Aquí va otro fic SwanQueen de corte oscuro. Para qué engañarnos, me apetecía hacerlo. Espero que os guste y que me dejéis muchos reviews, porque me alimento de ellos y si no me los dais me muero D8
Emma Swan
Podía sentirlo. Como la oscuridad se adueñaba de mi corazón, de mi mente, de mi ser. Pronto Emma Swan, la salvadora, desapareció. Tenía un sólo pensamiento en mi cabeza. Caos. Quería ver el sufrimiento en los ojos de todas las personas con las que mi vista se cruzara. La lucha había durado apenas una millonésima de segundo, y no había habido conflicto alguno. Emma Swan había muerto, y el ser oscuro había tomado su lugar por completo.
_ ¡Emma!_ Mi madre me llamaba.
Abrí los ojos y me di cuenta de que estaba tirada en el suelo. Estaba tomando consciencia de mí misma. Pero mi primer acto, por puro instinto, fue llevar la mano a la daga que había frente a mí y guardarla en el cinturón, antes incluso de intentar ponerme en pie. Observé mi reflejo en un charco, un charco que se había formado frente a mí.
Lo primero que pensé al verme es que era más atractiva que nunca. Mi piel tenía una textura áspera, fruto de la textura que en su día tuvo Rumpelstiltskin. Mi cabello, ahora pelirrojo, caía salvajemente por entre mis hombros. Mis ojos también mostraban el color del carmín. Sonreí, mostrando unos dientes blancos y amenazantes. Era una estampa gloriosa.
_ ¡Emma!_ Aquella mujer volvió a llamarme.
Finalmente me puse en pie, con un ágil movimiento, y vi una vez más a todas aquellas personas. A mis padres, a Robin, a Killian, al cual no comprendía cómo podía haberle dicho momentos antes que le quería. Parecía a punto de mearse encima al verme. Su peor pesadilla hecha realidad. Cuando mi madre intentó acercarse di un manotazo y salió despedida por los aires. Ninguna de aquellas personas me interesaba en lo más mínimo.
La oscuridad que se había apoderado de hasta el último rincón de mi corazón, buscaba a un ser afín, alguien también oscuro, y sólo había una persona de entre las presentes que llamaba mi atención. Quería quemar aquella ciudad, hasta los cimientos, desde luego, pero lo cierto es que no pretendía hacerlo sola. Necesitaba a alguien que me ayudase, y no se me ocurría nadie mejor que la reina más temida de todos los tiempos.
_ ¡Emma, basta!_ Esta vez era Killian el que me llamaba. Me volví, y le miré con indiferencia._ Tienes que luchar contra esto. Eres más fuerte que esa magia negra que te controla.
Nada en mi interior reaccionó ante aquellas palabras. Si quedaba algo de la vieja Emma, la que salía con aquel hombre por pura pena, no reaccionó ante sus palabras. De hecho, las palabras que salieron de mi interior, probablemente fueran las que ella habría empleado si tuviese el valor para decírselo.
_ Vete a la mierda, capullo._ Le hice volar por los aires, sólo con la mirada.
Regina preparó una bola de fuego, y me la lanzó, pero no me hizo ningún daño. Me lancé sobre ella y la tomé por el cuello, obligándola a abrir la boca. Presioné sus labios con los míos, obligándola a tragar la oscuridad que salía de mi boca para entrar en la suya. No iba a quedarse allí, pero sí que despertaría la oscuridad que Regina se esforzaba tanto por reprimir. Tanto potencial desaprovechado.
Me separé, mirándola a los ojos. Y no vi a Regina, la alcaldesa, vi a la reina malvada, que lanzó una risotada, una risa de poder, segura de sí misma. Y rápidamente entendí el motivo. Cuando alzó la mano, vi la daga, mi daga, en sus manos. Me llevé la mano al cinturón nerviosamente, y efectivamente, había desaparecido. Me la había quitado cuando creía que la tenía dominada.
_ De rodillas.
Su voz sonó autoritaria y decidida, y a mi cabeza acudió inmediatamente que ponerse de rodillas era la mejor idea del mundo. Casi me lancé al suelo para obedecerla. Ella sonreí aún más satisfecha si es que era posible.
_ Bésame los pies.
Y así lo hice. Besé sus pies amorosamente, sintiendo lo suave que tenía la piel, lo bien cuidadas que estaban sus uñas. Sentía como algo llegaba a mi pecho, algo cálido y excitante me sucedía cuando aquella mujer me controlaba.
_ ¡Regina! ¿Qué estás haciendo?
Parecía que mi madre se había perdido parte del número que habíamos protagonizado. Sin embargo, cuando miró a los ojos de Regina, se quedó parada en seco. Era casi irónico, mi nueva yo apenas había hecho mella en ella, pero ahora, mirando a los ojos de Regina, en un sólo segundo, podía ver el más puro terror en sus ojos. Porque lo había entendido en el primer instante.
_ Emma... ¿Qué has hecho?_ Le temblaban las manos.
_ Ella sólo me ha recordado una promesa que hace tiempo hice y que, lamentablemente, parezco haber olvidado. Juré que destruiría tu felicidad, y lo cierto es que esa es una tarea que tengo a medias._ Se rió._ Mírate, aterrada, sin esperanzas. Sabes perfectamente lo fácilmente que podría matarte ahora mismo. Podría decirle a Emma que lo hiciera, o hacerlo yo misma. Pero ambas sabemos que eso se quedaría corto con respecto a lo que en realidad te mereces.
_ Regina ¡Piensa que lo que dices!_ Mary Margaret gritó._ Después de todo lo que has progresado. Ahora que por fin eres feliz.
_ ¿Feliz? No, me temo que no. Me has engañado para creer que una vida vacía me hace feliz. Me has engañado para creer que lo que tú tienes es lo que yo deseo._ Hizo una pausa._ Y deberías estar mucho más asustada de lo que estás, porque me has dado mil motivos más para odiarte. Así que... hazme ese favor... y muestra a tus amigos cómodo de asustada estás en realidad.
Regina hizo un gesto con la mano, y vi como Mary Margaret trataba en vano de intentar ocultar que un charco se estaba formando a sus pies. Pero era inútil. Toda la parte baja de su vestido se transparentaba. Se había meado encima de puro terror. ¿Era malo que aquello me hubiese puesto?
_ Mírate ahora, Blancanieves. Ha merecido la pena todo lo que he tenido que esperar para verte así. Humillada, sin esperanzas. ¿Qué tienes ahora, Blancanieves? ¿En qué puesto te deja esto? Eres inútil sin tener a tu hija, a la que has tratado como un peón desde que ha venido a esta ciudad.
A mi memoria acudieron una por una todas las veces en las cuales me había abandonado, las veces en las que me había rechazo... Aquella ocasión en la que había apartado a mi hermano de mí, por miedo. Miedo a mi magia, a mi poder. Ahora le daría verdaderas razones para tener miedo.
Regina alzó la mano una vez más, y mis repugnantes padres desaparecieron de una vez por todas. Sin embargo, Killian y Robin aún seguían allí. Estaban paralizados ante lo que sus novias habían hecho. Robin se adelantó, y pisó por accidente el charco que Blanca había dejado. No pude evitar sonreír.
_ Emma... hazme un favor, ¿Quieres?_ Regina miraba su móvil en aquel momento, como si la presencia de aquellos dos hombres no le importase en absoluto._ Mata a estos dos.
_ Será un placer, majestad._ Respondí en el acto.
Extendí las mano y, esta se envolvieron en humo morado. Nunca había practicado aquel hechizo, pero sabía que se me daría bien. A fin de cuentas, la magia fluía en mi interior.
_ ¿De modo que así es como vas a terminar nuestra relación, Regina?_ Robin la miraba, intentando llegar a su lado humano, pero los ojos de Regina seguían igual de fríos._ ¿Después de todo lo que hemos pasado?
_ ¿Lo que hemos pasado? ¿A qué te refieres, exactamente?_ Regina fingió que se esforzaba por pensar._ Quizá en cuando me abandonaste... o tal vez en las veces en las que te acostaste con mi hermana... o quizá en el momento en el que estabas decidido a dejarme por ella. La verdad, sería difícil decidirme. Y en cuanto a ti, Killian, no es personal... simplemente te ahorro sufrimiento. La verdad es que no sois más que personajes secundarios en mi historia... y cuando acabo con esa gente... sencillamente me deshago de ella.
Me moví como una sombra, apareciendo detrás de ellos, y les atravesé la espalda, llegando hasta sus corazones. Los arranqué rápidamente, pero no los aplasté, eso sería demasiado sencillo. Regina me había ordenado que los matara, y por tanto, quería impresionarla.
Uno de ellos empezó a arder, y el otro, se recubrió de escarcha. Hook gritó de dolor, tratando de apagar un fuego que no lo envolvía, mientras que Robin se esforzaba por abrazarse a sí mismo intentando retener el calor corporal. Me divirtió ver cómo se le iban quedando morados los labios. Finalmente, mis dedos se convirtieron en garras, e hice que su corazón se hiciera pedazos. Cayó al suelo, con aspecto de haber muerto de hipotermia.
Apagué el corazón de Hook, que se me quedó mirando, suplicándome con la mirada. Una vez más, estaba intentando llegar a mi lado humana.
_ Emma, no lo hagas._ Suplicó, mudamente.
Aunque hubiese querido detenerme, no habría podido. Regina tenía la daga. Regina era mi ama y señora mi reina, y yo era su soldado. Me llevé el corazón a los labios, y le di un bocado. El corazón comenzó a sangrar, manchando mi rostro. Hook se llevó la mano al pecho, tosiendo sangre sin control, hasta quedar tirado en el suelo. Di un segundo bocado y me terminé aquel órgano sangrante, todo ello bajo la atenta mirada de Regina, que me indicó con el dedo que me acercara.
Me puso la mano en el hombro, y nos trasladó a su casa. Me ordenó que me quedase fuera, mientras entraba en la casa. Probablemente quisiera esconder mi daga. No tenía que llevarla encima, mientras fuera la última persona en haber tocado la daga, tendría que obedecerla.
Me abrió la puerta y entré con calma. Me sentía fuera de lugar mientras andábamos escaleras arriba. Ella iba directa a su cuarto. Yo iba tras ella, observándola moverse. Las cosas iban a cambiar significativamente en la ciudad, y me moría de ganas de ver lo que Regina habría preparado. Quizá no fuese libre, pero si tenía que obedecer a alguien, no había nadie que prefiriera antes que a Regina.
Se tumbó en la cama, y una sonrisa perversa apareció en su rostro. Había despertado la oscuridad más profundad de su ser, tanto como se había despertado la mía. Y por ello esperaba que aquello con lo que yo fantaseaba fuese lo mismo que se le pasaba por la mente. Pero Regina hizo aparecer una copa de vino y se quedó simplemente mirándome, sin decir absolutamente nada, durante un buen rato, hasta que dio aquella orden.
_ Quítate la ropa, Emma._ Cruzó las piernas.
Me llevé las manos a la chaqueta y me desprendí de ella. La hice arder, decidida a no volver a llevar aquella chaqueta nunca más, pues representaba a la vieja yo, la salvadora. Y esa parte de mí había desaparecido. Iba a cambiar de estilo, y por ello poco me importó despojarme de mis ropas con mis dedos convertidos en afiladas uñas.
Me mostré tal como era. Mi piel ahora estaba cubierta por completo, tal como había imaginado. Sin embargo, no me desagradaba mi apariencia. Además comprobé que, sólo con el pensamiento, podía hacer desaparecer ese aspecto, y dejar salir mi antiguo aspecto.
Pero Regina no me pidió que lo hiciera, por lo que me acerqué tal como estaba. Ella también se despojó de su ropa, y pasó sus manos por mis pechos. Me estremecí, percatándome de lo sensible que se había vuelto mi piel. En aquella zona no era áspera, por contra, esta tersa. Yo miraba los pechos de la reina, tan apetecibles a mis ojos. La antigua Emma nunca había tenido aquellos instintos. Yo, sin embargo, me encontraba abrumada por el deseo.
Sin dudarlo un sólo segundo más, llevé mis ásperas manos a sus pechos y los acaricié. Ella se dejó hacer. Nos estábamos examinando la una a la otra. Regina bajó sus manos a mi trasero, y yo hice lo mismo que ella. Nos miramos a los ojos, y ella me hizo una pregunta.
_ Sé sincera... ¿Desde cuándo fantaseabas con esto?
_ Prácticamente desde que te conozco._ Dije, sin dejar de observarla._ Siempre noté algo cuando estaba contigo. ¿Tú también fantaseabas?
_ Eso, Sheriff, me lo reservo para mí._ Dijo, empujándome sobre la cama.
Era cruel, había que reconocerlo. Pero eso era justo lo que esperaba de la reina malvada. Se tumbó sobre mí y me besó en los labios, mordiéndolos, para después empujar mi cabeza hacia abajo. Entendí rápidamente el mensaje y me centré en su sexo, sumisamente.
Me hice inmediatamente adicta al sabor de la reina, explorando sus más profundas intimidades. Llevé mis manos a mi sexo, al tiempo que mi boca seguía trabajando. Ningún hombre me había hecho sentir así, tan humillada pero poderosa al mismo tiempo. Regina emitió un grito de placer cuando finalmente obtuvo su éxtasis, y me abandonó a mi suerte, quedándose dormida. Yo me acurruqué a su lado y no tardé en hacerlo. Estaba insatisfecha... pero estaba que la reina, que aferró uno de mis pechos entre sueños, me diese algo para mí al día siguiente, y no que tuviese que darme placer a mí misma en silencio para no despertarla, como hacía en aquellos momentos.
