Disclaimmer: Ningún personaje me pertenece, todos son propiedad de Stan Lee. Hago esto sin ánimos de lucro, sólo por divertir fans.


Parte I

Una bella muchacha pelirroja iba corriendo en dirección al Sanatorio donde laboraba, se había quedado dormida, y ya era tarde, y muchos enfermos y heridos la esperaban para sus respectivas curaciones. Su madre le había enseñado todo sobre curaciones, desde identificar plantas medicinales, hasta la preparación de distintas pócimas y bálsamos, además de una técnica especial de curación con agua. Ella era una de las más famosas y respetadas sanadoras de Alfheim, a pesar de no contar con más de 20 años, ella era la hija de Eir y Vili.

-Sigyn- escuchó que la llamaron desde el sanatorio, era Dyre, una mujer de edad avanzada, que era una de las sanadoras con más experiencia en Alheim- llegas tarde creatura.

- Lo siento- miró al suelo avergonzada- sólo que…

- Lo sé, seguías soñando con visitar los otros reinos, ¿no es así?- dijo la mujer mientras miraba a la pelirroja.

- De hecho… Dime, ¿por qué mi padre no nos permite salir a mis hermanas y a mí? Parecemos monjas encerradas en este reino – dijo en un tono de molestia

- Tú y tus hermanas están aquí, a salvo, donde yo pueda velar por ustedes- dijo la Potente voz de su padre, Rey de Alfheim.

- Pero Padre, yo quiero ver que hay más allá de nuestro reino- dijo en un tono de voz suplicante.

- Ya hemos hablado de esto Sigyn. Ahora continúa con tu trabajo.

Sigyn bajó la mirada y movió la cabeza, mientras se daba la vuelta y empezaba a examinar a las personas que se encontraban ahí. Así se la pasó hasta el mediodía, cuando llegó a la cama del último paciente, que era una pequeña mujer, delgada, con su cabello negro enmarañado y sucio, con su piel blanca, llena de heridas.

- Niña, ¿escuché que desea visitar otros reinos no es así? Pero no se atreve a desafiar a su padre

- Así es- dijo sorprendida ante tal comentario- no podría hacerlo, no tengo la manera de hacerlo- dijo cabizbaja mientras limpiaba las heridas del brazo de la mujer

- Hay una forma, pero debo advertiros princesa… Es peligroso.- La mujer al ver que la joven princesa había detenido su labor para mirarla con esos ojos grandes llenos de curiosidad, continuó hablando- Ve con Hildä, ella te ayudará.

- Hildä, La Bruja de los Nueve Reinos? – preguntó con miedo en la voz

- Ella te ayudará, no lo dudes, tiene un poder muy grande, ella te llevará al mundo que quieras… Incluso al Valhala…

Terminó la curación de la andrajosa mujer, y se quedó pensativa. Cuando llegó la hora de regresar a su hogar, su mente no podía olvidar las palabras de aquella mujer, ¿acaso era tan obvio que su existencia en Alfheim ya no era placentera? Miraba por la ventana, y se preguntaba cómo serían todos los reinos de los que hablaban los libros, se preguntaba si las personas que vivían ahí eran personas agradables o si eran salvajes. Su sed de aventura le robaba el sueño y el hambre, se la pasaba soñando despierta con las aventuras que jamás tendría.

Una noche, decidió que ya era tiempo de salir y madurar, crecer y seguir su propio camino. Tomó una pequeña bolsa con monedas y joyas, por lo que llegara a ofrecerse en su viaje, y salió de su habitación a hurtadillas, despertó a su pequeño amigo Sleipnir, un niño que sabía hacer magia, pero que tenía una tierna colita de zorro, con quien solía hacer muchas travesuras, no quiso despedirse de nadie, pues con sólo ver la paz de sus padres y hermanas durmiendo, no tendría el valor de irse.

Cuando encontró una ventana lo suficientemente cerca del suelo, saltó y se despidió de su antigua vida. Ahora ya no era la "Princesa", ahora era sólo una extraña en su hogar. Se dirigió a las profundidades del bosque negro, donde se dice que algunos elfos de la Oscuridad atacaban a los viajeros infortunados que cruzaban por ahí, Ambos tenían miedo, pero estaban dispuestos a vencer ese miedo, para saborear la miel de la libertad. Llegaron a lo más profundo del bosque, donde la luna ya no iluminaba su camino, donde sus pies caminaban a ciegas por el sendero de hojas secas, después de caminar, lo que le pareció una eternidad, llegó a una cabaña de madera, pero verla no le causaba ningún tipo de alivio, pues la casa se veía lúgubre y daba cierto aspecto de abandono.

Tocó a la puerta, preguntando por Hildä, y cuando la puerta se abrió por sola, pudo ver que el hogar de la bruja tenía un agradable fuego en la chimenea, que emanaba cierta calidez ante el frío de la noche. Imprudente, se atrevió a entrar, y distinguió la figura de la mujer sentada frente al fuego.

Era una mujer alta, con el cabello color paja, con sus ropas lujosas, acabadas por el tiempo, con un rostro que reflejaba cansancio, pero con ojos que llameaban, y con una melodiosa pero rasposa voz, le habló:

- Pasa Hija mía, no espíes por los rincones, no es cortés… Pensaría que no tienes modales, Princesita

- Como sabes que…- preguntó incrédula

- Yo sé todo lo que pasa en este miserable mundo, y sé que estás harta de vivir encerrada aquí

- De hecho, señora…

- Pues bien, yo te daré tu libertad, pero dime ¿qué me darás a cambio?

- Bueno, tengo algunas joyas y…

- Basta! No me interesan esas cosas, ya sé… Quiero unas pocas gotas de tu dulce sangre y tu voz.

- Mi voz… Para qué?

- Creatura, lo que pido a cambio no es nada comparado con lo que tú quieres, estoy siendo razonable.

- Bien, pero ¿Qué es lo que hará?

La dama se levantó y empezó a mezclar cosas en un caldero viejo que tenía sobre el fuego, te llevaré a donde todos los mundos se entrelazan, y donde puedes elegir tu destino viajando por el Bifröst… Asgard, podrás permanecer ahí tres días, antes de ponerse el sol el tercer día tendrás que haber elegido tu nuevo destino, pero si encontrarás obstáculos en tu camino, como el amor, te regresaré aquí, y me pertenecerás. Aceptas querida?

- No lo hagas Sigyn… No vale la pena arriesgar tanto… - dijo Sleipnir temeroso

- Si lo hago, no volveré a ver a mis padres, ni a mis hermanas…

- Pero tendrás lo que quieres, aventuras, conocer los nueve reinos a tu antojo- dijo la Bruja

- Acepto- dijo Vacilante

En ese momento, la Bruja tomo un pequeño cuchillo que estaba en la podrida mesa de madera, e hizo un corte a la mano de la joven, que empezó a sangrar, y entonces la bruja, en un movimiento, acercó su asquerosa lengua a la herida sangrante y empezó a lamer la sangre de la joven, con una avidez que incluso le hizo sentir repulsión a Sigyn y a su compañero. Cuando la horrible bruja terminó de beber la sangre, se levantó y empezó a recitar cantos y hechizos al temible dios Hela, que custodiaba el Inframundo, y que era venerada por aquellos que usaban la magia negra. Siguió gesticulando palabras incomprensibles donde se repetía el nombre de la diosa, hasta que un extraño amuleto dorado apareció.

- Canta hija mía… Canta- alzó la voz

Sigyn empezó a vocalizar, y pudo ver como el amuleto empezaba a brillar y a absorber poco a poco su voz, hasta que ella sintió que nada salía ya de su garganta, y sintió ese vacío en su pecho.

La bruja empezó a reír de una forma que le erizó los cabellos a Sigyn, y que intimidó al pequeño niño, pero luego, hizo un movimiento de sus manos y los hizo desaparecer en un torbellino multicolor, que en poco tiempo los hizo caer en un duro suelo dorado y un cielo que clareaba.

Sigyn se incorporó y puedo admirar que en verdad estaba en Asgard, y como un guardia se acercaba hacia ella.


Bien, subiré este "cuento" por partes, por que en Word me salieron 12 hojas y casi 5 mil palabras, y spuse que sería tedioso leer tanto, actualizo en la noche para lo que sigan intrigados, además que me encantaría que notaran las influencias de esta historia. Les recuerdo que me encantaría que me dieran algunos reviews y cosas asi...

Ah! Casi lo olvido, este fic va con dedicatoria especial a mi amiga Karen, ella me dio aliento para terminar de escribirlo. Te quiero hija!

Me despido, repitiendo que espero un review, díganmelo todo, sin pena! :D

Los leo prontito,

La Cronista Junè