Hola, potterheads. Les traigo una historia…

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Pero sus personajes fueron creados por Jotaká. Yo solo los tomé prestados para materializar mi imaginación.

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¿Me lo Devuelves?

[Capítulo Único]

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Hay algo extraño con Blaise y todos parecen saberlo. Hay algo extraño con Blaise, pero en realidad nadie sabe nada. Hay algo con Blaise que merece ser discutido a profundidad, pero no con sus compañeros. Hay algo, definitivamente existe algo más allá de la expectativa.

Y la situación le obliga a hacer pactos con el enemigo. Nunca había confiado en un león, pero la realidad lo amerita y él no piensa perder ninguna opción.

—Vamos, escúpela ya.

—Zaraparamba.

—Que ridículo.

—Igual que tú.

—Mira quién habla.

—No te hagas, Zabini, ahora conozco un secreto tuyo y puedo delatarte.

Blaise sonríe. Discutir con un Gryffindor puede ser dos cosas: divertido o macabro. Su interlocutor y aliado actual no para de inspeccionarle la ropa de dormir, alzando una ceja, burlándose por dentro. ¿En serio Zabini usa ropa muggle para dormir? Vaya, que sorpresa más rara.

—¿Qué tanto me miras, McLaggen?

—Lo tonto que eres.

Blaise bufa con fastidio. Tratar con leones es difícil, sobretodo porque siempre tienen algo que decir, generalmente ofensivo. Al menos albergan una virtud bastante buena. Son personas de palabra.

Los pasillos se hacen helados. El frío que existe afuera logra penetrar al castillo, ni siquiera las antorchas brindan el calor suficiente.

McLaggen bosteza vagamente y engurruña la nariz, reanudando su camino hasta la torre de Astronomía. Blaise le observa alejarse. Suspira con alivio al verse totalmente solo y también por contar con la discreción de McLaggen. Entonces comienza a caminar hacia la guarida del enemigo, tratando de abrigarse con aquella sudadera gris que ha agarrado antes de salir de su dormitorio.

Permite que la capucha le cubra la cabeza e intenta relajar, lo más que puede, su fisonomía. Porque por dentro Blaise Zabini es un manojo de nervios, porque tiene la urgencia de hacer algo, porque siempre elige los métodos poco convencionales para llevar a cabo sus acciones más… íntimas.

Por supuesto, su mente es un caos. No son ni uno ni dos, sino mil dilemas, tratando de esclarecerlos todos en una sola noche —cosa imposible—. Es casi como el estrés.

El reloj marca la medianoche y gracias a Merlín los prefectos ya no merodean por la escuela. Blaise sonríe, las cosas van bien, justo como las había planeado. En menos del tiempo pensado se encuentra a cinco metros de la Dama Gorda, la cual duerme. Ah, que tierna señora.

Pero Blaise se ha detenido. Debe respirar profundo, pensar por una última vez todo lo que debe hacer y vigilar los alrededores, para que nadie le agarre. Solo así es capaz de avanzar los primeros pasos, sigilosamente, para no espabilar demasiado a la Dama.

Se ajusta la capucha, mete sus manos en los bolsillos frontales de la sudadera y carraspea hacia la Gorda. Ella abre los ojos con sobresalto y observa al estudiante.

—Contraseña —pide con lentitud—.

Y aparece el primer problema, uno que no estaba previsto y que fastidia todo. Zabini olvida la palabra que le ha brindado Cormac. Cielos, ¿por qué sucede eso ahora?

—Ahm…

Bueno, queda sin palabras y evita mirar a la señora a los ojos. Tal vez ella se dé cuenta que él no es un Gryffindor y eso sí significaría un arruine total del plan. Y Blaise piensa y piensa y piensa y piensa…

—Zaraparamba.

Y aunque la Dama Gorda aún no le da una respuesta, el adolescente suspira por el alivio de haberse acordado en menos de treinta segundos. Y entonces espera…

¡Y ella le abre la puerta!

Por Merlín, ella no sospecha de él. Le ha creído. Solo así. Aunque es comprensible. Los Gryffindor son hombres y mujeres de palabra. No le dan la contraseña a nadie externo a los de su propia casa — y la palabra cambia constantemente—. Blaise se siente afortunado. El plan sigue funcionando a la perfección.

La Sala Común de los leones es bastante elegante. Escarlata y dorada por todas partes y con unos sillones que parecen ser una delicia en la comodidad. Pero Blaise se resiste a probarlos. Estar en aquel lugar ya de por sí es un riesgo enorme y todo está sigilosamente planeado. Blaise no puede entretenerse en trivialidades.

McLaggen le había indicado qué dirección tomar y Blaise se apresura a tomarla, dando enseguida con las habitaciones masculinas de Gryffindor. Con lentitud camina y busca una puerta en específico, encontrándola en el siguiente minuto y deteniendo la marcha.

Ha llegado.

Pero se viene la parte difícil. La incertidumbre le acecha. McLaggen no supo decirle si los chicos estarían durmiendo o no. Así que Blaise Zabini, un Slytherin de importante calibre en Hogwarts, pretende hacer una hazaña. Tiene que pegar su oreja a la puerta, tratando de detectar movimiento o voces. Es pasada la medianoche, pero hay que precaverlo todo.

Cero movimientos. Cero voces.

Zabini le da un último vistazo a los alrededores y enseguida saca su varita, pronunciando un encantamiento silencioso que permite abrir la puerta. Nadie advierte nada y Zabini entra con cuidado a la habitación.

Cada espacio tiene poca luz, sin embargo, un rincón parece resplandecer.

Zabini lo sabe. Todos duermen menos él. Porque aquel joven es el único capaz de madrugar haciendo nada. Blaise se acerca con cuidado, le observa por un buen rato y sonríe un poco. Su nuca destapada le tienta… demasiado.

Y por eso se acerca.

—Veo que madrugas —le susurra por detrás—.

Y Ronald Weasley se sobresalta, se voltea, pero no tiene permitido decir nada cuando sus labios son atrapados. Oh, sí… Blaise le besa y lo hace lento, como si la boca del pelirrojo fuera un cristal frágil que necesita atención, pero de la manera más cuidadosa posible.

Blaise hace tiempo tenía la necesidad de saborear aquellos labios algo rasposos que aún así le hacen fantasear durante todo el día. Y Ron se deja llevar. Ha sido atacado mientras tenía la guardia baja. Pero lo disfruta porque Blaise también tiene lo suyo. Usualmente es un chico demasiado encerrado en sí mismo, sin embargo, cuando nadie lo ve se atreve a ser dulce.

Y se acomoda mejor en el suelo, sujetando al pelirrojo por ambas mejillas, logrando más profundidad, más intimidad. Y no, Ron no pone resistencia.

Por eso, cuando Blaise deja de besarle —no sin antes morderle por un instante el labio inferior—, Ron queda con los ojos cerrados, asimilando lo ocurrido y también un poco avergonzado. Blaise solo sonríe y le acaricia uno de esos rojos mechones de pelo.

—Tú… tú… —intenta hablar Ron— no tienes derecho a hacer eso…

Sin embargo, el tono de voz solo delata sus ganas de volverlo a hacer. Finalmente Blaise Zabini se encuentra con aquellos ojos celestes que brillan gracias al resplandor de la luna que se filtra por la ventana. Eso, en conjunto con sus pecas alrededor de la nariz, lo hacen ver como la cosa más bonita que Blaise encuentra en el universo.

—Perdóname entonces… —le dice, palpándole sus labios con los dedos, pero concentrado aún en sus ojos—.

—Realmente no tengo idea de cómo pudiste entrar aquí.

—No lo pienses demasiado. Solo quédate así…

Y une su frente con la del pelirrojo, sintiendo una calidez hipnótica.

—Vale, solo quería besarte —confiesa—. Burlé la seguridad de la torre Gryffindor solo para llegar a ti. Pero… prometo no hacerlo más… si quieres…

—Devuélvemelo.

—¿Qué cosa?

—El beso, Blaise —el pelirrojo ríe—. ¿Qué más va a ser?

—Oh… —el Slytherin se muerde un labio con travesura—. El beso, ¿eh?

Blaise se muestra burlón al descubrir los deseos de su león favorito, que desea encarecidamente que le coman la boca otra vez, porque nada más pensar que debe esperar siempre hasta la noche para eso, simplemente le desespera. Y porque… porque…

Blaise le ha robado un beso y tiene que devolverlo.

Y se acerca a sus labios, pero juega un poco antes de hacer cualquier cosa. Cada vez que Ron está al punto de alcanzarle, Blaise se aleja un poco, divertido de que el pelirrojo intente agarrarlo y no poder hacerlo por unos simples milímetros. Incluso frunce el entrecejo.

Porque besar es cosa seria.

—Blaise, no juegues…

Un atisbo de frustración se escucha en su voz y Blaise no puede evitar una carcajada, aunque la calla con prontitud para que nadie se despierte.

Y sí, le llega a besar, pero no precisamente en los labios.

—¿Es en serio? —dice Ron luego de ser besado—.

Blaise le había rozado el puente de la nariz. Es como si lo estuviese chantajeando. De hecho, lo está desesperando.

—Yo no quiero devolverte el beso, Ronny —le dice Blaise mientras se va alejando con el mismo sigilo que utilizó al acercarse—. Tú tienes que robármelo.

Ron alza una ceja y parece un poco molesto. Eso solo divierte al Slytherin.

—No es justo —susurra Ron mientras se levanta del suelo, aunque Zabini ya está bien cerca de la puerta—. No quiero esperar hasta la noche para poder hacerlo, Blaise.

—¿Y por qué no lo intentas más temprano? En los baños masculinos, por ejemplo…

Las mejillas de Ron le hacen combinación a su cabello en cuanto se sonroja. Afortunadamente Zabini no puede notarlo desde la distancia.

—Róbamelo, ¿sí? —pide Blaise—. En el momento que menos yo piense, Ronald Weasley.

Y guiñándole un ojo se marcha, cerrando la puerta y dejando a Ron más que sorprendido. Éste no sabe cómo demonios hacer para realizar un buen robo, pero en su cabeza no merodea la inseguridad. AL contrario, lo único que desea es reclamar lo que es suyo.

Y lo suyo son los labios de una serpiente.

—Fácil te agarraré, Zabini

También hay algo extraño con Ron, pero no todos parecen saberlo. Hay algo extraño con Blaise que igual merece ser discutido a profundidad, pero no con sus compañeros. No con Harry, por ejemplo, que se ha despertado abruptamente y parece un fantasma.

—¿Ese era… Blaise?

Y el pelirrojo enmudece y se vuelve más pálido que su amigo. Definitivamente existe algo más allá de la expectativa. Ha sido sorprendido infraganti y ahora debe afrontar las cosas. Debe afrontar a Harry y qué mejor que la verdad para ello.

—Lo era —responde—. Y escúchame bien. Si hoy no le robo un beso durante la primera clase del día, golpéame la cara.

Y no desea observar la cara de Potter luego de decirle aquello. Prefiere dormir y pensar.

Pensar en Blaise Zabini y su debut como ladrón de besos.

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Y esa ha sido mi historia. Es sencilla, lo sé. No tiene nada del otro mundo, también lo sé. Pero, ¿sabes que no le falta? Amor. Mucho amor.

Ha sido genial escribir para ustedes, muchas gracias por leer. Yo realmente espero que les haya gustado. Dejen sus comentarios. Digan todo lo que sientan y critíquenme constructivamente —solo si hace falta xD—.

Por cierto, ¿alguien ha visto el tráiler de Fantastics Beasts: The Crimes Of Grindelwald? No sé ustedes, pero me he emocionado bastante. Al ver una versión de Hogwarts en la segunda década del siglo XX, con un Dumbledore más joven y un Scamander encantador, yo simplemente me acuerdo de todo el universo mágico y me da por gritar de emoción.

¿Les pasa igual?

Nice Stalker