Los personajes de Naruto pertenecen a Masashi Kishimoto.
Advertencias: Contiene OoC. AU
Adaptación del libro Anna vestida de sangre de Kandare Blake.
Sakura vestida de sangre
Capítulo 1.
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—Vamos Akamaru. —gritó un muchacho atlético de cabello negro y con marcas rojas en sus mejillas. Alejado unos metros de él se encontraba un enorme perro blanco de orejas largas y caídas. —Comienza a hacer frío. —volvió a insistir a su amigo, quien seguía olisqueando el pasto alrededor del buzón de su vecino.
Tras un nuevo llamado enérgico del chico, que vestía unos pantalones deportivos negros con franjas rojas a los costados y una camiseta blanca, el perro se dirigió hacia su dueño.
La noche estaba fresca y el viento que soplaba revolvió los cabellos negros del joven que, ya con su amigo a un lado, entró a un jardín con la hierba crecida.
Akamaru se detuvo frente a la puerta blanca y gruñó por un momento mientras Kiba lo observaba sorprendido.
El muchacho acarició a su perro y después de hablarle para tranquilizarlo, los dos entraron a la casa. La sala sólo tenía un sofá y varias cajas de cartón selladas.
Esa mañana se habían mudado a la casa ubicada en el poblado de Amegakure, afortunadamente para él la renta era muy baja para una casa así, pues era de dos pisos, contaba con dos jardines y era muy amplia.
Después de una cena ligera, el chico y su perro subieron a la recámara para dormir. Akamaru como siempre lo hacía, se echó junto a la cama, Kiba bajó la mano y el perro la lamió, luego volvió a subirla.
Ese era su ritual de todas las noches, era como su código para decirse que todo estaba bien.
Después de medianoche Kiba en sueños escuchó gruñir a su perro, luego arañazos, gemidos y finalmente silencio. En medio de la oscuridad del cuarto, se despertó y bajó la mano, sintió como su perro la lamía y volvió a dormirse tranquilo.
Pero casi enseguida algo viscoso cayó en su rostro, era una gotera en el techo. Pero su pensamiento fue inmediatamente refutado, pues no llovía.
Sin pararse de la cama, extendió la mano hacia la lámpara de noche y la encendió. Sus ojos se abrieron con terror al ver en el ventilador giratorio el cuerpo sangrante de Akamaru.
Casi como un resorte se puso de pie. Quería gritar pero no podía, estaba tan aterrado que las palabras no salían de su boca.
Pero su atención en Akamaru duró poco, pues sintiendo algo detrás suyo, dio media vuelta.
Se sobresaltó al ver un hombre alto frente a él, con un cuchillo en mano.
El hombre se lanzó contra el desprevenido chico y de un tajo limpio cortó su garganta. En cuanto su misión estuvo realizada se marchó del lugar. Esperando el momento de volver a atacar.
C~C~C~C~C~C~C~C~C~C
Tres semanas después.
Eran las once de la noche y frente aquella casa de dos pisos pintada de azul se encontraba Sasuke Uchiha, un chico de diecisiete años, piel blanca y cabello y ojos negros.
Vestía un pantalón de mezclilla azul y una camiseta negra. Llevaba agarrado con una correa a un perro negro, que permanecía sentado junto a él.
Había llegado al pueblo dos semanas atrás, después de enterarse del macabro asesinato del muchacho y su perro, y el cual era el número nueve en la historia de esa casa. Por eso la renta era tan baja.
Volteó a ver al perro que le meneó la cola, con culpabilidad le acarició la cabeza. El perro representaba el único medio para atrapar al asesino.
Hacía dos años el dueño de la casa rentó por primera vez el inmueble. Una noche un ladrón entró a la casa, sabiendo que el inquilino vivía sólo con su perro y era prestamista.
Con violencia mató al perro y luego, al ser descubierto, cortó la garganta del hombre.
Ahora el fantasma de aquella víctima se había vuelto un asesino y mataba a todo aquel que alquilaba la casa, siempre y cuando llevará un perro.
Eso lo descubrió Sasuke, pues había entrado dos noches seguidas sin que el fantasma se hiciera presente. Por eso tuvo que pedirle prestado su perro a una muchacha que vivía junto a la casa que rentaba temporalmente en el pueblo. Aquello no le fue difícil, ya que la chica se veía claramente interesada en él.
Sasuke y el perro entraron en la casa. De inmediato el vello de los brazos se le erizó y percibió un olor a podrido. Instintivamente llevó una mano a la daga que llevaba atada a un costado y que la camiseta cubría.
Pero recordó que el fantasma sólo atacaba después de medianoche así que dejó caer su brazo nuevamente.
Él y el perro subieron a la habitación principal y realizó la rutina que conocía. Se acostó en la cama con el perro a un lado. Esperaba actuar rápido y acabar con el fantasma antes de que lastimara al perro, porque no sabría qué le diría a la chica.
—"Lo siento, utilice a tu perro para matar a un fantasma pero él lo atrapó antes y bueno, ahí lo tienes, casi completo". —pensó el chico mientras cerraba los ojos. No, eso no sonaría muy bien. Imaginó el rostro indignado de la chica y sus gritos de horror.
Sasuke Uchiha sabía que había dos tipos de fantasmas, aquellos que sólo se dedicaban a asustar de vez en cuando a las personas o que vivían escondidos con cuerpos incorpóreos y aquellos fantasmas fuertes, que tenían tanta rabia y odio que lograban materializarse y se convirtieron en homicidas.
Su familia desde hace muchos siglos se encargaba de eliminar a los últimos. Antes que él, su padre, Fugaku, también "mató" fantasmas. Su papá, su mamá y él viajaban a cada pueblo donde necesitaran de sus servicios, los cuales además de ser gratuitos, eran secretos. Sólo unas pocas personas sabían de eso, y por supuesto no de su edad.
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No sabía cuánto tiempo había pasado, pero esperaba que ya fuera más de medianoche porque ya se estaba aburriendo en esa cama mientras fingía dormir. Afortunadamente para él, el perro comenzó a gruñir. Esa era la señal que esperaba. Contó hasta diez y enseguida prendió la lámpara y saltó hacia el suelo.
El perro ladró con miedo y se metió bajo la cama.
Frente a Sasuke y terminando de brotar del piso estaba un hombre alto, que emanaba un olor fétido. Su piel tenía tonos azules y grises, y pedazos podridos. Del cuello colgaba un pedazo de piel sangrante, mostrando aquel corte que le hicieron cuando estaba vivo. En lugar de ojos tenía dos agujeros negros. En la mano llevaba el cuchillo.
Sasuke sacó la daga que llevaba en un costado. Era de doble filo y tenía el mango negro con el emblema de la familia Uchiha hecho con incrustaciones de piedras rojas y blancas.
El fantasma se abalanzó torpemente contra Sasuke, tratando de cortarlo. Pero el chico logró atajar la mano en la que llevaba el cuchillo.
No obstante el fantasma lo tomó del cuello con la otra mano.
—No es tan malo estar muerto. —le dijo el fantasma mientras clavaba sus uñas en el cuello de Sasuke.
—¿Y el olor que? —preguntó Sasuke luchando para que él soltara el cuchillo y a la misma vez para que soltara su cuello.
Lo primero lo logró, pero sólo sirvió para que el fantasma lo apretara con las dos manos y lo alzara. Se sentía ahogar, pero tenía que seguir luchando.
Logró levantar las dos piernas y empujar al fantasma para que lo dejara libre. Ambos cayeron al suelo pero Sasuke fue más rápido para levantarse y de inmediato corrió hacia el fantasma que estaba apoyando una rodilla en el suelo y la otra pierna la tenía flexionada.
—¿Y mi perro? —Sasuke detuvo la daga en el aire al escucharlo. Su voz había dejado de parecer furiosa.
El fantasma lo volteó a ver y aquel rostro enojado y putrefacto se había ido para dar paso a uno calmado y con piel. Sus ojos nuevamente eran normales y de color cafés y su garganta no tenía cortes.
Sasuke tenía el corazón acelerado por el esfuerzo que había hecho y lo único que quería era acabar con todo. Pero sorpresivamente se escuchó decir:
—No te preocupes, lo encontrarás. —dijo mientras colocaba su daga en posición horizontal a la altura de la garganta del hombre.
—No quiero hacer nuevamente esto. —mencionó sabiendo lo que pasaría.
—Está es la última vez. —respondió Sasuke sereno y entonces movió la daga cortando la garganta del muerto.
El fantasma se llevó las manos al cuello, intentando juntar los pedazos de su piel, pero del corte salió algo parecido al aceite, negro y espeso que lo recorrió todo hasta cubrirlo.
Sasuke observó como el fantasma no gritó mientras se marchitaba, pero quizá fue porque su garganta estaba cortada y el líquido estaba dentro de su boca.
El líquido se fue consumiendo hasta que en pocos minutos no quedó nada.
—Ya sal de ahí. —Sasuke ordenó cuando se cercioró de que no había peligro. El perro negro salió de debajo de la cama y con la cola agachada llegó hasta Sasuke. —Eres un cobarde. —le dijo, medio en broma, medio en reclamo.
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A las dos de la mañana Sasuke metió al perro en el jardín de su vecina. Este de inmediato corrió a resguardarse al interior de su perrera.
El muchacho de cabello negro caminó hasta la casa contigua, en las que las luces delanteras y traseras estaban prendidas.
Cruzó el jardín y subió los escalones, parado frente a la puerta pudo ver dos puntos rojos que lo observaban detrás del cristal de la ventana.
—Denka. —susurró mientras giraba la llave. Cuando entró a la casa el gato siamés ya no estaba. — "Fue a avisarle a mamá" —pensó.
Denka ya llevaba muchos años con ellos. Era un poco revoltoso y era de utilidad por su habilidad para ver y escuchar cosas que ya estaban muertas.
El muchacho subió las escaleras, lo que quería en ese momento era un buen baño.
Pero en el pasillo fue interceptado por su madre. Una hermosa mujer de cabello negro que sostenía a Denka entre sus brazos.
—Sasuke. —murmuró. —¿Todo ha salido bien? —preguntó preocupada.
—Sí mamá. —respondió él. —pero no debiste despertarte.
—Sabes que no estoy tranquila hasta que te veo regresar. —comentó ella agachándose para bajar al gato. Luego se acercó a él. —¡Estás herido! —exclamó angustiada al notar la marca negra en el cuello del chico.
—No es para tanto, sabes que he tenido peores. —dijo Sasuke.
Mikoto no dijo nada más, pero lo vio con tristeza. Era consciente de la carga tan pesada que llevaba la familia Uchiha. Por años vio con angustia como su esposo salía de la casa con sólo su daga como arma en busca de fantasmas, y siempre supo que su hijo seguiría los pasos de su padre. Pero ella era su madre y no quería tener que sufrir y llorar por su hijo así como lo hizo por su esposo cuando un día un policía le avisó que Fugaku había sido asesinado en una casa abandonada.
Tampoco olvidaba como tuvo que tragarse su dolor y tristeza para que Sasuke no supiera como había muerto su padre en realidad. Él sabía que había sido un fantasma con el que no pudo lidiar, pero no conocía que parte del cuerpo de su padre había sido devorado.
—Dame el athame. —mencionó Mikoto cuando salió de sus recuerdos. Sasuke sacó la daga y se la entregó. Al igual que como lo hacía con su padre, su mamá limpiaba el arma después de cada trabajo, luego la metía en un frasco de sal por tres días. —Tú mientras date un baño. —le dijo. Sasuke asintió y caminó hacia el baño, pero Mikoto lo llamó de nuevo. —Sasuke, ¿A dónde iremos ahora? —preguntó.
Después de acabar con el fantasma en cuestión, se mudaban a otra ciudad en la que hubiera un fantasma asesino. Él era sugerido, la mayoría de veces, por amigos de su padre que ya sabían a lo que se dedicaban.
—Iremos a Konoha. —informó el chico. —Iré a matar a Sakura Haruno. A Sakura vestida de sangre.
*La historia utilizada al principio se llama "No sólo los perros lamen". Un amigo me la contó cuando tenía quince años, pero en su versión había sido el diablo quien mató al perro.
*Quisiera aclarar de una vez que no va a ver Naruhina, no es que me caiga mal el personaje, pero no es apto para la historia.
Saludos.
