Aquí de nuevo con otro... ¿Fanfiception? Ya saben, fanfic inspirado en otro fanfic :P

Nuevamente la culpa la tienen Misao xD esta idea la tenía en la cabeza desde que leí el omake al final de Nihil Novum Sub Sole. Tras terminar de releer la saga para anotar correcciones y armar la línea de tiempo, y ayudada de algunas conversaciones con Misao, esto sale hoy a la luz.

Disclaimer: Triste y desgraciadamente no me pertenece Saint Seiya ni ninguno de sus personajes :'( razón por la que lloro cada noche. Karl de Águila, Süe :bitch:, Stöder, Aldonza/Athena, Lynus de Escorpio y Thanos le pertenecen a Misao y me los presta. Todo lo extra es mio.


La Promesa

A 7 días del mes de Mayo del año de Gracia de 1743

Chiara suspiró nuevamente, mientras observaba en silencio el por momentos calmo volcán desde su ventana. Durante los últimos días no hacía nada más que suspirar, ahogada en su pena, escondiéndose de aquellos que se preocupaban por ella.

Hacía pocos días que el hombre que amaba desde que era una aprendiz había muerto en extrañas circunstancias. Y ahora ella no sólo lloraba su pérdida, sino también lamentaba todos los secretos que se había guardado desde aquella desafortunada pelea hacía poco más de 6 años. Secretos que hoy dormían en la cama junto a ella.

Karl de Águila había muerto sin saber que la pequeñísima aprendiz y aspirante a la armadura de la Grulla era su hija.

Luego de aquella discusión con Karl hacía años, había solicitado un traslado a cualquiera de las áreas de entrenamiento o protección asociados al Santuario. Comprendiendo su situación, la señora Aldonza le había permitido ubicarse en la isla Kanon para que esperara y entrenara a la futura portadora de la armadura que hoy ella llevaba.

En más de una ocasión estuvo tentada de volver y hablar con Karl. El día en que un mal movimiento le había provocado horribles dolores meses antes del parto y, asustada, anhelaba el toque calmante de sus manos. O la noche en que nació su hija, acompañada únicamente por la comadrona y su joven ayudante. La terrible semana en que su pequeña Alessia pasó en cama con una feroz fiebre a los tres años, o la vez hacía año y medio en que se rompió el brazo tras una terrible caída tras escapársele cerca del volcán.

Seis años golpeando su cabeza contra la pared por su estupidez y orgullo. Seis años incapaz de hacer lo correcto.

Un suave golpe en la puerta la sacó de sus pensamientos.

- Adelante – respondió suavemente. Stöder, uno de sus más viejos amigos y antiguo santo de Aries se asomó al cuarto. - ¿Es oficial? – preguntó, intuyendo a lo que venía.

- Definitivo. La señora Aldonza me ha pedido custodiar Jamir hasta nuevo aviso, y ha ordenado a todos los santos y amazonas en servicio volver al Santuario – observó con tristeza, a la pequeña dormida en la cama. - Es una pena…

- Lo es. Pero es un error que ya no puedo enmendar. ¿Te vas esta noche? – el lemuriano se encogió de hombros sonriendo.

- Debo, pero volveré mañana temprano para ayudar a mover tus cosas de regreso al Santuario. Y los dos sabemos que Alessia no me perdonará si me voy estando ella dormida y sin poder despedirse.

La amazona le sonrió bajo la máscara. Mañana volvería al Santuario junto a la hija que nadie más conocía…


A 27 días del mes de Junio del año de Gracia de 1743

Chiara maldijo nuevamente la escasa visibilidad mientras tropezaba con algunos escombros. Durante todo el día anterior y buena parte de la noche había apoyado a un par de dorados mientras combatían con los espectros que habían invadido el Santuario, confiada al creer que su pequeña se encontraba segura en las escondidas cabañas de las amazonas junto a los demás aprendices pequeños. Sin embargo, poco después de medianoche Fannia de Ophiuchus había encontrado a dos de los niños vagando en el bosque, quienes le indicaron que un par de espectros había encontrado y destruido las cabañas, dispersando a todos los niños que se refugiaban en el lugar.

Aún cuando nadie sabía que Alessia era su hija, todos en el Santuario se habían percatado rápidamente del nivel de protección y cuidado que le daba a la pequeña. Por esa razón nadie cuestionó el que partiera de inmediato a buscar a la pequeña.

Llevaba ya un buen par de horas vagando por el Santuario y, a escasos minutos del amanecer, sólo había encontrado a dos aprendices de bronce, ninguno de los cuales supo decirle hacia dónde había escapado su hija. Ahora se dirigía con ellos al pequeño edificio de admisión de aprendices, para dejarlos en el refugio del lugar antes de salir nuevamente a buscar a su pequeña.

Un ruido varios metros delante de ella la obligó a detenerse junto a los pequeños. Luego de un par de segundos, el sonido de alguien tropezando junto a algunas maldiciones le permitieron identificar al intruso.

- ¿Süe? – preguntó en un susurro. Esperó un par de minutos hasta que sintió a la joven aprendiz acercarse a ella.

- ¿Chiara? – La amazona frunció el ceño ante la confianza con la que la joven aprendiz la llamaba. La lemuriana era una de las pocas razones por las cuales, en el último mes, pensaba que no haberle dicho nada a Karl había sido una buena idea. Sabiendo que estaba lo suficientemente cerca, alargó la mano y le agarró una oreja con fuerza.

- A mi me tratas con respeto niñata. SOY UNA AMAZONA DE PLATA y tengo muchos más años que tú, así que abandonas ese tono y te diriges a mí bajo mi título si no quieres que te lance frente al espectro más cercano – sintió a la joven revolverse bajo su mano, pero no la soltó hasta que le devolvió una respuesta positiva apenas audible. – Bien, ahora… sé muy bien que Idril de Cáncer te ordenó quedarte en la zona de aprendices y cuidar de los más jóvenes, ¿me puedes decir que demonios haces tan cerca de Aries y tan lejos de tu puesto? – la joven no respondió ni hizo ningún movimiento, aunque Chiara tenía más o menos una idea de qué la traía a este lugar. Tomó a los niños que la acompañaban y se las arregló para dejarlos en las manos de la irrespetuosa aprendiz. – No me respondas ya que no quieres, pero te llevas de inmediato a estos niños al recinto de aprendices y TE QUEDAS AHÍ hasta que llegue con los que faltan – intuyendo su queja la tomó de la garganta con fuerza y la levantó unos centímetros – y no te atrevas a emitir una sola palabra de reclamo. Sé muy bien que le has hecho la vida a cuadros a la joven Cáncer, y te puedo asegurar que ella es mucho más SUAVE de lo que puedo ser yo. Si llego al recinto de aprendices y no estás ahí cuidando a los pequeños personalmente te daré de latigazos hasta que no quede piel tu espalda por desobediente, ¿entendido? – la soltó de golpe y, sin esperar su respuesta, se dirigió nuevamente al bosque.

x - x - x - x

Corrió lo más rápido que pudo hasta alcanzar el viejo árbol hueco, en donde se escondió abrazando la vieja muñeca de trapo que le había hecho su mamá. Había visto a dos de los sujetos con armaduras negras (espectros, según el aprendiz de Sculptor) cerca del límite del bosque y, recordando lo que le habían hecho a las cabañas en donde vivía junto a su mamá y las otras amazonas y aprendices, huyó tratando de alejarse lo más posible de aquellas terribles personas.

El sol se asomaba lentamente en el cielo, pero su luz no alejaba los miedos de la pequeña. Desde el día anterior que huía de los espectros junto a las otras dos aprendices plateadas con las que entrenaba desde hacía un mes, pero se habían separado en la oscuridad de la noche. Sola y asustada, no sabía si dejar su refugio y salir a buscar a su madre aprovechando la luz del sol, o si quedarse escondida hasta saber que todo era seguro.

De pronto, una mano apareció por el hueco del árbol, la arrastró hacia afuera y la levantó del suelo.

x - x - x - x

Su corazón se detuvo cuando sintió aquel grito en el corazón del bosque.

¡Alessia!

Corrió lo más rápido que pudo esquivando los árboles, mientras escaneaba el bosque con su cosmo. Su hija estaba casi en el centro, junto a dos espectros de Hades, y otras dos presencias infantiles que se apagaban rápidamente. Un par de cientos de metros detrás de ella sintió la presencia del Santo de Escorpio, quien se dirigía también hacia el centro del bosque.

Cuando sintió la presencia de su hija fluctuar y remecerse con dolor, el temor y la furia se mezclaron mientras preparaba su ataque, el que lanzó rápidamente a ambos espectros en cuanto los tuvo a la vista.

- ¡PLUMA ESTELAR!

El golpe cegó a sus oponentes, quienes instintivamente intentaron cubrirse de la intensa luz de su ataque. Dicha distracción fue aprovechada por el dorado, quien comenzó a atacar a ambos espectros mientras los alejaba del lugar.

Chiara se olvidó inmediatamente del combate mientras se acercaba a las pequeñas. Su mundo pareció derrumbarse, cuando vio a su niña, inmóvil y ensangrentada.

- No… no… ¡NO! Alessia… despierta cariño, mami está aquí – tomó a la pequeña y la acunó en sus brazos – Ale, amor… despierta por favor, mami está aquí, te voy a cuidar y no dejaré que nada te pase – las lágrimas mojaban su rostro, ya no cubierto por su máscara - … cariño, vamos, reacciona… yo te voy a proteger, lo juro, nada malo va a pasar, me quedaré contigo y te prometo que te protegeré… despierta por favor…

Sintió la vida de su hija escapársele de las manos junto a las de las otras dos pequeñas. El dolor que sentía era tan profundo, que fue incapaz de sentir la nueva presencia que se acercaba a ellas…

Lynus de Escorpio apenas había acabado con sus oponentes cuando sintió la poderosa presencia del espectro de Wyvern donde había dejado a Chiara con las pequeñas. Sabiendo que la amazona de plata no era rival para el Juez de Hades volvió rápidamente sobre sus pasos, aún sabiendo que era demasiado tarde.


A 12 días del mes de Julio del año de Gracia de 1743 fueron enterrados en los terrenos del Santuario todos los santos, amazonas y aprendices caídos durante los 9 días de masacre a manos de los espectros de Hades. A petición de Aldonza, reencarnación de Athena, se olvidaron del protocolo y los rangos y se sepultaron juntos a amantes, compañeros de almas, hijos, hermanos.

Chiara de Grulla fue sepultada junto a Karl de Águila. Entre ellos fue ubicada la pequeña tumba de Alessia, aprendiz de Grulla e hija de ambos. Pero sus almas no partieron juntas a descansar.

Por casi 300 años, la constelación de la Grulla se negó a brillar anunciando un nuevo portador de la armadura. Y aunque aspirantes no faltaron en el momento de la verdad, e impulsada por un espíritu sin descanso, la armadura rechazó a todo aquel que probó suerte con ella.

Atada por su promesa, Chiara se quedó en el Santuario, esperando el regreso de su hija, para cuidarla y protegerla hasta poder dejarla bajo el cuidado de su padre.