Los personajes de Gintama no me pertenecen como tampoco lo hace la imagen de cover. Si la historia contiene semejanza con alguna otra, mis disculpas.
Ooc
SoulmatesAU - Gintama High AU
Disfruten la lectura.

Conejos destinados


Ella, dieciséis años, única familia su madre, sukonbu, fuerza bruta por practicar karate desde los seis años.

Nunca creyó en el destino por el cual todos a su alrededor caminaban, no creía en las parejas destinadas, ni en los encuentros destinados ni mucho menos en las almas gemelas. Todo eso era un caso perdido con el cual sus amigas del instituto se entretenían.

El mundo era una loca telenovela diaria que partía desde las doce de la madrugada hasta las once con cincuenta y nueve minutos de la noche. Pero había una peculiaridad, nadie en el mundo nacía viendo colores, sabían de ellos por lo que los mayores les contaban, al menos ella sabía que sus ojos eran azules, iguales a los de su madre debido a que ella se lo decía innumerables veces a partir desde que ella nació.

Su madre tuvo a su alma gemela, las abandono por una situación que Kagura no quiere y no va a entender. Sin embargo ella le agradece a él porque por eso nació su hermosa hija con los ojos del mismo color que ella.

Lamentable era que su hermosa hija no tenía ni la menor intención de cruzarse con su alma gemela, ni menos conocer el hermoso azul que inundaban sus ojos. La joven nació con la desesperanza en su conocimiento, solo conocía el esfuerzo y que todo llegaría si es que dabas un precio a cambio, por lo que ella se esforzaba el triple que cualquiera para tener lo que quería.

Iba al instituto, hacía sus clases, hablaba con sus amigos, practicaba karate con su mejor amigo de la infancia, regresaban a casa y comían la cena preparada por su madre.

Incontables veces preguntaba al cielo porque razón Sōgo no era su persona destinada, si es que parecían una pareja en cada situación en las que se veían situados. Discutían, se querían, ellos habían hasta dado su primer beso con el otro. Pero nada. Solo lo mismo, siempre lo mismo. Eran dos chicos en búsqueda de su destino tratando de no decir que buscaban éste pues nadie debía saber que estaban más desesperados que otros por encontrarlos.

Kagura era buena para meterse en peleas callejeras, sobre todo cuando se trataba con pandillas. Abusaba de los abusadores y golpeaba como si de un luchador se tratase. Siempre la tenían que rescatar de una u otra manera pues sino tenía problemas con la policía, que casualmente el que se la llevaba detenida no era nada más ni nada menos que el tutor legal de su mejor amigo.

Pero esa tarde, contra seis chicos de un instituto cercano, los nudillos ya rojos de tanto haberlos estampados contra robustos cuerpos masculinos, las piernas agotadas de tanto moverse, quiso que por esas casualidades de la vida se encontrase con el señor Gorila, o que al menos su madre viniese a rescatarla demostrando su valentía y gran fuerza, sin embargo, nadie llegaba en su salvación.

Con el cuerpo casi estremeciéndose del calor del momento y de la horrible situación estaba casi deslizándose por la pared de concreto que estaba detrás de ella, cerrando los ojos en ese vano intento de desaparecer, regañándose por haber tenido dos malditas peleas antes que esa, sintió que algo o más bien alguien estaba luchando contra esos mastodontes frente a ella. Con una sencillez propia de un experto artista marcial, volaba en cada salto que propinaba, y una chaqueta negra en su espalda hizo que los tres se fuesen corriendo gritando algo que no pudo entender en su totalidad.

Abrió los ojos rápidamente esperando ver a su salvador y frente a ella un color que no supo cómo diferenciar, pero sentía estar hundiéndose como en el mar, un vacío completado dentro de sí y supo que aquella persona también estaba experimentando algo similar pero no estaba demostrando todo lo abrumador que estaba sintiendo ella.

— ¿Puedes ponerte de pie? —sintió como una chispa recorrió todo en ella.

No quería verse indefensa, apoyó una milésima de segundo su peso en sus brazos y todo comenzó a doler, los músculos, la sangre, la cabeza, las heridas, los huesos, cada maldita célula de su cuerpo.

Miró hacia el suelo en señal de desagrado con ella misma y trató nuevamente, solo que esta vez alguien la estaba ayudando.

— Creo que no será la última vez que nos encontremos —aquel muchacho de cabello trenzado, ojos profundos y un tacto brusco le daba confianza—, así que alargaremos este encuentro por un par de horas más.

— Gracias por salvarme —voz baja, su egocentrismo estaba aclamando a topes.

— ¿Ah? No te escuché —claro que lo había hecho.

— Bastardo.

Soltó una risotada mientras seguía caminando de lo más natural con ella encima de su hombro derecho, a un par de metros de donde estaban se encontraron ellos estaba un grupo de diez personas quienes saludaron al que supuso sería que la estaba cargando. Estaba exhausta, su cuerpo no aguantaba más de lo que estaba haciendo así que cayó rendida en donde se encontraba.

Al momento de despertar todo en ella sufrió una vaga tranquilidad, estaba cálido, sentía voces hablar sin moderar su tono de voz, pero tenía hambre, había despertado por aquello. Fue entonces cuando vio que aquel salvador estaba frente a ella mirándola dormir como si de un acosador se tratase viendo a su idola.

— ¿Te parezco atractiva? —preguntó amenazante.

— Mucho —era directo, tanto que le heló el cuerpo—. Agradezco que seas mi destinada —pero aquella tentadora propuesta se vio negada por una cara de asco.

El muchacho que estaba usando ropa escolar se le acerco amenazadoramente, invadiendo su metro cuadrado, con el deseo impulsivo de arrasar con todo de ella. Sus rostros estaban frente a frente y no movían sus miradas iguales, era como aquel juego infantil de quien pestañeaba primero era el perdedor. Con paciencia acarició su cabello haciendo que las hebras de este se le escapasen de lo sedoso que estaba, Kagura relamió sus labios por acto intuitivo al tenerlos resecos pero no desvió ningún segundo su mirada, al igual que él.

Pero su juego interno se vio interrumpido por el celular de la chica quien estaba sonando repetitivamente con el tono estúpido de Inoki que era el que había puesto Sōgo para marcar sus llamadas. La risa estridente del muchacho se escuchó al ver el rostro rojo de la chica contestar el teléfono de manera apresurada.

— Ya voy a casa —fue lo que dijo para marcar el fin de la llamada.

Apresuradamente tomo su bolso y sus zapatos para caminar hasta la única puerta que estaba en la habitación, al abrirla se encontró con un grupo de muchachos quienes la saludaron con un simple ademán, llegó a la puerta principal y se dio media vuelta.

— Gracias por salvarme, y gracias por no hacerme daño y…

— Creo que si agradeces por cada cosa que hice por ti hoy no terminarás nunca —no esperó respuesta y cuando abría la puerta le dedico sus últimas palabras—, qué te vaya bien, hermosa.

— ¡Bastardo!


HE VUELTO, Y NO CON UN ONE-SHOT. Okay, me he tardado, como mil años en publicar, y me demoraré como mil más en hacerle el segundo capítulo a este. Es demoroso, pastoso, lento y complicado, sí lo sé, pero así me gusto hacerlo. Algunos datos se irán resolviendo más adelante y no sé cuantos capítulos más le daré a este fic, capaz termino haciéndolo de treinta o qué sé yo. Que Kamui y Kagura no son hermanos, que Kamui es muy Ooc, pos me vale poco y nada, es mi maldito fic y yo solo gozo escribirlo.

Espero que les haya gustado, cualquier cosa existen los reviews, y sí, tranquilos, que se va a saber más de todo este universo alterno.