Photograph
Había huido de Hogwarts hace ya unos meses, más esta era la primera vez que pisaba su antigua casa, a la cual jamás podría considerar un hogar. No había regresado a ella desde que se había escapado para no tener que soportar a su odiosa y altiva familia: Los Black.
Realmente detestaba este lugar con toda su alma, y siempre lo haría, pues solía traer a su mente los peores recuerdos.
Se encaminó junto con Buckbeak, quién se había convertido en su fiel compañero, hasta su vieja habitación.
Al abrió la puerta la imagen hizo que se estremeciera. Los mismos viejos estandartes de Gryffindor adornaban las raídas paredes, las fotos de sus amigos, ya fallecidos, también ocupaban un lugar realmente importante en aquella habitación.
Era imposible mirar aquel sitio y no sentir un eterno desasosiego. Aquella sensación de vacío, aquella angustia que penetraba hasta la última fibra de su roto corazón.
Sirius Black había perdido muchas cosas en los últimos trece años. Había perdido a sus amigos, había perdido a su familia, había perdido a su hermano de sangre, el pequeño Regulus, y a sus hermanos de la vida, pero sobretodo al más importante de todos sus hermanos, a aquel que con sólo una mirada podía comprender todo su sufrimiento, aquel que le había brindado un hogar, aquel que le había enseñado a ser una familia, también aquel que le había confiado su mayor tesoro, su hijo, el pequeño Harry, y él le había fallado. Pero el ver aquella foto en la que él y James sonreían ajenos a todo, llenos de vida, felices y añorantes de salir al mundo, no hizo más que estropear toda la compostura que a él como un Black le había inculcado a portar. No pudo contener esos profundos sollozos y, tampoco, aquél torrente de lágrimas que surcaba su amarillento rostro.
Ya nada de quedaba de aquella vida de las fotografías. Azkaban se había llevado todo rastro del radiante y altivo rostro que solía portas y de aquel sex symbol que había sido en sus mejores años. Tampoco quedaba nada de alegría en su cuerpo, pues los dementores habían extraído todo de él.
Miró las fotografías nuevamente. Lily y James besándose. Lo merodeadores. Él y Harry jugando en una pequeña escoba de juguete. Él, Remus y Lily comiendo chocolate en la Sala Común.
Cerró los ojos y se sumió en los recuerdos que atestaban su mente. Los recuerdos de los mejores años de su vida. Su primer amigo y su hermano del alma, por supuesto James. Su primer beso. Su primera broma. Su mejor amiga, Lily Evans. Su mejor amigo, Lunático. Sus mejores bromas. El mapa merodeador. Las mejores peleas contra los Slytherins. Su primera novia. La sensación de cargar por primera vez al pequeño Harry, y el sentimiento de satisfacción cuando se enteró que él mismo sería el padrino del niño.
Abrió los ojos y se secó las lágrimas. Debía ser fuerte, debía comportarse, pues ahora ya no era ese adolescente descuidado, ahora tenía a su ahijado, a quién tenía que proteger.
Esta vez volvió a mirar las fotos pero una pequeña sonrisa iluminó su rostro. Debía decir adiós a aquellos maravillosos recuerdos y hacerse cargo del presente, no podía seguir viviendo en el pasado. Sin embargo tomó una de las fotografía y una risotada se escapó de sus labios, porque esa foto con Lily echa una furia, James tirándole un beso, él riendo a risotada limpia y Remus soltando una pequeña risita le hacía bien de verdad, no lo sumía totalmente en un angustio pasado, sino que le mostraba como ser feliz, como volver a sonreír.
Separó esa foto y la guardó en el bolsillo de su raída túnica. Quería llevarla siempre consigo para así poder recordar lo bueno que era vivir.
