Correccion: La autora de esta historia no soy yo (Nanghaithya) es Resmiranda :). El proposito de esta traducción, es el compartir esta maravillosa historia escrita, como ya les dije, por Resmiranda, con mi gente hispana ojala que les guste como a mi, es un cuento increíble, ok, disfruten!.

Titulo: Cuentos de La Casa de la Luna

Resumen: Kagome, ahora en universidad, descubre la historia de Sesshomaru y Rin. El dolor puede ser una prisión, pero los lazos del amor no son fácilmente deshechos.

Parejas: Ninguna

Categorías: Gen, Cuento, Drama

Clasificación: PG-13

Nota del Autora: Escribí esta historia en mi cabeza mientras regresaba de un viaje a mi antiguo colegio y me condenaba si no conseguía un ticket enseguida. Culpo a este fic. No estoy segura si este es el comienzo de una historia, la serie de un cuento de hadas, o un one-shot. Ya veremos.

Cuentos de la Casa de la Luna

La Doncella y el Señor del Oeste

Kagome se acomodo en su silla en el auditorio, sus pies moviéndose espasmódicamente en impaciencia mientras esperaba a que la clase comience. Ella ahora era una superior en la universidad con su titulo de Arqueología a la vuelta de la esquina, excepto por este particular requisito: Mitos y Leyendas de Japón. Ella se lo había reservado para el final de su carrera universitaria por una razón; era casi un placer, algo para recompensarse a si misma por haberlo hecho bien.

Aun así, había sido un tanto aburrido. En secreto, Kagome había estado deseando escuchar de alguna noticia de Inuyasha en cualquiera de los tomos polvorientos que su profesor pudiese descubrir, pero aun así parecía que ella y sus amigos – ella reprimió el familiar, doloroso tirón en su pecho – habían sido puestos fuera de las paginas de la historia e incluso de la imaginación. Todo lo que quedaba de ellos era su propia memoria y el pozo deshecho, escondido en la oscuridad de su templo hogar.

Sin embargo, hoy era posible que tenga, por lo menos, algunas pistas más hacia la familia de Inuyasha. Durante el último periodo de clases, ella había estado inmensamente emocionada, apenas capas de mantenerse quieta, ya que habian discutido la leyenda de Inutashio y Ryuukotsusei, y hasta lo que ella podía decir, era bastante exacta. Tanaeda-sensei había contado la historia de cómo el Demonio Señor del Oeste se había enamorado y tomado a una humana como esposa, pero como tal cosa era una debilidad, el había sido desafiado por sus vasallos para poner a prueba su fuerza. El taiyoukai lucho contra un dragón de trueno para asegurar sus tierras y gobernar, pero el dragón le había administrado un fatal golpe e Inutashio tan solo pudo sellarlo en la montaña. Si no le hubiera sonado tan familiar, Kagome hubiese pensado tal cuento ser terriblemente romántico, pero ella sabia el resto de la historia – como la esposa del Señor tuvo un hijo quien sufrió por la muerte de su padre, y como la elección de su padre condujo a una división entre sus hijos – y eso en lugar le entristeció.

Su boca se torció con arrepentimiento. Tal vez la historia de hoy no iba a ser tan deprimente. Esta mañana, iban a leer una fabula menos conocida sobre Inutashio; una que prometía revelar porque el poderoso demonio sentía tal compasión por la raza humana comparado con el desden que comúnmente el resto de los de su raza sentían. Mientras no era nada sobre Inuyasha, aun era algo, y estos días, cinco años desde la ultima vez que lo vio, casi cualquier cosa que se dirigía a el parecía algún tipo de conexión, algo que los unía a través del resonante abismo de tiempo. Con esfuerzo, Kagome inmovilizo su pie, y echo un vistazo a su cuaderno, lista para apuntar cualquier cosa que parezca importante. Tanaeda-sensei era un excelente narrador, y algunas veces era difícil tomar los aspectos más importantes de sus historias.

Alrededor suyo, los estudiantes guardaban silencio mientras el profesor entraba, sonriéndoles de oreja a oreja a todos con luminosos dientes blancos y mejillas redondas. Kagome le sonrió de vuelta, su ánimo alegrándola un poco. Se dio cuenta de que estaba mordiendo su bolígrafo y rápidamente lo saco de su boca, alistándose.

Tanaeda-sensei aclaro su garganta, y la clase se sentó aun más recta, ansiosa de empezar. Su profesor sonrió, y empezó la lección.

"Hoy," anuncio, "estudiaremos la leyenda de La Doncella y el Señor del Oeste." Hizo un buen espectáculo reajustando su corbata y haciendo sonar sus nudillos, lo que hizo a la clase retorcerse en sus asientos; a todos les gustaba una buena historia, y Tanaeda-sensei solo demoraba cuando la historia era particularmente buena. Kagome casi mordió a través de su labio.

Por fin, las actuaciones terminaron, aclaro su garganta nuevamente, reordeno sus notas y empezó.

"Hace tiempo atrás, el Señor Demonio del Oeste era un frío, duro hombre, el cual se preocupaba poco por otros demonios y menos por humanos. Era conocido por todo Japón como un implacable gobernante de mano de hierro en sus tierras, y quien fuese que cruzara por su camino, lo mataba sin compasión o clemencia o distinción por ser amigo o enemigo. El tenia ni aliados ni acompañantes."

Suena como otro molesto perro demonio que solía conocer, Kagome pensó con cierta socarronería. ¿Cuanto tiempo ha pasado desde la ultima vez que pensé en el? Responsablemente escribió algunas notas

"El Señor era poderoso en los días de su juventud, pero no era invencible y tuvo muchas batallas en las que fue herido. Después de un encuentro, fue gravemente lesionado, y abandonado en el suelo del bosque, imposibilitado de moverse. Ahora en las Tierras del Oeste, el País de la Luna, hubo una pequeña aldea, y en esa aldea vivía una pequeña niña humana. Cuando era muy joven fue huérfana y vivió en la pocilga de sus padres, completamente sola, hasta el día en que encontró al Señor del Oeste bajo un árbol.

"Ella era compasiva y delicada, y cuidaba del Señor hasta que el pudiera moverse de nuevo, aunque se dice que el era desagradecido y se negaba a darle las gracias, pero a ella no le importaba, así era su espíritu y amabilidad.

"Desafortunadamente para ella, justo después que el Señor recuperara su fuerza, su aldea fue atacada por lobos, y ella fue asesinada de una sola mordida, pero su cuerpo no fue devorado ya que era nada mas que una pobre huérfana, medio hambrienta.

"El Señor del Oeste pudo nunca haber sabido de su destino si no hubiese capturado la esencia de su sangre en el viento, y regreso para hallar su quebrado cuerpo, carente de vida.

"Normalmente, el la hubiera dejado ahí para ser consumida por los pájaros y regresar a la tierra, pero algo sucedió con el mientras observaba su cuerpo sin vida; se encontró a si mismo recordando su gentileza y compasión, su desinteresada generosidad, y fue conmovido hasta lo mas profundo de su alma de hierro. El despiadado Señor del Oeste fue conmovido por su tragedia, y así el invocó su poder y coraje y abrió el portal de entre los mundos con su espada, descendiendo al infierno para hallar su espíritu y regresarlo a su cuerpo.

"Y porque tenia tal compasión hacia ella, se le permitió salir ileso de entre los mundos, y fue devuelta. Desde ese día en adelante ellos viajaron juntos: el príncipe Inu-Youkai y la pequeña campesina."

El bolígrafo de Kagome se había dejado de mover. Algo de esta historia era tan fascinante y familiar, que la hizo sentir como si alguien hubiese abierto la parte trasera de su cabeza y hubiese derramado agua helada en su columna. Esta no es la historia del padre de Inuyasha... pensó confundida, y sus ojos se ofuscaron haciendo que el salón de clase, como en el pasado, se obscureciera. Destellos de memoria se dispararon en su mente, y fue momentáneamente invadida de visiones de lobos, y de una pequeña niña con un rostro tan brillante como el sol, y reyes demonios, y una espada que no podía matar...

"Ellos se mantuvieron juntos por largo tiempo, y mientras viajaba con el, El Señor de las Tierras Iluminadas por La Luna, tuvo que enfrentar su primer gran prueba. Una noche, la niña fue robada por el viento y llevada al refugio de un malvado hanyou quien solo deseaba el poder, y cuando el príncipe demonio decidió perseguirlo fue casi asesinado y consumido por el hanyou, el cual quería el poder de un demonio completo. Después de varias batallas, el hanyou fue finalmente derrotado, y el Señor regreso a su casa familiar en el oeste: la Casa de la Luna.

"La niña creció y se volvió una joven mujer, y permaneció con su señor en la Casa de la Luna. Porque ella nunca dejo su lado, y el no podía negarle lo que ella quería, creció silvestre y con pies descalzos, escuchando a los árboles y a los ríos, hablando con los espíritus de la tierra y el cielo, y ella era feliz. Por su parte, el Señor se encontró a si mismo contento de mirarla en los campos mientras se convertía en una encantadora doncella con cabello como el carbón y ojos como la miel, de largas extremidades y pálida como la luna. Ella le temía a nada mas que a los lobos, por lo que aun recordaba el golpe de muerte que había arrastrado su alma fuera de su cuerpo, y ella amaba a nadie mas que a su Señor, quien mantenía a los lobos alejados y la trajo de vuelta de las tierras de los muertos.

"Pero no todo estaba bien en las Tierras del Oeste. Se decía que el Señor se estaba volviendo débil y torpe, que estaba estropeado en su cabeza por cuidar de una mujer humana. Lenguas inquietas se meneaban y ondeaban, propagando mentiras, hablando de cómo el Señor la tomaría como esposa, como llevaría abajo su dinastía, y como el Oeste caería con el. Los youkai que le pagaban sumisión se volvieron descontentos e inquietos, y finalmente, cuando el príncipe estuvo fuera en el Norte, asistiendo negocios, sus vasallos asediaron la Casa de la Luna.

"Ni un solo edificio fue abandonado sin ser destruido; los desleales vasallos del Señor quemaron y masacraron su hogar, empapando los suelos de los jardines con sangre y mutilando los cuerpos, cuando encontraron a la doncella humana que amaba a su Señor y se negó a abandonar su nido, la violaron uno por uno, y después rebanaron su cuerpo en pedazos y los sepultaron, dispersos al otro lado de las tierras, para que así ni el Gran Demonio de la Tierras del Oeste pueda encontrar su alma y traerla de vuelta otra vez, sin importar cuan profunda sea su compasión, o cuan fuerte sea su amor.

"Cuando el Señor finalmente regreso para encontrar su hogar en ruinas y su reino en su final, se enfureció de aflicción, y desafió a los que habian ascendido a su posición, acusándolos a todos de engaño y mentira y deshonra. Los demonios coincidieron, pero al amanecer del siguiente día, cuando el duelo por el trono de la tierra debía darse, el príncipe fue emboscado. Sus atacantes rompieron la espada que usaba en batallas, la destrozaron en mil pedazos, pero aunque mucho trataron, la espada que abría el portal entre los mundos no pudo ser destruida. En cambio fue entregada al señor gobernante, y el deshonrado príncipe fue sellado con mágicas cadenas que no se podían romper, forjadas en el infierno del corazón del mundo, y tirado al mar.

"Pero el Señor era fuerte, y no murió. En cambio rompió las cadenas que jamás debían romperse y fue cargado en el pecho de las aguas hacia las tierras del Sur.

"Como su espada, su corazón fue destrozado. El príncipe exiliado tomo el largo camino hacia el Este, despojado de su atuendo de reyes y cortó su cabello. Por cinco y veinte años, y cinco y veinte años mas el deambulo, vestido como un campesino, deshonrado y en vergüenza, y aunque cruzo las Tierras del Este, El País del Sol, se movía sigilosamente en las sombras, buscando a su niña perdida y llamándola, gritando su hermoso nombre.

"Sucedió que una miko se volvió prominente en el Norte, y era de tal gran poder y gran compasión que inclusive demonios que buscaban un final a sus penas iban hacia ella y solicitaban ayuda. Cuando el Señor oyó sobre ella, inmediatamente viajo hacia el Norte y la busco y le pidió quitar las memorias de su niña, para así poder superar su dolor y vengar su propia deshonra, y su terrible fallecimiento. El peso de la pena en su corazón era tan grande que no tenía deseos de pelear, ni intensiones de recuperarse.

"Pero la sacerdotisa negó con su cabeza.

"¿La olvidarás?' ella le pregunto amablemente, pero no sin pena.

"Si,' le respondió 'No puedo luchar, y no puedo hacer justicia por ella.'

"Pero olvidarla seria como hacer desaparecer tu justicia,' la sacerdotisa le respondió. 'Debes hacerle frente a tus penas por ti mismo antes de que la justicia pueda ser merecida.'

"Y el Señor se desespero, ya que en cincuenta años, su aflicción no había disminuido. Dejo a la sacerdotisa, pero tres noches después, el regresó, y le pidió de nuevo que le quitase las memorias.

"Finalmente, la sacerdotisa cedió. 'Te puedo ayudar,' dijo, 'pero no puedo borrar los recuerdos.' Se levantó y se retiró a su templo, y regresó con una gruesa ropa tan negra que se desvanecía en la noche, y el príncipe tuvo que concentrarse para verla.

"Llévate estas, y recuérdala,' la miko le dijo. 'Debes empapar estas prendas con tus lagrimas antes de que el peso sea levantado, y después tu justicia será merecida.'

"El príncipe estaba sorprendido, nunca en sus cincuenta años de haber deambulado – en efecto, en su vida entera- había derramado una lagrima por alguien. Pero de todos modos tomo las ropas y se adentro en el bosque y se sentó bajo un árbol de cerezo, y recordó cuando él conoció por primera vez a su niña, como su compasión por alguien como él había conmovido su corazón en una forma la cual nadie nunca pudo, y como reía con las luciérnagas, y gritaba cuando oía lobos, y sonreía cuando la miraba.

"Y recordó cuanto la extrañaba, y el Señor enterró su rostro en las prendas, y lloró.

"Cuando el amanecer vino, el Señor miró las ropas que tenía en frente y encontró que sus lagrimas la habían vuelto blanca pura; pero mucho mas sorprendente era la disminución del peso en su alma, y ya no era mas el exiliado Príncipe de las Tierras Iluminadas por la Luna atado por pena y sellado por dolor. Se puso las prendas que se habían vuelto del color de la luna, y reunió su poder en él.

"En menos de una quincena, el príncipe llamó a las antiguas alianzas, encontró nuevos amigos y envió sus espías a sus tierras ancestrales, y cuando la luna llena alcanzó su clímax y colgaba del cielo como una lagrima, cruzo rápidamente hacia las Tierras Iluminadas por la luna y reclamó lo que era suyo, masacrando la coalición de vasallos que lo habían derrocado, pero meramente destrozando sus hogares al viento, por lo que no tenían culpa alguna, y recordó a su niña claramente, y supo que ella hubiese odiado la destrucción de inocentes. Aquellos que no se opusieron a él, eran bienvenidos de vuelta en sus campos, y lentamente el Señor reconstruyó su reino y una vez mas vivió en la Casa de la Luna.

"Cuando un año paso, el Señor del Oeste, restaurado y fuerte, construyó un templo a su niña perdida, y alrededor plantó flores para atraer mariposas en el día, y luciérnagas en la noche, para hacerla sonreír en el más allá.

"Y un siglo después del día en que el Príncipe había por primera vez traído su alma de vuelta del mundo de los muertos, el guarda tumbas fue al templo; y ahí encontró los cadáveres de ciento un lobos recostados en su base, la muestra final de afecto del Señor del Oeste para su niña, a quien había amado y perdido, y luego encontrado de nuevo."

Alrededor, los silbidos y la precipitación de aliento fueron callados de repente, y después soltados en un gran ruido, y sillas sonaron mientras la gente se ponía de pie para marcharse.

Pero Kagome estaba pegada en su asiento, mirando fijamente su cuaderno, y sus ojos estaban llenos de lágrimas, poniendo borrosas las paginas en frente de ella donde había dibujado docenas y docenas de lunas decrecientes.