El viento golpeaba con fuerza contra su rostro, la yegua galopaba con toda su capacidad, la jinete no parecía tener intención de disminuir la velocidad, cabalgaba como si la vida se le fuera en ello, huyendo de algo o de alguien, escapando de un recuerdo, de su mente, de sus sentimientos y de sí misma, Isabella necesitaba huir de lo que ocurría dentro de su alma, y la mejor manera que tuvo siempre, era montado su yegua Clara, aunque nunca la había forzado tanto como hoy, pero jamás le había ocurrido nada igual, un cambio tan brusco en ella, sentía que toda ella estaba desapareciendo, en su lugar quedaba alguien que no reconocía, con una forma de pensar tan distinta que la asustaba, sentimientos que jamás siquiera imagino la embargaban todos a la vez, y estaba aterrada, porque no sabía cómo luchar contra ellos o quizás no quería, fue una mala idea pasar el verano con su tío, había sido una excelente experiencia, un gran aprendizaje, pero también fue la causante de todo lo que le estaba ocurriendo.

El campo seguía extendiéndose, Isabella estaba agradecida de que la propiedad de su familia fuera amplia y le permitiera realizar tan alocada carrera, si alguien la viera diría que estaba huyendo del propio demonio, y tal vez, eso estaba haciendo, el demonio de la tentación. El verde, amarillo y marrón brillaba por los rayos de un sol que quemaba, pero llenaba todo de vida, un sentimiento que parecía burlarse de ella, el ambiente parecía jugarle una broma, un paisaje tan hermoso, un día que en cualquier otra situación hubiera disfrutado, se hubiera maravillado y contagiado a todos de la alegría que inundaba el aire, pero hoy, con la guerra que se librará en su interior, Isabella sentía que nada le daría paz, que no podría volver a disfrutar un paisaje tranquilamente, como lo hacía desde niña. "El amor lo cambia todo, incluso la manera de ver el mismo paisaje que vez todos los días, cuando te enamoras, nunca será el mismo" eso le había dicho su abuela, un día que estaba extremadamente curiosa acerca de los sentimientos, su abuela le había sonreído, besado tiernamente y dicho que disfrutará la niñez, decidió quedarse callada y seguir mirando el campo.

Entonces definitivamente eso le estaba ocurriendo, aminoro la marcha de la yegua hasta detenerse completamente, miro el horizonte, entonces esto es amor, "Mirar un despejado cielo, sentir la brisa fresca, el olor a vida, y aun así solo ver una tormenta de gris e incertidumbre" Isabella no podía, por más que lo intentase, llenarse de la paz que inspiraba el atardecer, aun cuando su belleza la seguía haciendo suspirar, no podía apreciarla completamente sin sentir que algo le falta, y quizás nunca estaría completa. El pensamiento la hacía sentirse triste, y se odio por ello, no podía añorar algo que nunca fue suyo y que nunca lo seria, estaba mal, muy mal sentir lo que sentía, iba en contra de todo lo que le habían enseñado, en contra de su crianza, su creencia, de su educación, tenía que haber otra explicación para lo que ella sentía, no importaba que la verdad la cacheteara, no podía simplemente aceptarla y cambiar todo lo que había aprendido. Con un suave golpe a su yegua volvió a cabalgar en dirección a su casa, decidida a buscarle otra explicación a sus sentimientos, y a no dejarse vencer por ellos.

El sol aún no se ocultaba cuando llego al establo, respiraba agitadamente por la carrera, su yegua, de un blanco brillante, estaba tan agotaba como no la había visto nunca, se sintió culpable por forzarla a correr velocidades que no estaba acostumbra, a ella le gustaba correr, pero a una velocidad que le permitiera disfrutar del paisaje, no como hoy, que solo quería huir de él, volviendo una mancha abstracta a su alrededor. Le acarició el lomo, y se disculpó con ella antes de dejarla con unos de los trabajadores, dirigió sus pasos a su habitación, deseando no encontrarse con nadie, quería y necesitaba un buen baño, recobrar un poco más su cordura habitual antes de enfrentarse a cualquiera. Sabía que había dejado a todos con muchas preguntas en sus gargantas, ella había llegado, dejado sus maletas en el cuarto y corrido a montar su yegua, pero aun necesitaba un poco más de tiempo, no se sentía completamente dueña de sus acciones, y mucho menos de sus pensamientos, no deseaba que ciertas imágenes se colaran por su mente en plena conversación con sus familiares y la hicieran decir o hacer cosas que no debía, la entrada de la cocina le parecía perfecta para pasar inadvertida por su familia, se encaminó hacia ella, saludo a las cocineras con una inclinación de cabeza, acostumbraba a ser más amable pero no se sentía de ánimo, aún tenía que buscar la forma de como cumplir su decisión. Tuvo suerte y no se encontró a nadie en el camino a su habitación, se quitó la ropa como si le quemara y se metió directamente bajo el agua fría, esperando que activara sus neuronas, esas que le habían hecho actuar de forma cuerda hasta hace pocos días, rogando que le devolvieran algo de esa cordura.

A la hora de la cena Isabella se sentía, no completamente dueña de sí, pero considero que tenía suficiente control, bajo las escaleras y encarar a su familia, era seguro que le preguntarían porque había vuelto una semana antes de que su tío, y la manera tan apresurada en que lo había hecho. Los abrazos por parte de sus hermanos no se hicieron esperar, su madre le beso la mejilla y su padre solo le sonrió mientras tomaba su lugar en la mesa, estaban todos reunidos, el comedor familiar era realmente amplio, con una enorme mesa para 12 personas en forma rectangular,

-Isabella hija, vaya manera de llegar, no te esperábamos hasta dentro de una semana, pero es mejor que estés aquí.

-extrañaba mi hogar padre, es hermosa la labor de mi tío, quizás vuelva algún otro verano -respondió con toda la tranquilidad de la que era capaz, recuerdos embargaban su mente, se encontraba en un lugar completamente diferente,

la cocina del orfanato "Corazón de Jesús" era pequeña, la cocinera trabaja con toda la rapidez que le permitía su cuerpo de 75 años, Isabella la ayudaba a servir la comida en las bandejas, mientras otras de las voluntarias las llevaban a las mesas, estaba principalmente admirada por la fuerza de voluntad de la mujer que preparaba tan riquísimos alimentos, la comida era poca, pero dejaba a todos satisfechos, la mujer, bajita, de una piel bronceada que dejaba entrever las marcas que la vida iba dejando en ella, cocinaba con una amor y arte digno de cualquier chef. Otra de las cosas que tenía maravillada a Isabella era la actitud de sus compañeras, vestidas totalmente de ropa sencilla, pese que Isabella sabía eran niñas de buenas familias, trabajan y servían como cualquier camarero serviría a un importante hombre de negocio, incluso mejor, hablaban y bromeaban con los niños, no podía evitar la sonrisa que se forma en su rostro al ver tan hermosa imagen, la risa de esos ángeles le llenaba el corazón una satisfacción que ninguna cosa antes le había dado,

-Estoy de acuerdo contigo en que es algo hermoso, nada llena más que la risa de los niños, pero estoy segura que si seguimos repartiendo la cena, las risas serán más fuertes y más alegres- Isabella había salido de su fascinación y observado a su interlocutor, una chica rubia, un par de centímetros más alta que ella, con la mirada más azul y más hermosa que había visto, le estaba sonriendo, ella le sonrió en respuesta, no podía evitarlo, y le paso la bandeja de comida, rozando levemente sus dedos con los de su compañera, la electricidad que recorrió su cuerpo la sorprendió completamente, imposibilitándola hablar, no comprobó si a su compañera le ocurrió lo mismo, se dispuso a alejarlo de su mente y seguir con su labor.

De vuelta en el comedor de su casa Isabella logro captar destellos de la conversación que se desarrollaba a su alrededor, su padre el gran Charlie Swan hablaba sobre una familia que vendría de vacaciones, al parecer amigos con los que quería hacer negocios, y esperaban que el amor hiciera su aparición entre sus hijos, sutil forma de decir que esperaba que al menos uno de ellos se casara, Isabella suspiro, su padre siempre tan predecible, miro hacia su hermano Emmet, ambos rodaron los ojos, eran los hijos solteros del gran Charlie Sawn, su hermana Alice estaba felizmente casada con Jasper Cullen cuyo padre era socio de Charlie en algún negocio que no era necesario del conocimiento de la mujeres, volvió a suspirar por el pensamiento de su familia, las mujeres no eran capaces ni tomadas en cuenta en los negocios familiares, a menos claro está, se refieran algún matrimonio beneficioso, volvió a sentirse enojada, no podía soportar que la hicieran a un lado solo por ser mujer,

-con permiso- se levantó y salió del comedor sin esperar respuesta ni mirar a nadie, cualquier mención, insinuación o pensamiento acerca de las desventajas de ser mujer en la sociedad en que creció la molestaba, con su tío había visto cosas diferentes, descubrió que el criterio de una mujer puede ser tan importante y valioso como el de cualquier hombre, descubrió que el mundo había avanzado más allá de los límites de su pueblo, las mujeres podían llegar a tener los mismos cargos políticos que los hombres, de camino a su habitación, intento calmarse, sus emociones eran un caos, se sentía enojada por el hecho de enojarse tan fácilmente, lo cual la confundía aún más, deseo poder volver observar ese azul intenso que calmaba su tempestad, y se volvió a odiar por añorar esa mirada, esperaba algún día cansarse de odiarse a sí misma a cada rato, pero el mal genio parecía nunca querer abandonarla, suspiro contra el marrón de la puerta su habitación, la abrió, se digirió a la cama y aun si cambiarse se dispuso intentar dormir y alejar un poco esos sentimientos.

No había cerrado bien los ojos o eso le apareció, cuando escucho leves golpes en su puerta, intento levantarse aun aturdida, los golpes se reanudaron esta vez más fuerte y aun ritmo infantil, Isabella sonrió, su hermano siempre ha sido un niño no importa cuántos años cumpliera, sin ánimos de levantarse grito

-adelante

Emmet y Alice en 1 segundo ya los tenia a ambos tumbados a cada lado en su cama, tenían esa sonrisa traviesa que dejaba en claro que conseguirían toda la información sobre su viaje o ella no saldría viva, pero Isabella no se sentía capaz de poder confesarles aun algo que ni siquiera ella sabía,

-y bien que ha sido eso de hace un rato? Y explícanos porque has venido antes –pregunto Alice, directo al punto, sus hermanos eran muy parecidos en ese sentido, la diferencia radicaba en que Alice sabia cuando callar su boca, a veces. Isabella por su parte era sincera hasta el punto donde esa sinceridad no dañaba a nadie, por lo que en ocasiones prefería no decir las cosas.

-vamos hermanita, notamos tu total ausencia mental en la cena y el repentino enojo, eras todo un libro abierto, siempre lo he dicho – comento Emmett serio, rara vez lo veía así, Isabella no quería mentirles pero tampoco podía decirles ninguna verdad

-recordaba cosas, de verdad la experiencia con mi tio fue increíble, pero es un completo cambio, ver como esta el mundo fuera de este campo olvidado en el tiempo, la pobreza que embarga a los hombres, mujeres y niños, y mas triste aun el saber que por muchos granitos de arena que coloquemos, nunca llegara a ser suficiente –dijo Isabella, era una verdad a medias, otro de los problemas que entristecían su corazón, aunque no el motivo real su actitud, sus hermanos le sonrieron con tristeza y simpática, conocían perfectamente el buen corazón de su hermana, se limitaron a abrazarse, y Emmet a aligerar el ambiente con sus chistes, Isabella sintió que la culpa se abría paso en su interior, y se preguntó desde cuando estaba aprendiendo a mentir…

Mis disculpas por las falta de ortografía y redacción. La practica hace al maestro y eso es lo que intento al escribir historias...

Por aquí una vieja idea que lleva mucho tiempo en mi PC, y a ver si por fin me decido a terminarla. Espero que les guste...