¡Hola! Aquí les dejo esta historia que... Ya ni sé de dónde salió (juro que tengo una carpeta llena de fanfics viejos y los estoy editando para subirlos :3 ). ¡Espero que les guste!


Remus Lupin bajaba rápidamente por las escaleras de Hogwarts. Se dirigía al lago para conseguir algo de soledad ya que últimamente se le estaba haciendo imposible conseguirla. No es como si menospreciara la amistad que sus tres amigos le ofrecían. Desde pequeño, creyó que sería una de tantas cosas que no conseguiría en su vida por su licantropía. El problema era, que durante esos días Remus estaba totalmente fastidiado.

Hacía una semana desde que subía tranquilamente hasta la habitación compartida; esa tarde se la había pasado estudiando en la biblioteca con su mejor amiga, Lily. Ése día en especial, había sido agotador y él sólo esperaba poder llegar a su cama, recostarse y no pensar en nada más.

Se había sorprendido cuando había ingresado al cuarto y sólo había encontrado a Sirius durmiendo como si nada en la cama de Remus. Su cama.

Rodó los ojos, pero pensó que si era lo suficientemente silencioso, tal vez podía acostarse en la cama de Sirius y evitar todo problema, pero no fue así. Por estar pendiente de no molestar a Sirius mientras se acercaba, dejó caer un par de libros que llevaba entre los brazos, haciendo así, que su amigo diera un salto. Se fregó los ojos para verle bien.

- ¡Oh, Lunático, por fin llegas! – Exclamó eufórico antes de levantarse y acercarse a Remus.

- ¿Qué sucede? – Le preguntó él mientras se agachaba para recoger los libros caídos, siendo seguido por el moreno.

- ¿Tiene que suceder algo para que quiera ver a mi amigo? – Sonrió Sirius, recogiendo el último libro, se levantó para luego ofrecerle la mano a Remus.

- No lo sé – aceptó la ayuda y tomó los libros que sostenía Sirius para dejarlos sobre su escritorio –. Apenas nos vimos esta mañana.

- Sí, lo sé pero – Black se encogió de hombros –. ¿Qué tal estuvo tu día?

- Uhm, bien. Aunque ahora está un poco extraño. Tú estás actuando extraño – se dirigió a su cama para recostarse –. Dime, ¿necesitas algo? Sabes que puedes pedirme lo que sea, no tienes que actuar así.

- En serio, Remsie, no necesito nada – volvió a sonreírle de una manera particular, tomando asiento en su propia cama, que para la mala suerte de Remus, estaba frente a la de él.

- De acuerdo – murmuró e inconscientemente cerró sus ojos por apenas unos segundos hasta que los abrió rápidamente –. ¿Remsie? ¿Qué rayos es eso?

- Bueno, encontré una manera más cariñosa para llamarte – respondió, pestañando varias veces de más.

- Realmente no sé qué te pasa – dijo el licántropo dando un gran bostezo –, pero supongo que lo hablaremos luego. Ahora quiero dormir.

- Por supuesto, Remsie – Lupin lo miró extrañado una última vez, para finalmente cerrar los ojos, aun sintiendo la mirada de su amigo.

Eso había sucedido un día lunes y los siguientes días no fueron muy distintos; Sirius no lo dejaba solo por ningún minuto y más de una vez, Remus se vio forzado en pedirle a James que lo alejara de él, pero Sirius siempre volvía a su lado.

Mientras bajaba las escaleras, no podía evitar preguntarse qué estaría pasándole a Sirius.

Remus debía aceptar que siempre le había gustado pasar más tiempo con Sirius que con James o Peter. Sirius siempre tenía historias que contar sobre su familia de sangre-pura, aun cuando Remus sabía que era difícil para él, siempre terminaba riéndose de ello, y al mismo tiempo, parecía estar encantado cuando Remus le contaba sobre su familia y cómo había sido vivir casi como un muggle durante su infancia. Nunca antes se había sentido agobiado por él. Nunca. Y cabe mencionar que ya llevaban siendo compañeros desde hace siete años.

Este comportamiento de Sirius había superado todo límite.

A Lupin, por algunos momentos, se le había pasado por la cabeza que tal vez Sirius podría estar bajo el efecto de una pócima de Amor, pero claro, era imposible, tomando en cuenta que él no le había preparado nada.

Finalmente llegó al lago y se sentó junto a un gran árbol para descansar y leer un rato.

Su lectura iba bastante bien y ya comenzaba a tener sueño. Aun así, se rehusaba a volver a su habitación, creyendo que Sirius podría estar en ella.

De pronto, dejó de prestarle atención a su libro y empezó a pensar en Sirius y el porqué de su conducta. No podía evitarlo.

- ¡Remsie! Por fin te encuentro – Escuchó un grito y suspiró al notar de quién se trataba. No había sentido sus pasos, probablemente porque estaba demasiado concentrado en sus pensamientos.

- ¡Oh, Sirius! – Fingió una sonrisa, mientras cerraba el libro y lo dejaba sobre sus piernas. Black le acompañó, tomando asiento a su lado.

- ¿Qué hacías? – Le preguntó.

- Leía – Lupin levantó el libro, agitándolo un poco y luego dejándolo donde antes.

- ¿Sobre qué? – Sirius se había acercado mucho más.

- Er, sobre un detective – el castaño abrió su libro entre las primeras páginas – consultor.

- ¿Detective?

- Sí, trabajos muggles, Sirius – le sonrió.

- Ah. Y, ¿quién es? – Como si fuera posible, se acercó un poco más a él, poniéndolo nervioso.

- Sherlock Holmes – respondió rápidamente.

- No lo conozco. Tal vez podrías prestármelo algún día.

- Por supuesto – se sonrieron mutuamente. Por un momento, Remus había olvidado que estaba hablando con Sirius y él no solía leer libros como él, no porque quisiera, pero al mismo tiempo, Remus recordaba que este no era precisamente el mismo Sirius Black que llevaba conociendo durante estos años –. Cuando quieras.

Remus se levantaba lentamente, guardando el libro dentro del bolsillo interior de su túnica. Le tendió una mano a su amigo para ayudarle a levantarse.

- ¿Adónde vas? – Preguntó alegre cuando tomaba su mano y se levantaba.

- A la habitación. Estar tanto tiempo sentado aquí me dio sueño – dijo tranquilamente. Prontamente, Sirius ya estaba a su lado.

- Voy contigo – afirmó.

- No lo dudó – murmuró Remus.

- ¿Qué dijiste?

- Nada. ¿Vamos?

Lupin logró dar tres pasos y al no sentir los de su amigo, se volteó para encontrarse con Sirius sacudiendo la cabeza un par de veces.

- ¿Dónde estoy? – Preguntó, cuando se detuvo y le miraba fijamente.

- Er, estamos en el lago – le dijo Remus con una ceja arqueada. Los ojos de Sirius, de pronto volvían a verse cómo se veían normalmente. Ya no pestañeaba repetidamente y el brillo había cambiado. Entonces ahí estaba Remus Lupin fijándose seriamente en los ojos de Sirius; admirando su color y este nuevo brillo –. ¿Qué pasa?

- No lo sé – se acercó lentamente a él –. No recuerdo cómo llegué aquí.

Entonces la suposición de Remus podía ser correcta: estaba bajo los efectos de una pócima de amor.

- Sirius, yo estaba aquí y repentinamente tú llegaste. ¿De verdad no lo recuerdas? – El moreno negó con la cabeza – Me preguntaste qué leía, ¿lo recuerdas?

- Nop – dijo, mirando extrañado su alrededor –. ¿Por qué no volvemos al castillo?

Remus asintió con la cabeza y comenzó a caminar junto a su amigo de vuelta al castillo.

En el trayecto, conversaron bastante. Remus volvió a contarle sobre el libro que leía y nuevamente le llamó la atención la palabra "detective".

Remus no había podido evitar quedarse mirando detenidamente los ojos de Sirius. Probablemente, era la primera vez que le prestaba tanta atención.

Cada vez que Black sonreía, no lo hacía como lo había estado haciendo este tiempo, sino que ahora sí lo hacía de manera sincera.

Finalmente llegaron a la torre de Gryffindor y subieron hasta su habitación.

- ¿Imaginas cómo deben estar ahora? – Escucharon decir a James cuando llegaron a la puerta– Colagusano, te lo digo, yo ganaré esta apuesta y no sé cómo conseguirás esos galeones para pagarme – reía fuertemente.

Remus abrió la puerta y James pareció reincorporarse erguido sobre su cama.

- Llegamos – anunció Sirius tranquilamente, dejando descansar su cuerpo sobre su cama.

- ¿Dónde estaban? – Les preguntó Potter.

- En el lago. Aunque – Sirius miró a Remus, quien le negaba suavemente con la cabeza y mantenía los ojos bien abiertos –… moría de hambre.

- Ah – dejó escapar James, sonaba desilusionado -. Entonces, ¿por qué no bajamos a cenar? – Se levantó y fue seguido por Peter.

- ¿Vas? – Le preguntó Sirius a Remus mientras se ponía de pie.

- Claro – le sonrió y acompañó a su amigo hasta la puerta.

Cenaron tranquilamente.

Durante todo el tiempo en el gran comedor, Remus se fijó en James, también estaba extraño y algo dentro de él le decía que él debía saber algo sobre Sirius. Por cierto, tampoco podía dejar de mirarlo a él.

Cuando acabó, no dudó ni un segundo en acercarse a Lily para hablarle de sus sospechas.

- Entonces, ¿crees que James está relacionado con todo esto? – Preguntó ella cuando se sentaban frente a la chimenea de la sala común.

- No sé exactamente de qué forma, pero creo que lo está – Remus miraba atentamente el fuego –. ¿No puedes preguntarle?

- Veré cómo hacerlo – le tranquilizó su amiga, ahora también mirando el fuego.

Después de eso, se despidieron y cada uno se dirigió a su propia habitación.

En la suya, sólo estaba Sirius recostado en su cama, con las manos debajo de la nuca y la mirada pegada en el techo. Se incorporó al ver a Remus.

- ¿Qué tal, Lunático?

- Hola – le sonrió tímidamente, sentándose en el borde de su cama. Lo miró por unos segundos sólo para asegurarse de si era el normal o el hechizado. Para su suerte, se trataba del normal –. ¿Todo bien?

- Sí – asintió, acomodándose mejor para estar cara a cara con Remus –. Lunático, me puse a pensar un poco sobre esta semana y resulta que… no recuerdo nada.

- Eso supuse – sonrió con amargura.

- ¿Qué quieres decir? – Preguntó con el ceño fruncido.

- Bueno, creo que tú has sido…

James y Peter acababan de entrar, interrumpiendo a Remus.

- ¡Rawr! – Gruñó Potter, tirándose en su cama. Peter lanzó una risita idiota y se dejó caer en la suya - ¿Qué hacen, chicos?

- Nada – dijo rápidamente Remus, recostándose en su cama.

El cuarteto estuvo un bromeando por un rato hasta que comenzaron a caer dormidos, siendo Remus el primero.

A la mañana siguiente, se levantaron más temprano de lo común ya que la primera clase del día Defensa Contra las Artes Oscuras, la clase favorita de al menos tres de los cuatro Merodeadores. Tristemente, no se le hacía tan fácil a Peter como a los demás. Suerte para él que tenía a sus amigos que le ayudaron durante los años anteriores, permitiéndole que llegara a tal nivel.

En esa clase, Lily y James se habían sentado juntos; Peter con un chico de Hufflepuf; y Remus con Sirius.

Al finalizar, Lily James habían sido los primeros en salir del salón, seguidos por Remus y Sirius.

La peliroja se había volteado para ver a Lupin, excusándose con su novio porque había quedado con Remus para estudiar.

Salieron hasta el patio, dejando atrás a James y a Sirius.

- No tenemos nada que estudiar, Lily – Le recordó Remus cuando se apoyaron sobre un árbol solitario.

- Ya sé, pero quería hablarte – le dijo –. Hablé con James, le pregunté si sabía qué le pasaba a Sirius últimamente.

- ¿Y qué dijo? – Preguntó con impaciencia.

- Tenías razón – suspiró –. James y Peter hechizaron a Sirius.

- ¿Por qué?

- Realizaron una apuesta – comenzó Lily, tomando asiento sobre el césped, Remus le imitó –. Bueno, se trata de que tú terminarás golpeando a Black o… Besándolo.

- ¿Que yo qué? – Preguntó alterado, consciente de que sus mejillas probablemente estarían rojísimas. Sí, tal vez una vez había soñado que besaba a su amigo más apuesto, pero sólo había sido un sueño y nunca se lo contó a nadie, ni siquiera a Lily –a quien le contaba absolutamente todo.

- Eso, Remus, James apostó ocho galeones a que tú terminarías golpeándolo y Peter a que lo besarías. Y para hacerlo más divertido - dijo, con un tono burlesco –, le dieron esta fuerte poción. James se las arregló para hacer que su efecto dure lo que ellos quieren.

- P-pero – intentó hablar, pero no sabía qué más decir.

- No te preocupes. Son unos inmaduros – le cortó su amiga –. Sólo me apena un poco Peter. ¿De dónde podrá sacar ocho galeones? – La chica apoyó la cabeza sobre el hombro de su amigo. Suerte para él, ya que así no podía ver el color carmesí de sus mejillas.

- ¿Y hasta cuándo durará esta apuesta?

- Hasta el domingo, creo – Evans levantó el rostro y murmuró –: Pobre Pete.

- Lily…

- ¡¿Qué?! – Exclamó repentinamente – ¿Te gusta Black?

- ¿Q-qué? ¡No!

- No puedes mentirme. Te conozco demasiado bien, Remus John Lupin.

- N-no, Lily – sabía que ya no podía esconder su sonrojamiento.

- ¿Desde cuándo? – Preguntó, ahora más animada.

- No. Lily, no – el joven licántropo bajó la mirada. Sentía el calor en su cara y extrañamente, los ojos más húmedos de lo normal.

- Dime – dijo con firmeza –, ¿desde cuándo?

- No lo sé, yo – Remus levantó el rostro y la enfrentó. Tenía claro que a ella nunca podría mentirle –… De verdad no lo sé. Pero tenerlo tan cerca esta semana….

- Pero sabes bien que él no había sido él.

- Sí, sé eso, pero no es ése él el que me gusta.

- ¡Pero es Black! – Exclamó, pasándose la mano por el rostro exasperada.

- Mhm – se encogió de hombros.

- ¿Estás seguro? – Lily se le acercó, poniendo una mano sobre su frente – Tal vez estés enfermo.

- No estoy seguro – rio nerviosamente, apartando la mano de su amiga –. Y no.

- Debes pensarlo bien, Remus. Tal vez te estás confundiendo con este Black extraño.

- Sí sé – murmuró –. Lily, Sirius puede ser muy agradable cuando lo conoces.

- No quiero imaginarlo – hizo unas morisquetas de asco.

Luego de unas cuantas bromas más de la chica, decidieron volver a la sala común.

Apenas atravesaron el retrato de la señora gorda, se encontraron con James, Peter y Sirius sentados en unos sillones apartados.

Lupin alcanzó a ver que James le había dado un par de palmaditas en la espalda a Sirius y éste, se levantó alegre de su asiento, corriendo hasta los brazos de Remus.

- ¡Lunático, volviste! – Vociferó alegre, haciendo que sus amigos se largaran a reír y que Remus se sonrojara notablemente.

Las cosas eran distintas ahora que había confesado que sentía algo por el otro Sirius Black.

- Er, sí – separó a Black de sí mismo, tomándolo por los hombros y fue a sentarse al asiento que el animago había dejado libre.

- Chicos, deberíamos ir a Transformaciones – informó Lily, luego de que James se levantara y fuera a abrazarla.

- ¿Vamos? – Les preguntó James.

- Yep – Peter se puso de pie y se paró junto a la pareja del momento.

- Creo que yo no iré – comunicó el castaño. Todas las miradass se fijaron en él, extrañados –. No me siento muy bien. Tal vez vaya a la enfermería.

- Te puedo acompañar, Remsie – Dijo Sirius, muy animado, haciendo que los demás se largaran a reír.

- No – dijo fuertemente –. Tú ve a Transformaciones.

Luego de varios intentos, Lupin logró zafarse de Black.

En vez de ir a la enfermería, como le había dicho a sus amigos, Remus fue directo a la casa de los gritos para estar a solas.

Se sentía muy extraño, debía admitirlo. Lily tenía razón y debía pensar muy bien las cosas. ¿Le gustaba Sirius o esa nueva versión de él? Era cierto que ya no aguantaba al hechizado, pero también era cierto que le gustaba tener toda su atención. Aun así, podía hacer ganar a James. Pero entonces, estaba Sirius, su Sirius y no podía imaginarse la cara de todos si dejara ganar a Peter.

Claro está que sólo desde hace unas semanas que se había dado cuenta de cuánto le gustaba estar alrededor de Sirius. Sentir su olor; ver sus ojos y admirar esa sonrisa que parecía tener guardada sólo para él; y de lo mucho que le gustaba acariciar su oscuro cabello cuando dejaba reposar su cabeza sobre sus piernas.

Lo sabía, le gustaba Sirius, el normal y sí, le gustaba desde antes de que fuera hechizado pero no había querido aceptarlo y ahora que tenía esta versión de él, lo extrañaba mucho más.

Aun así, seguía pensado en a quién debía hacer ganar.

Se encontraba recostado sobre la polvorienta cama en la que una vez al mes amanecía, gracias a los cuidados que le daban sus amigos, en especial Canuto.

De pronto, escuchó un ruido: unos pasos acercándose. Remus sólo se quedó a esperar a que la persona apareciera.

Fuera quien fuera, no podía decirle nada ya que tenía permiso para fugarse, algunas veces, cuando no se sintiera bien. Era una de las pocas cosas que podía conseguir siendo hombre lobo.

- ¡Aquí estás! – Celebró Sirius – Te he estado buscando por toda la escuela hasta que se me ocurrió revisar el mapa – sonrió.

- Er, bueno, me encontraste – se acomodó derecho sobre la cama –. ¿Qué pasa?

- Como no llegaste a la siguiente clase, ni al resto de las clases, fui preocupado hasta la enfermería, pero la señora Pomfrey me dijo que no te habías pasado por allí, así que supuse que no estabas enfermo pero algo debía pasarte para querer estar solo y haber faltado a todas las clases – le dijo.

- Ah. No es nada – hizo un gesto con la mano para restarle importancia, sabiendo que no había logrado convencerle –. No te preocupes.

- No te creo – gruñó el animago –, pero considerando que estuve caminando por todo el castillo y hasta aquí en tu búsqueda, puedo permitirme a descansar un rato – se acomodó a su lado, cerrando los ojos pero manteniendo una tierna sonrisa, haciendo que Remus se sonrojara –. Ayer me ibas a explicar qué sucedía conmigo, ¿recuerdas?

- Cierto – soltó un poco nervioso. Se acostó para acomodarse a su lado.

- ¿Qué me sucedía?

- Bueno, al parecer, fuiste hechizado con una pócima de amor.

- ¿Pócima de amor? – Sirius se giró, acomodándose sobre su costado, mirando fijamente al licántropo, quien intentaba mirar solo al techo – Debe haber sido una de esas chicas locas.

- De hecho – Remus lanzó un suspiro –, no fue por una chica por quién andabas loco.

- ¿No? – Preguntó asombrado – ¿Entonces por quién?

- Uhm…

- Muero de la curiosidad, Lunático – llevó una mano hasta la barbilla de Remus y la giró, obligándole a mirarle –. Si he estado inconsciente, actuando como idiota, quiero saber por quién.

- Bueno – el estómago de Remus no dejaba de dar vueltas. Se fijó nuevamente en esos grises ojos, sin poder evitar bajar la mirada hasta sus labios; finos y rosados. No supo si Sirius lo había pretendido o no, pero se los estaba remojado. Remus tragó saliva –, tú anduviste como idiota por mí.

- ¿Por ti? – Dijo, no tan impresionado como Remus hubiera esperado pero fue bastante visible cómo sus mejillas se encendieron. Sirius lo soltó lentamente y en sus ojos, Lupin pudo ver algo de miedo – Remus, ¿hice algo malo?

- No. Quiero decir, no mucho. Además de no dejarme solo por nada del mundo – rio. A pesar de que su rostro ya no estaba sostenido por el moreno, no podía dejar de mirarle.

- Ah – suspiró aliviado y clavó la mirada en el techo –. ¿Tú me diste esa pócima?

- ¿Q-qué? ¡No! – Dijo inmediatamente – Claro que no.

- ¿Entonces cómo? – volvió a mirarlo.

- Fueron Cornamenta y Colagusano – se apoyó sobre su costado, quedando mirándose fijamente.

- ¿Ellos? ¿Por qué harían eso?

- Apuesta – murmuró Remus, observando detalladamente el rostro de su amigo.

- ¿Qué apostaron esos idiotas? – Black rodó los ojos.

- Bueno que de aquí a que acabe la semana yo te golpearía – comenzó y Sirius bufó – o te besaría.

- ¡¿Qué?! – El color del rostro de Sirius se asemejaba al color de un tomate.

- Lo que te digo.

Sirius dejó escapar unas cuantas groserías en contra de sus amigos.

- ¿No has hecho ninguna de las dos?

- ¡No! – Exclamó Remus.

- Okay.

El par se quedó en silencio, mirándose con atención, totalmente perdidos en los ojos del otro.

- Por cierto, ¿cómo llegaste aquí? Quiero decir, James y Peter debieron darte la pócima esta mañana porque estabas como idiota.

- Gracias – rio –. No lo sé, de pronto me encontré en el gran comedor almorzando. Miré a mi alrededor pero no recordaba haber llegado ahí y bueno, les pregunté a los chicos si sabían dónde estabas tú y me dijeron que te habías excusado con que estabas enfermo, por eso salí a buscarte. Quería saber cómo estabas.

- Ah – le sonrió agradecido –. Espera, ya sé.

- ¿Qué?

- Debiste comer algo que anuló los poderes de la poción. ¿Recuerdas qué estabas comiendo?

- Creo que no comí nada cuando "desperté". El plato estaba lleno; intacto.

- Oh – exclamó triste Lupin.

- Pero ahora que lo pienso, en mi mano tenía una copa de zumo de calabaza.

- ¡Eso puede ser! – Remus volvió a sonreír – Sirius, de aquí hasta este domingo, tendrás que llevar siempre contigo un poco de zumo de calabaza, para que cada vez que ellos pretendan darte la pócima, tú estés preparado.

- Muy buena idea – dijo alegre. Repentinamente, se acercó un poco más a Remus –. Dime, ¿hice muchas estupideces esta semana, Lunático?

- Además de llamarme Remsie, creo que nada más – le dijo –. Oh y claro, además de correr como idiota cada vez que me veías. Te avergonzaste un poco frente a varias chicas.

- No me importa lo de las chicas – murmuró suavemente, para luego agregar en una pregunta –: ¿Remsie? – Remus podía sentir su dulce aroma e inconscientemente se acercó un poco más, asegurándose que ya estaban respirando el mismo aire. Lupin estaba muy nervioso y estaba seguro que su corazón iba a estallar – ¿Te gustaba que te llamara así?

- No me molestaba tanto como actuaba – respondió en apenas un susurro.

Inesperadamente, Sirius volvió a tomar su rostro, aproximándolo un poco más a él. Lo separaban unos escasos centímetros. Tres, máximo, pensó Remus. Fue el mismo Sirius Black quien se encargó de desaparecer esos centímetros, posando sus delgados labios sobre los del licántropo. Este abrió los ojos inmensamente, viendo que su amigo los cerraba, le imitó. Después de un rato, Black rozó suavemente sus labios con la punta de la lengua, pidiendo permiso para seguir adelante. Remus no tardó ni un segundo en permitírselo. El moreno ajustó mejor su mano y comenzó a acariciarle la mejilla con el pulgar.

Se besaron tiernamente por varios minutos, hasta que el aire se iba acortando y cada vez les costaba más respirar.

Al separarse, se quedaron mirando nuevamente.

- Creo que Pete ganó – sonrió nervioso Remus.

- Yo no lo creo – aseguró Sirius con una sonrisa.

- P-pero nos besamos. Peter ganó.

- Nop, yo te besé, no tú a mí. Eso quiere decir que esta apuesta sigue en pie – rio el animago, contagiando a Remus –. Mi consulta ahora, Remus Lupin, es, ¿A quién harás ganar?


Oops. No, no termina aquí. Apenas edite el segundo capítulo (que sí, está listo), lo publicaré... Pero si quieren agregar algo o lo que sea... Los reviews no le hacen mal a nadie, me dijo el médico :D