¡Buenas, friendos! ¡Nueva edición de los drabbles más feos del oeste inspirados por cosas mega cool!
Más feos y más furiosos.
Cositas para aclarar:
—NO hay que leer la colección de Drabbles anterior (Nos esperan cementerios) para entender esto, aunque allá se encuentran muchas cosas similares.
—Los Drabbles no tienen conexión mutua a menos que yo lo especifique. Aunque tengo una debilidad por Tim Drake cumpliendo 21 y viviendo en Alemania so la mayoría de lo que lean es sobre eso.
—A esta colección vienen los Drabbles que no considero buenos/decentes/cools y las ideas sin un argumento, así que no esperen mucho. Also, nunca reviso estas cosas —por pereza, tbh— así que han de perdonar los dedazos.
—HAY SHIPS DE TODO TIPO EN ESTOS DRABBLES, PORQUE SHIPPEO MUCHAS COSAS PERO nada de niño/adulto porque me da asquito, jsjs.
DEJANDO ESO EN CLARO: ¿Alguien dijo "JayTim platónico"? Porque amo esa mierda.
Advertencias: Ansiedad I guess. Mención de suicidio but like, no mucho. JayTim si entrecierras los ojos y lo miras de cabeza.
Disclaimer: Yo parí a estos niños, lo juro.
Dictionary of obscure sorrows #2
i. Opia: La intensa ambigüedad de mirar a alguien a los ojos, que puede sentirse simultáneamente invasivo y vulnerable.
El sonido del reloj es molesto, pero Jason no puede dejar de oírlo —incluso después de haberse hecho cargo del reloj con dos balas algunas noches atrás. Tic-tac, tic tac. No sabe si el sonido fantasma es culpa de todos los golpes que ha recibido o algo natural, pero considera que una bala en el cerebro debería acabar con él.
Da una vuelta en la cama.
Han sido malos días. Gotham suele tener ese efecto en él, de hacerle sentir sin aire y sin espacio para moverse. No quiere ponerse dramático —porque ya ha tenido mucho de eso al venir aquí—, así que intenta pensar en otras cosas. No funciona muy bien, no es capaz de concentrarse. Afuera, el silencio ruidoso que toma las calles de cuatro a seis no hace más que aumentar su ansiedad. A esta hora ocurren la mayoría de accidentes.
Con un suspiro, Jason se rinde. No puede salir en su condición de —heh— zombie, pero puede pasar el tiempo haciendo alguna otra cosa. Se asegura de envolverse bien en la cobija y pisar con cuidado la alfombra, pues su hábito de dormir en pantaloneta no ayuda al hecho de que siempre tiene frío.
(Una secuela de haber muerto, Jason supone.)
Camina hasta la pequeña sala y se sienta en la única silla. Este departamento sólo tiene un televisor viejo en la encimera de la cocina, porque es muy pequeño —y, en secreto, para desanimarle sobre volver a Gotham. No funciona muy bien, ya ve— pero Jason no se queja.
Está en el proceso de encender la cosa, cuando su ventana se abre. A este punto, es inútil —y ridículo— preguntarse quién es. Viejo instinto hace que su cuerpo se tense, pero cuando las botas familiares golpean el piso, Jason se obliga a bajar la guardia. Un poco. Sigue en su tarea, al menos. Hay que buscar un canal con señal decente y decide que hará café, también.
Escucha a su visita cerrar la ventana y sentarse en el muro que separa la cocina de la entrada. Siente la mirada de Tim puyarle los hombros, pero no voltea hasta que encuentra una película de Nicolas Cage que se ve decente. Tim se fija en un punto al lado de su cabeza, en lugar de sus ojos, pero eso también es normal. A esta hora nadie que pueda dormir ronda las calles —excepto, tal vez, Huntress.
Jason se arrebuja más en la manta y pasa a la cafetera. Lavar los vasos es un dolor en el culo, tiene los dedos fríos y el agua está helada; Jason puede jurar que escucha a sus nudillos hacer pop con cada movimiento. De todas formas lo ignora. Detrás suyo, Tim parece ponerse cómodo —Jason espera que no esté subiendo sus pies al muro, como usualmente hace con sus mesas en Münich— si el sonido de él moviéndose puede ser confiable. Apuesta a que el malnacido sabe lo que Jason hace.
(Que, sí, está haciendo café y no es difícil adivinarlo, pero también lo hace para Tim y eso es ridículo, Jason sabe.)
Aunque el televisor no tiene mucho volumen, las voces de Cage y su novia robando la Declaración flotan en el espacio sin problemas. Es la suerte de tener espacios que mitigan el ruido. Mientras la cafetera hierve el agua, Jason inspecciona las baldosas del mesón. La ansiedad aún no se va, pero puede lidiar con ello. Al menos, con Tim aquí, Jason puede pretender que están en Münich y no en Gotham, en una de esas noches luego de una misión donde Tim va a su casa y no habla mucho, pero ambos lo aprecian.
No es como que pase mucho, Jason y Tim no son muy cercanos. Lo usual es trabajar en casos y compartir información, este tipo de indulgencias son banales.
(Al menos eso se dice, porque la otra opción es admitir que Tim es su amigo y Jason no ha tenido muchos de esos para saber qué hacer con uno.)
Algo pasa en la película que hace a Tim soltar una risita. O el equivalente a una risita en Red Robin, que es soltar de repente el aire por la nariz. Jason se sorprende haciendo lo mismo. Frunce el ceño, pero lo ignora. El olor a café inunda el ambiente, así que se dedica a servirlo en dos vasos de plástico. Cuando se voltea al fin, se encuentra con Tim Drake recostado en el muro y la pared. El idiota le sonríe al café que Jason tiene en la mano y estira sus brazos para tomarlo. Tiene el labio partido, dos puntos que bajan hasta su barbilla y sangre en los dientes.
Cuando Jason toma un sorbo de su propio vaso —cargado, sin azúcar, el favorito de Red—, el café le sabe a metal.
Tim cierra los ojos y prueba del vaso sin inmutarse el que esté hirviendo —Jason se pregunta si su lengua está rasposa de tanto hacer eso— y cuando los vuelve a abrir, su mirada va justo a los ojos de Jason. Es… Aún más incómodo que tenerlo mirando su espalda. Jason puede sentir las orejas ardiéndole, lo que es una sensación rara cuando uno se está congelando. Tim sólo parece cansado. Jason se pregunta qué está observando, porque él no puede ver nada en la expresión de Tim.
La tensión es rota con un largo suspiro y un parpadeo. Tim vuelve a mirar a la pared y Jason se queda con la sensación de haberse perdido algo importante.
Se conforma con calentarse las manos en su vaso y ahogar el tic-tac, tic-tac del reloj fantasma con la voz de Cage.
ii. Monachopsis: La sutil pero persistente sensación de estar fuera de lugar.
Empieza temprano, cuando Jason juega con los vecinos y su madre se droga en el mueble del apartamento. La sensación de no estar y no ser y, más importante, no pertenecer.
Con los años —no muchos, já, Jason no vive tanto antes de morir—, se vuelve un picor bajo la piel que no puede sacarse. Jason aprende pronto que no tiene lugar entre las ratas de Los Estrechos, porque le gustan la música y los libros; ni lugar en las grandes galas d Bruce Wayne —donde es aún más obvio— meramente porque ninguna de esas cosas le interesa.
Ni siquiera la muerte es un estado —¿Lugar?— adecuado para él, el universo lo escupe de sus entrañas y le lanza a una vida de más inadecuación.
Así que es normal, Jason piensa, el sentir la opresión ansiosa cada vez que deja Gotham. Entre sus amigos, entre otros villanos; la verdad es que no sabe muy bien qué hacer con la vida ahora que la tiene de vuelta. Lo que nos lleva, de nuevo, a su nueva residencia en Münich.
No es un lugar que Jason habría elegido, pero muchos de sus contactos más importantes están aquí. Y Red Robin, pero Jason aún no va a pensar en eso. Alemania mueve información sustancial en su misión —cualquiera que sea— así que ha decidido formar su base de operaciones aquí y lidiar con lo que venga después. Le hace sentir mejor, al menos, el tener un anclaje lejos de Gotham. Incluso cuando no se siente a gusto dentro de sus costillas maltrechas, tiene la seguridad de haberse alejado.
¿Y quién más ha hecho eso?
(El reemplazo, en cierta forma. Jason no lo cuenta.)
No pertenece aquí, eso seguro. Pero nunca lo ha hecho en ninguna parte de todas formas.
1200 algo palabras.
¡Gracias por leer!
Nos vemos en la siguiente entrega, recuerden que los reviews me hacen muy feliz. ¡Feliz año, amores!
