Si alguien hubiese visto la escena desde afuera, habría notado lo enamorados que estaban. Lo felices que eran.

Recostados en el pasto y lejos de la vista de todos, ambos sonreían mientras platicaban y jugueteaban sin preocupaciones.

El cabello de la joven estaba desperdigado por el césped mientras él acariciaba su vientre dulcemente. Ella sonreía, feliz de poder abrazarlo y besarlo sin que nadie les molestara.

Te ves hermosa – Le dijo él mientras acariciaba su mejilla y su cuello una y otra vez.

No lo creo… Pero gracias.-

Se fundieron en un largo y cadencioso beso una vez más, seguros de que, si el mundo se acabara en ese momento; morirían de la forma más feliz que pudiese existir.

Ella sabía que quizás no se viese hermosa, pero cuando él se recostaba suavemente sobre ella y le entregaba sus labios con dulzura, se sentía la mujer más bella de todas.

Y es que adoraba ese momento; cuando el mundo se detenía para que ellos pudieran disfrutar del contacto que sus labios le producían. En ese momento no importaba de dónde venían, que hacían, y mucho menos a donde iban; solo les interesaba el sabor de sus labios y la sensación que su lengua le producía cuando entraba en su boca.

A él le encantaba cuando ella enredaba sus dedos entre sus cabellos, era una silenciosa invitación para que él se acercara más. Y entonces, las yemas de sus dedos, que jugueteaban en su abdomen, hacían subir un poco más su blusa, y abría tan sólo un par de botones.
Entonces venía la parte que más le encantaba, el delicioso sonido que emitían sus labios. Ese ligero suspiro de satisfacción que era prácticamente inaudible, pero que en definitiva era música para sus oídos.

Profundizaba entonces el beso, lo emitía con más pasión pero no con menos dulzura. Su lengua entraba aún más en su boca, sus mordidas eran un poco más fuertes pero el beso ligero que le seguía después era la cura perfecta. Besaba su mejilla una y otra vez y descendía hasta su cuello; besaba un poco su clavícula mientras ella sólo se dejaba ser y abrazaba su cuello con más fuerza. Regresaba con parsimonia hasta sus labios, con besos cortos e inofensivos.

Te amo.

Era todo lo que él pensaba con cada beso que le procuraba. La miraba a los ojos y no podía hacer otra cosa más que sonreír y volver a besarla. Succionaba sus labios de la forma más deliciosa mientras comenzaba a subir por sus pómulos hasta sus orejas, un ligero roce de sus dientes con su lóbulo derecho, era todo lo que necesitaba para que su gemido fuera más audible y su abrazo aún más fuerte. Pero un beso, después otro, y después otro más detrás de su oreja la hicieron relajarse otra vez hasta producirle una ligera sonrisa en sus labios.

Concentrarse en semejante delicia hizo que ella dudara de las palabras que escucho después.

-Te amo-

Fueron sólo dos palabras. Casi inaudibles, más un suspiro que un susurro. Pero ella lo escuchó y abrió los ojos al instante. El pareció no darse cuenta que lo había dicho en voz alta, porque sus besos habían continuado por su cuello y empezaban a adentrarse un poco más hacia su ropa.

No faltó pensarlo mucho, porque mientras aquellos labios le rendían culto a cada centímetro de su piel, ella sonrió una vez más descubriendo lo mucho que lo amaba también.

¿Cómo no amarlo? Pensó ella; si sus labios al unirse una vez más, la quemaban con un exquisito fuego al que ya se había vuelto adicta.

Lentamente él se fue recostando para tenerla sobre su pecho, mientras sus bocas aún se fundían en las mismas encantadoras caricias.

Ella se detuvo un segundo para mirar esos ojos grises que la hipnotizaban mientras le musitaba –Te amo- con una sonrisa en su rostro.

La sonrisa del chico se ensanchó lentamente, y en un segundo, él se levantó y recostó su cabeza sobre sus rodillas.

Ella rió con gusto mientras el metía sus manos debajo de su blusa para acariciar su abdomen.

-¡Me amas!- Le dijo riendo - ¡Me amas! – le repetía mientras le hacía cosquillas.

Aun riendo, acercó su rostro al suyo y le dio un beso que casi lo hizo acostarse de nuevo. Pero no sucedió, porque la agarró de la cintura y acomodándola encima de él para besarla con más regocijo.

Le dio un largo y apasionado beso, seguido de muchos pequeños besos en sus labios y unos más en sus mejillas.

-¿Tienes idea de cuan feliz me hace escucharte decir eso?- dijo él mientras se incorporaba

- Mmmm… No- respondió ella con un brillo de picardía en los ojos y una sonrisa en el rostro.

- ¿Ah no? – dijo él mientras la acomodaba entre sus brazos.

-Dilo otra vez- pidió él, mientras uno de sus pulgares acariciaba su mejilla. – Dime que no estoy soñando y que en verdad me amas. –

Ella lo miró a los ojos, y se dio cuenta que, aunque estaba sonriendo, había cierto miedo y súplica en su mirada.

Lo miró dulcemente mientras disfrutaba la sedosidad de su platinado cabello.

-Te amo. Muchísimo.-

- Te amo – respondió el mientras le acercaba el rostro y la besaba una vez más.