Disclaimer: si reconocéis algún personaje, lugar, y demás, no me pertenecen a mí, si no al gran genio de Tolkien. Aunque es poco probable que los reconozcáis, visto que van a estar afectadísimos los pobres…

Aviso: efectivamente, esto es una parodia, que voy a colgar archivada tanto bajo "El Hobbit" como en "El Señor de los Anillos", por futuras referencias. Se me ocurrió la idea para esta historia y no me he podido resistir, el poder que tiene la parodia sobre mí es demasiado fuerte. Nada va en serio, quedáis prevenidos, luego no me vengáis llorando si por ejemplo la idea de los Valar tomando copas en un bar, o ver a Sauron como un novio híper-celoso hiere vuestra sensibilidad. Creo que no miento si digo que podéis esperar algunas locuras de ese tipo, emparejamientos extraños y demás situaciones inverosímiles. Que no se me ofenda nadie XD Como dato para situarnos, para esta historia debemos imaginar que todo el legendarium de Tolkien habría ocurrido realmente en los albores del tiempo (qué expresión más bonita) y por eso, los Valar siguen por ahí rondando. Hay alguna que otra referencia al Silmarillion, sobre todo al principio (si se me ha escapado alguna burrada incorrecta, podéis gritarme a vuestro gusto. O decírmelo en un tono normal también). Si veníais en busca de seriedad, no sigáis leyendo. Sinceridad ante todo.


Esta historia comienza como lo hacen muchas de las historias que merece la pena contar. Es decir, con gente que se aburría en su casa. Y todos sabemos que a la gente que se aburre se le ocurren ideas, cuanto menos, peculiares. Más todavía si la gente en cuestión resulta que son los Valar y las Valier.

A ver, me explico. Todo el tema éste de separar Aman del resto del mundo estaba muy bien, aislarse y dejar a todos los demás fuera tiene sus ventajillas, dejar que la Tierra y sus habitantes se lo monten como puedan y tal. Bien, vale, bastantes problemas habían tenido con el lío ése del hundimiento de Númenor. Comprensible. El problema llega cuando pasan los años y la cosa empieza a volverse monótona. Y luego pasan unos pocos años más. Y luego más todavía. Y así sucesivamente, sin novedad ninguna, viendo las mismas caras una y otra vez. Como mucho se entretuvieron un rato con la novedad de los pocos pringados que llegaron por el Camino Recto, y ya. Y no me saquéis el tema de Mandos, en serio, la gente que se muere va aparte y además no suele ir por ahí con muchas ganas de fiesta.

El caso es que al principio todo iba bien, estaban todos de colegas en Valinor y alrededores, todo eran risas y diversión. Pero luego llegó la rutina, el aburrimiento, porque por muchos poderes chachifantásticos que te haya dado Eru, hay un límite al entretenimiento que puedes encontrar o crear cuando tienes tantísimo tiempo libre por delante. Ya empezaban a surgir los roces, las parejitas felices empezaban a pelearse. Y os aseguro que si las peleas de pareja ya son malas, todavía son peores si cualquiera de los miembros de la pareja tiene el poder de, pongamos por caso, convertir toda la ropa interior del otro en ortigas. Más de una vez se había visto ya a Aulë rascarse obsesivamente zonas innombrables cuando había discutido con Yavanna. Pero en fin, que me estoy desviando del tema.

Por lo tanto los que manejaban el cotarro, los Aratar, un buen día decidieron salir de tranquis a tomarse unas cervezas al bar y hablar del asunto. Sí, habéis leído bien, he dicho cervezas, y bar. Porque el hecho de que Valinor no fuera precisamente accesible no significaba que sus habitantes hubieran dejado de observar lo que pasaba fuera. Y a medida que la humanidad fue avanzando, decidieron que no había razón para no incorporar algunos de sus mejores inventos. Si pensaban que los bares, la cerveza de botellín, y un televisor de plasma que ocupa una pared entera son algunos de nuestros mejores avances, quiénes somos nosotros para juzgarlos y discutírselo, oiga.

Así que ahí estaban los ocho, en el bar a las tantas de la mañana. Es lo que tiene, que por mucho que intentes salir de tranquis te acabas liando. Manwë y Varda llevaban ya unas cuantas cervezas de más, todo hay que decirlo, y se habían adueñado de un sofá para hacerse carantoñas como dos tortolitos recién enamorados. Yavanna se había escondido detrás del sofá y se dedicaba a crear flores de la nada y tirárselas a la parejita por encima, para crear ambiente romántico según ella, pero realmente porque todos sabemos que ha tenido desde siempre un espíritu bastante hippie. En un rincón, Nienna estaba llorando tranquilamente sin molestar a nadie, simplemente porque ése era su estilo. Más allá, sobre una mesa cercana y rodeados ya por una importante cantidad de botellas vacías, Ulmo y Oromë se estaban jugando su hombría en un pulso. Típico, como dos tíos cualquiera. La diferencia es que cada vez que Oromë estaba cerca de ganar, Ulmo aprovechaba y se disolvía en un charquito de agua, invalidando el juego y haciendo que tuvieran que volver a empezar (alguna ventaja tenía que tener ser el Señor de las Aguas, digo yo). Así llevaban gran parte de la noche, defendiendo sus respectivos orgullos masculinos, para desesperación de Mandos, que al pobre le tocaba hacer de árbitro. Después de una eternidad empezaba a estar bastante harto de ser el Juez de los Valar, que para cosas importantes de esas que pasan a la historia como retener a Melkor o ir por ahí despachando el destino de la gente el trabajo estaba bien, pero cuando le llamaban para asuntos tan sumamente importantes como decidir a quién le queda mejor un vestido, la cosa no le hacía tanta gracia.

Hablando de Melkor, el malo malísimo también estaba por allí. Y porqué, os preguntaréis. Pensad en el típico enemigo de la infancia que tenemos todos, y en cómo cuando pasa el tiempo casi acabas echando de menos las peleas sin importancia que teníais. Pues esto es parecido, sumando el pequeño detalle de que en este caso esas pequeñas peleas destrozan continentes enteros y cambian la faz de la tierra. Pero bueno, minucias. El caso es que según iba pasando la noche (y disminuyendo la cerveza que quedaba sin beber) todos se iban poniendo un poco nostálgicos y decidieron traerlo a él también, para recordar los viejos tiempos cuando en un momento se montaba una buena batalla, una épica lucha por ciertas gemas brillantes, o un buen corte del suministro de luz de Valinor. Eso sí que era diversión.

Melkor se había traído a Sauron también, o quizá sería más correcto decir que Sauron se había pegado a él como una lapa porque no quería quedarse sólo en casa, que se aburría. Y también porque en un principio quería vigilarle, que no sería la primera vez que por ponerle ojitos a una moza había perdido cosas importantes. Pero esta noche, los dos agentes del mal estaban bastante más interesados en otra visión que tenían delante de ellos. Su sexto sentido para el caos y la destrucción les decía que de ahí podía salir algo interesante. Y es que Aulë llevaba un buen rato mirando la televisión, calladito y sin moverse, pero cada vez se iba poniendo más y más rojo de furia.

Os preguntaréis qué estaba viendo. ¿Tertulias del corazón? ¿Programas raros de encontrar pareja en base al horóscopo? ¿Productos de dudosa eficacia en la teletienda? ¡No! Quizá debería explicaros que la televisión de este bar no era nada normal, no. Estaba en alta definición. Y además tenía el pequeño detalle añadido de que se podía sintonizar cualquier momento en el tiempo, y cualquier lugar del universo en cada uno de sus muchos canales. Así que Aulë estaba tranquilamente haciendo zapping por el presente en la actual Tierra, y lo que estaba viendo no le estaba gustando nada. Pero nada de nada.

Lo primero, dejemos claro que los Valar eran conscientes de que en la Tierra circulaban historias sobre ellos y todos los líos que habían tenido en sus tiempos mozos. De hecho estaban muy al día de todo lo que ocurre. Así que para ellos no fue demasiada sorpresa que acabaran haciendo películas del tema, aunque estaban bastante ofendidos porque en ninguna de ellas los representaban (las ilusiones de Melkor de que Brad Pitt lo interpretara a él hacía tiempo que estaban por los suelos). Pero bueno, no pasaba nada, menos da una piedra. Incluso habían organizado un par de veces un maratón de las versiones extendidas de "El Señor de los Anillos", sobre todo para reírse de Sauron, que reconozcámoslo, su reputación queda bastante por los suelos ahí. Hasta ahí todo bien. Hacía poco también que se habían estrenado las películas de "El Hobbit" y bueno, se habían echado unas risas con tantos efectos especiales y tanta floritura, pero aún tenían un pase, sobre todo para Aulë, a quien le gustaba que sus enanos tuvieran protagonismo. Pero los Valar habían descubierto también a través de su televisión una preocupante tendencia en alza. El fanfiction. Había que reconocer que muchas historias eran muy decentes y respetables, pero lo realmente alarmante era la proliferación de una especie de plaga en otras historias, algo que la humanidad había convenido en llamar "Mary Sues". Un mal tan terrible que Melkor deseaba que se le hubiera ocurrido a él mismo. Y el número de historias conteniendo tales criaturas había vuelto a despegar con el estreno de las últimas películas, lo cual no le hacía ninguna gracia a Aulë. Estaba harto de autores locos que mandaban a sus personajes a perseguir a sus enanos, y lo peor, no podía soportar que ellos actuaran como idiotas en cuanto una Mary Sue aparecía en escena. Era denigrante, una mancha en su honor y en el de sus creaciones, y ya empezaba a no poder soportarlo.

Por su propia salud mental, probablemente no debería haber estado haciendo zapping en busca de pruebas de esto. Porque pruebas había de sobra. En el momento en que hemos dejado a Melkor y Sauron observando el parecido cada vez mayor del herrero con un tomate, el pobre había estado observando cómo una jovencita escribía frenéticamente en su ordenador algo como esto:

"Aylisa Zafiro Luzdediamante parpadeó seductoramente, sus larguísimas pestañas resaltando sus hermosos ojos violeta que brillaban con luz propia. Agitó su brillante melena escarlata, a la que el fuego arrancó destellos dorados más hermosos que todo el tesoro de Erebor. Thorin la miraba embelesado, y es que sabía que a pesar de que ella fuera una medio elfa despreciada por su familia por sus inmensos poderes mágicos, no había nada que le pudiera negar a esa mujer. Habría dado todos los tesoros de la Montaña Solitaria por una sonrisa suya. Ya no podía seguir engañándose a sí mismo. La tensión era innegable, y ambos lo sabían. Así que, cuando ella se levantó y se internó en el bosque, moviéndose con extremada gracia y balanceando sus caderas, él la siguió. Esa noche pudieron comprobar, entre los vítores del resto de la Compañía, que Thorin no tenía sólo el escudo como un roble…"

- ¡AAAAAGGGGHHH! ¡SUFICIENTE! ¡YA ESTOY HARTO! ¡ESTO NO SE PUEDE TOLERAR! ¡NO CREÉ A LOS ENANOS PARA QUE AHORA LOS HAGAN PARECER UNOS LECHUGUINOS PERVERTIDOS!

Dicho lo cual, empezó a pasearse furioso por la sala, frotándose los ojos en un intento inútil de sacarse esa imagen mental de la cabeza. Yavanna corrió a intentar calmarle y le acercó una bolsa de papel para que respirara dentro, muy preocupada. Ahí fue cuando Melkor vio su oportunidad para sembrar un poco el caos:

- Yo si fuera tú, no dejaría esta ofensa sin castigo, chaval.

Sauron, pillando enseguida el plan, le siguió el rollo:

- Ya ves, por menos he torturado yo a gente en mis tiempos.

- Si es que enseguida se pierde el respeto, estas nuevas generaciones vienen perdidas. ¡Perdidas, te digo! ¿Verdad, Sauron?

- Muy cierto, Melkorcito de mi alma.

- Sauron, te he dicho que no me llames eso en público.

- Lo que tú digas, cuchifritín mío.

- Sauuuroooon, te estoy avisando, estás gastando mi paciencia…

- ¡Oy, cuánto lo siento, capullito de alhelí de mi corazón!

- ¡Ya estoy harto! ¡Hoy duermes en el sofá!

- Pe-pe-peero…

- ¡Ni peros ni peras! ¡En el sofá he dicho!

Así fue como Nienna se ganó en su rincón un compañero de penas para esa noche. Pero Melkor no parecía nada afectado por esa pelea de enamorados, así que siguió a lo suyo:

- ¡Ahem! En fin, como te decía, Aulë, algo deberías hacer, o esto se te va a ir de las manos.

- ¿Y qué sugieres que haga, eh?

Esto le hizo a Melkor pararse a pensar. Había que ir a la raíz del problema. Y la raíz del problema estaba en la gente que escribía tamañas atrocidades, pero era difícil hacerles llegar el mensaje…

Mientras Varda y Manwë releían una y otra vez el fragmento entre risitas, y Yavanna abanicaba con la mano a su querido herrero, a Melkor se le encendió la bombilla. Combinaba una lección para todo aquél que se atreviera a crear una Sue, y una buena ración de vergüenza para todos los implicados. Era perfecto (al menos en su cabeza).

- ¡Ya está! ¡Mandemos a uno de ellos allí!

- ¿Eh?

- Que sí, a ver, me explico. No podemos erradicar a las Mary Sues, pero podemos enseñarles la lección a sus autores. Cogemos a alguien, y lo enviamos para atrás con Thorin Escudo de Roble y compañía, por ejemplo. Lo hechizamos para que todo el mundo se comporte a su alrededor como lo hacen con las Sues en sus historias, pero esa persona siga siendo normal. Y a ver si después de un tiempecito en medio de la naturaleza, sin las comodidades de su mundo moderno, pasando por las situaciones absurdas en las que se meten y con un montón de elfos, enanos y hombres intentando ligar patéticamente a cada minuto no se le quitan las ganas de escribir idioteces. ¡Y cuando vuelva con la lección aprendida, que extienda el mensaje!

Se hizo el silencio en la sala. Las mentes ligeramente embriagadas por el alcohol de los allí presentes se tomaron su tiempo en procesar la idea. Y llegaron a la única conclusión posible:

- ¡Esh brillante, Melkor! ¡Sabía que -hip- servíash para algo! – gritó Varda, arrastrando las palabras pero muy entusiasta, y le dio un abrazo. Quizá llevaba un par de copas más que los demás, quién sabe. Sauron empezó a mirarla muy mal por atreverse a tocar a su peluchín, pero aún estaba bastante enfadado, así que no dijo nada.

- ¡Sí, tío, jodidamente genial!

- ¡Sin fallos!

- ¡Le hago la ola a tu idea! – dijo Ulmo, que tenía un sentido del humor… muy particular.

- ¿Nadie ha pensado que eso no tiene ningún sentido?– preguntó Nienna, pero como siempre, nadie le hizo mucho caso.

Y como su plan no tenía razón de ser sin poder reírse de alguien, y cualquiera que no fuera él mismo le valía, a continuación Melkor dijo lo siguiente:

- Y además deberíamos resucitar a la Compañía en cuestión y traérnoslos para acá, que están implicados y tienen derecho a saber de esto. Y a verlo en vivo y en directo.

- ¡Genial!

- ¡Fabuloso!

- ¡Y esto resuelve el tema del aburrimiento! ¡Como una telenovela!

- ¡UEUEUEUEUEUEUE!

Para entonces, Nienna ya ni siquiera intentaba hacerlos entrar en razón y se limitó a echarse las manos a la cabeza. Puede que si hubieran estado más sobrios, hubieran pensado en las implicaciones de sus actos, en la de reglas físicas y lógicas que estaban rompiendo, en la locura que era el plan. Pero no lo hicieron. Total, con sus poderes y teniendo a Eru como padre, podían permitirse una transgresión o dos de las reglas más básicas de la existencia. Moraleja: el alcohol es malo para la salud mental, niños.

Así que, con un pequeño esfuerzo, se saltaron a la torera todo lo que sabemos, doblaron un poquito el tejido de la realidad, y con un plop aparecieron todos los enanos de la Compañía en medio del bar. Vivitos y coleando. He de decir que las reacciones fueron diversas. En primer lugar, hubo una mezcla de sorpresa y reverencia porque uno no se encuentra con su creador todos los días. Y menos con su creador respirando dentro de una bolsa de papel. Y pasado el sustillo inicial, los enanos divisaron dos cosas. La primera, la cerveza, y con eso ya empezaron a sentirse más cómodos. La segunda, el fragmento de historia sobre el pobre Thorin, que fue de particular interés para los dos sobrinos del rey. No entendían muy bien qué hacían allí, pero no se desaprovecha una oportunidad de avergonzar a la familia cuando se la tiene delante:

- Así que no sólo tienes el escudo como un roble, eh, tío…- señaló Kili, meneando las cejas socarronamente.

- Nunca dudamos de tus… remarcables atributos, tío. ¿A que no, Kili?

- Jamás, Fili. Aunque tu gusto es dudoso, tío. A mí nunca se me habría ocurrido conocer tan… íntimamente a una elfa pelirroja. No me habríais dejado vivir en paz nunca más.

- ¡Muy cierto, hermano, muy cierto!

- Ooooooohhhhh, hay alguien a quien le tenemos que enseñar ciertas películas- exclamó Manwë, con una sonrisa de oreja a oreja y mirando fijamente a Kili. A veces tenía un toque sádico, que por alguna parte tenía que dejar escapar la presión de ser el jefazo.

De pronto se oyeron unos toques en la puerta, y sin esperar invitación entró Gandalf. Porque sí, porque puede, porque él es un señor con alma de maruja y cada vez que se huele algún acontecimiento, no puede resistirse a meterse en el meollo del asunto. Para más risas y por implicación directa se había traído consigo a Bilbo, y Frodo y Sam se habían apuntado al plan, que los pobres también estaban aburridillos de tanta Tierra Imperecedera por aquí y por allá. Los últimos que entraron fueron Gimli y Legolas, que se apuntaban a cualquier sarao.

Los miembros de la Compañía que no estaban ocupados ridiculizando a su líder se abalanzaron sobre Bilbo, en una bonita reunión de grupo porque en el fondo, se habían cogido cariño unos a otros. Es cosa sabida en cualquier saga de fantasía que derrotar bichos grandes y malos une mucho. Glóin, sin embargo, fue corriendo a darle un buen cabezazo a su hijo (pues así se muestran amor en su familia), y cuando vio al elfo rubio en las inmediaciones, se llevó a su retoño a un aparte y procedió a echarle una buena bronca. Que qué es eso de juntarse con elfos, que vaya desgracia para la familia, que qué diría su abuela, etcétera etcétera.

En medio de toda la algarabía, Thorin estaba estupefacto. Mudo de asombro. Ni los codazos burlones de sus sobrinos le sacaban de su trance. Pasó un rato leyendo y releyendo obsesivamente el fragmento, y después lo único que se le oyó decir fue:

- Esto es un deshonor para toda la línea de Durin. Debo de estar siendo castigado. Si me buscáis una cuerda, voy a ir a colgarme de una viga tranquilamente. Borrad mi nombre de los libros.

Si no fuera porque sus sobrinos le retuvieron, quizá lo habría conseguido, porque estaba mirando con ojos tiernos a una cuerda que casualmente Melkor tenía por ahí guardada y le estaba ofreciendo. Más o menos por aquí Nienna, que era la única que no estaba demasiado borracha, demasiado traumatizada, o demasiado preocupada intentando desatar el caos, les explicó (entre lágrimas por supuesto) toda la situación a los recién llegados. Los que ya llevaban un tiempo por las Tierras Imperecederas se podían esperar cualquier tontada de los mandamases, pero los enanos se quedaron perturbadísimos. Porque a ver, entendedlo, de pronto estás muriendo y lo siguiente que sabes es que estás en un bar con un montón de gente (probablemente perturbada mentalmente) que te cuentan un plan estúpido que no entiendes del todo. Ninguna leyenda que hubieran oído nunca explicaba que lo que había después de la muerte fuera esto. Así que los enanos se vieron con dos opciones. La primera, entrar en pánico absoluto. La segunda, seguirle el juego a esa gente y ya se iría viendo qué pasaba. Y los enanos, que son gente de bien y muy práctica, eligieron la segunda. Excepto Thorin, que seguía en modo suicida, pero bueno, dejémosle, el chico es así, tuvo una vida complicada.

- ¿Y a quién vais a elegir para vuestro plan? – preguntó Sam, con toda su buena intención.

- ¡Puesh a alguien al azar! ¡Que anda que no hay -hip- candidatos posibles!

Así, con otro esfuercillo y otra arruguilla en la realidad, se sentenció para siempre el destino de una pobre muchacha.


Ana estaba tranquilamente tirada en su sofá, después de llegar del trabajo. A lo loco, literalmente tirada ahí en medio sin gracia ninguna. De hecho, no le había dado tiempo más que a ponerse su pijama de vaquitas (que era tan ridículo como cómodo) y a hacerse un moño de estar por casa, pero tampoco importaba, porque el idiota de Mat estaba más que acostumbrado a verla con esas pintas. La confianza da asco, que dicen. Por suerte, estaban en un punto de su relación en el que se habían descubierto el uno al otro de verdad, y encima se seguían queriendo. A pesar de las pintas de estar por casa, o incluso precisamente por ellas.

Así que comprenderéis su sorpresa cuando pasó de estar calentita en su sofá viendo chorradas por la tele y esperando a su novio para cenar, a encontrarse en medio de la noche. En un camino desconocido. En pijama. Y descalza. Sin más. Boom.

Hizo una serie de cosas lógicas en ese momento. Se pellizcó fuerte un brazo, porque probablemente estaba en un sueño. No funcionó. Se lo volvió a pellizcar, por si las moscas. Nada. Se tanteó la cabeza a ver si es que había rodado desde el sofá al suelo y se había dado un buen golpe. Y nada. Pensó en si existía alguna razón plausible por la que pudiera estar alucinando. Y no se le ocurrió. Así que, más allá en el camino, vio un banco cercano monísimo de madera, aunque extrañamente pequeño, al lado de una especie de puerta redonda y verde incrustada en una colina. Fue lentamente hacia el banco y se sentó, ya que muy lógicamente decidió que si iba a tener un ataque de pánico, mejor hacerlo sentada. Y en esas estaba, hiperventilando, cuando notó algo en su bolsillo. Al sacarlo vio que era una especie de papelito doblado, y en medio de tanto sin sentido, tampoco perdía nada por abrirlo. Así que dentro pudo apreciar, además de un cierto tufillo a cerveza, un mensaje muy corto en una escritura bastante irregular:

HOOOOLIIIIS

Sabemos que has escrito sobre eso que llaman Mary Sues.

Eso está muy muy mal. Más feo que pegarle a un padre.

Así que te hemos echado una especie de maldición encima.

Vas a ver cómo es ser una Sue en tus propias carnes. Te van a tratar como a ellas.

Pero tú sigues siendo tú. Sin poderes ni ojos raros ni nada.

JÁ, PRINGADA.

Ah, y te hemos mandado al tema este de recuperar Erebor y tal. Igual te suena. Ya le irás pillando el tranquillo.

Besis

-Manwë y sus colegas

En medio de la tranquila noche de la Comarca, un grito terrible rompió el silencio:

- ¡¿PERO QUÉ CLASE DE BROMA ES ÉSTA?!


Nota de la autora: el proceso de encontrar un fanfiction decente libre de Mary Sues puede ser arduo y traumático para el pobre lector. Se encuentran cosas horribles, sin sentido ninguno, plagadas de personajes ridículos y faltos de profundidad, a veces fruto de la auto-insercción. Por no hablar de los destrozos, hachazos y barbaridades varias que le hacen al canon. En fin, seguro que os habéis encontrado tantas atrocidades por ahí como yo. Es una realidad que están entre nosotros, incluso no es raro ser culpable de haber creado alguna Mary Sue en algún momento de la vida, quizá en medio de la juventud y la inexperiencia. Pero tranquilidad, que de todo se sale, hay guías por ahí para ello. Lo preocupante es si persiste la tendencia, ahí humildemente recomiendo la visita a un buen psicólogo.

Es éste un drama humano que no recibe el reconocimiento que se merece. Absolutamente trágico. Así que yo decidí tomármelo a risa, y quiero hacer exactamente lo mismo. Quizá soy una sádica, quizá me gusta hurgar en la herida, quizá sólo soy una agente del caos. Pero la diferencia está en que yo pienso destrozar la historia y los personajes aposta. Ya lo iréis viendo. Con un poco de suerte, nos echaremos unas risas en el proceso…

Así que nada, contadme que os parece la idea, preguntadme lo que queráis, contadme vuestra vida si os place, y decidme también que impresión os deja este primer capítulo en un hermoso review, que no queremos que nadie convierta vuestra ropa en ortigas… XD