Después de mucho tiempo, retoques y quebraderos de cabeza, llega la precuela de "Tu perdición" en donde explico el porqué de la extraña química entre Bellatrix y Remus, diferentes personajes desde mi punto de vista y demás.

Atención: Empecé a escribir este fic antes de leer "Deathly Hallows" así que habrá cosas que no concuerden con el séptimo libro, por lo tanto, esta historia NO tiene SPOILERS. Además, como no me sé muy bien en la época de merodeadores quién estaba y quién no en Hogwarts, también encontraréis incoherencias de ese tipo. En fin, ¿licencia de escritora de fanfictions?. Espero que lo disfrutéis igualmente.

Se me olvidaba decir: dedicado a Joanne Distte quien me hico preguntas muy interesantes sobre "Tu Perdición" y en las que aquí intento darle respuesta. ¡Espero que lo disfrutes y te guste!!

Besos

Pd- Me salió mucho más largo de lo que pretendía, así que lo pondré a trozos, je, je, je.

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Hogwarts, hogar de las leyendas, de las lecciones de magia, de los buenos, de los malos, de los simpáticos. Hogwarts, hogar de los magos y brujas, hogar de cientos de adolescentes que aprenden y progresan. Hogar de hormonas, hogar de conflictos y pasiones. Hogwarts, hogar de vidas enteras.

En su inmenso castillo, custodio de los más diferentes secretos y las historias más aterradoras o maravillosas, los estudiantes comían, dormían y asistían a clase. Después, podían explorar las inmediaciones, los terrenos, sin traspasar nunca los límites establecidos.

Y como otras tantas veces, los cuatro jóvenes se tumbaron en la hierba a la sombra del sauce, que llorando sus hojas, los protegía del sol fuerte del recién llegado verano. El único de los cuatro que tenía un libro entre las manos, era el que estaba más silencioso y apartado. Los demás, estaban libres de preocupación por los exámenes. Los dos morenos del grupo, se reían, hablando de Quidditch, mientras el bajito los observaba, alternativamente, como si fuese un partido de tenis.

- Vamos, Remus- le animó James.- Deja los libros de una vez y diviértete un poco.

Remus simplemente sonrió de medio lado. No, no quería dejar los libros, llegaban los exámenes finales y él no tenía tanta facilidad como Sirius o James para los estudios. Tenía que invertir más horas, sobre todo porque durante el último trimestre no había estado estudiando todo lo que debía haber estado.

Suspiró profundamente y comenzó de nuevo a leer la página en la que estaba, ya que todas las palabras se le antojaron extrañas y no encontraba ningún pensamiento coherente en ellas. Necesitaba concentrarse, estaba en segundo, y si terminaba mal el curso, lo más probable era que fuera arrastrando su deficiencia académica y terminase mal. Tal y como les había dicho el profesor de Pociones.

Volvió a suspirar pesadamente y su vista se desvió a sus tres amigos. Tres maravillosos amigos, que no se merecía. Los tres eran sinceros, eran amables, eran sociables… él simplemente un miserable que engañaba y les mentía. James era el líder, simpático por naturaleza con cierta tendencia a las locuras. Sirius, su mejor amigo, quien le seguía a todas partes proponiéndole, aún si se podía, cuestiones más locas y peligrosas para hacer en grupo. Y finalmente, el pequeño y amable Peter, que les seguía y les admiraba.

Enfadado consigo mismo, se levantó y dijo.

- Me voy a la biblioteca, lo siento- declaró.

James, Sirius y Peter detuvieron su conversación sobre chicas al instante para volverse a verle.

- Pero si te has pasado todo el rato en la biblioteca…

Pero su amigo se encogió de hombros y se alejó, dejando a los tres continuar su conversación en la que Sirius era el protagonista, diciéndoles cómo había besado a una chica. Sirius era bastante atractivo y en ocasiones parecía bastante maduro, pero aquella máscara caía cuando volvía junto a sus amigos a contar sus aventuras.

- ¿Y qué tal fue?- preguntó Peter, con los ojos muy abiertos.

Sirius volvió a describir el roce de ambos labios como si fuese una hazaña inigualable, como si, solo por eso, dejara de ser un niño de segundo y pasara a una calificación más adulta, como un mayor de segundo.

- ¿Y tú qué, James, has besado también a una chica?

El joven giró la cabeza para evitar las miradas inquisidoras, y sin querer, se posaron sobre una pelirroja, que también iba a su casa. Al igual que Remus, se pasaba la vida en la biblioteca, pero ella era más guapa, más lista, y sobre todo, era del otro sexo, cuestión que comenzaba a interesarle bastante.

- Bueno, yo…- sus mejillas adquirieron un tono bermellón profundo, haciendo que, casi al instante, Sirius sintiera un deseo casi irrefrenable de tomarle el pelo.

- Oh… no se atreve…- se mofó.

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Mientras, dentro del castillo, el joven Remus Lupin caminaba sin rumbo por los fríos pasillos, mientras sujetaba el volumen entre sus dedos. Maldecía por lo bajo el día en el que un pobre infeliz le había mordido, y convirtiendo su vida en un suplicio, en un ser menos que humano pero algo más que una bestia.

Aguardaba con terror las noches de luna llena, y mientras sus transformaciones eran dolorosas, más dolor sentía al tener que mentir a sus amigos, que cada mes, arrugaban el entrecejo, intercambiaban miradas y sentía como paulatinamente, se alejaba de ellos, como si una barrera invisible se alzara entre ellos. Una barrera que Remus deseaba romper con todas sus fuerzas, pero sabiendo que, si lo hacía, la catástrofe se cerniría sobre ellos.

- Eso te pasa por querer tener amigos, Remus Lupin- murmuró.

Suspiró y se molestó por ello. Llevaba todo el día así, con esa depresión. Necesitaba cambiar de aires, pero si iba con sus amigos se sentía mal por no poder contarles lo que le ocurría, pues le había dicho a Dumbledore que lo mantendría en silencio, por el bien del resto del alumnado.

Si iba a la biblioteca, se sentía mal porque llevaba mucho retraso y lo que tenía que estudiar le abrumaba, además, allí había alguien a quien no quería ver. Finalmente, hizo un esfuerzo y se dirigió hacia allí, arrastrando casi literalmente los pies.

- ¡Hola, Remus!- saludó alguien, alegremente por detrás. La voz femenina venía acompañada de una chica joven, de doce años, su misma edad. Tenía dos trenzas hechas en el pelo adornadas con dos cintas rojas y la cara redonda y llena de pecas. Era alegre y simpática, y aunque pareciese inofensiva, Remus la había visto ejecutando algunos buenos hechizos que habían dejado bastante impresionado al profesor de Defensa contra las Artes Oscuras.

Por lo demás, eran iguales. Aún pensaban como niños, pero comenzaban a desarrollarse. No habían hablado nunca de los cambios que se producían en ellos, pero Remus tenía la certeza de que si tenía que hablar con alguien de eso, sería con ella. Con Sirius le daba vergüenza, pues parecía saberlo ya todo, además… ¡había besado a una chica! Y no era un beso cualquiera, no, había sido en los labios. Si hablaba con James, seguramente, se lo diría a Sirius y Peter no sabía más que él, así que Alice era la candidata perfecta para intercambiar esos pensamientos y dudas.

- Hola, Alice- sonrió Remus. Ella era otra de sus amigos, a la que, por supuesto, tampoco le había dicho nada. Pero era agradable estar con ella, pues compartían tan pocas cosas, que difícilmente le ponían en el compromiso de decirle algo.- ¿Qué tal?

Ella enseñó su mochila, cargada de libros y su rostro reflejaba un real fastidio.

- Tengo que ir a la biblioteca- declaró ella.- Y estudiar… menudo aburrimiento. ¿Vas tú también ahí?

- Sí- informó Remus, alegrándose de que con la presencia de la joven tenía una presión más para ponerse, realmente a estudiar.- Transformaciones, ando un poco pez en ella.

La joven se rió.

- Sí, Transformaciones es un verdadero hueso.

Entraron en la sala de estudio de la Biblioteca, y ante la atenta mirada de la señora Pince, caminaron hasta una mesa despejada, lejos del alcance de su penetrante mirada, y se sentaron. Sacaron libros, estuches y pergaminos y se pusieron manos a la obra, cuando después de casi dos horas, Alice levantó la vista del pergamino y se desperezó como un gato.

- Creo que voy a por algo de comer- susurró, con voz traviesa.

- Que no te vea Pince- advirtió él.

Se sintió culpable por alentar a una compañera a infringir las normas, pero resultaba que su estómago le estaba gritando incesantemente que quería ingerir algo, así que una vez más intentó concentrarse en su estudio, cuando por un lado, asomó la cabellera pelirroja de Lily Evans.

- Hola, Remus- saludó con ese aire de sabelotodo que la perseguía por doquier. Era lista, era guapa, era inteligente… y siempre se quedaba con ese gesto de perfecta alumna Gryffindor.

Remus levantó la vista hacia los ojos verdes de la joven y permaneció impasible.

- ¿Has visto a James?- preguntó ella.

- No- contestó él, secamente.

La joven no se rindió.

- Es que tengo que hablar con él un momento, a ver si tengo bien el trabajo de Transformaciones- le informó. Se apartó el pelo de la cara con un gesto de la mano mientras el joven licántropo se preguntaba cómo demonios la chica podía tener dudas, siendo ella tan lista e inteligente… tan pedante, tan… Lily Evans.

- No, no lo sé.

- Ah, es que con el trabajo de Defensa contra las Artes Oscuras… uf, me ocupa todo el tiempo, y no he podido ponerme bien con el de Transformaciones ¿quién iba a decir que estudiar a los licántropos fuera tan difícil?

Un sexto sentido dentro del joven, se despertó, alerta. Cada vez que alguien mencionaba lobo, licántropo o alguno de sus derivados, su oído se afinaba, intentando captar cada palabra, cada pensamiento.

- No sé- contestó él, encogiéndose de hombros. Era lo único para lo que no le había hecho falta estudiar, y tuvo ganas de reírse de ella.

- En fin, tengo que irme- sonrió la perfecta Lily.- Tengo que rematar ese trabajo… la mente de los licántropos es realmente compleja, con todo lo que conlleva su posición, no sé si me entiendes, pobres, son tan diferentes que deben sentirse mal.

- No, no te entiendo- cortó él, con brusquedad. Mojó su pluma en el tintero y escribió el título del trabajo para Transformaciones.

- Yo… esto, me voy- declaró la joven, alejándose. Pero Remus ya no escuchaba, estaba demasiado concentrado no saltando hacia ella. ¿Pobres? Que él supiera no tenía nada malo, tan solo era con los demás, con un pequeño problema…

Pero detuvo la pluma sobre el papiro y negó con la cabeza. ¿A quién pretendía engañar? Él tenía algo que podía hacer mucho mal. Tenía algo maligno dentro de él, podría atacar a alguien, sobre todo a alguien querido, y no podría seguir viviendo nunca más. El terror por hacer algo mal, lo aterraba.

Pero él no quería que sintieran lástima de él, sabía que tenía una lacra, pero no podía hacer nada por remediarlo. Simplemente, tendría que apartarse. Peor que el miedo y el rechazo, era la lástima, pues tendían a considerarte inferior… ¿acaso ella le consideraba inferior? Se preguntó qué pasaría cuando descubriera quién era realmente.

Se sobresaltó cuando la silla que estaba a su derecha se movió y se giró repentinamente para ver dos trenzas con dos lazos que se sentaban junto a él.

- ¿Te he dado un susto?- preguntó ella. Se rió por lo bajo.- Perdona, no quería asustarte, pero es que no quería que Pince me pillase.

Escucharon unos pasos hacia ellos y automáticamente, la joven Alice ocultó su trofeo, robado de las cocinas, bajo la mesa. La mirada inquisidora de la bibliotecaria se posó sobre ellos, sobre sus apuntes, y finalmente, se fue hacia otro lugar.

- Uf…

Se rieron por lo bajo, después de que la tensión acumulada por los momentos en los que pensaron que los habían pillado, se disipara.

- ¿Qué has traído?- preguntó él.

- Chocolate- contestó ella, con una sonrisa pícara.- Ayuda a estudiar, y además, levanta el ánimo.

El joven le robó unas onzas y comenzaron a comer un poco, en silencio, mientras sus ojos viajaban por los apuntes. Él, después, posó su mirada sobre ella, en su cara redonda, que reflejaba el placer de consumir el dulce y comenzó a bajar su mirada, poco a poco, percatándose de que la joven ya no era tan niña.

- ¿Me estás mirando las tetas?- preguntó ella, súbitamente, en un susurro que lo golpeó como si fuera una bofetada. No estaba enfadada, pero Remus, en esos momentos, no estaba para percatarse de ese matiz.

- Lo… lo sie… e… nto… muchí… simo- tartamudeó después de carraspear varias veces. Ella, sin evitarlo se empezó a reír, provocando que la tez roja de Remus se volviera más brillante y llamativa. Ella al verle más rojo, aumentó la fuerza de su risa, y los segundos siguientes fueron confusos, llenos de acción y de gritos.

- ¿Quieren detener esta muestra de falta de respeto por los libros y sus lectores?- murmuró una voz a sus espaldas, cargada de ira contenida.

El susurro provocó un sobresalto a la joven que lanzó un chillido, y en el momento siguiente, tanto ella como Remus estaban corriendo a la salida, mientras sus propias cosas se volvían contra ellos, golpeándoles insaciablemente, una y otra vez.

Finalmente, en un rellano próximo a la biblioteca, pudieron liberarse del conjuro y comenzaron a recoger todas sus cosas, que desperdigadas en el suelo, descansaban sin ningún orden.

- Esta es mi letra- declaró Alice, mientras curioseaba entre las hojas de su compañero. Entre ambos, consiguieron reorganizar el caos, en silencio, pues Remus tenía algo que se le atragantaba y sentía que no podría volver a mirarla. Le había pillado observándola atentamente, y no quería que pensara nada raro de él.

Finalmente, él con manos torpes, cogió todas sus cosas, las cargó a la espalda y se fue alejando cuando ella le cogió por detrás.

- ¡Oye! No me ignores- pidió.- No me importa que me hayas estado observando- confesó ella. Se giró y se puso delante de él.- Es más- sonrió, pícara,- eso quiere decir que he dejado de ser una niña ¿no?

Él permaneció unos segundos en silencio, y después se rió.

- ¿Entonces no te importa que te mire?

- Dentro de unos límites- matizó ella.

Ups, eso quería decir que Remus tenía unos límites, y no podía pasar mirándose… cosa que se volvió súbitamente mucho más atractiva para hacer y no le podría quitar el ojo de encima. En esos momentos, entendía a la perfección lo que significaba para James y Sirius ir un poco más allá.

- Vale, aparta tu vista- pidió ella, sin enfadarse, dándole un golpe en el hombro.

- Pensé que no te importaba- contestó él, pasando a su lado y retándola con la mirada. Ella corrió hasta alcanzarle, mientras sus trenzas volaban junto a ella.

- ¡Dije dentro de unos límites!

- Pero no sé que límites son…- se encogió de hombros y le volvió a echar un vistazo ahí donde más la iba a enfadar. Sintió como una corriente por dentro al verla rebotada y sonrió más ampliamente.

- ¡Remus!- protestó ella. Él volvió a picarla, cuando finalmente, ella se marchó ofendida, dejando bastante mal al pobre chico. No entendía qué había hecho mal… desde luego, las chicas eran un auténtico misterio, y comprendió a Sirius cuando dijo que ellas se molestaban por nada.

Se encaminó hacia la sala común de la Torre Gryffinfor, cuando le salió al paso una joven, una estudiante de cursos superiores. Iba a Slytherin, pero eso no evitó que él se fijase en ella.

No la había visto en la biblioteca, distraído como estaba con los estudios y Alice, y pensando que no se la iba a encontrar, no había ido sigilosamente. O simplemente, que con Alice, él no se había acordado de la joven alta, morena, de pelo rizoso y sugerente figura, con la que se había estado tropezado desde hacía tres meses antes en la biblioteca…

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Bueno, iré poniendo sucesivamente las otras tres partes en breve, prometo no tardar mucho.

Besos.