Buenas noches, sé que tengo alguna historia sin terminar aún. Pero esta idea lleva dandome vueltas varios días. Así que aquí la traigo.
Espero que os guste. Es totalmente AU. Ya sabeis, se aceptan críticas, ya sean buenas, malas o regulares. No sé que ritmo de actualización llevará.
¿Cómo había llegado hasta ahí? En el interior de aquella sala se iba a decir su futuro. Incapaz de levantar la vista, sentía cómo toda su vida pasaba a cámara lenta por su cerebro. Su primera palabra, la primera vez que montó en bici, su primera vez sobre unos patines. Su primer suspenso, la primera vez que estuvo en el despacho del director. El baile de graduación al que no asistió. Su sueño cumplido al entrar en la Universidad que siempre quiso. La carrera que siempre soñó.
Volvía a preguntarse ¿cómo había llegado hasta ahí? Su primer delito, su primera detención. Sus primeros trabajos para la comunidad. Su segunda detención, más horas de servicios comunitarios. La tercera, la cuarta detención. La primera borrachera, el primer porro, la primera raya. Y por fin, el último delito. Aquel que, según su abogado, no le saldría gratis.
Pero, ¿cómo había llegado hasta ahí? Su vida era genial, tenía todo lo que siempre soñó. Y sin embargo, ahí estaba.
-¡Caso 3412! – El alguacil, tiraba de sus esposas. Se ponía en pie. El hombre abría la puerta y con un gesto de cabeza le indicaba que había llegado el momento de entrar- El Estado contra Katherine Beckett. Preside el honorable Juez Morrison. Todos en pie.
¿Cómo había llegado a estar ahí? Fácil. Por su madre. No, por su madre no, por el cabrón que se la arrebató. Y por su padre, porque ante la muerte de su esposa se derrumbó. Porque ella, Kate, había perdido las ganas de vivir, porque sintió que el mundo era una mierda. Y deseo vivir a tope, sin mirar el mañana. Solo tenía que disfrutar del hoy.
-Señoría, solicito un aplazamiento. He recibido el expediente del caso esta misma mañana. Me ha sido imposible preparar la defensa – Kate se fijaba en el hombre que tenía al lado. Gordo, sudoroso, con la chaqueta del traje llena de caspa. El pelo totalmente pegado por la grasa. Ese era su abogado. Kate soltó una carcajada.
-¡Orden! Silencio – El juez Morrison clavó su mirada en la joven- Señorita Beckett, ¿podría contarnos qué es lo que le resulta tan gracioso? – Kate estaba sentada, sin moverse, sin abrir la boca y en esa posición continuó – Póngase en pie y conteste a mi pregunta – Insistió el Juez. Ella continuó sin hacer lo que éste le pedía- Está bien. No habrá aplazamiento. Haremos un receso, en dos horas volveremos a la sala. Y usted, letrado Pitterson, presentará el caso – Esto lo dijo mirando al abogado de la acusada.
-Bueno al menos tengo dos horas – Comenzó a recoger todo- Tengo otro juicio en diez minutos. Mi consejo, eh, Kate- dijo tras mirar el nombre de la chica en el expediente- es que hagamos un trato con la fiscalía. Creo que en tres años podrías estar en la calle – Metía todos los papeles en su maletín y antes de marcharse volvió a mirar a la joven- Piénsalo y dime tu decisión antes de que comience la sesión.
Abogado de oficio. Su padre era abogado, su madre era abogada, ella estudiaba leyes. Y tenía un abogado de oficio. ¿Cómo había sucedido eso? Su madre había muerto en un callejón, sucio, frio, oscuro, desangrada, sola, tirada como si fuese basura. Su padre estaba borracho desde el mismo día en el que su esposa murió. Y ella, bueno, ella tampoco podía superar la pérdida de su madre y había tirado su vida por la borda.
El alguacil, volvió a ponerle las esposas, y tiraba de ella. Kate le miró sorprendida, no le llevó a los calabozos del juzgado. El hombre se detuvo ante la puerta del despacho del juez Morrison, llamó a la puerta y cuando su señoría le dio permiso abrió la puerta.
-Señoría, traigo a la detenida – Morrison asintió. Le señaló la silla que había frente a su mesa – Estaré fuera – El alguacil hizo que Kate se sentase y después salió del despacho.
-¿Café, agua, zumo? – Kate miraba al juez sin entender qué estaba sucediendo- Tu silencio me dice que no quieres tomar nada. ¿Estás segura? – Ella continuó sin pronunciar palabra- Testaruda, ¿por qué no me sorprende? – Dijo más para él que para que le escuchase Kate- Te preguntarás la razón por la que estás en este despacho – Kate soltó el aire que tenía retenido en sus pulmones y asintió- Johanna y Jim Beckett son la razón – Kate se tensó al escuchar los nombres de sus padres- Son mis amigos. Estaban tan orgullosos de ti.
-Eran – Por fin Kate pronunció una palabra. El juez la miró sin entender- Eran sus amigos, al menos mi madre. Murió – El juez se sentó.
-Lo sé. Y he usado el tiempo presente, porque tus padres siempre serán mis amigos. No hace falta que estén vivos, ni tan siquiera hace falta que tu padre esté sobrio. Son, eran y serán mis amigos – Kate se encogió de hombros- Tengo que hacer algo para que no destroces tu vida por completo. Tengo que lograr, por ellos, por tus padres, que tengas una vida cuando decidas volver a ser la hija de la que tan orgullosos estaban.
-¿Me puede devolver a mi madre? ¿Puede hacer que detengan a la persona que la mato? ¿Puede lograr que mi padre vuelva a ser la persona que era? – El juez negó – Entonces no puede devolverme mi vida.
-Puedo ofrecerte una opción – Kate puso una sonrisa cínica- Sabes eres muy parecida a tu madre. Así que tus sonrisas, tus miradas, tus cruces de brazos, no funcionan conmigo. Soy inmune, los sufrí durante años de parte de tu madre. Repito, puedo ofrecerte una opción.
-Ya – fue la contestación de la joven.
-Tienes que escoger, seis años en una prisión o el mismo tiempo sirviendo en el ejército – Kate le miró abriendo los ojos al máximo.
-¡Está loco! – Kate se puso en pie.
-Sí lo estoy. Porque me estoy jugando mi reputación por una cría idiota – Kate giró sobre sus talones- Idiota – Repitió el juez- Estúpida, por no luchar por hacer de este mundo un lugar mejor. Por no ser fiel a todos los ideales que sus padres le inculcaron durante 19 años.
-¡Cállese! – Le gritó ella.
-Justicia, honor, verdad, amistad, familia, amor – Comenzó a mencionar todas las cosas en las que siempre habían creído sus padres- Traicionaste todos y cada uno de ellos. Has robado, tomado drogas, timado.
-¿Dónde está la justicia para mi madre? – Dijo ella rota por el llanto.
-Hoy no está, pero llegará el día en el que se pueda hacer justicia. La pregunta es ¿quieres estar ahí cuando eso suceda?
El teléfono del despacho de su señoría sonó, su secretaria le recordaba que la sesión debía volver a empezar.
-Necesito una respuesta antes de que el alguacil te lleve nuevamente a la sala. Ese es el tiempo que tienes para meditar la propuesta.
El autobús se detuvo, las puertas se abrieron, ella no se movía.
-¡No tenemos todo el puto día! ¡Os quiero fuera de ese puto autobús en menos de un minuto! – Sus compañeros de viaje comenzaron a descender a la carrera- ¡Os quedan menos de veinte segundos!- Kate finalmente bajó- ¡Tú! – Dijo señalándola – Has bajado fuera de tiempo – Le dijo con su cara casi pegada a la suya- Gracias por hacerlo – Kate soltó una pequeña carcajada- Vaya, ya sé quién va a ser el tarado de este grupo – Se alejó de ella y se giró mirando a todo el grupo- Gracias a vuestra compañera, todos, vais a hacer flexiones hasta que me canse – Todos comenzaron a protestar- Bienvenidos a Camp Lejeune. ¡Reclutas, quiero las putas flexiones!
Perfecto pensó Kate, dos minutos en el cuerpo de Marines y ya tenía a todo sus compañeros en contra.
-Vaya, si la tarada ni siquiera tiene fondo – Dijo el sargento al ver cómo tras cinco flexiones Kate se dejaba caer sobre el suelo- Tranquila, princesa, eso lo vamos a solucionar- Se agachó, la tomó de la tela de la camiseta por la espalda y comenzó a levantarla - ¡Una! – La dejó caer- ¡Dos! – dijo repitiendo el gesto- ¡No he dicho al resto que podáis parar!
Tras más de media hora haciendo flexiones, por fin el sargento, les mandó parar. Tocaba el enésimo reconocimiento médico. La entrega del equipamiento. La llegada a su barracón. La elección de litera.
-A las cinco horas zulú deberéis estar formados para revista. El barracón deberá estar perfecto para revista. Disfrutad de vuestras últimas horas de libertad. En dos horas se apagan luces y todos deberéis estar en vuestras camas – El sargento se paró justo en la puerta del barracón- Por cierto, seré vuestro instructor. Soy el Sargento Mayor Ramirez. Para vosotros soy dios ¿entendido? – Ninguno contestó- ¿Entendido? – Repitió el sargento.
-Sí – dijeron algunos.
-¿Entendido? – Repitió el sargento.
-Sí – contestaron al unísono.
-Sí ¿qué? – Insistió él.
-Sí Señor – Contestaron al fin.
-Colocad vuestras cosas en las taquillas – Dijo justo antes de salir.
Kate colocaba sus pocas pertenencias. Algunos vaqueros, algunas camisetas, zapatillas y las fotos de sus padres.
-Intenta no tocar mucho los cojones al sargento – Se volvió a mirar a la persona que le había hablado- Tus faltas, tus errores, tus insubordinaciones, las pagamos todos. Es un consejo que te doy, antes de que todos nos pongamos en tu contra.
-Ya – dijo Kate tumbándose en la litera de arriba.
-Hazme caso, será mejor para ti y para todos. Por cierto, me llamo Sara – Kate asintió.
-Kate – Contestó ella.
Durante aquella noche, Kate no podía dejar de decirse lo estúpida que había sido al aceptar la propuesta del juez. Había entregado su vida al ejército para los siguientes seis años. Se decía que en la cárcel con buen comportamiento podría haber salido en poco más de dos años.
Pero el juez había jugado sucio, y a la salida de su despacho había alguien esperándola.
-Katie, cariño – Kate le miró sorprendida- Por favor, por favor no destroces tu vida.
-¿Tú me pides que no destroce mi vida?
-Estoy sobrio, llevo así seis meses. He estado en un centro de desintoxicación – Kate le miraba sorprendida- Por favor, hazlo por mí o mejor aún hazlo por tu madre – Escuchar aquella súplica de boca de su padre fue demasiado para ella.
Y aceptó. Firmó con el ejército por seis años.
-¿Cómo le ha ido? – El sargento miró a la persona que le interrogaba.
-Mal, va a dar problemas. Primer día aquí y ya la ha cagado – Contestó.
-Morrison nos pidió ayuda así que tenemos que logar que esa chica salga de aquí recuperada – El sargento asintió.
-Tranquilo mi general, aún no ha aparecido el recluta que pueda conmigo – Contestó con seguridad el sargento.
El general sonrió – No pero reconoce que hace unos años estuviste a punto de tirar la toalla con uno.
-Castle – Contestó bufando Ramirez- Creo que aún tengo pesadillas con él – Ambos comenzaron a reír- ¿Sabe algo de él?
-Le va bien. Está destinado en Somalia y ahora mismo está en casa de permiso. Menos mal que no te diste por vencido. El cuerpo habría perdido a un gran soldado – Ramirez asintió.
-Cierto, el teniente Castle es de lo mejor del cuerpo. General, esté tranquilo, haré de la recluta Beckett un gran soldado – El general asintió.
-No lo dudo, pero no olvide lograr que ella vuelva a ser una gran persona – El general le tendió un puro.
-Si su esposa descubre que ha vuelto a fumar le matará – Dijo el sargento sonriendo.
-Entonces será mejor que no se entere – Le contestó el general guiñando un ojo.
-Mis labios están sellado Rodgers – Dijo haciendo el gesto de cerrar una cremallera.
-Por cierto, Martha quiere que tú y Rachel vengáis a cenar.
-Se lo diré a mi mujer – El sargento se ponía en pie para salir del despacho.
-Por cierto, mi hijo también estará – Ramirez rodó los ojos haciendo que el general comenzase a reír.
-Te he dicho que aún tengo pesadillas con él y ahora le tendré que aguantar durante la cena – se quejó el sargento.
-Vamos James, Rick te aprecia – decía el general apoyando su mano sobre el hombro del sargento.
-No lo dudo, pero es que a Castle le encanta meterse conmigo. Por cierto ¿nunca va a usar tu apellido? – El general negó.
-Sigue diciendo que prefiere el apellido de soltera de su madre, así nadie le relaciona conmigo – Hacía muchos años que el General se había dado por vencido en ese tema- Os esperamos a las nueve en casa.
Las luces en el barracón se apagaron al mismo tiempo que el sargento y su esposa entraban en la casa de Alexander y Martha Rodgers, y justo cuando el teniente Richard Castle le daba un gran abrazo a su antiguo adiestrador, el sargento James Ramirez.
-Así que, el tío Morrison os ha metido a una joven rebelde. Eso será divertido – Su padre y el sargento se miraron y negaron- Lastima no poder quedarme para ver cómo te hace sudar – Le dijo a Ramirez.
-Dime que te vas mañana – Fue la contestación del sargento, haciendo que todos comenzasen a reír.
