( Houston we got a problem )
«Hm, hace mucho tiempo que no me paso por aquí. Y no estoy para dar excusas, el tiempo me ha dicho que no debe importarte las razones por las cuales publico y no publico, y todo es coherente. Ahora, regresando al punto (aunque ni siquiera he mencionado uno), me gustaría decir que esto es para la awesome Alice aka Mistakeland, porque hace… mucho, pues, que me pidió esto, y yo tengo el descaro de venir a publicarlo hasta hoy.
Err… repito, no doy explicaciones ni nada parecido. Enjoy, and shut the fuck up.
Distraction
«No sé como ni cuando, me desperté extrañando
tu cabello enmarañado bailando en mis manos»
No es como si Isabelle lo disfrutara. (No, claro que no) y tampoco es que le guste.
Es más bien una necesidad. Y cuando ella duerme, aprieta con fuerza los párpados y enreda en sus cabellos el nombre que quiere brotar de sus labios (si, ese, no tan bonito y corto).
Isabelle Lightwood es una buena joven. Honrada, responsable (y hermosa). Respetable, calculadora, fría y valiente. (Isabelle Lightwood es aquella cazadora de sombras de buen historial que sale con caballeros hada para llamar la atención).
(Pero) Isabelle se aprovecha. Lo llama.
— Simon, ven aquí.
Y él siente que es dueño del mundo. («¿Qué pasa, Izzy?») y ella le sonríe como una diablesa, a veces como un querubín. Entonces Simon se pierde en esa exuberante sonrisa, en los tentadores labios carmines. (Levanta la vista y se encuentra con esos negros ojos, negros como su porvenir). Él frunce el ceño, Isabelle suelta una carcajada y saben lo que viene.
(En ese momento, los sueños de Isabelle se derraman como un balde de agua fría sobre el desorden e sus sábanas azules).
Isabelle lo acorrala en su habitación, lo pierde entre la fina seda del dosel de su cama. Simon sigue esa danza, la toma por la cintura (las yemas de sus dedos rozan esa deliciosa piel) y la ansiedad le recorre las venas.
Porque una vez encendida, la llama no es fácil de apagar.
Entonces Simon es tumbado en la cama, y con sus ropas se van el miedo, la inseguridad y el 99 por ciento de su sentido común (alto, no. Quizá lo que se va es su cordura). Isabelle lo calla («Contrólate, Simon») y ese uno por ciento en el organismo del chico comienza a maquinar («Izzy, no creo que-») y ella, claro, se exaspera («Cállate»). Porque las cosas ahí son a su manera: como ella diga, como ella quiera.
Simon mira a Isabelle y siente volver el miedo, comienza a aferrarse a él. Pero ella le muestra esa hipnótica sonrisa y él se siente como si hubiera sido abofeteado.
(Ella sabe mentir, sabe controlar).
— Esto es lo que hacen las personas normales, Simon —dice Izzy—. No hay nada de malo en distraerse. (Men- ti- ro… sa).
Entonces Simon cae, y todo fue tan fácil.
Porque Simon es ingenuo, inexperto (y tal vez un poco estúpido). Simon cree, e Isabelle miente, así de fácil y práctico. Ella toma provecho: consigue juega, desecha ( y guarda, en este caso). ¿Dónde? En su voz, en su largo cabello, tras sus pestañas, incluso en su sostén de lunares rosas.
Y mientras ambos se besan, Isabelle recorre el cuerpo de Simon, y él dibuja en la piel de ella una que otra runa, incluso marcas que ya ha ahí dejado, y —a los dos— les gusta. Los rechinidos de la cabecera y las protestas agudas del colchón se mezclan con los gemidos de Isabelle, (con los pesados jadeos de Simon).
(Entonces, todo se hace insoportable. Isabelle, con la frente perlada de limpio sudor, y envuelta en su bata verde, sale en busca de Simon. Sabe donde está. Está con Clary, en la misma habitación, —probablemente en la misma cama—, y no le importa).
Porque no significa nada. Tan sólo necesita distraerse. Sólo eso y nada más.
¿Review?
Gracias :3.
. Leeh.
