Buenas tardes. Me animo a compartir con todos vosotros este fanfic de Castle. Aún está en proceso, pero prometo terminarlo del todo.
Espero que os guste y que le deis una oportunidad. También me gustaría saber qué opináis, si lo escribiríais de otra forma o si directamente, no lo hubierais publicado.
Muchas gracias por vuestra atención. ¡Allá va!
Abrió los ojos e inmediatamente sintió una fuerte punzada en la sien. Apenas recordaba lo que había hecho esa noche, y menos cómo había llegado hasta casa. Lo que sí recordaba perfectamente era el motivo por el que había acabado de esa manera: amor. Agarró las sábanas y tiró de ellas hasta taparse por completo la cabeza tratando de evitar la incesante y cegadora luz que entraba por la ventana.
"Joder" gruñó cuando el teléfono de su mesita de noche comenzó a vibrar. Se alargó para alcanzarlo y al leer el nombre de la pantalla suspiró profundamente. "¿Qué quieres?". contestó la llamada de mal humor.
"Amiga, al fin das señales de vida. Llevo tres horas llamándote. No sé nada de ti desde que anoche te fuiste del bar como alma que se lleva el diablo. ¿Dónde demonios te fuiste?". La voz del otro de la línea lado sonaba preocupada y ansiosa por saber qué le pasaba a su amiga y compañera.
"Uuhhmmm Lanie… ¡No me grites, que me va a estallar la cabeza! Si te digo la verdad, no me acuerdo de casi nada de anoche". Su voz sonaba ronca y cansada.
"Bueno bonita, pues empieza a recordar porque no me voy a quedar sin saber ni un detalle de anoche. Y ahora, date una buena ducha y tómate algo porque tenemos un nuevo caso. Te espero en una hora en comisaría". Cortó la llamada.
Tras una buena ducha fría, un buen café y un ibuprofeno, Kate salió de su apartamento caminando con pesadez. Cogió el coche y tras veinte minutos llegó a comisaría arrastrando los pies, con mala cara, el pelo recogido y de mala leche.
"Buenos días Inspectora" saludaron Ryan y Espósito desde sus mesas mientras ella se acercaba a la suya con cara de pocos amigos.
"¿Qué tenemos?". Ese fue su particular saludo. Ambos detectives se miraron sorprendidos por el tono de Beckett pero decidieron no preguntar y centrarse en informarla.
Se había pasado toda la mañana en la cama, con un dolor de cabeza terrible que no le dejaba ni abrir los ojos, a pesar de que las cortinas de su habitación estaban completamente cerradas. Debía de ser ya mediodía por el olor a comida recién hecha, pero seguía sin ganas de levantarse. De repente, la puerta de su cuarto se abrió bruscamente y un rayo de luz le cegó.
"¡Buenos días Papá! Buena juerga te debiste de pegar anoche… No sé a qué hora habrás llegado, pero ya son más de las dos y media, así que ve levantándote que la abuela ya ha preparado la comida". La adolescente pelirroja besó la cabeza de su padre y salió dejando la puerta entornada.
El escritor fue directo a la ducha y salió al salón con el ceño fruncido por la resaca. Sin mediar palabra se dirigió a la nevera y se sirvió una copa de vino.
"¡Pero hijo! ¿Vas a seguir bebiendo?" protestó su madre mientras colocaba tres platos sobre la mesa.
"Madre, ¿a ti nunca te han dicho que lo mejor para las resacas es seguir bebiendo? Igual que para quitar las agujetas, hay que seguir haciendo ejercicio…". Se bebió la copa de un trago y se sentó al lado de su hija dispuesto a comer. "Por cierto, no quiero ni una pregunta con respecto a mi fiesta de anoche. No me acuerdo de nada". Mintió a la perfección; aunque a su cabeza vinieron flashes de los momentos vividos aquella noche.
Comieron los tres en silencio por imposición del hombre de la casa mientras abuela y nieta se dirigían alguna que otra mirada rápida, con preocupación por su hijo y padre respectivamente. Desde hacía unos meses sus salidas nocturnas se habían intensificado, pero al día siguiente, él volvía a ser el de siempre. En cambio, aquel día ambas supieron que algo le había pasado por la noche.
Durante los tres días que duró aquel caso, la Inspectora Beckett estuvo borde, ausente y distraída; aunque su inteligencia y su instinto permanecieron casi intactos hasta lograr atrapar al asesino de una joven de 25 años que había vuelto a su casa para pasar las Navidades con su familia.
A pesar de que algunos de sus compañeros le preguntaron en repetidas ocasiones por ese cambio de humor al que no los tenía acostumbrados, ella se mantuvo firme en afirmar que no pasaba nada y que únicamente estaba cansada. Por supuesto, ninguno la creyó, y mucho menos la forense.
"Vamos a ver Kate… ¿A quién pretendes engañar? Está claro que algo te pasa, algo gordo que ocurrió en el bar". Insistía una vez más Lanie en la sala de autopsias mientras continuaba con otro caso.
"¡Que no me pasa nada!". Esta vez la inspectora alzó un poco más la voz, hastiada de repetir tantas veces lo mismo. Se sentó sobre una de las camillas vacías. Sentía una extraña sensación: no quería por nada del mundo comentar lo que le había ocurrido, pero a la vez, necesitaba sentirse apoyada y comprendida. Se encontraba frente a un gran dilema entre su cabeza y su corazón, su orgullo y su inseguridad…
"Por mucho que me grites no voy a dejar de insistir, ni de preocuparme. Te llevé a aquel bar porque desde lo de… bueno, desde lo de tu accidente y… y desde que Castle desapareció de la comisaría como por arte de magia, te veíamos demasiado metida en el trabajo, sin salir ni distraerte". Llevaba un par de días dudando si comentarle aquello o mejor callarse, pero decidió que tal vez decir eso ayudaría a su amiga."Estuviste bien e incluso te reías conmigo hasta que me fui al baño y te dejé sola 5 minutos. ¿Qué fue lo que pasó en ese rato Katie?". Se atrevió a preguntar Lannie.
Beckett bajó la cabeza dubitativa. No sabía si contestar o no; o mejor dicho, no tenía ni idea de cómo contar aquello, de cómo abrir su corazón allí mismo. ¿Cómo contar lo que llevaba años tratando de disimular y de no aceptar? ¿Debía coger el toro por los cuernos y escuchar a sus sentimientos?
Levantó la cabeza para mirar a su amiga. Sus ojos empezaban a estar húmedos por las inminentes lágrimas. Tragó saliva y buscó dentro de su jersey el colgante con el anillo de su madre. Empezó a juguetear nerviosa con él hasta que decidió despegar los labios para soltar todo aquello que la estaba matando. Fijó la vista en el anillo que se quitaba y ponía constantemente y tras un hondo suspiro, comenzó a hablar.
¿Qué creéis que le pasará a Beckett?
Estoy ansiosa por leer vuestras opiniones.
¡Muchas gracias por leer!
