Durarara! No me pertenece.
No tengo cabeza
Las calles estaban oscuras. Las luces anaranjadas de las farolas apenas lograban que Celty pudiera vislumbrar una via de escape, por lo que se veía forzada a continuar su ruta por el asfalto. Y eso facilitaba el trabajo a los agentes de tráfico.
A la dullahan no le gustaban esos hombres. La perseguían de un lado a otro. La juzgaban. La hacían sentirse culpable.
Shinra siempre le decía:
—Sólo hacen su trabajo, no debes preocuparte.
Pero lo hacía:
—Me hacen sentir mal.
A lo lejos vio un semáforo. Llegaría en pocos segundos, y estaba en rojo. No podía detenerse; si lo hacía la atraparían. Si la atrapaban debería luchar contra los agentes de la ley, y no quería hacerlo. A lo mejor descubrían que no tenía cabeza. Sería un problema, el caos dominaría la ciudad durante unos días y no podría trabajar tranquila.
A Celty le gustaba su trabajo. Le gustaban su moto, Shinra y las luces de la ciudad. Especialmente de noche.
Se saltó el semáforo. Pero hacerlo le produjo náuseas: no quería quebrantar la ley. Era una buena ciudadana que sólo estaba haciendo su trabajo lo mejor que podía, a pesar de las constantes persecuciones por parte de los agentes de tráfico. No era culpa de Celty.
Detuvo la moto y se encaró a ellos.
—¿Has decidido entregarte voluntariamente?
Celty levantó los brazos y se quitó el casco.
—¡Puede que no tenga cabeza, pero eso no me hace una criminal!
Por supuesto que el no tener cabeza no la hacía una criminal. La hacía una criminal su trabajo y sus constantes infracciones por exceso de velocidad, pero ni un solo agente de tráfico pensaba que debajo de ese traje y de ese casco se encontraría un cuerpo sin cabeza.
Celty estaba confundida.
Los agentes de tráfico se habían desmayado. No estaban en condiciones de arrestarla. Por esa vez, la dullahan consideró que tenía via libre para escapar y no lo pensó demasiado.
