Jackson, Tennessee.

Ocho años atrás...

Las manos de la chica se movían con rapidez mientras iba llenando una mochila con sus armas y algo de ropa. Si quería sumarse a la cacería con su padre y su hermano más le valía darse prisa. A través de la ventana abierta de su habitación, podía oír como ambos ya cargaban la furgoneta.

Normalmente ella solía quedarse en casa, pero esta vez se negaba a ello. No tenía nada claro con qué tipo de criatura iban a lidiar su padre y su hermano, y ese, precisamente, era su trabajo. Investigar lo causante de aquellas muertes y encontrar la forma de pararlo. Era la encargada de buscar los casos, siempre dentro de su estado, Tennessee, y nunca fuera de este. Aquella era la manera que tenían los Parker de llevar una vida lo más normal posible. Jamás les llevaba más de un fin de semana regresar a su hogar, y eso les permitía poseer trabajos estables. Eran una familia querida y respetada por la comunidad. El cabeza de familia, William, era el sheriff del pueblo; su hijo Josh acababa de sumarse a él en las fuerzas policiales y; la benjamína ansiaba seguir sus pasos.

Ashley era feliz. Se había criado en aquel ambiente desde que tenía uso de razón y no deseaba cambiar nada de su vida. Su padre y su hermano lo eran todo para ella, su única familia. La joven era apenas una recién nacida cuando su madre falleció a causa de complicaciones en su parto. Nunca había contado con una figura materna, pero su padre y su hermano lo habían hecho bien, eran sus héroes, y se sentía bendecida por tenerlos a su lado. Por todo ello, no iba a dejar que nada les pasará y pensaba viajar con ellos aunque tuviera que seguirlos a pie.

-Ash, papá y yo nos vamos ya.

La voz de su hermano al otro lado de la puerta la devolvió a la realidad.

-Adelante, Josh. -invitó la joven, cerrando la mochila y dejándola sobre la cama.

La sonrisa de su hermano la recibió al girar sobre sus talones. Era un joven alto y apuesto, ojos de color azul, cara de niño bueno y cabello castaño claro. Rasgos muy parecidos a los de su hermana, que evidenciaban el parentesco que les unía.

-¿Qué es eso? -preguntó Josh, reparando su atención sobre la cama y borrando la sonrisa de sus labios.

-Eso se llama mochila.

La mirada de Josh se entrecerró.

-Muy graciosa. -ironizó, acercándose a inspeccionar la bolsa. -Estarás de broma, ¿no? -acusó finalmente, al vaciar el contenido sobre la cama de su hermana.

-Voy con vosotros. -contestó Ashley, cruzándose de brazos. -No sabemos a lo que nos enfrentamos.

-Y por eso mismo no vas a venir. -cortó Josh. -Te quedarás en casa.

-¡Estoy cansada de tener que quedarme siempre mientras vosotros arriesgáis vuestras vidas! -espetó, furiosa volviendo a guardar sus armas en la mochila. -¡Ya no soy una cría!

La mano de Josh atrapó una de sus muñecas impidiendo que siguiera con su acción.

-Ashley, volveremos. Siempre lo hacemos. -le tranquilizó.

-Pero... Tengo un mal presentimiento, Josh. -murmuró, clavando la mirada en la de su hermano. -Por favor, dejadme acompañaros. Estoy entrenada.

-Lo sé, hermanita.

-Puedo serviros de ayuda. -insistió ella, esperanzada a que su hermano cediera ante su petición.

-Ya eres de ayuda. -la rubia frunció su ceño y Josh no pudo reprimir una sonrisa. Su hermana era la viva imagen de su madre. Había crecido y se había convertido en una valiente y hermosa mujer. Sin embargo, para él, Ashley, siempre sería el bebé de la familia y nunca dejaría de ser su protegida. -Si no fuera por ti, la mitad de las veces no sabríamos identificar a que bicho nos enfrentamos.

-Ahora mismo no sabemos a qué nos enfrentamos así que no he sido de mucha ayuda. -suspiró Ashley. -Pero si voy con vosotros entonces puede que...

-No insistas. -pronunció Josh, algo cansado de la testarudez de su hermana. -No vamos a poner tu vida en riesgo. No hay más que discutir.

-¡Esa decisión me corresponde a mí! -alzó la voz Ashley.

-Te equivocas. Papá y yo debemos cuidar de ti, y nosotros decidimos que no vienes.

-¡Papá y tú pretendéis que viva en una maldita burbuja!

-¡Ya perdimos a mamá! -exclamó el chico, elevando por primera vez su voz. -¿¡Cómo crees que nos sentiríamos si te perdiéramos a ti después de que ..!? -Josh se obligó a morderse la lengua.

-¿Después de qué? -inquirió furiosa. -¿De qué yo la matará? ¿Eso es lo que ibas a decir? -la ansiedad en su pecho crecía descontroladamente. -Pues lo siento mucho, Josh. Siento haber nacido y haberte arrebatado a mamá. Siento que hayas tenido que soportar mi carga durante todos estos años.

-¡Deja de decir estupideces! -ordenó, sujetándola por los hombros.

Pero Ashley estaba fuera de sí. Y forcejeó contra su hermano para librarse del agarre que éste ejercía sobre ella.

-¡Ojalá no hubiera nacido en una familia como la nuestra! -soltó, sin pensar en lo que decía.

Las palabras de la joven se clavaron como puñales en el corazón de Josh, y en lo acalorado de la discusión, la mano del cazador se alzó contra su hermana abofeteándola en la cara. Sin embargo, aquel golpe le dolió más a él que a ella, y en el mismo instante se arrepintió.

-Ash, lo siento. No pretendía...

Los ojos de la rubia lo miraban abiertos de par en par mientras las lágrimas acudían a ellos.

-Te odio.

-Puedo vivir con eso, hermanita. -asintió Josh, con pesadez. -Pero no puedo vivir sin ti. -agregó, acercándose con la intención de besar la frente de su hermana. Ésta dio un paso atrás rechazándolo y entonces, él, se limitó a salir del cuarto para unirse a su padre.

Ashley se quedó inmóvil observando la puerta que acababa de cruzar su hermano. Suspiró profundamente y reflexionó unos segundos sobre las duras palabras que habían salido, casi sin permiso, de su boca. Junto a su padre, Josh era la persona que más quería en el mundo, y aunque le exasperará que la siguieran tratando como una niña, en el fondo sabía que todo lo que hacían era por su bien. Y ella sólo quería demostrarles lo mucho que se preocupaba por ellos, quería cuidarlos como ellos le cuidaban, y quería asegurarse de que nada les pasaba.

Asomándose por la ventana vio que aún no se encontraban dentro de la furgoneta, suponiendo que seguirían dentro de la casa, Ashley se colgó la mochila al hombro y se abrió paso a través del umbral de la ventana. La distancia hasta el suelo no era demasiada, así que agarrándose a la cornisa logró dejarse caer al jardín delantero dónde se encontraba la furgoneta. Echando un rápido vistazo a su alrededor, para cerciorarse de que su movimiento no había sido delatado, se coló en la parte trasera del vehículo y aguardó, agazapada, a que su padre y su hermano emprendieran el viaje.

El camino no resultó muy largo, sin embargo, los músculos de la joven se resintieron por la postura que había mantenido. Ashley permaneció oculta entre los asientos traseros hasta que el vehículo se detuvo a un lado de la carretera.

Josh y su padre bajaron de la furgoneta, dirigiendo sus pasos hacia la casa donde habían tenido lugar las misteriosas desapariciones que tanto le habían llamado la atención a la joven cazadora. Ashley observó, a través de las ventanas, como sus figuras entraban dentro de la casa y sólo entonces siguió sus pasos abandonando el vehículo. Les cubriría las espaldas.

La noche era fría y oscura. La luna apenas iluminaba el cielo a causa de los nubarrones que lo cubrían. Ashley hubiera jurado que nunca había visto unas nubes tan oscuras como aquellas. Un escalofrío recorrió todo su cuerpo y se obligó a inspirar profundamente para tratar de tranquilizarse, más todo lo que consiguió fue que un extraño olor, cómo a huevo podrido, inundara sus fosas nasales.

Arrugando su nariz, fijó su atención entonces en la casa que se alzaba frente a ella. Era una cabaña destartalada en la que parecía que no había vivido nadie en años. Las ventanas se encontraban cubiertas por tablas irregulares, la madera estaba roída y la pintura desconchada. Acelerando sus pasos subió los escalones del porche mientras el suelo crujía bajo sus pies, sin embargo, antes de que pudiera cruzar el umbral de la puerta una fuerza invisible la empujó contra una de las ventanas haciendo que su arma cayera contra el piso.

Repentinamente, se encontraba inmovilizada contra su voluntad. Ante ella una mujer de melena oscura y ondulada le sonreía maquiavélicamente.

-¿Qué tenemos aquí? -examinó la desconocida, acercándose al rostro de Ashley. -Un bonito traje de carne. -agregó tornando sus ojos a negro.

Ashley se quedó helada ante aquella visión.

-¿Qué demonios eres?

La aludida rió ante el desconocimiento de la cazadora.

-Soy precisamente eso, guapa. Un demonio.

-No puede ser... -murmuró Ashley, perdida, nunca había confirmado la existencia de que los demonios fueran reales.

-Apuesta a que sí. -asintió la demonio, divertida ante la incredulidad de la rubia. -Cada vez somos más. Y todo gracias a los descuidados de los Winchester que abrieron las puertas hace unos meses... Tiene gracia, ¿sabes? Creía que los cazadores os dedicabais a cazar y no a liberar el Infierno sobre la Tierra. -se mofó. -¿Ves esa bocanada de humo que cubre el cielo? Ese es mi amigo buscando un cuerpo.

Ashley cerró los ojos, al tiempo que trataba de liberarse de aquella presión invisible que le aprisionaba pero sus esfuerzos resultaron inútiles. Las palabras de la diablesa no paraban de resonar en su cabeza. Había nombrado a los Winchester, reconoció ese apellido, su padre había trabajado con un tal John Winchester en el pasado... Y no pudo evitar preguntarse si se trataría de la misma familia.

De repente, la voz de su padre irrumpió en el porche sacándola de sus pensamientos.

-¡Suelta a mi hija! -ordenó William, apuntándola con su arma.

Los ojos de Ashley se abrieron para encontrarse con las duras facciones de su padre amenazando a aquel ser, mientras, su hermano hacia lo mismo tras él.

-¿Acaso no lo has oído zorra? -habló, esta vez, Josh.

-Realmente no tenéis ni idea con lo que estáis lidiando, ¿verdad? -rió agudamente la morena. El mayor de los cazadores disparó su arma contra ella. -No debiste hacer eso. -amonestó, para después elevar su mano derecha.

El cuerpo de William voló por los aires e impacto contra las verjas roídas de hierro, con la desgracia de que uno de los alambres le atravesó el vientre.

-¡PAPÁ! -chilló Ashley, con lágrimas en los ojos.

-¡Voy a matarte! -pronunció Josh, vaciando su cargador contra la morena.

Las balas impactaron contra el cuerpo de la diablesa pero la sonrisa no se borró de sus labios.

-¿Sabes? Puedes pasarte así todo el día puedo llegar a disfrutarlo. -se mofó.

Josh tragó grueso al ver que ninguna de las balas la había derribado. Observó a su hermana llorando contra la pared, y a su padre tosiendo sangre en la lejanía. No conocía la forma posible de salir de aquel atolladero pero tampoco podía permitir que Ashley resultará herida así que, yendo en contra de sus principios, decidió negociar con aquel monstruo.

-¿Qué es lo qué quieres? -preguntó finalmente, mirando con odio a la demonio.

La aludida se acercó contoneándose hasta su posición.

-Quiero un cuerpo para un amiguito. -respondió finalmente, depositando una de sus manos sobre el pecho del cazador. -Verás, tu hermana es una preciosidad pero tú eres más mi tipo. Podríamos pasárnoslo muy bien.

-Suéltala y seré tuyo.

-No estás en condiciones de negociar, cariño.

-Has dicho que necesitabas un cuerpo y yo te ofrezco el mío. Déjala marchar, por favor.

-Está bien. Supongo que será peor castigo para ella saber que te sacrificaste por salvarle. -rió maliciosamente.

-Josh, no. No lo hagas. -pidió Ashley, con desesperación.

-Es mi trabajo, hermanita.

-¡Oh, por favor! Haréis que vomite. -se burló la morena, liberando finalmente a la cazadora y mandándola lejos. Ashley se golpeó la cabeza al caer contra el suelo y quedó inconsciente. -Tranquilo, despertará. -sonrío, mirando a Josh, el cual le lanzaba una mirada envenenada. -Sígueme. -agregó, antes de entrar en la cabaña.

-¿Y ahora qué? -pronunció Josh, mirando a su alrededor.

Se encontraban en lo que en el pasado había sido la cocina de aquel lugar. El polvo se acumulaba a su alrededor dejando un ambiente pesado y denso, mientras el fuerte olor a azufre, que no supo reconocer, dificultaba su respiración. En uno de los rincones de la habitación una bombona de gas butano se encontraba tumbada sobre el suelo. Josh se alegró de ver aquel objeto en la sala.

-Hago la llamada. -respondió la mujer, empezando a pronunciar algunas palabras en latín. El cazador se limitó a sonreír mientras dirigía una de sus manos a la segunda pistola que siempre portaba en su cinturón. -¿Qué es lo que te hace tanta gracia?

-Qué vas a volver al Infierno, puta. -pronunció Josh, disparando en dirección a la bombona.

Una fuerte explosión irrumpió en la habitación al tiempo que una bocanada de humo negro entraba por una de las ventanas. Después todo se volvió negro.

Ashley volvió en sí espantada a causa del fuerte estallido. El pitido en sus oídos le provocaba un punzante dolor en su cabeza que se sumaba al del golpe recibido tras su caída. Apoyando sus codos en el suelo se incorporó levemente mientras miraba, con ojos dilatados por la angustia, todo lo que la rodeaba.

La cabaña ardía en llamas frente a ella, y a unos metros de su posición, su padre seguía sangrando escandalosamente a causa de la herida en su vientre. La joven cazadora sacó fuerzas de flaqueza y corrió junto a él.

-¡Papá! -exclamó, preocupada, cuando estuvo a su lado. - No tendría que haber buscado este caso. Todo esto es culpa mía. -las lágrimas volvieron a acudir a sus ojos. -Por favor, no me dejes. Aguanta.

-Cariño. -murmuró, casi inaudiblemente, el cazador. -Tú no tienes la culpa de nada. No debí arrastraros a ti y a tu hermano a esta vida. Lo siento.

"Josh" pensó Ashley cuando su padre se había referido a su hermano. Él seguía en esa cabaña. Debía entrar a por él, debía sacarle de allí.

-Enseguida vuelvo, papá. Sigue haciendo presión en la herida. Voy a por Josh. -dijo, haciendo el ademán de levantarse, pero su padre se lo impidió cogiéndola por la muñeca.

-Es tarde, Ashley. -la rubia empezó a negar con su cabeza ante aquellas palabras. -No ha podido sobrevivir a esa explosión.

-Pero... He de intentarlo. -sollozó ella, consumida por la culpa.

-Él te ha salvado. Por favor, no dejes que sea en vano. -suplicó William, acariciando el rostro de su querida hija. -Prométeme algo, Ashley. -la sangre seguía saliendo a borbotones de su estómago. El cazador sabía que no le quedaba mucho tiempo. -Prométeme que dejarás esta vida.

-No puedes dejarme... - la cazadora lo miró llorando desconsoladamente. Su padre estaba muriendo entre sus brazos y ella no podía hacer nada.

-Prométemelo, Ashley.

-Te lo prometo, papá.

William suspiró aliviado antes de cerrar sus ojos para siempre.

Un día después Ashley había enterrado dos ataúdes en el cementerio de Jackson, uno con el cuerpo de su padre y otro vacío representando a su hermano. Su padre siempre había querido ser enterrado junto a su esposa, por ello la joven se había negado a darle un entierro de cazador. Con las rodillas hincadas en la tierra, Ashley observaba con desconsuelo los nombres de sus familiares grabados en la fría lápida.

Estaba sola frente a un mundo que parecía estar diseñado para destrozarla. Su interior se encontraba devastado y un enorme agujero negro llenaba su ser. Supo entonces que no permitiría nunca que el vacío que sentía en su interior volviera a llenarse. No le otorgaría a nadie el poder de destrozarla de nuevo. Se juró a si misma que vengaría la muerte de Josh y de su padre; qué buscaría la manera de matar a cada maldito demonio que se cruzará en su camino, y que viviría el resto de sus días sin nadie más a su lado. Ese era el único modo de no tener que enfrentarse de nuevo al tipo de dolor que ahora mismo la consumía.

-Lo siento, papá. Pero no puedo cumplir con la promesa que te hice. -habló poniéndose en pie. -Sólo conozco está vida.