;; ¡Mi primer fic de Teen Wolf! Estoy muy emocionada, tenía tantas ganas de empezarlooooo :D Decir únicamente que se sitúa en la primera temporada, iré avanzando hacia el resto, reescribiendo cada capítulo para incluir a mi personaje: Catherine McCall, hermana gemela de Scott (interpretada por Alice Englert, por si queréis ponerle cara.) ;;


"A fucked-up famiky's a fucked-up family, whether or not werewolves are involved."

Carrie Vaughn

La noticia les había llegado justo en el mismo instante –exactamente a las ocho de la tarde minuto doce segundo tres, quizás no con las mismas palabras, y mucho menos con el mismo tono, pero el mensaje seguía siendo ese. Esa noticia estaba destinada a cambiar para siempre el resto de sus vidas –eso era lo que se decían ellos mismos, muy melodramáticamente-, mientras que los portadores de la información creían que era, sin duda, un buen cambio para ambos. Sin embargo, no se lo habían tomado como sus padres esperaban.

Exactamente en el mismo instante, ocho de la tarde minuto doce segundo veinte, Rafael McCall y Melissa McCall recibieron un rotundo "No" como respuesta a los futuros planes.


Al escuchar un ruido fuera Scott había cogido el bate de béisbol preparado para usarlo si fuese necesario –no era raro que perros grandes o hasta tejones se acercasen a revolver los cubos de basura, pero ahora que ya se encontraba en medio del porche, sujetando con fuerza su arma improvisada, no estaba tan seguro de que se tratase de un animal salvaje. Normalmente salían huyendo solo abrir la puerta principal para salir, y esta vez no había ocurrido así. El ruido era presente, como si algo se estuviese arrastrando contra la canaleta del desguace. Scott tragó saliva, repitiéndose varias veces que era más valiente de lo que realmente se sentía –odió a sus rodillas por tiritar de miedo, y avanzó un paso más. Podía notar sus manos sudorosas resbalarse al coger el bate y se preguntó si realmente sería capaz de enfrentarse a alguien en esas condiciones. Iba tan metido en sus pensamientos que, cuando una figura apareció de repente frente a él, no pudo hacer más que dar un bote para retroceder y gritar asustado –olvidándose de que llevaba un bate y podía usarlo para protegerse.

Por suerte, la presencia misteriosa resultó ser ni más ni menos que su mejor amigo Stiles, quién se había soltado de la canaleta para quedarse boca abajo, allí colgado mirándole como si el loco fuese él –sobre todo después de ver el bate de beísbol. Scott cogió aire varias veces, aún con la adrenalina disparada, y controló su respiración antes de sufrir un ataque de asma.

.-¡Stiles! –Gruñó, enfadado, y lo señaló con el bate, amenazante.- ¿Qué narices haces? –Preguntó, confundido. Stiles solía tener ideas descabelladas, eso no podía negarlo, pero ni en mil años hubiese pensado encontrárselo de ese modo. Arqueó una ceja a la espera de una respuesta coherente.-

.-No contestabas al teléfono. –Pero las respuestas coherentes nunca eran el fuerte del Stilinski. Stiles parpadeó sus ojos, mostrando también confusión, y se quedó mirando el bate que Scott aún sujetaba, en su dirección.- ¿Por qué llevas un bate? –Scott se encogió de hombros, ahora un poco avergonzado de haber querido atacarle al haber creído que se trataba de un depredador.- Bueno, lo mismo da… Escucha, -Sonrió de oreja a oreja, emocionado.- Es tarde, pero tienes que oír esto… -Movió sus brazos, tratando de bajarse de la canaleta, porque la sangre le estaba subiendo a la cabeza y empezaba a encontrarse mareado.- Mi padre ha salido… Le han llamado de comisaría… Y no solo van todos los polis de Beacon, tío, ¡sino que también hay estatales! –dijo, entusiasmado, Scott parpadeó. Debía de ser algo gordo para que los estatales hubiese movido su culo hasta Beacon… Una ciudad muy pequeña donde casi nunca ocurría nada interesante.- Han encontrado un cuerpo en el bosque. –Usando toda su fuerza de voluntad, logró incorporarse hasta tocar la canaleta con ambas manos, arrastró su culo por las tejas y trató de desengancharse el pantalón, al lograrlo empezó a resbalarse sin control y acabó cayendo al suelo, dándose un buen golpe en la espalda. Pero eso no importaba, el dolor tenía que quedar atrás. Se levantó de un salto, lleno de hiperactividad. Scott se había acercado a él, preocupado de que le hubiese ocurrido algo… Pero Stiles estaba perfectamente y se apoyaba en la barandilla como si nada.-

.-¿Un cuerpo muerto…? –Preguntó, un tanto asqueado, y su amigo lo miró con obviedad.-

.-No, un cuerpo flotante… -bromeó, arqueando una ceja.- ¡Claro, idiota, un muerto! –no contento con haber fracasado con el intento de subir por el tejado hasta la habitación de Scott, decidió escalar por la barandilla para subir al porche.- Ahora viene lo mejor… -Consiguió llegar hasta tierra firme, dio un bote y se irguió orgulloso, colocando los brazos en jarras, mostrando la camiseta azulada de Los Beatles que se había puesto para la ocasión.- Tienen solo la mitad. –Scott arqueó una ceja y Stiles sonrió, asintiendo con su cabeza.- ¡Nos vamos, compañero!

Stiles tenía el jeep aparcado cerca de la entrada, con el motor puesto en marcha listo y preparado para su aventura nocturna. Scott tenía serias dudas acerca de lo interesante y divertido que podía ser encontrarse un cuerpo desmenuzado, más bien en su cabeza aparecía en grande la palabra repugnante, pero Stiles tenía la suficiente labia y energía para acabar agotándolo hasta decir que sí, por lo que decidió, por las buenas, seguirlo sin protestar. Miró la hoja en el reloj del coche, el destartalado jeep de su amigo marcaba las diez pasadas de la noche, por lo que calculó que no faltaba mucho para la hora cero.

.-Cathy va a volver. –Estalló, sin poder reprimir más aquella información que, en realidad, lo estaba destrozando y devorando por dentro. Stiles lo miró un segundo, de reojo, un tanto confundido y lo vio ponerse pensativo, por lo que decidió añadir con rapidez…- Mi hermana, Catherine. –El silencio volvió a invadirlos y Scott tuvo la sensación de no haber hablado, pues Stiles no hacía ningún gesto que diese a entender que le había escuchado… Ni siquiera un parpadeo. Scott resopló y se acurrucó en el asiento del copiloto, mirando por la ventana. Detestó que, por una vez, Stiles hubiese decidido quedarse callado.-


El camino resultó aún más largo de lo que había esperado, y cuando vieron emerger el cartel de RESERVA NATURAL BEACON HILLS ambos chicos suspiraron, aliviados, el momento de silencio incómodo había pasado. No tenían que fingir más que Scott no había intentado iniciar una conversación acerca de un tema del que ninguno de los dos quería hablar. Ahora había un cuerpo mutilado que encontrar. Scott abrió la puerta del copiloto y saltó fuera, observando el bosque que se extendía tras el roñoso cartel –el cual, por cierto, subrayaba la privacidad del lugar.

.-¿Tú crees que deberíamos ir? –Stiles le miró con obviedad y alzó una de sus manos para enseñarle la linterna. No había marcha atrás, todo estaba listo para la aventura nocturna.-

.-Tu eres el que te quejas de que nunca pasa nada. –protestó y echó a andar en dirección al cartel, Scott suspiró (tenía razón, por lo que ¿para qué discutir?) y le siguió, arrastrando los pies por todo el follaje caído.- ¿No estás contento? –Preguntó, de repente, cortando el silencio, mientras saltaba el pequeño cordel que separaba la zona privada de la pública. Observó de reojo a Scott caerse al suelo, tropezándose con el cordel.- Creía que echabas de menos a tu hermana, ¿no le escribes cada día?

.-Le escribía. –le rectificó y aceptó su ayuda para levantarse del suelo. No estaba seguro de porque Stiles había sacado de nuevo el tema, pero ahora ya no le parecía tan buena idea hablar sobre ello.- Y ella nunca me escribió de vuelta. Ni una sola carta. Ni una llamada. –Ahora podía soportarlo, podía negar que no le importaba la perdida de contacto, podía fingir que le parecía bien que cada uno tuviese su vida a parte del otro… Pero de pequeño no había sido así. ¿Cuántos días se había pasado llorando, desgarrado porque sentía que le habían arrancado su otra mitad? ¿Cuántas veces se había sentido vacío, como si le faltase una importante parte de si mismo? Habría dado cualquier cosa para traerla de vuelta, para ser dos nuevamente, para sentirse completo. ¿Pero y Cathy? ¿Acaso ella no había sentido lo mismo? ¿Tan fácil había sido la separación que ni siquiera le escribía cartas ni se ponían al teléfono cuando Melissa llamaba a su padre para saber cómo iban las cosas?- No lo sé, Stiles, -suspiró, cubriéndose la cabeza con la capucha de su sudadera.- no creo que sea una buena idea que ella regrese. –Su amigo se le acercó, y con su mano libre golpeó la espalda de Scott, en un gesto de apoyo moral.-

.-Si tu madre cree que es una buena idea… -Murmuró, apretándole el hombro.- Será que lo es. –Le sonrió, tratándole de quitarle hierro al asunto.- Pero ahora deja eso fuera, McCall, nos toca investigar y no quiero que te distraigas. –movió ambas cejas, sonriente, mientras sujetaba la linterna bajo su rostro, dándole una expresión aún más macabra.-

.-Si… Supongo que debería confiar en su instinto… -Suspiró y volvió a echar a andar tras su amigo.- Mañana entreno, y tú también, así que no volvamos tarde. ¿De acuerdo? –desde su posición pudo escuchar el profundo suspiro de decepción de Stiles.- Quería estar descansado para mañana… ¡Son las pruebas! –se quejó y lo puntualizó para recordárselo, esperando que entrase en razón.- Pienso jugar este año, Stiles. –repuso y observó que cuando hablaba, una nube de vaho salía de sus labios disparada. Hacía demasiado frío para andar por el bosque en busca de un cadáver mutilado.- De hecho, -prosiguió, muy seguro de ello.- seré titular.

.-Ese es el espíritu. –bromeó, moviendo la linterna para alumbrar a Scott unos segundos y luego volvió al camino, fijándose muy bien por dónde pisaba.- Todos tendríamos que soñar con esas fantasías, Scott. –El McCall puso los ojos en blanco, la poca fe que su amigo tenía en él era abrumadora. ¿No debería de estar apoyándole? Chasqueó la lengua y observó la gran cuesta que tenían que subir a continuación, sacó su inhalador de inmediato. Iba a necesitarlo.- ¿Sabes? –Dijo mientras subían, Stiles agarró con fuerza unas ramas secas para evitar caerse.- No lo había pensado pero… Quizás el asesino siga por aquí. –Scott sintió un escalofrío recorrerle el cuerpo, aquel pensamiento bien podría haber seguido en la cabeza de Stiles… Pues él prefería ignorarlo. Stiles se abalanzó hacia delante, resguardándose tras un viejo tronco del camino. Scott cayó a su lado tras haberse tropezado, nuevamente, retiró la capucha de su cabeza para ver que estaba ocurriendo. Frente a ellos una horda de policías, armados y con linternas, inspeccionaban el terreno.- ¡Vamos! –susurró, saliendo corriendo hacia esa dirección, sin importarle ser pillado.-

.-¡Stiles! –Gritó, viéndolo correr de ese modo directo hacia el peligro. Cogió aire, llenando sus pulmones. Volvió a coger el inhalador y se dio dos dosis más, necesitándolas para seguir el ritmo del moreno.- ¡Stiles! –Echó a correr tras él, ahora ya les separaban más de cinco metros y la distancia cada vez se hacía más larga.- ¡Stiles, espera! –Suplicó, moviendo los brazos para llamar su atención.- Stiles…

Stiles se encontraba ya lejos de su amigo cuando se percató de que se encontraba demasiado solo, no podía escuchar a Scott llamarle. Volteó, para asegurarse de que el McCall no andaba muy lejos, y, entonces, lo vio. Unas fauces abiertas en su dirección. Dio un bote, asustado, y cayó al suelo de la impresión. Se retorció en el suelo, queriendo huir de la bestia que estaba a punto de devorarle, pero se detuvo en seco cuando escuchó una voz conocida a sus espaldas.

.-Quieto… -susurró un hombre con voz grave y autoritaria. Las fauces que había visto tan cerca pertenecían a Jakie, uno de los perros de la policía. No pudo sentirse más estúpido.- Tranquilo… -Acarició la cabeza del canino, apaciguándolo. Unos policías se habían acercado para ver que ocurría, por si necesitaba ayuda.- Este pequeño delincuente es mío. –Les dijo en cuanto los vio, cerca ya de ellos. Stiles se había levantado, pero seguía con los brazos en alto, protegiéndose así de la luz de la linterna y del perro, el cual no le tenía mucho aprecio que digamos.-

.-Papá… ¿Qué tal? –dijo, como si nada, como si se encontrasen en su casa tomando un café. Su padre entrecerró los ojos, fulminándolo.-

.-¿Ahora escuchas mis conversaciones telefónicas? –Aunque lo estaba preguntando, ya casi parecía una afirmación en toda regla. Stiles sonrió, nervioso, y colocó sus brazos en jarras tratando de pensar rápidamente en una buena manera de librarse de esta.- ¿Dónde está tu cómplice de fechorías? –Preguntó, sin darle tiempo a excusarse.-

.-¿Quién? –Respondió con una pregunta, tratando de evitar la respuesta. Su padre le miró muy seriamente. Él sabía perfectamente a quién se estaba refiriendo.- ¿Scott? –En aquel momento, el McCall había llegado hasta dónde ambos se encontraban, al ver al sheriff, que estaba de espaldas a él, decidió que lo mejor era resguardarse tras un árbol, sin exponerse.- Scott… Debe de estar en su casa. –Murmuró, intentando que sonara convincente.- Mañana es el primer día de instituto… Y las pruebas de Lacrosse… Así que quería estar descansado. –Y aquello, en parte, podía haber sido una verdad como un templo. Por lo que el sheriff empezó a creérselo, olvidándose de buscar a Scott entre los árboles.- Estoy solo en el bosque, papá, te lo juro.

.-¿Scott? –Preguntó el sheriff, moviendo su linterna entre los árboles por última vez.- ¿Estás ahí? –Viendo que no obtenía respuesta, decidió apagarla. Suspiró y se adelantó para coger a Stiles del cuello, por detrás.- Bien, jovencito… -su hijo gimió, temiéndose lo peor, mientras su padre lo arrastraba en dirección a la salida del bosque.- Te voy a acompañar hasta tu coche… Y después vamos a tener una charla sobre la invasión de la privacidad. –Stiles echó una última mirada hacia atrás, pero no logró ver a su amigo. Ahora Scott se encontraba solo.-

El Sheriff Stilinski arrastró hasta su hijo por el cuello hasta el límite del territorio, entonces lo soltó para que pudiese traspasar el cordel sin incidencias. Suspiró y le siguió. Ya habían peinado casi toda la zona, pero la noche confundía demasiado la investigación… Por lo que lo mejor era esperar a mañana por la mañana, entonces peinarían mejor el lugar y darían de una vez por todas con el cuerpo entero. Además, había empezado a llover. Convencido de que esa era la mejor opción, el señor Stilinski traspasó el cordel, siguiendo a su hijo hasta el jeep. Stiles, al ver a su padre con intención de entrar en el coche, tiritó de terror al pensar en lo que podría venir. Estar encerrado dentro del jeep con él no le parecía una buena idea. Al menos, le dejaba conducir.

.-Stiles. –Dijo en cuanto su hijo arrancó el motor, nervioso de verse observado por su padre.- No puedes escuchar mis conversaciones telefónicas, son privadas. –tiró marcha atrás con el jeep y se pusieron de camino a casa.- ¿Te gustaría que yo fisgoneara en las tuyas? ¿Eh? –Stiles negó con la cabeza, aunque no era tan estúpido como para ignorar que su padre no era precisamente la madre Teresa de Calcuta. Él también escuchaba sus conversación, por lo que no era tan inocente, ni menos víctima que él mismo.- Además, ir al bosque, de noche, es una temeridad… ¿Y si hubiese pasado algo? ¿Y si el asesino aún siguiese suelto?

.-Lo sé… No pensé en ello. –Y eso era cierto, no había caído hasta verse en la escena del crimen.-


No llevaban ni diez metros recorridos cuando, en un lado de la carretera, vieron un coche parado con las luces apagadas –un viejo modelo de escarabajo color azul pálido. El sheriff ya había sacado su libreta, dispuesto a anotar la matrícula, cuando Stiles vio algo más. Una figura, al lado del coche. Al acercarse un par de metros más, la silueta se volvió más clara y distinguieron a una chica. Stiles notó un escalofrío recorrerle la columna de arriba abajo. Allí, bajo la lluvia, podía verse a una chica joven, de cabellos largos y oscuros que se le empapaban tanto que se le habían quedado pegados a la cara, dificultando verle el rostro, aun así, podía verse que tenía la tez pálida, la cual se acentuaba aún más, pues llevaba ropas oscuras. Parecía sacada de un rumor de terror, la clase de chicas que se encontrabas en una curva y que te mataban solo cruzarla. Un fantasma de una mujer despechada.

Pero resultó que aquella chica no tenía intención de sacarles el corazón por venganza. No se trataba de un fantasma. Ni siquiera de una mujer despechada. Sino de una persona que Stiles no había visto hacía prácticamente diez años. Su padre le ordenó que se detuviera tras el escarabajo, teniendo cuidado de no atropellar a la chica, y Stiles vio de reojo que su padre pedía una grúa a través de su teléfono móvil. Después, abrió su puerta y bajó de un salto. Stiles, por su parte, se quedó petrificado, sentado frente al volante –se preguntó lo mucho que su padre se enfadaría si decidía arrancar y dejarle solo ante aquella situación, pero estaba tan atónico que no tuvo ni fuerzas para pisar el acelerador.

.-¿Se te ha averiado el coche? –Preguntó el sheriff solo salir del coche, la chica estaba de espaldas a él, sujetando un bolso por encima de su cabeza para, inútilmente, resguardarse de la lluvia.- He llamado a una grúa, ya están de camino… ¿Quieres que te acerquemos a algún lado? –Insistió y acortó la distancia entre ambos.- Llevarán tu coche al mecánico… Si quieres podemos acercarte hasta… -se calló en cuanto su mano se posó en el hombro de la joven y esta, como saliendo de un trance, volteó para ver que estaba ocurriendo. La reconoció al instante. ¿Cómo no hacerlo? Sus ojos, marrones oscuros, profundos, marcados por unas ojeras pronunciables, eran los mismos que los de su madre. Melissa, Melissa McCall.- ¿Catherine? –Preguntó, sorprendido, y se pasó una mano por la cara. Ni siquiera era consciente de lo mucho que se estaba empapando.- ¿Catherine McCall? –La chica parpadeó, confundida, y entrecerró los ojos como si intentase escrutarle con la mirada.- Soy el marido de Claudia, John Stilinski, ¿recuerdas? Trabajaba con tu padre en la comisaría… -Los ojos de la chica viajaron tras de él, posándose en el jeep que mantenía las luces encendidas tras ellos.- ¿Se te ha averiado el coche?

.-Me he quedado sin gasolina. –Habló, por primera vez, y bajó el bolso al comprender lo inútil que era mantenerlo de ese modo. Ya estaba empapada, más no podía mojarse.- No recordaba lo lejos que estaba Beacon Hills. –Dijo y, según creyó el sheriff, el nombre de la ciudad sonó como un insulto en sus labios.- Sí, sí, le recuerdo… -se estremeció, por lo que se cruzó de brazos, abrazándose casi a sí misma para protegerse del frío. Cuando había dejado San Francisco hacía un sol espléndido, pero había sido llegar a los inicios de Beacon Hills y la tormenta se había liberado. ¿Era una señal? Para acabar de rizar el rizo, su depósito estaba más vacío de lo que había previsto, quedándose tirada por más de una hora en mitad de la nada.- ¿Puede acercarme hasta casa de Melisa Delgado? –El sheriff asintió un poco confundido por no haber escuchado mamá, en vez de Melissa. Aunque lo más atónico era que hubiese decido usar el apellido Delgado, el de soltera, y no el de McCall.- Oh, uh… -murmuró cuando dio un par de pasos hacia el jeep.- Mis cosas están en el coche.

.-Oh, por supuesto. –Le sonrió, tratando de ser amable.- Melissa me comentó que venías a vivir con ella de nuevo. –La expresión de la joven se tornó hosca, mal humorada por habérselo recordado.- No te preocupes por tus cosas, las llevaremos también. –volteó para mirar a su hijo, que seguía agarrando el volante, decidiéndose a huir o no.- ¡Stiles, baja del coche y ayúdame a cargar cosas! –Le gritó mientras se encaminaba hacia el escarabajo azulado, Cathy ya había abierto el maletero para mostrarle todas sus pertenencias.- ¿Eso es todo? –Preguntó, confundido de ver una maleta de mano. Junto a ella, eso sí, habían un par de cajas de cartón llenas a reventar de libros viejos.-

.-No planeo quedarme por mucho tiempo. –Espetó y giró su rostro, cortando la posible conversación. John sabía por Melissa que Cathy no iba a quedarse precisamente solo un par de días… Sino que su estancia estaba destinada a prolongarse, al menos, un año entero. Y estaba seguro de que en la maleta de mano no habían suficientes cosas como para pasar un año en Beacon Hills.- Cuidado con los libros, -le advirtió cuando el sheriff fue a coger una de ellas. Cathy se adelantó, abrió la maleta y extrajo un impermeable para cubrir una de ellas y luego sacó un paraguas, para tapar los de la otra caja.- no quiero que se echen a perder.

.-Podrías haberlos sacado antes. ¿No crees? –Susurró John, pero Catherine se limitó a menear la cabeza, no creyéndolo necesario. Echó la cabeza hacia atrás para ver a Stiles salir del coche a regañadientes, aunque la lluvia apremiaba no parecía tener mucha prisa por llegar hasta donde ellos se encontraban.- Tú coge la maleta, Catherine y yo… -cuando iba a pedirle que se encargarse de una de las cajas, vio que la joven se había encaminado hacia la puerta del copiloto del escarabajo. Stiles agarró la maleta, moviendo la cabeza a modo de saludo (saludo que la castaña no devolvió), y de mala gana volvió sobre sus pasos para colocarla en el maletero del jeep.- Catherine. –dio un par de pasos, acercándose para ver que ocurría, cuando vio que resguardaba algo bajo la fina chaqueta de punto que llevaba puesta. Algo se retorcía bajo ella, moviéndose y lastimándose por verse mojado de ese modo. Al acercarse, John comprobó que se trataba de un gato completamente negro, que se camuflaba a la perfección con la oscuridad de las ropas de las chicas. Solo dos ojos enormes y dorados se veían bajo la chaqueta, mirándole con malas pulgas.- Tienes un gato. –Dijo, muy observador.-

.-Salem. –Le rectificó y protegiendo al animal con su cuerpo, corrió hasta el jeep para entrar por la parte trasera, en los asientos de detrás.-

El sheriff cargó las dos cajas detrás, procurando que ningún libro acabase echado a perder. Intentó que Catherine le respondiera a unas preguntas, pero fue un intento inútil y solo le hizo perder el tiempo. Cathy le respondía con evasivas, siempre dejando claro que su estancia era muy temporal en Beacon Hills y nunca, pero nunca, respondió a una pregunta acerca de Rafael McCall, su padre. Se resguardó en un libro, alzándolo para tapar su rostro –ni Stiles ni John pudieron ver su expresión a través del espejo retrovisor. Salem, su bajo, ronroneaba contra ella hasta hacerse una bola de pelos negra como la noche.


Scott empezó a caminar, con la capucha puesta para resguardarse mínimamente de la lluvia, por dónde creyó que podría encontrarse la salida del bosque –rezó para sus adentros para que Stiles se hubiese quedado a esperarlo, de lo contrario tendría que andar hasta su casa a pie… Y bajo esa lluvia, no le apetecía demasiado la caminata. A su alrededor los cánticos de los grillos se mezclaban con los sonidos de la noche, los búhos empezaban a despertarse emitiendo sonidos guturales y más de una rama seca se partía bajo sus pies, delatando su posición. Había empezado a alzarse niebla en algunos puntos, dándole un aspecto más terrorífico a ese bosque infernal que no se acababa nunca.

Había caminado al menos ya diez metros cuando observó algo a lo lejos, no lo distinguió bien pero supo de inmediato que había algo. Sacó su inhalador, dispuesto a usarlo para poder salir corriendo de ser necesario… Cuando, de repente, una manada de ciervos salieron despedidos de entre la niebla, corriendo directamente hacia él. Uno de ellos llegó a rozarle bruscamente, haciendo que su inhalador saliese disparado, bien lejos de él. Otro se golpeó contra él, tirándolo al suelo de espaldas. Scott alzó sus brazos, cubriéndose el rostro, temiéndose verse pisoteado por los animales que parecían fuera de sí. El último de los ciervos pasó trotando por su lado, siguiendo al resto, y Scott lo observó marcharse desde el suelo. Tiritó, asustado, y lentamente se incorporó hasta llegar a alzarse.

Se limpió los pantalones llenos de barro, sacudiéndolos bien –su madre iba a matarlo. Y luego buscó su teléfono, activó la aplicación de la linterna y buscó entre el follaje su preciado inhalador –el cual costada alrededor de ochenta dólares, no era algo que pudiese perder y salir airoso. Rebuscó, apartando varias hojas del camino, hasta que, de repente, dio con algo. No era su inhalador, sino algo más espeluznante.

Se trataba del cuerpo.

Era una chica joven, no más de veinte años. Castaña, por lo que pudo comprobar. Sus ojos, abiertos de par en par, se mostraban sin vida, entelados, aun así observó que eran claros, de un azul llamativo. Estaba completamente desnuda –aunque en ese momento a Scott no le pareció un detalle importante. Y, lo peor, estaba partida por la cintura. Donde habían tenido que estar sus piernas, ahora solo había hojas y hojas… Horrorizado y repugnado, no solo por la imagen sino también por el olor a putrefacción, retrocedió hacia atrás. Tanto, que se tropezó con el tronco que antes habían usado para esconderse de la policía, que cayó por la cuesta que tanto le había costado de subir. Rodó por su pendiente, perdiendo el móvil por el camino.

Sin perder el tiempo, Scott se alzó, asustado –no podía dejar de pensar en que el asesino podía seguir ahí fuera, dispuesto a cortarle a él también por la mitad, y se dispuso a salir corriendo en cualquier dirección… Pero entonces lo vio. Un par de ojos lo observaban.

Unos ojos rojos.


Catherine seguía leyendo tranquilamente un libro titulado El crisol, por Arthur Miller, que parecía ser muy viejo pues la tapa estaba hecha de cuero marrón y empezaba a despegarse del resto de páginas. El Sheriff Stilinski no podía despegar la mirada de ella, confundido de que esa chica se pareciese tanto y tan poco a la niña que él recordaba. Seguía teniendo los mismos ojos, solo que no mostraban la inocencia y la alegría que una vez los habían caracterizado. Sus rasgos habían cambiado, perfilándose mejor, pero no cabía duda alguna. Era Catherine McCall. La misma Catherine McCall que se había unido a las gamberradas de su primogénito, saliéndose victoriosa de todas ellas, dejando a Scott McCall cargar con toda la culpa. A quién, por cierto, ella aún no había mencionado cuando en el pasado habían estado muy unidos –muchas veces, demasiado unidos, mostrándose insociables al mundo, sin dejar que nadie entrase en su mundo hecho para dos.

.-¿Está interesante? –Preguntó John, queriendo cortar el silencio incómodo que reinaba en el coche. Por una vez, y solo por una vez en la vida, Stiles se mantenía callado, sin querer hacer ningún comentario al respecto. Catherine alzó su mirada por encima del libro, sin entender.- Si es bueno. –Aclaró, y señaló hacia detrás.- El libro. –Cathy abrió la boca, dispuesta a responderle (aunque quizás no a su pregunta) pero entonces sus ojos se abrieron de par en par. El libro se deslizó entre sus manos, cayendo al piel del coche. Y un grito reinó en el coche, desgarrado, lleno de angustia. Catherine se echó hacia delante, llevándose las manos aun costado, con los ojos cerrados y una expresión de dolor en el rostro.- ¿Qué ocurre? ¿Qué pasa? –Se desabrochó el cinturón para echar el cuerpo hacia detrás, movió una mano para indicarle a Stiles que aparcara a un lado de la carretera.- ¿Catherine? –La llamó, asustado, viéndola retorcerse en el asiento trasero, con su mano puesta sobre un lateral de su cuerpo. El izquierdo.- Déjame ver.

.-¡No! –Se echó hacia detrás, impidiendo que llegase a tocarla. Y ella misma se levantó ligeramente la camiseta, mostrándole la piel intacta, sin un rasguño.- Me duele. –dijo lastimera y se bajó la camiseta, apretando nuevamente la mano en la zona. Cerró los ojos y gimió, encogiéndose sobre si misma.- Me está quemando.

.-Deben de ser gases. –Interrumpió Stiles, que tenía la vista fija hacia delante, mirando la carretera, no se había molestado tan siquiera a mirar hacia atrás. Había aparcado el jeep a un lado, como su padre le había ordenado. El sheriff le envió una mirada asesina para que se callara, lo prefería ahora calladito… Aunque antes le había molestado tanto silencio por su parte.-

.-Catherine… -susurró John, trepando por el asiento e intentando pasar al trasero, pero naturalmente se vio atrapado a medio camino, sin poder ir más allá. El coche era demasiado pequeño para tan grandes maniobras.- ¿Quieres que te llevemos al hospital? Tu madre… -Los ojos de la joven se alzaron hacia él, suplicantes.-

.-No… No… Ya me voy encontrando mejor… -susurró, sin voz, mientras se incorporaba de nuevo hasta sentarse en el asiento. Y era cierto, el dolor se iba pasando, difuminando con lentitud.- De verdad… Ya estoy mejor. –John suspiró, no muy convencido de ello, pero accedió a volver a sentarse en su sitio. Ambos se abrocharon los cinturones.- Adelante, podemos seguir. –Stiles encendió el motor del coche, sin decir una sola palabra.-


El jeep se detuvo frente a la casa de los McCall hacía la media noche. Melissa esperaba ya fuera, avisada de ante mano por el sheriff, jugueteando con un paraguas que había sacado por si acaso, a pesar de que estaba ya dejando de llover. Sus ojos se alzaron cuando las luces llegaron hasta el porche, y el corazón dio un brinco en su pecho cuando el coche se detuvo con un quejido –debían de revisar el motor. Sin abrir el paraguas, Melissa se lanzó fuera del porche, caminando a paso rápido hacia las puertas traseras del jeep. John ya había salido, y la advirtió, con una simple mirada, que las cosas no iban a salir fáciles.

Hacía ocho años desde la última vez que Melissa McCall había visto a su hija mayor (por tres minutos) y su corazón lastimado no podía soportar más la espera. Necesitaba verla, abrazarla, estrecharla en sus brazos y decirle que no importaba lo que hubiese ocurrido, todo iba a salir bien y Beacon Hills volvería a ser un hogar para ella como lo había sido antaño. Pero esa oportunidad se perdió cuando Catherine salió por la otra puerta, evitándola, portando en sus brazos a Salem, que volvía a protestar por verse transportado de un lado a otro.

.-Cathy… -Melissa, que no era mujer que se rindiese a la primera de turno, dio la vuelta al coche corriendo, siguiendo a su hija que se apresuraba a encaminar a la casa, intentando que sus miradas no se cruzasen.- ¡Cathy, por favor! –suplicó, esperando que ella voltease, solo durante un segundo… Solo le pedía eso, ver sus ojos durante un segundo.- ¡Cathy soy tu madre! –Entonces se detuvo, parada en el porche, de cara a la puerta y de espaldas a ella.- Por favor… Sé que te disgusta la idea pero… -Melissa alargó su mano, apunto de tocar la cabeza de su hija. Quería pasar la mano por ese cabello castaño oscuro, tan parecido al suyo, acariciar su cabecita como lo había hecho antaño… mientras le contaba un cuento antes de dormirse.- Cathy, yo… -Entonces su hija volteó, con ojos hostiles y cargados de un odio que Melissa no supo cómo afrontar.-

.-¡CATHERINE! –gritó el sheriff, cortándola, impidiendo que las palabras envenenadas de una adolescente malhumorada hiriesen los sentimientos de una mujer maravillosa. Melissa podía ser muchas cosas, pero sobre todo era buena madre. John Stilinski no tenía ninguna duda al respecto. Y daba igual lo rebelde sin causa que se sintiera esa chica, no tenía el derecho de hacerle daño. Cathy le miró por unos segundos, enfadada, volvió a voltear y entró a toda prisa en casa, una casa que no había pisado en más de ocho años.- Lo siento, Melissa… -John se había acercado a ella, tratando de darle consuelo.- No parece la misma.

.-Gracias por todo, sheriff. –Contestó ella, no queriendo entrar en el tema, con una expresión amable, sin mostrarse herida o afectada.- Están en esa edad… -Puso sus ojos en blanco y John suspiró, poniendo los brazos en jarras y echando la cabeza hacia atrás.-

.-Si yo te contara… -ambos se sonrieron, cada uno pensando en sus propios problemas, y se despidieron con un par de palabras. El sheriff volteó y echó a andar de nuevo al jeep, abrió la puerta y esta vez se metió en el asiento del conductor. Stiles, que había bajado y miraba fijamente la única ventana del piso de arriba con luz (la habitación contigua a la de Scott, según pudo contar, y la que habían usado él y su madre como almacén de trastos improvisado durante estos años), no protestó al respecto y dejó que su padre condujera hasta casa. Había sido una noche demasiado larga… Y extraña.-


El primer día de colegio amaneció soleado, lo que fue de agradecer dado la lluvia del día anterior. Scott aparcó su bicicleta, como había hecho el año anterior y el anterior a ese, en el mismo instante en que un porche plateado paraba a su lado –la puerta se abrió, de repente, golpeándole en el trasero. Del asiento del conductor, salió un chico bajito, de ojos verdosos, con una mochila de color roja colgada en el hombro izquierdo. Le dedicó una mirada envenenada antes de cerrar la puerta y marcharse hacia el edificio que era el instituto. Scott tragó saliva, se trataba de Jackson el capitán del equipo de lacrosse, y dejó correr la distancia antes de encaminarse en esa dirección.

Stiles le esperaba al final del parquin, se apoyaba contra un pilar que limitaba una de las plazas con los brazos cruzados y observaba concienzudamente un escarabajo de color azul pálido. Scott sabía que era el de su hermana, con la cual no había intercambiado aun una sola palabra desde que había regresado. Era extraño, pero Catherine era una completa desconocida para él en ese instante.

.-Venga, enséñame la herida. –Pidió en cuanto se paró frente a él, despertando de su ensoñación. Scott asintió y se levantó con cuidado la camiseta, mostrándole el costado izquierdo. Había cubierto la herida con gasas, que se encontraban manchadas de sangre (Stiles apartó su mirada, sintiendo que iba a desmayarse), y eran aguantadas con esparadrapo.- Uuuh… Vaya… -Mantuvo la mirada apartada hasta que Scott bajó su camiseta. Entonces un pensamiento fugaz le pasó por la mente. Era el mismo sitio, el mismo dónde Catherine se había quejado de dolor en el coche. Justo. El. Mismo. Sitio.- Cathy…

.-Estaba oscuro. –le interrumpió, no dejándole oportunidad de hablar acerca de ella, se cargó la mochila al hombro y su palo de lacrosse.- Pero estoy seguro de que fue un lobo. –Stiles se había quedado con las palabras en la boca, pero aun así entrecerró los ojos.-

.-¿Te mordió un lobo? ¿Un lobo? –Scott asintió, sin entender porque le estaba costando tanto de asimilar.- No, no puede ser. –Insistió y se detuvieron, quedándose cara a cara.- Porque no hay lobos en California.

.-Pues sino me crees con lo del lobo… -Murmuró, ofendido de que no creyese una palabra de lo que le estaba contando.- Menos me creerás cuando te diga que encontré el cuerpo. –Susurró y Stiles, al oírlo, dio un bote, sorprendido.- Tendré pesadillas durante un mes… -Asqueado, bajó su mirada. Stiles, sonriendo de oreja a oreja (y no encontrando nada de repugnante en ello) dio una palmada a su amigo.-

.-Esto es lo mejor que… -Su expresión cambió totalmente al ver acercarse por detrás de Scott a una chica menuda, pelirroja, enfundada en un abrigo largo de color negro.- …le puede haber pasado al pueblo… -sigue, sin perder de vista a la chica, que sigue avanzando hacia ellos.- …desde el nacimiento de Lydia Martin. –Una sonrisa bobalicona se formó en sus labios.- Hola Lydia. –La chica pasó por su lado, ignorándole, prestándole atención a la compañera con la que se dirige al instituto.- Estás muy… Dispuesta a ignorarme. –Chasqueó la lengua mientras Scott mostró una sonrisa, divertido.- ¡Y tú eres el culpable! Soy empollón de rebote… Es por juntarme contigo.


Una vez sentados, la clase dio comienzo. El profesor había empezado a escribir La metamorfosis de Kafka en la pizarra cuando los oídos de Scott captaron el insufrible sonido de un móvil recibiendo una llamada, buscó por todas partes… Pero no había rastro alguno del teléfono, ni a que alumno pertenecía –además, ninguno parecía percatarse del sonido, solo él. Intentó guiarse por la melodía hasta que, de repente, supo de dónde venía. De fuera. A lo lejos, en un banco de la entrada, una chica de cabellos negros largos descolgaba su teléfono, recibiendo una llamada de su madre –al parecer, se había dejado los bolígrafos el primer día de instituto.

No tardó mucho en aparecer el director, que acompañó a la chica dentro. Scott la siguió con la mirada hasta que la perdió, totalmente embalsamado por su presencia. Se lamentó de no haber cogido ningún dato más sobre ella… Hasta que, para su suerte, la chica volvió a aparecer. El director había entrado en el aula y era acompañado por ella y, además, por su hermana gemela, Catherine McCall. Sintió sus ojos, sus mismos ojos, mirarle desde la lejanía.

.-Chicos… -dijo el director, señalando a ambas chicas- Vuestras nuevas compañeras de este año… -murmuró, con tono monótono, ensayado durante muchos años.- Catherine McCall… -Scott sintió las miradas de todos sobre él, o al menos de todos los que sabían que él se llamaba Scott McCall (el resto lo miraban por inercia, al ver que todos lo hacían). Trató de esconderse tras el libro de literatura, compungido.- Y Allison Argent. –al escuchar su nombre, Scott alzó su mirada hacia ella. Era tan cautivadora… No podía apartar los ojos de ella.- Por favor, -pidió, con voz grave, mientras se encaminaba hacia la salida.- que se sientan cómodas. –cerró la puerta tras de él, sintiéndose liberado de la primera carga del día. Allison se encaminó en su dirección, sentándose tras de él. Automáticamente sintió la necesidad de girarse y entregarle su bolígrafo.-

.-Empezaremos con la metamorfosis de Kafka… Ir a la página 33.


En las taquillas, Scott observaba a Allison desde la lejanía. Su sonrisa (la cual estaba destinada a él, su salvador portador de bolígrafos), su manera de abrir la taquilla, su manera de cerrarla, su manera de voltearse hacia él, su manera de… Toparse con Lydia. Vio a la pelirroja acercarse a ella, con una mirada picaresca en los ojos y una sonrisa satisfecha en los labios.

.-Tu chaqueta, -Scott la escuchó perfectamente, a pesar de estar a cierta distancia.- es una pasada. –dijo, señalando dicha prenda, Allison se encogió avergonzada y le explicó que su madre la había comprado en una tienda de San Francisco. Lydia sonrió más ampliamente.- Tuuuuuu… -entrecerró sus ojos, divertida.- Vas a ser mi mejor amiga.

.-¡Demasiado tarde! –Scott dio un bote al escuchar de repente una voz frente a él.- Voldemort ya la tiene. –Parpadeó, estupefacto, mirando el rostro de su hermana frente a él. Catherine estaba apoyada contra las taquillas, al lado de la suya, con expresión seria y malhumorada (nada diferente a lo que había demostrado a su llegada). Apenas la había observado cuando había llegado a clase, pero ahora que la tenía delante no pudo evitarlo. Contrastando con la mini falda de Lydia, Cathy llevaba una larga falda negra que le llegaba hasta prácticamente de los tobillos. No pudo más que comprender porque la pelirroja no se había acercado a ella en busca de una nueva mejor amiga.- Ha hecho muy rápido amigos aquí.

.-Es comprensible. –Stiles, que se encontraba tras de Scott, peleándose con su propia taquilla, interrumpió, metiéndose en una conversación que no había sido invitado. Catherine desvió su mirada a él, prestándole atención.- Las guapas se juntan, es ley de vida. –Meneó su cabeza y en su rostro apareció una mueca cuando Jackson apareció tras Lydia, la rodeó por la cintura y la besó repetidas veces. Algo que él nunca podría haber hecho en la vida real, solo en sueños.- Si es una visita muy temporal… ¿Para qué molestarse en ir al instituto? –ella entrecerró sus ojos, molesta.-

.-Vosotros me queréis tan poco aquí como yo me quiero aquí. –rechistó, irguiéndose. Scott se volvió a Stiles y le explicó rápidamente la discusión acalorada que habían tenido Catherine y Melissa acerca de ello, la noche anterior, justo cuando él intentaba dormirse tras haberse dado una ducha caliente para quitarse el frío de la lluvia.- Odio este sitio. –Susurró, echando un vistazo a su alrededor.-

.-Pero este sitio no te odia a ti. –Scott cerró la taquilla de un golpe seco, suspiró y se enfrentó a los ojos de su hermana.- Te he echado de menos, Cathy. –Sus miradas se encontraron, los mismos ojos mirándose mutuamente… Scott lo había dicho con sinceridad, a pesar de que el día anterior se había negado en rotundo a su madre acerca de que su hermana se mudase con ellos nuevamente, cada palabra que había pronunciado era cierta. La echa de menos. Demasiado. Tanto que a veces le dolía. Y solo necesitaba que ella se lo devolviese, que le contase lo difícil que había sido también para ella la separación de sus padres, la separación entre ambos.- Y Stiles también. –El moreno, detrás suyo, movió sus brazos, no queriéndose ver involucrado.- Bienvenida a Beacon Hills. –Se acercó, instintivamente, para darle un abrazo, pero Catherine se movió en ese instante, alejándose de él a paso rápido por el pasillo.-


Las pruebas de lacrosse no habían ido tan mal, había conseguido parar todos los tiros y había demostrado que incluso era mejor que Jackson… ¡Hasta Lydia se había levantado para aplaudirle a él! ¡A él y no a Jackson! No podía sentirse más orgulloso, más lleno… Pero, al mismo tiempo, tan vacío. Intentó alejar ese pensamiento de su cabeza y sonrió a su reflejo en el espejo. ¿Y Allison…? ¡Oh, Allison! Ella lo había estado mirando todo el tiempo. Incluso le había preguntado a Lydia quién era (y, aunque no era una sorpresa, la pelirroja no le había sabido decir su nombre). Era perfecta, sencillamente perfecta… Suspiró, enamorado, y salió del baño para vestirse. Esa misma tarde iban a salir, él y Stiles, en busca nuevamente del cuerpo de la chica mutilada. Le faltaba únicamente ponerse una deportiva, cuando la voz de su hermana lo interrumpió, bajándolo de la nube.

.-¡No tienes ningún derecho! –La escuchó gritar, cerca, por lo que debía de estar en su habitación.- ¿Cuántas veces quieres apartarme de la familia? ¿Cuántas veces quieres arruinar mi vida? –La escuchaba chillar, enfadada. Se levantó, dispuesto a pararla antes de que dijese algo terrible, y corrió hasta su habitación. Cathy estaba de pie, en medio, enfrentándose a su madre con la mirada. Melissa tenía una mano en la boca, apunto de echarse a llorar.- ¡Primero me mandas lejos! ¡Me envías con papá a pesar de que…! –Calló de repente, echándole una mirada a Scott de perplejidad.- Y ahora, cuando las cosas ya van bien, me traes de vuelta… -más calmada, volvió su mirada a su madre, apagada.- A una familia a la que ya no pertenezco.

.-Hicimos lo que tuvimos que hacer, Cathy… -Susurró Melissa, dando un paso al frente, pero su hija retrocedió, alejándose de ella.- ¿Ha sido muy duro? –Preguntó de repente, sorprendiendo a Scott, que esperaba otro tipo de pregunta o más bien súplica. Catherine meneó su cabeza, no queriendo hablar del tema, echándole una mirada a su hermano.- Scott, por favor, ¿puedes dejarnos solas? –Pidió a su hijo, sin voltearse para mirarle.- Por favor, Scott. –asintió, aunque ella no podía verle desde su posición, y salió de la habitación, cerrando la puerta al salir. Bajó las escaleras y se quedó parado en la puerta principal, prestando mucha atención para oír el final de la conversación.- Prometió que dejaría de beber, Cathy, por eso dejé que se te llevara. –hablaba de su padre, no le hacía falta ninguna explicación… Lo había visto vaciar el bar muchas veces, demasiadas, cuando era pequeño. Su corazón dio un brinco, sobresaltándolo, nunca se había parado a pesar lo que su hermana habría vivido fuera de Beacon Hills. Nunca había pensado en ello, en los demonios de su padre. ¿Habrían sido esos los que la habían cambiado? ¿Habían sido tan poderosos que habían eclipsado el dolor de separarles? ¿Por eso no respondió a sus llamadas? ¿A sus cartas? ¿Por qué estaba enfrentándose a algo más grabe? Sintió la rabia azotarle, el odio recorrer sus venas. Quería subir y expresar su opinión, quería decirle a su hermana que ya no importaba, que con ellos las cosas serían fáciles… Pero no lo hizo, se limitó a escuchar, atento.-

.-Sí, dejó de beber… -Escuchó a Catherine, a lo lejos.- Pero unos meses después de irnos… Y esos meses, fueron un verdadero infierno.


El bosque, ahora de día, parecía un lugar completamente distinto… Más iluminado, más lleno de vida. Scott no estaba seguro de dónde había encontrado el cuerpo, pero trataba de ubicarse lo mejor que podía mientras le explicaba a Stiles lo ocurrido en las pruebas de lacrosse, lo bien que se había sentido y lo fácil que había acabado resultando atrapar la bola. Su amigo le escuchaba atentamente, aunque con expresión incrédula, sin acabar de convencerle.

.-¿Y todo esto por el mordisco? –Preguntó, arqueando una ceja.- ¿Sabes? –Dijo, deteniéndose frente a él y ladeó su cabeza sin apartar su mirada de Scott.- Creo haber oído algo… Acerca de una infección específica… -Scott parpadeó, casi ilusionado de saber entonces lo que le estaba ocurriendo.- Sí… Creo que se llama… Licantropía. –El McCall seguía sin coger el tono burlón del Stilinski, totalmente inocente cayendo en la trampa.- Es malo… No, es peor… Pero tranquilo, solo es una vez al mes. –Sonrió, divertido al ver la expresión de su mejor amigo.- Solo la noche de luna llena… Auuuuuu. –aulló falsamente y Scott entrecerró los ojos, ofendido, se acercó a él y lo golpeó en el pecho para mostrarle su enfado. Stiles se echó a reír, divertido.- Eeeh… Fuiste tú el que oyó a un lobo. –Insistió, sonriente.- Puede que seas un hombre lobo. –Scott le mandó una mirada, muy significativa.- Vale… Solo era una broma… -Suspiró, echando la cabeza hacia detrás.- ¿Y Catherine? ¿Cómo va el paraíso familiar en la residencia McCall? –Preguntó bromeando, intentando disimular la seriedad de la pregunta, intentando disipar la tensión en referencia al tema.-

.-Cathy… -suspiró, echando un vistazo a su alrededor.- Creo que es más complicado de lo que creo… -Dio una patada a unas hojas, levantándolas.- Creo que le pasó algo con mi padre. –Bajó su mirada, apenado.- Recuerdo todo lo que mi padre bebía… Incluso delante nuestro. –Stiles apoyó su mano en el hombro de su amigo, reconfortándolo.- Supongo que culpa a mi madre de que la dejase marcharse con un padre así. –Suspiró y volvió a dar otra patada a las hojas.- He de buscar en inhalador…

.-Ya, -siguió él la conversación, aunque Scott había querido apartar el tema.- pero si le hubiese pasado algo, ¿no estaría deseando volver con su adorable familia feliz? –Scott le miró, con ojos sorprendidos, ¿él era adorable? ¿Lo vería Allison como un chico adorable? ¿Adorablemente sexy? Stiles entrecerró los ojos nuevamente.- Hay más gato encerrado. –Prosiguió, ignorando su mirada.- Lo único que sé… Es que tenías razón, he echado de menos a Catherine McCall… Pero esa chica ya no es la Cathy que nosotros conocimos.


Esa noche, Scott se encontró con sentimientos encontrados mientras intentaba conciliar el sueño… Primero, estaba Allison, todas las emociones buenas que ella despertaba en él con solo una sonrisa… Y luego, estaba Cathy, su hermana, y el gran cambio que había notado en ella. ¿Qué la habría cambiado tanto? ¿Qué había sido? ¿Su padre? ¿O había algo más? Dejó sus pensamientos flotando en el aire… Abrió los ojos, miró por la ventana para ver la luna, y se durmió.


El sheriff despertó al escuchar gritos en la parte delantera de la casa, automáticamente encendió la luz y se asomó por la ventana. Lo que vio, le dejó un poco estupefacto. Catherine McCall se encontraba en el patio delantero de la casa, junto al buzón, enfundada en su pijama, daba vueltas a su alrededor, tratando de averiguar que estaba ocurriendo. John bajó las escaleras, tras despertar a su hijo, y salió fuera para encontrarse con la joven y aclarar que estaba ocurriendo –alarmado, pensó que quizás había pasado en casa, que algo malo que había ocurrido a Melissa o a Scott… O a ambos. Pero no era nada parecido, nada que tuviese que ver con ellos.

.-Estaba durmiendo, en mi cama… -Le explicó, nerviosa, tiritando por el frío de la calle. Iba descalza y el suelo estaba demasiado helado como para ir sin calzado.- Cuando… Me he despertado aquí… Pero yo… Yo no sé cómo… -Se llevó una mano a la cabeza, intentando pensar con claridad.- He soñado que corría por un bosque. –John posó sus manos cálidas sobre los hombros de Catherine, asustándola.-

.-Perdona. –Retiró sus manos, mirándola seriamente.- Habrá sido un sueño, Catherine… Habrás llegado aquí sonámbula. –Le aseguró y señaló hacia la casa, Cathy dudó unos instantes pero finalmente caminó junto a él hacia la entrada.- Estoy familiarizado con ello… Stiles también sufrió de sonambulismo una temporada. –el nombrado les esperaba dentro, en el comedor, nervioso y deseando una explicación por haber sido despertado en mitad de la noche.- No te preocupes. –Le aseguró, acompañándola dentro de casa.- Te haré algo caliente… Stiles te dejará algo que te abrigue más. –Le mandó una mirada a su hijo, autoritario, y éste suspiró, conociendo muy bien esa mirada.-

Mientras el sheriff se metía en la cocina para preparar algo parecido al chocolate caliente –pues sus dotes culinarias dejaban mucho que desear, Stiles subió escaleras arriba seguido de Catherine en busca de algo mejor que un fino pijama de verano para una noche fría de invierno. Cathy tiritaba tras de él, pero más que de frío era de terror, no sabía cómo había acabado en casa de los Stilinski si ella nunca había sufrido de sonambulismo. No tenía sentido.

.-Gracias… -susurró, mientras se enfundaba en una vieja sudadera, acurrucándose bajo ella para entrar en calor lo antes posible. Stiles movió su cabeza, para indicarle que no pasa nada, y se dejó caer en la silla de su ordenador, con los ojos puestos en ella. Catherine McCall era todo un misterio.-

.-Scott dice –no pudo evitarlo, en cuanto la miró, supo que no podría callarse. Necesitaba formular la pregunta que su gemelo no se atrevía a decir.- que debiste de pasarlo mal con lo de tu padre. –Catherine parpadeó, confundida y cuando Stiles fue a proseguir, echó la cabeza hacia atrás con los ojos en blanco.- Bueno… Él no era precisamente el nominado a padre del año. –insistió, con una ceja arqueada. Cathy le miró unos segundos, con unos ojos oscuros, llenos de algo que no supo descifrar. Entonces alzó sus manos y extrajo, con cuidado, de debajo de la sudadera un fino cordel, que acababa en una pequeña moneda. O al menos eso le pareció a Stiles. Ella se lo lanzó y, aunque él no era muy buen portero el lacrosse, logró coger el colgante sin que cayese al suelo. Observó la moneda con curiosidad, en realidad se trataba de una chapa, una que entregaban en alcohólicos anónimos por un año de sobriedad.- ¿Eres alcohólica? –Preguntó, alzando su mirada color miel.- Eso explicaría tu mal carácter.

.-¿Mi mal carácter? Estás jugando con fuego, Stilinski. –De repente, le sonrió, o lo que al menos le pareció una sonrisa. Su labio superior se había curvado hacia un lado, un inicio de sonrisa.- Los primeros meses fueron un infierno, siguió bebiendo aunque debía de cuidar de mí. –Explicó, torciendo sus labios ahora en una mueca.- Ese año no tuve árbol de navidad… Así que me hice uno con botellas vacías de JB. –Ladeó su cabeza, pensativa.- Cuando lo vio, supo que tenía que cambiar. –Meneó su cabeza, en dirección a la chapa.- Me lo regaló mi padre en su primer año sin beber, como una promesa. –Se sentó en el borde de la cama mientras hablaba, concentrada en su historia.- Y empezaron los mejores años de nuestra vida. En serio. –Suspiró y se encogió de hombros.- No sé lo que cree Scott… Pero no soy una pobre niña amargada por culpa de que su padre fuese un alcohólico sin remedio. –Entrecerró los ojos.- No me gusta Beacon Hills, eso es todo. –Explicó.- Ni tampoco Melissa.

.-¿Y Scott? –Preguntó, dejándose llevar por la conversación.- ¿No lo echaste de menos? ¿Por qué no le escribiste, ni llamaste? Él… -Carraspeó, aclarándose la voz.- Tú no puedes entender como estaba…

.-¿Cómo si le hubiesen partido el alma en dos y se hubiesen llevado una mitad? –Arqueó una ceja, mirándole muy seriamente.- No, por supuesto que no puedo entenderlo, Stiles.


Scott abrió los ojos, perezosamente. Encontrándose en un lugar que de seguro no es su cama. Ni por asomo. Su cama no tiene hojas secas, ni huele a heces de animal. El bosque… Se levantó de un salto, estupefacto por encontrarse ahí precisamente, en el mismo lugar dónde encontró el cuerpo… En pijama. O más bien con únicamente la parte de abajo del pijama.


;; Hasta aquí el primer capítulo… Van a ser larguitos (y éste iba a serlo más, pero al final he tenido que cortarlo). Iré desvelando cosas conforme pasen los capítulos, así que no desesperéis :)