Vale, tercera historia en FF y segunda de Warcraft... Entre Drazharm y yo petamos la sección y espero que os guste... Eso es todo

La fémina se movió con el sigilo de una pantera hacia el frente. No se llevó mucho rato esperando en las sombras del bosque. Varo'Then, su más reciente compañero esperaba tieso como una astilla de madera. Se levantó con cuidado sin separarse del árbol al que había decidido acercarse. El camino continuaba libre de todo lo que se podía considerar una gran amenaza.

- Yoru – la voz áspera no se hizo esperar, trató de llamar la atención de la elfa con aquel susurro – Cambio de guardia.

La elfa de la noche observó a uno de los guerreros humanos que formaban el batallón. La desconfianza se pintó en el extraño color de sus ojos. Asintió y se fue al campamento.

Nada de lo allí presente elevaba su estado de pesimismo absoluto. Todas y cada una de las razas de la Alianza estaba presente, y aunque el territorio pertenecía más a los elfos de la noche que a ninguna otra raza, los nocturnos eran una minoría notoria. Y como buena elfa de la noche, desconfiaba de las razas más jóvenes.

"Yoru" resonó en su mente, sin necesitar mucho tiempo para reconocer la alteración que se había ondulado en su mente. "¿Cómo va el movimiento por allí?"

"Nada a destacar" comunicó a su interlocutor, acariciando a Varo'Then. Cerró los ojos tratando de pensar, y el druida que se había inmiscuido en su mente pareció comprenderlo. Su presencia se desvaneció tan pronto como apareció.

- ¿No tienes miedo, pequeña? – la última palabra salió de los labios del enano con tal sorna, que la elfa comenzó a insultarle mentalmente, pero de su boca no salió más que una frase:

- Elune nos acompaña, ella es luz en la oscuridad y esperanza en la desesperación.

El enano nunca habría esperado semejante retahíla de palabras y se retiró sin saber, obviamente, lo que habría dicho la elfa si no fuera tan cortés como una gentil dama. Había excusado su inquietud (cuyo origen estaba en la ausencia de enemigos, claro estaba) con una frase cuyo sentido no fue capaz de comprender.

- Que Elune nos guíe – era Terass. El joven cazador se había sentado cerca de Yoru, cuyo rostro expresaba que estaba pensando. - ¿Qué te ronda por la cabeza?

- Nada – mintió. Con el paso del tiempo había logrado aprender a mentir para no alertar a sus compañeros, y a Terass no era necesario alarmarle.

El cazador se levantó con cuidado y volvió a sus quehaceres habituales, decidiendo que la elfa estaba en sus cosas. Ésta no se movió de su sitio, al contrario que el Varo'Then, que se dedicaba a dar vueltas alrededor de su cazadora. Parecía un borrón negro y cuando se detenía miraba a su dueña con los ojos brillantes e inquietos, como un cachorro. Aquel inocente y desenfadado carácter hacía sonreír a la elfa. Y no fue una excepción.

El capitán, con su suntuosa armadura dorada adherida a su cuerpo, refulgiendo como un espejo al sol, causó cierta molestia a la nocturna, que probablemente no fuera la única que se molestara por aquel hecho. Si su capitán seguía paseando con una armadura tan llamativa, 

Yoru se vería obligada a comentar que hicieran una inmensa hoguera, para terminar de confirmar a la horda su situación geográfica. Refunfuñó para si misma, levantándose y poniendo la máxima distancia entre su persona y la brillante armadura del capitán.

- Es un puto faro – gruñó otro de los pocos elfos de la noche. No hacía falta que nombrara el objeto de su enfado.

De nuevo, la elfa de la noche de cabellos albos escaló a un árbol, presumiendo de la flexibilidad y fuerza de las que había sido dotada gracias a pertenecer a una raza tan longeva. Gruñó al sujetar a su mascota, que superaba los cien kilos de peso y la apoyó en la rama que había escogido. Tan pronto como llegó arriba, se sentó a observar con cuidado todo el campamento. Los elfos de la noche habían formado un curioso grupo (si es que podía recibir ese nombre) que empezaba a disolverse.

- ¡Buh! – de nuevo, la voz del elfo de la noche interrumpió sus pensamientos. Terass había aparecido en su espalda sorpresivamente.

- El capitán va a hablar y mucho me temo que van a ser sus últimas palabras – estaba claro que la hembra no había prestado la más mínima atención a la broma del elfo.

- ¿Sus últimas palabras? – repitió asombrado. Su conversación era más interesante que la charla de su superior, no cabía duda.

La joven no respondió, se limitó a elevar la ballesta por encima de su cintura. Parecía sorprendente que fuera capaz de mantenerse en pie sobre la rama sin esfuerzo alguno, al contrario que su mascota que tenía serias dificultades. Se retiró con un soplido un mechón que interfería entre la flecha y sus ojos de un color indeterminado entre la plata y el dorado. Luego preguntó con frialdad:

- ¿Nos urge proteger al capitán?

- A mi me da igual lo que le pase a ese bufón, pero nos conviene conservar a cuantos más mejor.

La elfa murmuró algo inaudible que solo comprendió ella, luego ordenó con un simple gesto que su compañero levantara el arco. Desde luego la horda ya les había descubierto.

- Ten cuidado – susurró momentos antes de disparar – Protégete a ti mismo, a nadie más.

Luego sucedió. La flecha escapó del arma de Yoru como una saeta y un sonido parecido a un gañido resonó en todo el campamento. Luego todo fue un caos.

Todo se arremolinaba sin orden. Los enemigos aparecieron de la nada con una velocidad fructuosa y el suelo se tiñó de sangre. Las flechas volaban en todas las direcciones y la cazadora descendió al notar como a una estuvo cerca de hacerle un nuevo agujero para un pendiente. El otro bajó detrás y en ese instante se separaron.

La mujer comenzó a correr hacia donde hallaba hueco, protegiéndose como podía con su arma de asta. Maldijo el día en el que vendió sus espadas, aún así dio gracias a la Diosa por ser tan ágil en la batalla. Y aunque Varo'Then estuvo ayudándole en todo momento, fue imposible no sufrir daños. La horda les superaba en número y contaban con el factor sorpresa. Difícilmente se pondría la situación en su favor.

- ¡Agrupaos! – ordenaba el comandante, desesperado al ver que su campamento no se movilizaba de la manera que ansiaba.

Yoru soltó una maldición en darnassiano sin parar de luchar. Si agruparse era la única idea de su superior, quedaba demostrado que todavía quedaban malos estrategas, comenzando por aquel inútil. La elfa no se sintió mal en absoluto por pensar libremente sobre su capitán, es más, una parte de si misma se alivió ante aquel libre pensamiento.

Tras atravesar la garganta de un orco con su arma de asta, devolvió su mente a la estrategia. Sin lugar a dudas, agruparse era una idea factible, pero tenían que reagruparse con cuidado. Ante las posibles dificultades, lo mejor sería disgregarse para después agruparse. Vale, entonces habría que huir. O pelear. Desde luego sería mejor idea seguir peleando, pues moverse en contra de la marea de aliados y enemigos.

Aliviaba comprobar que pocos de los suyos habían caído y afortunadamente arecía que aguantaban e iban agrupándose con lentitud. Pero si no se daban prisa, caerían antes de poder agruparse. Clavó la lanza en el pecho de un tauren druida, atravesándole el corazón de inmediato. No sintió remordimiento alguno, en aquel instante solo pudo continuar abriéndose paso hacia afuera junto a Varo'Then. Una cazadora dentro de la batalla tenía poco o nada que hacer, tenía que reducir enemigos desde fuera. O pedir ayuda.

Aquella idea se materializó en su cabeza repentinamente. El Refugio Ala de Plata estaba a escasos minutos de viaje, menos siendo cazadora. Bajo aquella idea, dejó de moverse sin rumbo y trató de escapar de la escaramuza.

- ¡Replegaos! – trataba de ordenar el capitán tras su anterior y desafortunado intento de manejar sus tropas.

La elfa de la noche de cabellos albos repudió su orden con un gesto desdeñoso. Reprimiendo el impulso de matar a su capitán a golpes, ordenó su propio grupo.

- ¡Varo'Then, a la derecha! – el lobo no tardó ni medio segundo en reaccionar. Se movió hacia donde le indicó Yoru con fe ciega. - ¡Ven aquí!

Resultaba imposible hacerse oír por encima del choque de espadas y hachas contra inmensos escudos formados por placas y placas de acero. Las armas de fuego repetían los sonidos de disparos sin orden y las flechas surcaban el cielo, rasgando la tranquilidad de la noche.

- ¡Hermanos, luchad por la gloria de Elune! – de nuevo la voz de Terass se hizo oír. Agradeció en silencio su devoción, había dado fuerzas a los elfos que estaban retrocediendo.

- Gracias Terass – murmuró, orgullosa del cazador. Toparse con él había sido una de las mejores cosas que había hecho en su vida.

Varo'Then seguía avanzando sin tregua, adelantando los pasos de su cazadora. Había sido herido en diversos puntos del cuerpo, pero no parecía especialmente desfallecido. En cambio 

la joven elfa de cabellos albinos estaba desalentada en aquel instante. Su hombro caía en un ángulo extraño, lo cual indicaba que estaba dislocado. Tenía un corte profundo en la zona derecha del costillar y las piernas le temblaban como si no pudieran sostenerla.

Lo que no vio la elfa fue la maza que blandían sobre su cabeza hasta que impactó contra su cabeza, sumiéndola en la inconsciencia.