Disclaimer: El mundo de Owari no Seraph, su trama y personajes no me pertenecen; la idea original y las ilustraciones pertenecen a: Takaya Kagami, y Yamato Yamamoto.
Time
El reloj en espera, tatuado en la piel.
Nadie sabía con exactitud el "porqué", tampoco el "desde cuándo"; simplemente estaba allí desde el nacimiento, como una marca en el brazos derecho que formaba una hilera de ceros borrosos, y que finalmente, luego de cumplir los cinco años, después de un ardor sofocante comprimiendo desde el pecho hasta el resto del cuerpo, las cifras se movían frenéticamente hasta detenerse en la cantidad de horas, minutos y segundos que faltaban para encontrarse con esa persona..., todos le llamaban "Alma gemela".
Sin embargo, las cosas no eran siempre rosa y agradables como pretendían ser, y pensar que después de tantos años sería más fácil encontrar el individuo que podía compartir la vida contigo era difícil. La mayoría se emocionaba, sí, pero la vida tenía un extraño sentido del humor y los humanos siempre formaban parte de ello; para empezar, la tasa de muertes a temprana edad era elevada, y más de un niño, al cumplir la edad de la numeración, terminaba con ese reloj sin moverse un ápice, y con los ceros eternamente marcados en esa piel tierna, también, no eran escasas las veces en las que ambos vivían lejos el uno del otro, el hemisferio contrario para ser precisos, o incluso existían casos muy extraños, "Los relojes defectuosos", aquellos que nunca nacerían con marca en la piel, y fácilmente podían ser utilizados como plato de segunda mesa; aventuras pasajeras, o despechos y desahogos...
La situación de Mikaela nunca fue así. Aún recordaba la sensación de su contador al despertar de manera repentina mientras se lavaba los dientes, los números correteando veloces sin detenerse, a la vez que comenzaban a tomar color y su corazón se desbocaba, finalmente, tragó la pasta de dientes al ver tantos números.
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No era especialmente amante de las matemáticas, pero ese día, después de enjuagarse la boca, se puso a contar con esmero y calculó dieciseis años más. Tal vez encontrar esa persona hasta los veintiún años no era alentador para la mayoría (Yu ya se quejaba de que podría conocerla hasta cumplir quince años), pero él decidió esperar con paciencia.
Conforme transcurrieron los años, la curiosidad de Mika hacia ese desconocido fue transmutándose en un tierno afecto que revoloteaba en su pecho cuando alguno que otro vago pensamiento azoraba su mente; ¿Cómo sería?, ¿De que color serían sus ojos?, deseaba saber cuál sería su expresión cuando el reloj de ambos agotara sus dígitos en el momento exacto en que se conocerían. Inevitablemente llegó a añorar ese encuentro con mucho más fuerza de lo que hubiese querido, e internamente sintió temor de que esa persona simplemente no se viera interesado en el afecto, había ocurrido ya un par de veces con algunas personas frívolas que simplemente rechazaban el click del reloj cuando se detenía, ya fuera por físico o simple primera impresión, algunas veces simplemente querían llevar una sofisticada vida independiente, y despachaban con amabilidad a ese individuo que les había otorgado la vida, deshilachando sutilmente las ilusiones que pudieron haber tenido, pero por supuesto que no todos eran así de pacientes para explicar la situación, o mostrar una sonrisa sincera, o incluso entender esa decisión; comentarios de suicidios, o reacciones violentas ululaban por allí de vez en cuando, y aunque no eran tan frecuentes, fácilmente se podía ser parte de ese reducido número de personas rechazadas con indiferencia marcada, o fingida dulzura.
Pero lo ocultaba muy bien, ni siquiera Yu, que era su más cercano discernía ápice de ansiedad en él cuando tales pensamientos lo embargaban, sus facciones habitualmente serenas y amables lo camuflaban.
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—Hey Mika, maña irás al teatro ¿No es así?—Yu había sacado el tema después de un largo rato de silencio. Ambos regresaban del supermercado, cada uno con dos bolsas cargadas de suministros en cada mano, a la mención de ese evento, el rubio deslizó la mirada a su brazo derecho.
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—Sí, bueno, no puedo desperdiciar el regalo de Akane—Mika dirigió nuevamente la vista al frente—.Fue muy detallista de su parte comprar una en primera fila para mi cumpleaños número veintiuno.
—Eres el favorito de Akane—murmuró Yu haciendo un puchero.
—Claro que no—frunció el ceño.
—¡Siempre te da más curry!—gesticuló el pelinegro haciendo ademanes exagerados con los brazos. El rubio lo observaba con una expresión algo divertida, Yu siempre era así si se trataba de ella, Akane era la salvación de ambos, cocinaba para ellos tres veces al día, y es que aunque él pudiese saber algo de cocina, jamás podría saber un curry o cualquier otro plato como el de ella. Y si se trataba de las habilidades culinarias de Yu... podría encender la cocina en llamas, eso o gastarían fortunas comprando comida.
Akane era una mujer muy dulce, lo triste de ella era que fue un caso de reloj defectuoso. Tampoco era como si necesitara de alguien más para poder sobrevivir, pero de vez en cuando se reflejaba la angustia en sus ojos cacao cuando alguien mencionaba su encuentro o reloj. Y no sólo por ella la mención del cronómetro era casi tabú. Miró el brazo derecho de Yu, cubierto por una bracera de tela suave y habitualmente negra, sólo en ciertos sucesos alguien ocultaba su reloj, y por ellos, Mika era respetuoso y pocas veces hacía una mención. Su rostro se oscureció al recordar lo ocurrido unos días después del cumpleaños número catorce de su hermano:
Había ocurrido una tarde lluviosa, cuando de Yu comenzó a toser sangre, y temblar ante un repentino dolor de huesos insoportable, enredó los dedos en sus cabellos desesperado, y Mika, casi al borde de la histeria, pudo ver en medio del tormento de su hermano, el reloj de su hermano resquebrajarse, y los ojos verdes desencajarse de incredulidad; como si la muerte misma le hubiese acariciado las entrañas con su tacto descarnado.
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Pero que irónica era la vida
Parecía ser una cadena irrompible entre los que conocía
Y alguna tragedia siempre se desataba en el momento menos esperado
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El desgarrador y repentino palpitar lo hizo detenerse de golpe, Yu continuó caminando, pero se detuvo y se dio la vuelta preocupado cuando escuchó las bolsas que Mikaela soltó por reflejo.
—¿M-mika?—el rubio se tomó el pecho y lo apretó con fuerza, con los ojos abiertos como platos; dándose cuenta de los números que de repente se habían detenido, y ahora parpadeaban anunciando de un error, un instante después comenzaron a retroceder frenéticamente. "No, no, no", apretó desesperado la palma de su mano contra la cifra que eliminaba minuto por minuto, como si así pudiera encapsular el tiempo y acunarlo contra su pecho, para detener la tragedia.
Todo se estaba desmoronando...
Y se detuvo.
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Venas parecieron extenderse de los ceros y se retorcieron unos centímetros. Mika respiraba agitado, observando entre horrorizado y atormentado el reloj agrietado, sintió un hormigueo en sus oídos y fosas nasales, y las lágrimas punzar las esquinas de sus ojos. Levantó con lentitud la vista para ver a un Yu estupefacto, la sangre se deslizó en los laterales de su rostro y formó un camino desde su nariz, entonces lo comprendió.
Sólo ocurría cuando...
—Murió—murmuró Mika con un susurro estrangulado y difícil de tragar. Sus piernas dejaron de funcionar, y se dejó caer de rodillas en el concreto, se apoyó apenas con sus manos temblorosas, y no le importó la sangre que manchaba su rostro, y el agua que se derramó de sus orbes; de repente se había ido... cuando faltaban sólo veintidós horas, y apretó la mandíbula y los párpados, sabiendo que su muerte fue violenta, y que no pudo estar allí para proteger a esa persona.
Y que no podría susurrarle bajo las estrellas
O aspirar el aroma de su cabello
O perderse en sus ojos (De los cuales ahora no podría saber el color)
—No...—toda realidad había sido amortiguada a su alrededor, y los bordes de su mente se tornaron borrosos por el shock repentino, y el calvario doloroso agrietando parte de su alma; hundiéndose en sus órganos internos, y martillando sus huesos.
—Lo siento mucho—escuchó susurrar y los consoladores brazos de su hermano rodearon sus hombros. Sin ver otro desahogo, Mika sorbió y hundió el rostro en la chaqueta de Yu, aferrándose con fuerza al cuero y dejando ese río fluir con libertad. Yuichiro bajó la mirada impotente, comprendiendo ese sentimiento, después de todo... sólo alguien que hubiese pasado por lo mismo podía entenderlo—.Eres fuerte—dijo dando leves golpecitos en la espalda del rubio.
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En aquel mohoso y oscuro callejón, a dos kilómetros de la boletería del teatro, la frágil figura de Shinoa permanecía inerte y fría, un único loto rojo había florecido en su pecho, y destilaba delgados hilos carmesí que se mezclaban con el agua filtrada entre las grietas del asfalto. Miraba con ojos vacíos (Que alguna vez fueron de caoba ardiente), el cielo negro y lluvioso.
Y en su brazo derecho:
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Ramificaba venas de color negro que sólo indicaban el sufrimiento de otra persona. Y entre el último jadeo ahogado por la sangre que inundaba sus pulmones, brotó un único pensamiento.
"Lo siento"
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