Mons Calpe - Capítulo 1

Había algo que con el paso de los años había ido consolidándose como una verdad para él. Odiaba a Arthur. No sólo se aliaba con todos los que se oponían a él, además se dedicaba a putearlo siempre que podía. Ese odio le había arrastrado dentro de una espiral de la que no parecía que pudieran salir algún día. Arthur lo puteaba y él lo puteaba. Era algo que ocurría siempre que podía. Lo mejor era que Francis también lo puteaba y así era, en cierto modo, un poco más sencillo.

Aunque la situación no se centraba ahora en el maldito bebe-té, el problema más grande estaba en su propia casa. Muerto el rey sin dinastía, cada uno había dicho la suya sobre cuál debería ser su futuro. Su gente se peleaba y no decidían nada. Lo único que se derramaba era sangre. Por si no fuera poco, el inglés se dedicaba a intentar invadir algunos puertos españoles.

- Todos han resistido -dijo un hombre, arrancándolo de sus propios pensamientos.

- Son buenas noticias -dijo Antonio después de un silencio que utilizó para situarse en el contexto de la conversación.

Antonio estaba tenso. Veía enemigos por todas partes, temía por la seguridad de sus territorios y sentía que en cualquier momento alguien aparecería tras su espalda para apuñalarlo. Sabía que ganas no faltaban, sólo era cuestión de tiempo. Todos querían ver a su imperio caer y entre todos lo estaban logrando. Apretó el puño de la mano derecha con rabia. No les iba a poner las cosas tan fáciles.

- Si vuelven a intentar invadir más puertos, partidles la crisma a esos ingleses de pacotilla -dijo Antonio- Que no quede ni uno solo en pie.

Llevaba tiempo con los ojos puestos en la corona de España, la idea de que el rey que había en aquellos momentos estaba sin descendencia no le gustaba nada ya que implicaría que... cierta persona fuera ofrecida para tal puesto.

Y así sucedió.

- Ni hablar. No podemos permitir que el francés haga lo que le apetezca.-Comentó Arthur ante la noticia, en un tono de claro enfado. No tenía a nadie más delante que al propio mensajero, un chico que se infiltraba como nadie en conversaciones y grupos ajenos proporcionándole siempre noticias frescas de lo que se cocía internacionalmente -Puedes marcharte- dijo finalmente y una vez éste cerró la puerta tras de sí Arthur se levantó para salir de la estancia también.

No iba a estarse quieto. Holanda parecía con los mismos ánimos que así que una vez unidos y todo preparado, tomaron varios navíos y se dirigieron hacia la península española. Decidieron dirigirse hacia la costa barcelonesa por varios motivos estratégicos y bien sabían que había ciertas enemistades hacia Felipe V, que finalmente había sido coronado rey de España.

- Señor, en pocas horas alcanzaremos a divisar la costa barcelonesa.

- Uhm, yes, thanks... -respondió Arthur algo en sus pensamientos mientras observaba el mar.

- Así que pocas horas...-comentó una nueva voz mientras le indicaba con una mano que se podía ir al otro chico, llegando por la espalda de Arthur que solo lo había oído hablar.

Éste ladeó un poco su cuerpo, viendo a quien ya esperaba, que se apoyaba a su lado, observando casi el mismo punto que él.

- Almirante. Las órdenes son claras. El príncipe de Hesse ha comentado la empatía que siente hacía nuestra causa, por lo que se aliará con nosotros sin problemas.

El almirante lo miró de reojo.

- Pero no se haga ilusiones. También hay fieles a nuestro 'amigo' Felipe. Dudo que la ciudad sea entregada a los intereses austriacos.

Ante esto el inglés quedó en silencio. Era posible, pero aún así se intentaría todo lo que estuviera en sus manos.

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Pocas horas después habían llegado a la costa. Hubo un desembarco de hasta 3000 hombres pero todo acabó como el almirante Rooke esperaba, así que hubo un nuevo reembarco.

- ¿Y qué le parece a Sir Arthur el sur de la península? -escuchó decir, obviamente dirigiéndose a él, mientras observaba las heridas de uno de sus camaradas.

- El sur de la península, ¿eh? Ya lo intentamos con varios puertos conforme nos acercábamos, Holanda.-dijo con algo de sorna a pesar de que estaban juntos en ello.

Sólo recibió una sonrisa helada en respuesta. Y silencio... llegó a ponerlo nervioso.

- ¿Qué parte del sur...? -dijo tras un suspiro el inglés, finalmente, con tal de cortar ese ambiente.

- La ciudad de Gibraltar... -comentó el otro riendo levemente- Me ha llegado una bonita información. Está prácticamente desguarnecida.

- Así que Gibraltar... -quedó pensativo el inglés- Llegar hasta allí nos tomará unos meses... -se cruzó de brazos, interiormente le gustaba mucho la idea, pero no podía mostrarle el interés al otro mucho más allá. No debía desconfiar de él.

- ¿Y...?

El Almirante Rooke había estado escuchando la conversación de ambas naciones. Arthur le miró de reojo, buscando una alianza de intereses. Éste asintió.

- ¿Y? Pues que no dudemos ni un momento, dirijámonos hacia ese maldito puerto de una vez.

El 1 de agosto de 1704, las 61 naves con una dotación de 4000 cañones, 9000 infantes y 25000 marineros llegaron a la Bahía de Algeciras, situándose frente al puerto de Gibraltar.

Afirmaba con la cabeza y comentaba de vez en cuando alguna cosa al general francés cuyas tropas habían llegado días antes para ayudarlos en la lucha. Afirmó un par de veces más a lo que le dijo y se despidió de él. Una vez estuvieron suficientemente lejos, Antonio suspiró cansado. Lo cierto era que a él le daba un poco igual quién reinara mientras lo hiciera bien. Si seguía a Felipe de Anjou era porque era el que se había declarado oficialmente rey, por mucho que los demás países se opusieran.

Se sentó en un sillón que había en su despacho, en el cual se proyectaban sombras gracias a la luz del atardecer. Se pasó una mano por el pelo y parte del rostro mientras suspiraba cansado. Se estaba dejando llevar por el cansancio del día a día en un territorio en guerra cuando la puerta de la sala sonó. Sacudió un poco la cabeza, intentando quitarse de encima el ensimismamiento.

- Adelante -dijo con voz autoritaria.

El hombre que entró en la sala le era conocido. Era el que siempre le traía malas noticias. En broma le habían puesto un mote que denotaba que traía consigo la "mala suerte". Era simpático, pero no se alegraba prácticamente nunca de verlo. Por la cara que traía, hoy tampoco se alegraría de verlo.

- Señor, los ingleses se han apostado en la bahía de Algeciras después de su fracaso en Barcelona. Al parecer están intentando hacerse con Gibraltar.

Antonio arqueó una ceja, extrañado. ¿Gibraltar? ¿Qué interés podía tener en un lugar tan pequeño? Además Gibraltar no tenía recursos y había muchos más sitios por los alrededores que tuvieran más valor. Frunció el ceño. El problema era que tenía a Gibraltar un poco olvidado. Desde que se permitió circular libremente por el estrecho, Gibraltar había perdido ese título de la llave del Mediterráneo. Gradualmente se habían reducido los recursos destinados (militarmente hablando). Si Inglaterra realmente quería invadir Gibraltar, tendría que movilizar recursos militares.

Por otra parte no entendía el objetivo de entrar en Gibraltar y le hacía pensar que había algo más. Conocía la retorcida manera de ser de Arthur. Una parte de él le decía que aquello podía ser una de sus tretas. Una distracción para hacerle mover efectivos a Gibraltar y así aprovechar y dar un golpe realmente grande e importante.

- ¿Qué hacemos, señor? -dijo el hombre mirándole.

- Los observaremos un poco más para ver qué intenciones llevan -dijo Antonio finalmente.

Arthur se encontraba cruzado de brazos desde uno de los navíos que conformaban la flota anglo-holandesa. Observaba en silencio desde hacía largo rato el peñón que le quedaba justo enfrente, preguntándose si de verdad era tan importante ese puerto. Era verdad que al tener la oportunidad de acabar con un trocito de territorio español podría extender el suyo pero... cambió de postura. ¿Quizá había ido muy rápido al aceptar el consejo de navegar hacia el sur de parte de Holanda?

- Aunque...bien pensado...-era como si el cambio de postura hubiera implicado el de perspectiva de los sucesos- la situación es buena... comunicaciones...- volvió a moverse, mirando a un lado y a otro del mar, como si viera algo más allá- y orográficamente...- volvió a observar el peñón.

Segundos después una sonrisa se había dibujado en su cara.

- Así que desguarnecido, Spain...

- A la espera de órdenes, Sir Kirkland.

Volvió a tomar una posición firme ante el soldado que tenía a su lado. Aclaró su garganta y mandó avisar al almirante que la decisión de desembarque estaba hecha. Poco después el soldado llamó al otro y éste vino a escuchar los planes del inglés.

- Haga el estudio pertinente de la zona de desembarco, almirante.

Se decidió como lugar de desembarco la conocida entonces como 'Punta Mala'. Allí, entre 3000 y 4000 hombres establecieron su campamento mientras el ejército español de la ciudad parecía andar formándose y, quizá, pidiendo ayuda.

Una vez en el campamento, el príncipe de Hesse mostró intenciones de escribir una carta dirigida al español. En ella manifestaba su deseo de que la ciudad ejecutara la voluntad del legítimo rey de España, evitando el asedio y asalto de Gibraltar. Arthur dejó, no muy convencido de lo último –ya que se lo había pensado mejor y el peñón le 'gustaba'-, que el príncipe terminara el escrito y mandó a un mensajero al centro de la ciudad con ésa y otra carta más. Fechada en Lisboa el 5 de mayo y firmada por el archiduque de Austria, instaba a los gobernantes de Gibraltar a la rendición y al reconocimiento del archiduque como legítimo heredero al trono de España apelando a la fidelidad que la ciudad había mantenido a su tío, Carlos II.

Ante esto sólo quedaba esperar, cosa que a Arthur le ponía de los nervios.

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- ¡Mierda! ¿¡Qué se cree el inglés del demonio?! -espetó enfadado después de haber tirado varios papeles al suelo en un ataque de ira.

Lo único que se había mantenido encima de la mesa era una carta de la cual les había llegado una copia. Puso las manos bruscamente sobre la mesa, dando un golpe y reclinándose un poco para poder volver a leerla. Gradualmente un gesto de rabia se le fue instalando en el rostro, mientras se mordía un poco el labio inferior. Lo peor de todo aquello es que habían esperado demasiado. Ahora era demasiado tarde para enviar más tropas a Gibraltar. No llegarían a tiempo. Tomó aire intentando calmarse. La carta... esa dichosa carta lo había alterado. No era sólo el hecho de exigir lealtad al candidato Carlos, era el hecho de que podía ver a Arthur riendo ante lo que estaba ocurriendo. Estaba seguro que se regocijaba, y lo odiaba.

- Tenemos que ir. -dijo Antonio sin dejar de mirar la carta, como si pudiera ver algo más que letras en ésta.

- Señor, no vamos a llegar a tiempo -dijo el soldado.

- ¿Y qué pretendes que hagamos? -dijo Antonio sonriendo y levantando la mirada. Una mirada fría.- ¿Les dejamos que campen a sus anchas y pretendemos que no hemos visto nada?

- N-no quería decir eso... -dijo el otro, bajando la vista.

- ¿Abandonamos a los que viven en Gibraltar definitivamente? -interrumpió Antonio sin perder la expresión del rostro. El hombre negó con la cabeza- No, ¿verdad? Pues entonces preparad un maldito escuadrón y vayamos a Gibraltar de una vez.

El mismo día que llegó la carta, en Gibraltar, el clérigo en pleno junto a los mandos militares respondían mediante misiva al campamento negando reconocer a Carlos II, únicamente reconociendo a Felipe V como el rey de España y diciendo estar dispuestos a sacrificar sus vidas en la defensa de Gibraltar y sus habitantes. Mientras, Antonio se preparaba para dirigirse a la ciudad e intentar impedirle la entrada a Gibraltar a Arthur. Aunque sabía que no llegaría, al menos lo intentaría.

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- Han dicho que no... perfecto -pensó Arthur en perfecto silencio mientras leía la carta. Tenía la excusa que necesitaba para el avance en Gibraltar. Releyó la misiva tratando de evitar que se le escapara algún punto y una sonrisa se dibujó en su rostro.

- Dado que en la ciudad se están empezando a preparar las defensas en nuestra contra, hablaré con Byng y Vander Dussen- dijo el almirante Rooke, observando la sonrisa de Arthur comprendiendo entonces a medias la situación.

- Yo iré con ellos también -respondió Arthur intuyendo lo que pretendía.

Poco después todo se había preparado para que diversos navíos formaran una línea frente a la ciudad para impedir el acceso de la defensa. Arthur por un momento pensó que había hecho mal acompañándolos, le gustaba más la acción de ataque que la de defensa.

- El viento no está a nuestro favor, es demasiado fuerte para la formación. -le comentó Vander Dussen a un Arthur que se acababa de despistar con algo que había visto en uno de los muelles visibles desde la lejanía. ¿Aquello era...?- ¿Sir Arthur? -insistió el sub-almirante.

El inglés no supo cómo reaccionar ante esto: si bien o si mal. Acababa de ver un barco corsario francés a lo lejos, estaba en un navío dispuesto a la defensa y... le habían dicho que no podían hacer nada. Otra cosa, aunque no debería pensar así, perfecta.

- Entonces deberíamos volver -dijo guardando la compostura- aquí no hacemos nada.

Vander Dussen se quedó un poco cortado por la pronta decisión del inglés, pero dado quién era, prefirió no negarle semejante orden. Poco después volvían a encontrarse donde el inicio.

Arthur buscó entre la gente al capitán Whitaker y le comentó lo del barco que había divisado. Esa misma noche se encontraba subido en una de las diversas lanchas cañoneras mientras se dirigía al muelle donde el barco corsario se encontraba.

- Corsarios franceses 0, Reino Unido 1 -murmuró Arthur triunfante a la vuelta de la pequeña escaramuza.

- Sir Arthur. Vengo a informarle de los hechos acontecidos en su ausencia.

- Sí, sí... acompáñame... - dijo mientras le hacia una seña al otro, indicándole un lugar en el que poder sentarse y tomar uno de sus preciados tés, que sabían mucho mejor tras una -aunque pequeña- victoria.

El uniformado chico lo acompañó, aceptando una taza sin dudarlo. Dado que tenía permiso empezó con lo que tenía que explicarle mientras el otro le servía el té.

- Esta tarde el príncipe de Hesse se dirigió con mil ochocientos soldados a escasos metros de la muralla de Gibraltar.

- Ajá... -dijo de forma tranquila mientras se servía él mismo, para luego sentarse.

- El señor George Rooke se encuentra junto a su flota formando una línea frente a la ciudad.

En silencio, captando el mensaje, empezó a añadir azúcar a su taza.

- Eso quiere decir... -inició, cortando el silencio.- ¿Que me han dejado tirado en esta maldita parte de tierra?- Su tono no había subido ni un ápice, pero su interior hervía. Había acabado con los corsarios franceses pero había quedado fuera de los movimientos en contra del español y el arrebato de la ciudad.

No tomó de su taza, se levantó de golpe.

- Como me digan que lo han hecho para no ponerme en peligro me los cargo a todos -pensó en voz alta. Siempre que había algo así trataban de apartarlo de las luchas importantes. Odiaba que lo defendieran de ese modo, bastante experiencia tenía.

Dado que no podía ir con Rooke a los barcos, decidió unirse por el bando que se encontraba en el istmo. Fue acompañado por unos cuantos hombres.

A las 5 de la mañana del 3 de agosto, navíos y lanchas cañoneras abrían fuego contra las defensas gibraltareñas

El paso al que la división española podía ir hacia Gibraltar era lento, demasiado lento para el gusto de Antonio. Cargaban armas y las diversas municiones y por tanto no podían correr más de la cuenta, lo cual era un fastidio para él. Le habían llegado algunas noticias, rumores (que creía ciertos) sobre Gibraltar y el ataque que había sufrido por las tropas del príncipe de Hesse. Le extrañaba no haber escuchado el nombre de Arthur por ningún lado. Lo atribuyó a un simple hecho: estaba esperando a hacerse con el peñón para poder restregárselo entonces por la cara. Al fin y al cabo no disentía demasiado de su patrón de comportamiento habitual: Iba puteando en silencio hasta que lograba lo que quería y entonces lo proclamaba a los cuatro vientos. Lo odiaba.

La distancia que los separaba de Gibraltar era cada vez menor. Aunque sólo fuera eso, lograría llegar para participar en el entuerto. O eso creía.

- Señor, deberíamos detenernos en esa ciudad. -observó uno de los que iba con él.

- ¿Detenernos? -dijo Antonio mirándolo seriamente- Dame en menos de cinco minutos una buena razón para pararnos a perder el tiempo en esa ciudad.

- Hasta ahora no necesitábamos de nuestras mejores armas puesto que íbamos por territorio aliado, con lo más básico hemos seguido adelante, pero ahora entramos en el conflicto de Gibraltar directamente. Necesitamos prepararnos y eso conlleva tiempo. Deberíamos adentrarnos en la ciudad, prepararnos para la batalla y entonces ir hacia el istmo.

Antonio guardó silencio. No podía adentrarse con aquellos hombres sin preparar. No era suicida y no pensaba sacrificar a su gente por mucha urgencia que tuviera por llegar a Gibraltar. Sabía que Francia había traído unos 3000 soldados que ayudaban en la resistencia de la ciudad al asedio. No estaba todo perdido, tenía que creer en la habilidad de los franceses y los propios gibraltareños.

- Está bien. Pararemos. -dijo Antonio.

El hombre afirmó con la cabeza y propagó la orden al resto del grupo. Unos minutos después, las tropas se adentraban en la ciudad, buscando un sitio donde poder llevar a cabo su cometido y estar guarecidos de cualquier posible ataque sorpresa. En realidad detenerse no era tan malo, podrían abastecerse de comida y agua que de seguro iría bien a los sitiados. Miraba a la gente que iba y venía mientras seguía adentrándose, perdiéndose en el ritmo de la ciudad cuando, de repente, se quedó desconcertado por algo que había visto hacía escasos segundos. Volvió a dirigir la vista hacia el lugar donde había observado aquello y comprobó que sus ojos no le engañaban. Arthur y un grupo de hombres. No sabía hacia dónde se dirigían, pero eran ellos, no había duda. Apretó los dientes con rabia, agarró el hacha entre las manos y, sorprendiendo a sus propios hombres, se lanzó al ataque del inglés.

La cara de cabreado delataba a Arthur. Se sentía muy fuera de lugar viéndose rodeado de sus hombres para llegar tarde -seguro- a donde se encontraban las tropas del príncipe de Hesse.

- Señor, deberíamos parar a abastecernos.

- No podemos parar ahora.-respondió un Arthur molesto que no miró al chico que le había hablado.- Debemos seguir nuestro camino sin detenern-- shit!- no le dio tiempo nada más que a blandir la espada, escasos momentos antes de que el hacha del español chocara contra ella. Tuvo que sujetarla con fuerza ante la inestabilidad del golpe, mientras sus hombres, también de forma rápida, amenazaban ahora con sus armas a quien le había atacado.

Antonio desenfundó su espada y la apuntó al resto de los soldados que acompañaban a Arthur.

- ¿Qué demonios se supone que haces TÚ AQUÍ, Arthur? -dijo Antonio sonriendo pero arrastrando las palabras con inquina.

El susto inicial provocado por el ataque repentino se pasó rápidamente al notar la aversión que expresaba el tono del moreno, que lo miraba con una sonrisa odiosa. Su enfado por haber quedado atrás se le había pasado. El hecho de encontrarse con el español precisamente era algo que le agradaba sobremanera. Poder dejarle claro a su enemigo cómo iban e iban a ir las cosas antes de que pudiera derrotarlo. Antonio notó que la tensión de ser atacado por la espalda desaparecía cuando se giraba para verlo. Era otra de las muchas cosas que odiaba de Arthur. Es más, podría hacer una lista y estaba seguro que sería bastante larga. No es que le importara mucho que los hombres de Arthur lo amenazaran... Sus hombres no estaban muy lejos, si veían que empezaban acciones hostiles se moverían rápido para ayudarlos. Esta vez no estaba solo contra él, ni desarmado. No se iba a dejar pisotear tan fácilmente.

- Estoy cumpliendo con mi deber, españolito- mientras hablaba movió la espada de modo que pudo provocar que el otro moviera su hacha de sitio- Y aparta eso.

Cuando apartó el hacha, Antonio se retiró un paso por prudencia. A esa distancia atacar con el hacha tardaría más tiempo que el hecho que Arthur moviera su espada. Siempre volvía a la misma canción: no dejarle oportunidad para tomar ventaja.

Arthur le dedicó una sonrisa al ver que venía acompañado.

- ¿Has venido a luchar por ese rey bastardo, Spain? No te lo pienso poner fácil- dijo y, tras un rápido movimiento, puso el filo de la espada cerca del cuello del español.- Pero no ahora. Veré cómo van las cosas primero, ¿te parece?

- Por mí como si te quieres tirar ahora mismo del muelle con una piedra atada al pie. -dijo Antonio fríamente- Mientras no te dediques a molestar.

Arthur chasqueó la lengua a disgusto, apartando finalmente la espada. Antonio sabía que lo de esperar no daba indicio alguno de que fuera a echarse atrás con el sitio de Gibraltar. No es que lo esperara tampoco, pero bueno.

- Bajad las armas -dijo finalmente Arthur, sin dejar de clavar su mirada en la del contrario. Sus hombres se mostraron confundidos ante eso, pero finalmente obedecieron tras la insistencia del inglés. Antonio se permitió hasta cruzarse de brazos y mirarlos desafiante. Fíjate si estaban bien educados, no obedecían a la primera las órdenes.

- Para mostrarte mi caballerosidad... - inició de nuevo el inglés, dándose aires de grandeza dada que la situación, por el momento, parecía buena para él. Antonio le miraba sonriendo falsamente ante su palabrería- dejaré que marches hacia el peñón. Sin problema alguno. Te mostraré más adelante que los británicos no estamos para permitir que las cosas se manejen como otros quieran.

- Amabilidad... amabilidad... ¡Ah ya~! Eso que finges tener y que se te da fatal. -dijo Antonio arrogantemente- No des algo que no tienes, Arthur.

Arthur frunció el ceño ante la arrogancia de la respuesta. Bien sabía que el español le atacaba cada vez que podía. El odio era mutuo.

- Puedes darte los aires que gustes. Es lo único que te queda luego. -dijo secamente, disfrutando del momento.

Se giró y empezó a caminar hacia sus soldados, despidiéndose del inglés levantando la mano y haciendo un gesto insultante únicamente con el dedo corazón de la mano. Podría aprovechar que dijo que le dejaría marchar sin dificultades para coger y dejarlo en evidencia todo lo que pudiera, pero estaba preocupado por la situación en Gibraltar. Antes de alejarse demasiado, se llevó la mano al cinto sacando una navaja que llevaba por si acaso y se giró y la lanzó hacia Arthur, el cual se giró rápidamente y la desvió con la espada. Antonio le miraba sonriendo socarronamente, el inglés hizo lo mismo.

Mientras tanto la ofensiva de los bombardeos se ceñía sobre los muelles. Por un lado era lo que más defendido estaba, por otro eran interesantes si querían un fácil desembarco en la zona. La zona era un completo caos y mujeres y niños huían mientras los hombres luchaban por la defensa del peñón esperando que los refuerzos llegaran pronto.

Y la Torre de Leandro explotó. Siete lanchas fueron alcanzadas, muriendo en ellas varios hombres. La idea del capitán español Bartolomé Castaño había salido como pretendían salvo que... la batería quedó sin defensa. Eso ayudó a Whitaker y sus hombres en el avance de la posesión de Gibraltar.

Días después, la división española llegaba por fin a Gibraltar... O mejor dicho a la parte de Gibraltar que no había sido ocupada. El ataque que hizo explotar la Torre de Leandro había sido un duro golpe y permitió que los malditos ingleses camparan con más facilidad a sus anchas. Intentar reasignar los soldados a posiciones realmente estratégicas y cambiar toda la estrategia de batalla era algo muy difícil. Escuchó ruido de proyectiles cayendo en la ciudad y luego gritos desbocados. Se asomó para ver cómo la gente se horrorizaba viendo aquello como un ataque hacia la población civil, y cómo mujeres y niños eran retenidos por los sitiadores. Apretó el puño maldiciendo a Arthur. El bombardeo no cesaba y los ánimos dentro del lugar no hacían más que caldearse.

- ¡No podemos hacer eso! -dijo Antonio frunciendo el ceño

- Sí podemos hacerlo. ¡Nos llevan bombardeando durante casi cinco horas! ¿Realmente crees que podremos resistir esto por más tiempo? Piénsalo fríamente y dime si realmente lo piensas -dijo Diego Salinas- Es la única salida que tiene este pueblo para que no lo masacren. ¿Prefieres no hacerlo y dejar que nos maten?

Apretó los dientes sabiendo que tenía razón. Por muchos efectivos que tuvieran (que no eran precisamente muchos) y por mucha "ayuda" (que tampoco fue mucha) que habían recibido de los franceses, la situación era insostenible. Si seguían así los masacrarían.

- Está bien... hacedlo -dijo Antonio suspirando pesadamente, claramente disgustado por la opción que quedaba pero viendo que no quedaba otra opción realmente. Tendría que rendir parte de su territorio y él, en esta ocasión, sólo podía observar.


Un día le dije a Sandri que necesitaba otro post donde Antonio y Arthur pudieran pelearse y hacerse la vida imposible (porque me encanta muy mucho y los vería así por toda la eternidad (?)) y empezamos con Gibraltar porque... Es obvio, a día de hoy aún dura. Hace unos días pensé que me gustaría compartir los post porque me gusta como queda y Sandri aceptó. Así que este es nuestro fic compartido (fic surgido del rol xD) y espero que os guste 8D. El título del fanfic lo propuso Sandri: Mons Calpe era el nombre que los griegos le dieron a Gibraltar. Una vez dicho esto... ò.o *le pasa el relevo a San*

Asadasd Mi parte. òwo Soy Sandri, muchos no me conoceréis de nada *inserte risa nerviosa*, pero para bien o desgracia formo parte en la autoría de este fic~ Sólo espero que os guste nuestro trabajo conjunto y que disfrutéis tanto como nosotras -al menos yo- al hacerlo. El ver a Spain y Arthur puteándose mutuamente me hace tan sumamente feliz que no dejaría de hacer cosas sobre ellos (XD) Y nada, que después de esto estoy pensando en cómo conseguir dinero para visitar Gibraltar. *codea a Mir para que abra una cuenta de donaciones para que les ingresen dinero y puedan ir* C-claro que sería con la idea de documentarnos~
Y nada, que con tontería de no saber qué escribir... estoy diciendo tonterías. Dejad reviews ;__; * *