron, se pusieron histéricas... Son unas neuróticas… Yo no entiendo que ha pasado con ellas. Ese es el verdadero problema, amigos.
— Entonces cuéntanos todo lo que ha sucedido y de lo que, al parecer, no nos hemos enterado.
Si bien sabían que rumbo tenía esa plática, era gracioso el ver que Tai estaba frustrado sin comprender nada de lo que ocurría a su alrededor.
Yamato cruzó los dedos y sonrió con satisfacción.
Ese era el momento de la venganza después de todas las veces en las que su "mejor" amigo se había burlado de sus problemas con las chicas. No recordaba las veces en las que Tai había sido más una molestia que una ayuda cuando se trataba de sus más fervientes admiradoras.
— Bien… Yo…
— Mimi y Sora están peleando por ti — Determinó una voz, uniéndose a la conversación. Los presentes se volvieron al escuchar la voz de Takeru Takaishi. El elegido de la esperanza se unió a sus amigos y se sentó junto a su hermano, rodeando la mesa de la cafetería. — Perdón por la tardanza. El entrenador quería que terminásemos con la preparación para el torneo de mañana
— Me he enterado que serás el capitán. Muy bien hecho, pequeñín — Felicitó Joe al rubio y le despeinó la cabellera, que extrañamente sin cubrir. Brillaba por su ausencia, su sombrero característico.
Lo cierto es que, con los estudios, apenas y veía a sus antiguos compañeros.
Especialmente a los más chicos. Iori, Takeru, Daisuke y Ken. Por eso le daba nostalgia convivir con ellos y más aun con TK Takaishi. ¡Le daba la sensación de que llegaría luciendo ese sombrero enorme de color verde en cualquier instante!
Takeru protestó a causa de que lo tratasen como un niño de ocho años… ¡Tenía catorce por Dios santo!
Entre su madre, su hermano y Joe no sabía con quien quedarse.
— ¿Que dices? — Inquirió Taichi, haciendo caso omiso de la disculpa y las felicitaciones al recién llegado. Su voz sonó, un tanto, alarmada. Por algún motivo, ante las palabras del rubio había imaginado una pintoresca escena donde juntaba a Sora, a Mimi y también una batalla en el lodo — ¿Por que crees que Mimi y Sora pelean por mí?
Ninguno dijo nada, al principio, aunque Daisuke estuvo tentado a preguntar sí se estaba perdiendo de algo. Los rostros de sus amigos reflejaron un abanico de cosas. Desde diversión hasta ¿lástima? Y todos miraban a Taichi. Fingió que comprendía la situación e imitó —más o menos— el rostro de Matt Ishida, que parecía el más molesto.
— ¿No lo habías notado, entonces? — Inquirió Yamato, condescendiente.
Parecía que estaba hablándole a un niño que le preguntaba sí hacia calor ese día de verano o si el cielo era verde en lugar de azul.
— ¿Notar, qué? — Volvió a preguntar el mayor de los Yagami, confundido. — ¿Por que iban a pelear ellas por… mí?
Incluso Koushiro tuvo que rodar los ojos.
No importaba la edad que tuviese, Tai Yagami siempre iba a ser una persona despistada. De esas que no saben exactamente que día viven hasta que ven la fecha reflejada en un almanaque, o cuando comprenden que llegan demasiado tarde a un sitio por entretenerse con locuras o de esas que no son realmente capaces de distinguir una mentira. Especialmente, sí esa mentira se la dice una mujer.
— ¿No te haces una idea, Tai? — Quiso saber Jou. Ahora comprendía porque se habían juntado. Al principio pensó que se trataba de otra cosa y comprendía porque Matt había comentado que la conversación sería necesaria — Le gustas a Mimi
Lo sabía a ciencia cierta. Él y Mimi eran muy cercanos. Podía poner las manos en el fuego asegurando que, de verdad, Tachikawa estaba interesada en Taichi Yagami.
Yamato creyó que decírselo claramente, era lo mejor que podían hacer. Taichi era un ciego... Increíblemente ciego. Soltó un suspiro profundo, antes de hablar. Llegaba la parte que menos le agradaba de la ecuación. El nombre de su ex novia.
— Y a Sora
Habían terminado hacia tiempo pero había quedado un regusto amargo en su relación cuando comprendió los sentimientos de la pelirroja.
Koushiro enumeró las siguientes participantes de la lista, la cual estaba anotada en su notebook — Y a Noriko, Keiko...
Iori Hida, que hasta entonces se había quedado en respetuoso silencio, soltó un suspiro suave — También a Naomi
— ¿Quién demonios es Naomi? — Quiso saber Taichi, sin comprender porque todos sus amigos sabían algo que él desconocía por completo. Le resultaba, realmente, molesto el ignorar lo que todos sabían.
Cody se encogió de hombros, poco dispuesto a darle alguna respuesta.
— ¿Como haces para tener tanto éxito? — Protestó Daisuke, repentinamente.
— Yo...
— Es encanto natural, Davis. De nacimiento. Déjalo... — Comentó Yamato.
— ¿Qué dices? ¡Yo tengo encanto natural! — Se exaltó y, luego, se mostró confundido — ¿verdad?
Sabiendo que la conversación estaba perdiendo su rumbo, Yagami negó con el rostro — ¿Quién entiende a las mujeres? — Se preguntó, frustrado, Taichi.
Contempló atentamente su comida y apartó el plato, sin decir nada.
Ya no tenía apetito.
— Creo que puedo ayudarte con eso... — Murmuró Jou. La mayoría se volvió hacia él, enarcando una ceja y el joven Kido se ruborizó profundamente — ¡El hecho de que me vaya mal con las mujeres no quiere decir que no sepa nada sobre ellas! — Se quejó. Todo su rostro se volvió de un color rojo profundo mientras buscaba algo en su bolso.
Daisuke y Ken —al ser los más cercanos a su posición— intentaron ver que escondía el mayor de los antiguos elegidos en su bolso.
Para nadie era un secreto que el superior Kido tenía el encantamiento de extensión indetectable dentro de sus mochilas porque podía transportar en ellas más del doble de cosas que soportaban los bolsos normales.
Esa era la teoría más aceptada por Koushiro —fanático acérrimo de los libros de J.K Rowling— y propagada en el sitio donde Kido estudiaba.
Eso, o era discípulo de Mary Poppins.
Daisuke sostenía que eso era aún más posible porque mientras la niñera extraña que volaba con su paraguas decía aquella palabra de extraña entonación y de mágicas cualidades, Joe concluía todo con una frase de igual calibre "ácido desoxirribonucleico" que al menos, te obliga a alejarte de él, temiendo por tu vida.
Apartó la cara de Ken de un manotazo, porque no le dejaba ver y se sintió extrañado cuando vio que Jou dejaba un libro sobre la mesa de la cafetería.
Era un libro de color blanco, con la imagen de llave estampada en su portada, que rezaba: Secretos femeninos.
— ¿Un libro Jou? — Quiso saber Yamato, parpadeando ante la visión. Tuvo que soltar una carcajada inmediatamente — ¿En serio? ¿Aquí reside toda tú sabiduría sobre las mujeres?
— ¡Es un buen libro! — Protestó Daisuke, al reconocer la portada. Todos los rostros se volvieron hacia él — Quiero decir... No perdemos nada con ver que dice, ¿no?
— Me parece una tontería...
— Y lo dice quién le pide a su hermano que traiga cremas para el pelo desde Francia cada vez que viaja — Comentó Takeru, con cansancio. Le dio un codazo al mayor. Era conocido por todos que Yamato le rendía culto al cabello — ¿Que has aprendido de este libro, Joe?
— No lo he leído...
Matt enarcó una ceja ante las palabras del mayor — ¿Y como sabes que puede ayudar a Taichi, entonces?
— Yo...
— Déjalo — Susurró Koushiro y abrió una página al azar, cerrándola de manera inmediata al leer el título. Abrió los ojos como platos al leer la frase que componía el título. Se incluía "placer" "diosas" "secretos" en una misma oración y la siguiente oración fue aun peor — No debe ser nada interesante
— ¿Izzy? — Inquirió Matt viendo que el rostro del elegido del conocimiento competía con el color de su cabello para ver cual de los dos se encontraba de color rojo.
El rubio se apropió del escrito y revisó el índice incluido dentro de sus páginas antes de darle un codazo a Taichi y enseñarle alguno de los títulos que tenían los capítulos.
Joe sintió que se ruborizaba más y más cuando Yagami e Ishida susurraban cosas y lo señalaban, sin disimulo alguno.
— Me lo dio mi hermano Shin, ¿de acuerdo? — Se defendió de manera inmediata, en un intento de arrebatarle el libro a sus amigos — Para mi cumpleaños. Desde que salió con Jun Motomiya no es el mismo...
— Creí que él y mi hermana habían terminado — Comentó Daisuke, distraídamente. Jun le había comentado algo al respecto... ¿que era?
— Ella no quería, pero tuvo que acatar la orden de restricción — Explicó Kido, estremeciéndose.
— ¿Y como me va a ayudar este libro a resolver mi problema? — Quiso saber Taichi, mientras que Yamato se reía al leer uno de los apartados que incluía el libro — ¡Necesito su ayuda, muchachos!
— ¿Sabías que cuando una mujer dice "no" en realidad quiere decir "sí"? — Cuestionó Matt, con una sonrisa ladeada.
— Eso es... Tonto — Afirmó Takeru
— Es lo que dice el libro — Señaló el mayor y se lo enseñó a su hermano. — Mira… ¿Qué dice una mujer cuando dice…? Y entonces te da muchas opciones hipotéticas. Aquí hay una para ti, Tai.
Taichi rodó los ojos cuando su amigo le enseñó la frase que "lo identificaba"
Eres muy masculino = Necesitas una afeitada y transpiras como…
Daisuke Motomiya se estiró para arrebatar el libro de las manos de su ídolo.
Con los dedos, buscó la frase que quería encontrar.
— ¿Eso quiere decir que Kari sí quiere salir conmigo? — Cuestionó Daisuke con ilusión. La hermana pequeña de Taichi siempre lo rechazaba. Si ese rechazo estaba pensado de acuerdo con lo indicado en ese libro… Entonces… — ¡Hikari quiere salir conmigo!
Ken y Takeru se asomaron por encima de los hombros del joven Motomiya.
Los dos buscaron algo en esa lista de frases que se daba en el último párrafo del escrito.
¿Qué piensa una mujer cuando dice…?
— ¿Miyako me odia? — Dudó Ken, desolado, rememorando una conversación con la elegida del amor y la pureza.
¿Qué piensa una mujer cuando dice… bien, hazlo?
— Grandioso. Estoy castigado — Refunfuñó Takaishi al ver el resultado y luego se percató de las palabras del chico que había heredado las googles. Lo miró exaltado, como si de repente le hubiese crecido una segunda cabeza — ¡Hikari no quiere salir contigo!
— ¡El libro lo dice!
— ¿Y le crees a un libro? Kari no es de ese tipo de chicas que dicen que no y en realidad es sí
— ¿Y tú que sabes? ¡Ella me ama! ¡Es mi oportunidad! ¡SALDRÉ CON HIKARI!
Taichi se pasó una mano por la cara, nervioso, frustrado, y contempló los rostros de sus amigos.
Takeru y Daisuke estaban peleándose por algo relacionado con su hermanita.
Por el bien de ellos, esperaba no enterarse de a que motivo se debía la discusión.
Joe, que estaba sentado junto a Yamato estaba intentado recuperar el libro de la discordia mientras que el rubio leía algunos fragmentos de la narración en voz alta luego de haberle quitado el volumen a Davis.
Ken lucía consternado y Koushiro aún no había recuperado su color natural.
Que grandes amigos, pensó el primer elegido del valor, ¿quién necesita a Myotismon con ellos así?
Se volvió hacia la única persona sensata en esa mesa, Iori Hida.
El pequeño los miraba a todos negando con la cabeza, con reproche. Sí, era el candidato perfecto. El único a quien recurrir…
— ¿Que crees que debo hacer?
El niño de doce años, contempló aturdido el semblante del mayor de los hermanos Yagami. Se ruborizó y notó que nadie en la mesa le prestaba atención.
— Yo... Bueno... ¿Por que no hablas con ellas?
Soltó un suspiro resignado. Al parecer era la única opción… Incluso, pese a que él día anterior habían planeado matarlo lenta y dolorosamente. Sus miradas las delataban. — Sí…
— Y Taichi — Prosiguió el heredero del conocimiento y la sinceridad. Se mostró un poco menos severo esa vez, aunque Taichi pensó que su semblante no era propio de un niño de su edad — Tendrás que decirles quien es la elegida.
— ¿Uh?
— Ya sabes, cual de las dos es a la que quieres. La elegida.
Estúpido Cody.
¿Por qué había terminado haciéndole caso a un niño de once años? ¡Quien lo sabía! Él solamente no había tenido a quien más recurrir y había deseado poder encontrar una solución para lo que estaba sucediendo…
En tiempos desesperados, se requieren medidas desesperadas.
Aunque no estaba desesperado, realmente. Y se preguntaba, entonces, ¿Dónde estaban sus amigos cuando los necesitaba? Pues bien, discutiendo tonterías mientras él caminaba sin rumbo en las calles de Odaiba.
Bien. Eso era mentira. Sí tenía rumbo. O lo había tenido.
De hecho, estaba casi a media calle del edificio donde residía su mejor amiga, Sora Takenouchi.
Había ido hasta llegar a la puerta, habia llamado sin saber que esperar pero cuando la señora Toshiko le indicó que su amiga no estaba —burda mentira cuando él sabía que Sora estaba porque había escuchado su voz diciendo: ¡Dile a Tai que no estoy en casa! ¡Sora no vive aquí! — supo que la pelirroja continuaba molesta con él.
Y luego era él quien no maduraba… ¿Cierto?
Sora ya había utilizado esa tonta excusa varias veces. Aunque, en todas esas ocasiones, coincidían en un mismo detalle: estaba (muy) enfadada con él.
El problema era que no tenía ni idea de cómo se había originado toda esa situación en la que estaba sumergido.
¿Qué había cambiado para que sus dos amigas estuviesen, de repente, tan… a falta de una palabra mejor, histéricas? Y, para peor, para complicar aun más todo aquello… Ambas… ¿Peleando por él? ¡Que tontería!
O no tanto.
Es decir, si comenzaba a recapitular y a ver algunos detalles que antes le pasaban desaparecibidos, entonces… Quizás…
La dulce y maternal Sora que lo fulminaba con la mirada deliberadamente cuando él llegaba a la preparatoria con Mimi. La sonrisa que se borraba…
O las inquietudes de la castaña cada vez que mencionaba a su mejor amiga. La mirada en sus ojos cuando se cruzaban…
Sacudió la cabeza, dejando atrás aquellos pensamientos. ¿Eran parte de su imaginación?
Tendrás que decirles quien es la elegida.
¿Por qué una frase de siete palabras podía resultar tan molesta?
La voz de Iori resonó en sus pensamientos, haciendo eco de sus propias inquietudes.
Estúpido Cody, masculló de nuevo. ¿Cómo podía lanzar aquellas frases que lo dejaban reflexionando de esa manera? ¡Tenía doce años! U once. Algo así.
¿Por qué siempre terminaba él hundido en esos triángulos amorosos?
Primero había sido diferente.
Él y Matt no habían peleado ni una vez cuando se trató de Sora…
Aunque, debía aceptarlo, el recuerdo era doloroso. Más por los sentimientos que mantenía atados a él que por los hechos en sí. ¿Cómo olvidar aquella vez cuando la vio tan nerviosa, tan ruborizada y sin saber que hacer frente al camerino de Yamato en Navidad para entregarle unas galletas?
Si, sí lo pensaba mejor, era cierto que le había guardado un poco de (incoherente e inexplicable) rencor a su mejor amigo durante, ¿qué? Un corto tiempo. En ese entonces, no le importaron mucho sus sentimientos.
Lo importante era que Sora y Yamato —sus mejores amigos— fuesen felices.
Y lo fueron. Durante… dos años.
A los dieciséis años, la relación se disolvió tan suavemente como había iniciado. En Navidad también, cuando cumplían su segundo año como pareja, Matt y Sora terminaron.
Ambos decidieron quedar como amigos pero era obvio que algo había cambiado para ellos.
Tai nunca preguntó mucho al respecto porque tenía suficiente con haber quedado en medio una sola vez…
Le pareció que entonces, sus sentimientos reavivaban como fuego en su interior.
La elegida…
Con Sora siempre había sido fuego. Eso era cierto. Se comprendían mejor que nadie, podían ver en el otro sus miedos y alegrías… Y siempre… Siempre pensó que podían formar una pareja perfecta. Lo tenían todo juntos, ¿no? Eran amigos, grandes amigos.
Se comprendían, se escuchaban, se ayudaban…
Muchos decían que se veían bien juntos, muchos pensaban que eran pareja.
Pero Sora cortó aquello de raíz, otra vez.
Él era su mejor amigo. Ese era el puesto que tenía en su corazón y, al parecer, ese puesto era inamovible porque la pelirroja ni una sola vez había considerado la opción de darle una oportunidad…
¿O eso había querido ver él?
No entendía a Sora, quizás no la entendía de verdad.
No llegaba a comprender porque Yamato había dicho "le gustas a Sora" cuando él jamás había podido adivinar esos sentimientos en los ojos escarlata de su mejor amiga…
¿O había sido él quien le había dado ese puesto inamovible a ella? ¿Había temido perderla y por eso no había dejado que nada cambiase entre ellos?
No estaba seguro…
Entonces, en su horizonte, apareció Mimi.
Tachikawa llegó a Odaiba a finales del año anterior con su familia y la firme idea de quedarse a vivir en Japón "para siempre"
Llegó ella, y trajo consigo dulzura, espontaneidad y el lado rosa de la vida.
Llegó siendo ella misma, siendo la misma princesa que se había marchado de Japón aunque más grande y decidida. No tan caprichosa…
O quizás, con mejores maneras de lograr lo que quería.
Mimi era aire fresco, color y alegría.
Y por una de esas casualidades que nadie puede comprender —y mucho menos él— Mimi había acabado viviendo en el mismo edificio donde residía la familia Yagami. Por primera vez en muchos años, Taichi tuvo como vecina —cercana— a una de sus compañeras de aventuras.
Así había comenzado todo…
Dejó que su frente reposase contra la madera. Leyó el cartel de la izquiera que decía su apellido y cerró los ojos, deseando encontrar algo que le dijese como actuar en momentos así.
— ¿Tai? — Cuestionó una voz, llamándolo, cuando se plantó frente a la puerta de su casa.
Ladeó el rostro aun lado para encontrarse con una mirada dulce y contempló a su dueña con curiosidad.
No veía a la pequeña de sombrero de vaqueros y vestido rosado. Era toda una mujer. Su pelo, de un brillante color miel, le caía hasta por debajo de los hombros, con gracia y soltura, enmarcando su rostro pálido.
Siempre había sido muy bonita pero con los años, había dejado atrás la mayoría de los rasgos infantiles atrás, y podía apreciar cuan hermosa era aquella adolescente.
Salvo en esa mirada, donde algo permanecía intacto.
Reconocía aquella luz soñadora en los ojos de la joven elegida de la pureza.
Mimi era una princesa, vivía en su propio castillo encantado, con todos los caprichos y deseos qué pudiese soñar, resguardada por sus adorados reyes, a la espera de un príncipe azul.
¿De verdad ella lo consideraba a él como la persona para llegar a ese puesto? ¿A él que lo más cercano que había sido de ser un príncipe era… salvar a la doncella una vez cuando eran niños? Y ni siquiera podía saber si eso se consideraba un rescate… Porque ella misma había recapacitado y cambiado de parecer… Entonces… ¿De verdad ella lo veía a él?
¿A él? ¿A Tai?
— Hola, Mimi
La vio morderse el labio, indecisa. Tal vez esperaba otro recibimiento — ¿Podemos hablar?
Que pregunta sencilla y complicada a la vez.
Quiso decirle que tenía demasiadas cosas en mente, que nunca había pensado en que todo iba a complicarse de ese modo, en que no quería lastimarla.
Pero aun seguía sintiendo el regusto amargo del rechazo del día anterior, cuando ambas se volvieron contra él y detonaron aquella situación descontrolada. Porque había sido la noche anterior cuanto todas las ideas se arremolinaron en su mente y arribaron a la conclusión de que necesitaba los consejos de sus amigos…
¡Idiotas, sus amigos! Seguía en la misma extraña situación. Sólo que ahora entendía un poco más.
Porque lo habían dejado al borde de la cornisa en el precipicio.
Suspiró quedamente y negó con el rostro — Otro día, quizás. Mañana.
Tachikawa frunció el ceño, ya que no le gustaban las negativas de ningún tipo. Especialmente cuando se había tragado su orgullo y había ido ella a buscarlo a él, que no tenía ningún derecho de decirle nada. Después de todo, aquella situación en la que estaban sumergidos no era por otra cosa sino por Taichi.
Taichi y esa encantadora pero confusa forma de ser.
— Es importante. Y no pienso irme hasta que me escuches.
Tai volvió los ojos para mirarla y vio la pose digna de la realeza, con el mentón en alto y la postura firme, que tenía su compañera.
A Mimi la acompañaba siempre ese aire de princesa que le sentaba perfectamente.
Pero ella no era la única que podía ser testaruda — Estoy cansado, Mimi. Además, tengo cosas que hacer…
"cosas que resolver…"
Como decidir… quién es la elegida…
Estúpido Cody…
— Tendrás que hacerte tiempo para mí — Aseveró ella, con firmeza. Entonces, esbozó una sonrisa desafiante — Y no te olvides que yo he resistido tu autoridad cuando éramos niños. No me cuesta nada hacerlo ahora, otra vez.
Lanzó un suspiro exasperado y abrió la puerta de su casa, sin decirle nada — Está bien. Pasa…
Se quitó los zapatos de manera inmediata, abandonandolos sin consideración, pero se detuvo al ver que ella no lo seguía. La contempló, atentamente, y tuvo que sonreírse cuando vio que su compañera se quitaba las botas con extrema delicadeza antes de dejarlas aun lado con sumo cuidado.
Era evidente que a ella le encantaban esos detalles.
Y eran tan diferentes… Aunque tan iguales.
¿Qué podía ver una princesa en él…?
— ¿Hermano? — La voz adormilada de Kari le sonó en los oídos.
Se giró, apenas, para mirar a su hermana pequeña. Hikari llevaba el cabello suelto, sujeto solo por un par de horquillas color rosas para evitar que algunos mechones color chocolate le cayesen sobre la frente. Aun llevaba no se había cambiado la ropa para dormir.
Había pasado toda la noche en vela porque sus amigas habían tenido una pijamada y, por supuesto, había querido descansar en la tarde.
— Ya llegué, pequeña — Susurró, con una sonrisa.
Kari rodó los ojos, reprimiendo un resoplido a su querido hermano. Era evidente que había llegado. Ella no estaba ciega. Sin embargo, su hermano siempre era así con ella… Como si los años pasasen para él, y ella siguiese siendo su muñequita de cristal.
Taichi podía ser tan tierno… Pero ella era la pequeña y le gustaba molestarlo.
— No me digas pequeña… ¡Ya tengo catorce! — Masculló la castaña de ojos cobrizos y luego, reparó en la presencia de la joven Tachikawa, olvidando sus planes para irritar a Taichi de manera definitiva. Lo haría en la cena. — ¡Hola Mimi!
— ¿Qué tal, Kari?
Por un instante, la castaña se preparó para el saludo acostumbrado de Tachikawa que incluía abrazos y ritos occidentales que ella, Miyako y Sora estaban acostumbradas a seguir de manera fiel.
Pero no ocurrió nada de eso.
Parpadeó, aun más extrañada, cuando notó el peso que reinaba en el ambiente. Podía cortarse con un cuchillo. Se golpeó la frente, como si recién recordase algo de suma importancia — Creo que tengo que revisar algunas fotografías para… mí… — Susurró, en voz audible y se giró — Nos vemos, hermano. Mimi…
Taichi tuvo que sonreír al ver que su hermana volvía a encerrarse en su dormitorio, con un sonoro portazo que retumbo en el silencio de la casa.
Por supuesto, sus padres no estaban en el hogar.
Yuuko y Susumu Yagami solían ausentarse durante las jornadas diurnas y regresaban por la noche a la casa familiar.
Su madre, ese día, tenía aquella reunión improvisada que se llevaba a cabo cada tantos días y se veía con la mamá de Sora, la de Koushiro y la Mimi. También veían, de tanto en tanto, a la madre de Yolei pero no era tan amiga suya.
Su padre, en cambio, ese día trabajaría hasta más tarde.
Tai se cruzó de brazos mientras se reclinaba sobre el respaldó del sillón que estaba en la sala. — ¿De que querías hablar, Mimi?
— Voy a ser muy clara, Taichi, porque no estoy segura de si vas a entenderme o si has entendido algo hasta ahora… — Masculló ella — Pero espero que lo hagas.
— ¿Quieres… algo para beber? — Mimi negó con la cabeza y soltó un suspiro. Él tenía la garganta seca — ¿Qué quieres decirme?
— Me gustas. — Afirmó, mirándolo fijamente a los ojos — Me gustas mucho.
Se detuvo de manera repentina en su lugar, mientras contemplaba la expresión firme que tenía su compañera.
— Siempre supe que sentías algo por Sora, siempre… Yo… — Mimi hizo una pausa. Cerró los ojos y Tai se sorprendió cuando vio que eran vidriosos al volverlo a mirar. Era doloroso ver así a Mimi aunque le sorprendió que ella quería seguir hablando — Puedo ser ingenua pero no soy estúpida. He notado como la mirabas cuando la veías. ¡Lloraste por ella y sé muy bien que jamás lloras por nada a menos de que te sientas acorralado! Fuiste a salvarla, te enfrentaste a una cerca electrificada y… — Tomó un respiro profundo y después soltó el aire que retenía en su interior — Cuando dejaste que ella se fuese con Matt pensé… Que chico tan idiota — Se sonrió, aunque no fue con diversión — Porque pensé que no habías luchado por ella. Me dije, ese no es el Taichi que conozco. Después, lo comprendí. Más tarde, pero lo hice… No te importaron tus sentimientos porque ella era feliz, ¿cierto? Creo que siempre pensé que habías sido un poco cobarde en eso… Hasta que tuve que hacerlo yo…
Quiso decir algo. Lo que fuese. Pero ella continuó con su monologo como sí él no estuviese allí.
— Tu sentías algo por la misma persona que tu mejor amigo, entonces te hiciste aun lado y los dejaste ser felices. Eso es porque eres una persona noble…
— Mimi…
Ella posó sus dedos en los labios de él, para que no continuase hablando — Yo no soy una persona noble, Tai. — Aseveró — Si estoy aquí es porque estoy dispuesta a pelear por ti. Así que dime… ¿Sientes algo por mí?
— ¿Uh?
¿Cómo decirle que, hasta ese momento, no se lo había preguntado?
— ¿Estás confundido?
¿Por qué demonios sonreía?
De manera repentina, porque ella era una persona que se guiaba por sus deseos e impulsos más que por la razón y la lógica, asió con fuerza el cuello de su remera y lo obligó a acercarse a su rostro, para marcar un beso sobre sus labios.
Le tomó un minuto darse cuenta de lo que estaba sucediendo. Y solo un segundo más, dejarse llevar.
Había dejado de razonar por completo, había abandonado todo proceso lógico y estructurado, cuando esos suaves labios tocaron los suyos.
Mimi era aire fresco, prometía libertad y también… alegría.
la falta de oxigeno provocaron que Mimi y él se apartasen levemente —miserablemente— y ella lo miró nuevamente a los ojos — ¿Te quedó claro ahora? No te vas a librar fácilmente de esto, Taichi.
— ¿Uh?
A lo lejos, le pareció escuchar unos pasos y otros sonidos familiares.
— Ah, Tai… ¡Tu D-Terminal no me deja des…! — "cansar…"
La voz repentina de Kari, además de la repentina pregunta de la princesa con voz de hada y brillantes ojos miel, lo devolvieron bruscamente a la realidad.
Su hermana dejó caer el aparato electrónico en su mano y despidió a Mimi —la elegida de la pureza alego que tenía que ir a cenar con sus padres— mientras él permanecía extrañado por todo lo que acababa de suceder.
Parpadeó, confundido, y negó con la cabeza antes de colocar el D-Terminal delante de sus ojos para leer las palabras que había recibido en forma de correo. Esperaba que fuese uno de sus amigos, dandole un consejo útil, para variar. ¡Por eso prefería resolver las cosas a su manera! Era la menos complicada.
Querido Tai.
No me había sentido tan mal desde que me enteré que habían tenido que enfrentar a Diaboromon sin mi ayuda por nuestra pelea. Bromeo.
Sabes que no me gusta que discutamos... Necesito que hablemos.
Pd: lamento haber usado a mi madre como escudo, otra vez.
Con amor, Sora.
Una sonrisa se inició en sus labios al leer el mensaje de su mejor amiga. Recordaba que siempre que discutían, terminaban arreglando las cosas por correo más que cara a cara.
Era una de las cosas que más le molestaban de Sora… No era sincera con él.
Al reparar en ese detalle, la sonrisa se le esfumó del rostro. Sora. Su eterno dilema, eso era la pelirroja.
— Espero que sepas los que harás, hermano — Susurró la voz de Kari y él levantó la mirada para centrarse en los ojos cobrizos de la pequeña Yagami — A veces, cuando hay tres corazones en juego, tienes que tener presentes los riesgos. Uno saldrá lastimado. Quizás todos...
Suspiró y asintió a las sabias palabras de la elegida de la luz — Sí…
— Vas a tener que elegir a una. Pero también, vivir con las consecuencias…
Y con esa sigilosidad que debía ser admirada por un mimo, Hikari se retiró. Taichi soltó un suspiro, se pasó la mano por el rostro y frunció el ceño.
Sabía que su hermana pequeña tenía... mínimamente, razón. El problema era que... ¿Cuál de las dos era la elegida?
Estúpida Kari.
Estúpido Cody.
Y más estúpido él, por tener en juego esos corazones.
N/A: Bueno, mientras hacia tranquilamente mi trabajo para este sábado, tuve que cortar para escribir esto, que me venía dando vueltas desde que acepté el reto de Genee.
No sé si es lo que tenías en mente, si se parece o si te ha hecho reír. El humor no es mi fuerte así que si te gustó, lo odiaste (Jacob Black lo dice claramente: el odio es un sentimiento ardiente) o al menos te hizo sonreír, estaré satisfecha con el trabajo. Por supuesto, esto es solamente el prólogo y planeo darle un par de capítulos más, para explicar más lo que se ha visto hasta ahora, aunque no sé conque regularidad... :S
En fin, espero que te haya gustado.
