¡Hola! .o. 7 Sabastu obtuvo 9.7 en promedio de sus exámenes y como aposté conmigo misma que si mejoraba mi promedio intentaría un "Dark Fic" pues… ¡Acá está! D: Me llevó cuatro horas planear la historia y escribir este primer cap… ¡Soy una masoquista! xDDD
Espero les guste y me regalen sus opiniones en un review para arriesgarme con más caps… QwQ)9
Poe cierto, puede resultar confuso al principio... así que... ¡Suerte! xDD
¡Que lo disfruten! .o.7
Disclaimer: Fairy Tail no me pertenece. Pertenece a Hiro :PleaseGiveMeJerza: Mashima.
Referencias De Lectura:
Diálogo.
«Pensamientos»
Narración.
+ ° IN DEN SCHATTEN ° +
»+ Eiens +«
Nokturn
La oscuridad de la habitación engañaba al ojo.
Hacía aproximadamente una hora el sol había salido dejando atrás la nocturna oscuridad, sin embargo los gruesos cortinajes oscuros en la habitación no dejaban filtrarse ni a un solo rayo de sol.
Pero era hora de despertarle.
Se ladeó en la cama y con calma llevó su mano hasta el cuerpo desnudo que respiraba acompasadamente junto a él. Tomó uno de los suaves pechos de la mujer en su mano y lo apretó suavemente, haciendo que ella se removiese en el lecho, abriendo los ojos poco a poco y mordiéndose el labio para no gemir.
―Y-ya… ―sintió la boca del hombre acercarse a donde su mano trabajaba y ahogó un gemido de placer al sentirle besar el otro pecho sin atención― es-estoy despierta…
― ¿Segura? ―preguntó al dejar de besarle y se acercó a su rostro― ¿No quieres seguir el sueño? ―preguntó con voz ronca el hombre.
―No, de he-hecho sueño es… ahmmm ―sintió la lengua de él en su pezón y gimió involuntariamente― lo que me falta… ―esto se estaba calentando otra vez pero era hora de que ella se marchase, era día laboral.
Tenía trabajo por hacer.
La mujer giró sobre sí misma en la cama luego de apartar al hombre como pudo y se encaminó al baño, justo donde quedó su ropa luego de que él la tomase allí dentro horas antes, ni siquiera le permitió darse un baño primero. «¡Vaya hombre!» pensó la mujer al recordar.
― ¿Ahora qué haré con lo que provocaste? ―el hombre habló con voz ronca y divertida y la mujer se detuvo en la puerta del baño.
―Manuela siempre está dispuesta… ―burlona cerró la puerta y puso el seguro.
No es como que sirviese de algo, si él de verdad quisiese entrar para terminar lo que había empezado, simplemente botaría la puerta. No sería difícil para él, igual que para ella no lo había sido cuando hacía tres días ella misma botó esa puerta.
Se bañó confiada de que no tendría interrupciones, sabía que él no se metía con su rigidez en el trabajo, ella jamás llegaba tarde.
Podía llegar cansada, ojerosa y sin fuerzas… pero jamás tarde.
Luego de secarse la fría agua de su cuerpo, ya que por alguna razón la mujer odiaba bañarse con agua caliente, se vistió con la misma ropa que llevaba el día anterior, se acomodó bien el negro cabello, en especial en las zonas donde las canas brillaban. Apagó la luz y salió del baño para quedar rodeada nuevamente de oscuridad.
Así le gustaba a él. Siempre a oscuras.
― ¿Te irás tú también? ―preguntó al salir del baño.
―Aún no, me quedan un par de horas para entrar.
―Bien ―por un momento deseo ver de nuevo ese rostro tan apuesto y varonil, ese tatuaje que lo hacía ver tan misterioso, ese cabello azul que le encantaba tomar entre sus dedos mientras él se adentraba sin compasión en ella.
Pero no podía, no debía.
Terminaría de nuevo gimiendo en la cama si lo hacia.
―Que te vaya bien en el trabajo.
―Igual tú…
Salió de la habitación y caminó por los pasillos del hotel. Su habitación estaba en el siguiente piso así que tomó el ascensor. Al llegar a su piso se encaminó rápidamente a la puerta 44C, introdujo la tarjeta llave y accedió a la misma. Allí se encaminó a su bolso y sacó un vestidobeige de oficina y unos zapatos bajos, se desnudó y se lo puso rápidamente. Sacó también unos zarcillos blancos, se los colocó y se los revisó con un espejo de mano que siempre estaba en su cartera, apretó ambos con fuerza y los aseguró bien en sus orejas, sonrió con su cara reflejada en el espejo, inmediatamente las patas de gallo se hicieron presentes y las bolsas en sus ojos parecieron aumentar su tamaño al sonreír, sus ojos azules aún brillaban.
«Cuarenta y cinco años no pasan sin dejar marca» ―pensó y suspiró.
Su cuerpo era otra cosa. Pechos grandes. Cintura estrecha. Caderas perfectas. Piernas largas. Una jovencita en los veinte la envidiaría.
Rió ante ese pensamiento y se encaminó a lavarse los dientes, comería después en la oficina, de camino se compraría un café. Energía suficiente para alguien de su edad.
Al terminar con su aseo bucal, metió todo en el bolso y asegurándose de no dejar nada, abrió la puerta y se encaminó al lobby del hotel a dejar la tarjeta llave. Solo había necesitado de ese hotel durante una semana y todo lo que había necesitado lo dejaba en su auto alquilado y se llevaba a la habitación lo que ocuparía metido en el bolso, así que por eso no tenía que cargar con más maletas.
Luego de dejar la llave tarjeta en la recepción y agradecer por el buen servicio se encaminó a su trabajo, ese día era el último de su pre aviso. Hacía un mes había puesto su renuncia en esa agencia de viajes donde fungía como secretaria. De hecho por eso estaba en el hotel, había vendido ya su casa, esa misma noche viajaría a Alemania para vivir con su hija mayor que recién había enviudado y no podía con la pena y sus tres hijos.
Hasta obtuvo descuento especial para los boletos y trámites en la empresa.
Llegó a su destino luego de parar por un café negro y endulzado con caramelo. Era su placer culposo. No se arrepentía de ello.
Saludó al guarda, a la recepcionista, a su compañera de cubículo y casi llora al ver el gran arreglo floral que sus compañeros le dejaron en su escritorio por su inevitable partida.
No habían rosas ni claveles entre las flores.
Ella era alérgica a ellos.
Abrazó a los compañeros que se acercaron a despedirse. Había trabajado durante cuatro años y todos estaban encariñados con ella. Eran difíciles las despedidas, pero ella tenía un deber que cumplir para con los suyos.
Y lo cumpliría.
Las horas pasaron extrañamente rápido en la oficina, llegaron varios clientes, muchas mujeres hermosas de hecho, fueron atendidas en persona por el jefe. Jose Porla, un hombre de cabello rojo oscuro que se comportaba como un caballero pero aún así irradiaba un mal aura.
Pronto dejaría de ser un problema. Ella estaba por terminar su trabajo allí.
Llegó el almuerzo donde la volvieron a sorprender con un pastel de melocotón. Su favorito. Y de nuevo lágrimas y abrazos se hicieron presentes.
Que día tan triste y alegre al mismo tiempo.
Pronto dieron las cinco de la tarde. Hora de cerrar y hora de más abrazos, lágrimas y despedidas. Su jefe se había ido antes y ni se despidió, seguramente no se acordaba ―o le importaba muy poco― que su secretaría desde hacía cuatro años terminaba de laborar en la empresa. Poco le importaba a ella también, ya todo terminaba para ella ese día. Terminó de despedirse de todos, se montó en su auto y se encaminó al aeropuerto. Dejó el vehículo en el parqueo del aeropuerto, ya vendrían por el los encargados de la compañía de alquiler, ella ya les había avisado, así que solo guardó la llave en la guantera, ellos disponían una copia para estos casos en que el cliente pedía ese servicio. Bajó con sus maletas caminando tranquilamente, ingresó a uno de los baños donde una mujer mayor de cabello verde, largo y grueso abrigo azul oscuro que apenas dejaba entrever unas botas gruesas similares a las de combate del ejército pero más femeninas, acababa de entrar también. «Sí, las mujeres mayores deben ir más al baño» Se rió internamente y entró en un cubículo. Al terminar con la razón por la que entró al baño y volver a apretar y sujetar bien los aretes, peinó con cuidado su cabello verde frente al espejo, mientras la mujer de cabello negro con canas se lavaba las manos y salía del baño.
Esa mujer de cuarenta y cinco años viajaría a Alemania a cuidar y vivir con su hija y sus nietos. «¡Que mujer ejemplar!» Pensó con una sonrisa que apenas y crearon finas arrugas en sus ojos grises, ahí junto al lunar del lado derecho de su cara se formaban más de esas líneas de expresión.
Salió del baño, caminó hasta la entrada y tomó uno de los taxis del aeropuerto. Se sentó en el asiento trasero y sintió calor, y a pesar de que el taxista encendió el aire acondicionado a petición suya, el calor no se le iba, así que se quitó el largo abrigo quedando en solo unos pequeños pantaloncillos cortos que se le apegaban como una segunda piel, y en un top corto y escotado que produjeron nervios en el taxista. Veinte minutos después se bajó cerca del lugar donde trabajaba la señora que probablemente ya estaba abordando hacia Alemania. Pagó al taxista, quien estaba aún tan nervioso por el cuerpazo de la mujer mayor que no se dio cuenta que ella dejó el caro abrigo largo en el asiento de atrás.
La esposa del taxista recibiría un regalo adelantado de aniversario.
De todos modos la mujer que lo perdió no le daba importancia a la cara prenda, ese era parte del plan. Lo que ella ocupaba ponerse sería engorroso de llevar con tal abrigo encima.
La calma nocturna era la que reinaba en ese momento
Caminó por el callejón oscuro, que discurría unas cuadras antes de la oficina de viajes, un par de basureros a reventar la recibieron con su penetrante aroma de comida descomponiéndose, sin duda el pequeño restaurante de sushi en ese callejón no estaba vendiendo muy bien. Se acercó al que estaba menos lleno y sacó una bolsa negra impermeable de allí, el hediondo líquido de los pescados descompuestos resbaló de la bolsa y chorreó el suelo. La mujer negó con la cabeza, ya regañaría después a Nyan Chan, sin duda para ella había sido una ocurrencia divertidísima.
Abrió la bolsa luego de que terminase de gotear el pútrido líquido y sacó con cuidado algunos de los periódicos que habían dentro, los tiró al basurero y luego sacó otra bolsa de basura más. Sonrió. Nyan Chan no había sido tan torpe como creyó, había metido lo realmente importante en bolsas aparte. Abrió la otra bolsa y sacó un traje negro y con varios bolsillos pequeños en las piernas y en los brazos. La mujer puso varios periódicos en el sucio y húmedo suelo del callejón y se descalzó para poder ponerse el traje de cuerpo entero que la tapaba desde las puntas de los pies hasta las muñecas y el cuello en su totalidad, además de tener una capucha para la cabeza que se ajustaba. A pesar de lo estrecho que parecía el traje, la mujer no tuvo problema para ponérselo, esa tela especial, además de tener una alta tolerancia a temperaturas extremas y a impactos de bala, era de tela ―aleación de tela― expandible. Una obra maestra de la que se sentía orgullosa.
Era su creación después de todo.
Se volvió a colocar las botas de combate y revisó de nuevo la bolsa de basura, allí encontró dos pistolas pequeñas, una plateada ―su favorita― y una negra ―recién salida del laboratorio de Black Steel―, ambas con silenciador, las colocó rápidamente en los compartimiento en sus piernas. Derecha e izquierda respectivamente.
Respiró hondo y miró al nocturno cielo, ya casi llegaba la hora de terminar el trabajo.
De la bolsa del traje sacó unos guantes igualmente negros con ciertos detalles en plateado, no eran adornos, o tal vez sí, pero tenían una finalidad menos artística, se los colocó, al igual que el ―aparente― sencillo reloj digital de muñeca que estaba allí también. Tomó otra de las bolsas y de ahí sacó un pequeño bolso que colocó a su espalda y otro que colocó en su pierna izquierda.
Indumentaria terminada.
Revisó cada uno de los bolsillos del traje para cerciorarse de que todo estuviese como y donde debía de estar, un error al buscar podría costarle la vida o lo que era peor, mucho peor… la misión.
Todo perfecto.
Revisó su reloj de muñeca y volvió a respirar hondo, el tiempo también iba perfecto. Metió los periódicos de nuevo en la bolsa, le hizo un nudo y la colocó en el apestoso basurero, dio tres pasos atrás, se acomodó el verde cabello en un moño, se puso la capucha y abrió la tapa de la alcantarilla en el suelo, bajó poco a poco por la escalerilla, no sin antes volver a colocar la tapa en su lugar y se hundió en la oscuridad del sucio acueducto.
No era la mejor parte del trabajo el caminar entre la humedad y las corrientes de desechos, evacuaciones humanas, insectos y ratas tan grandes que parecían gatos sobre alimentados, pero al menos era la parte más fácil.
Caminó con apremio y sigilo entre el vaho húmedo y cálido de la descompuesta materia fétida de ese lugar, por entre los túneles, doblando de manera segura en las intersecciones y al llegar a la cuarta escalerilla de mano luego de haber doblado a la derecha en el último tramo de túneles, subió por ella. Antes de abrir la tapa miró de nuevo su reloj y apretó uno de los botones, sonrió.
No habían moros en la costa.
Abrió la entrada de la alcantarilla y salió con solo un impulso y en completo silencio volvió a colocar la tapa. Con la misma agilidad se subió en otro de los sucios y rebalsados basureros propios de las callejuelas de ciudad y quitó la entrada de ventilación de lo que parecía un edificio derruido. Entró por la estrecha ventanilla y con los codos se impulsó con rapidez hasta adentro donde en cuestión de minutos se encontró con la salida. Allí volvió a revisar su reloj antes de proceder nuevamente, una luz verde parpadeó y ella se quedó inmóvil, un minuto y medio después la luz verde desaparecía de su reloj y ella abría con silencio absoluto la ventanilla de aire acondicionado y observaba el panorama.
Ya se lo esperaba.
A pesar que de fuera el edificio parecía uno más del montón de los que se usaban para bodega en la ciudad, éste, a diferencia de los otros se expandía hacía abajo más de treinta pisos. Es decir, lo que en los otros edificios el lugar donde estaba la mujer daría con el primer y único piso de la estructura, en ese edificio en particular daba con las vigas del techo y un abismo con más vigas bajo ella y una armazón de metal de los pisos por terminar de construir.
Un gran esqueleto de metal.
Sacó un pie y comprobó la viga. Estaban soldadas y eran de metal, habían reemplazado las originales de madera; claro, no podían permitir que se les cayese el edificio encima luego de haberlo modificado de esa manera. Pasó todo su cuerpo del ducto de ventilación hacia la viga y cerró la ventanilla. Caminó con la agilidad de un gato sobre el estrecho pedazo de metal, y con igual agilidad, saltó y giró sobre sí misma en una maroma sin manos para bajar a la viga tres metros debajo de la primera.
Cualquier gimnasta olímpico desearía la habilidad de ella, bueno, ella había sido una gimnasta muy prometedora tiempo atrás.
Una vida atrás, podría decirse…
Bajó cinco, diez, diecisiete pisos de vigas y la luz verde volvió a aparecer en su reloj así que volvió a detenerse. Se ocultó en la oscuridad de la viga más cercana y esperó a que el punto de luz desapareciese. Aún estaba trece pisos por encima de su objetivo, era una lástima que solo el primer piso ―o el treintavo dependiendo de la perspectiva con que se le mirase― fuese el único piso terminado de los superiores, ya que bajo ese también habían cuatro más subterráneos, sin duda hubiese sido más fácil descender por el futuro ducto del ascensor de ese lado
Solo sería deslizarse hasta el objetivo.
Lastimosamente solo había un ascensor del lado totalmente contrario del de donde ella estaba y no estaba entre los planes para ella el usarlo para bajar.
Solo lo usaría para ascender.
La luz verde desapareció y ella continuó bajando entre giros, saltos y maniobras de deportista extremo. Al llegar al piso veintinueve, se escabulló en otro ducto semi terminado de ventilación y observó como el reloj le mostraba quince luces verdes. No se preocupó, ya las esperaba. Volvió a utilizar sus codos para impulsarse y en pocos minutos oyó voces de una de las segregaciones del túnel de ventilación, sonrió y siguió las voces, al llegar al final del túnel sacó de lo que debía ser un botón del reloj, una antenita, y la pasó por entre los agujeros de la ventanilla de ventilación, pulsó otro botón del reloj y la pequeña pantalla le mostró con una calidad asombrosa lo que pasaba allí, quince metros debajo de donde estaba ella.
Allí, en esa sala en especial estaban cinco hombres y un maletín negro, el maletín por el que ella venía. Lo sabía muy bien, el hombre con el que se había estado acostando toda esta semana se lo había dicho todo, con lujo de detalles mientras ella lo cabalgaba con experiencia y hacían rechinar la cama.
Se mordió el labio recordando.
Ese hombre era un maestro en la cama, ella lo tenía más que claro. Observó al hombre al lado derecho del maletín, era justamente él. No importaba que escondiese su tatuaje rojo de la mejilla derecha, ella lo reconocía sin lugar a dudas.
No vería ese rostro más y le alegraba.
«Hora del trabajo» Pensó y sacó la camarilla y la guardó dentro del reloj nuevamente. Observó el plástico de la ventanilla y retrocedió un poco para zafarlo con delicadeza, cedió tan fácil que resultaba ridículo. Seguidamente bajó su mano hasta su pierna derecha y sacó el arma plateada y con la izquierda buscó en su bolsillo de la espalda baja, la mirilla de largo alcance que colocó en su arma favorita, con completa pericia sacó la mitad de su cuerpo de la ventanilla. Ella estaba tan arriba y el lugar tenía tan mala iluminación que no la verían. Con la fuerza de sus músculos abdominales mantuvo erguido el torso y apuntó a su primer objetivo, al hombre que ocultaba el seductor tatuaje en su cara, observó con la mirilla, lo vio sonreír y su boca llenarse de pequeñas arrugas. Se alegraba. Ya no vería esas arrugas nunca más. Suficiente las había visto todas las noches de esa semana.
Disparó.
Y antes de que siquiera la bala llegase a su objetivo volvió a meterse en el ducto de ventilación, revisó las luces del reloj, solo quedaban cuatro en esa habitación, escuchó los gritos asustados, por suerte esa habitación era anti ruido.
«Hora de aprovechar el miedo» Metió el arma plateada en su compartimiento con una mano luego de quitarle la mirilla y con la otra mano sacó la negra, la velocidad con que re equipo la segunda arma y le puso la mirilla fue casi mágica, al igual que la manera en que volvió a sacar medio cuerpo y a disparar cuatro veces. Ésta vez no necesitó averiguar con el reloj. Vio como las cuatro cabezas explotaban como si fuesen fuentes de agua. Las paredes nuevas y recién pintadas de gris recibieron el color de la vida, y uno que otro parchón piel y gris.
Los pedazos de cerebro decoraban tan bien como la sangre.
De una de las decoraciones plateadas de su guante sacó una cuerda delgada y semitransparente, colocó y encendió el poderoso electroimán que era la parte metálica y lo colocó en la viga metálica junto a ella, descendía ligera y veloz donde la dantesca obra de arte con restos humanos se exhibía. Apagó el electroimán y la cuerda se volvió a guardar en su guante rápidamente. Observó los cuatro cuerpos sin cabeza, uno inclusive cayó sentado, con la espalda contra la pared, miró al hombre del tatuaje escondido que sangraba copiosamente de la herida en el pecho. Justo en el corazón. Se acercó a él y revisó. Efectivamente, el corazón que latía tan vigorosamente cuando ella colocaba sus manos en su pecho para acelerar las penetraciones en las noches apasionadas no estaba latiendo. Le dio un pequeño electroshock con el guante.
Nada.
Justo como debía de pasar. Ese era su trabajo. Ella lo cumplía a cabalidad.
Tomó una tarjeta de la chaqueta del hombre, luego el maletín y forzando el cierre con un golpe del guante eléctrico lo abrió. Allí estaba todo lo que necesitaba, pero igual metió los papeles que estaban sobre la mesa, las dos portátiles, las tres tabletas y el celular de todos los que habían estado allí. No debía de preocuparse de las cámaras de seguridad, su compañero de misión ya se había encargado de ello.
Revisó su reloj y vio dos luces del otro lado de la puerta. Sin duda eran guardias. Utilizó el modulador de voz de su reloj y lo colocó en la frecuencia de voz del hombre al que disparó de primero.
Una voz propia de un hombre de cuarenta años, tomador de ron y fumador de habanos caros.
Escribió algo con el teclado holográfico del reloj y luego tocó el botón de apertura de la puerta y mientras la puerta se abría, los guardias escuchaban la orden de uno de sus jefes.
―Entren imbéciles, llévense a este traidor…
Los hombres no dudaron ni un minuto y entraron, no tuvieron tiempo de entender la situación ya que dos balas los recibieron por la espalda en la cabeza.
Muertos y más pintura.
Más cadáveres para el cuadro de horror de la noche.
La mujer salió con el maletín en la mano y la pistola negra en la otra, revisó el reloj, seis luces más estaban en el siguiente pasillo detrás de la puerta de metal. No sería un problema matarlos uno a uno de a un disparo a la vez, pero prefirió evitar más sangre, así que sacó de uno de los compartimientos de los brazos una pequeña esfera; no mayor a la uña del dedo meñique, y la deslizó entre las rendijas de la parte baja de la puerta de metal.
«Cuatro… tres… dos… uno…» Contó mentalmente y enseguida oyó toces y gemidos. Solo duraron un par de segundos. Miró su reloj, seis luces se apagaban una a una. Cuando se apagó la sexta abrió la puerta con la tarjeta llave que le quitó al hombre del tatuaje oculto y desactivó por completo la seguridad de la puerta. El veneno aún estaba en el aire, probablemente se requeriría una o dos horas para que se despejase. Observó a los guardias custodios. Sangraban de los ojos y la nariz y estaban mortalmente blancos.
«Bueno, al menos sangraron menos que con un balazo en la cabeza» restó importancia la mujer y entró al envenenado pasillo. Aún había veneno, pero la traía sin cuidado. Ella, al igual que los otros como ella no eran afectados por ese veneno, habían sido inmunizados por Cobra, el mismo creador de la toxina.
Llegó a la siguiente puerta. Ninguna luz. Ya casi llegaba a la entrada al punto de encuentro con su compañero y luego de eso debía de dar la señal al equipo de limpieza y escenificación.
Llegó hasta la puerta de lo que al otro lado sería la entrada y ascensor hasta la superficie. Allí estaban. Las dos luces que faltaban estaban allí.
Una de esas luces debía de ser de Jose Porla. El líder de la organización y él que hacía solo unas horas había sido su jefe en una medianamente exitosa empresa de viajes.
Volvió a sonreír ante la ironía.
«¿Cuántos ex empleados no desean matar a sus antiguos jefes?» Bueno, ella viviría el sueño por ellos.
Abrió la puerta y disparó dos veces antes de que ellos se enteraran de que la puerta se abría.
Ellos estaban junto a la puerta y de espaldas. Nunca esperaron ese disparo.
Al que debía ser el guardaespaldas le había dado en la cabeza, otra cabeza menos para los de limpieza, aunque estaba segura que los de limpieza preferirían esa cabeza a tener que limpiar los fragmentos de éstas. Pero esa era su especialidad, explotar cabezas de un solo disparo.
Todos los que eran como ella tenían su especialidad y eran respetados por eso.
Al otro hombre, a Jose, su antiguo jefe, el disparo le dio en el pecho, lo oía jadear, probablemente le había reventado un pulmón; pensó que sería bueno dejarlo vivo para sacarle más información con un poco de tortura, sí, entre los que eran como ella habían dos o tres expertos en eso. Aunque un pulmón reventado no le daba muchas posibilidades de vivir ni tres minutos más.
Suspiró.
Debió de bajar la intensidad del arma. Bueno, para su defensa la mujer nunca cometía errores, pero ese arma era nueva y experimental. Ya sabría para una próxima ocasión ese dato.
«De los fallos saquen enseñanzas así nunca serán fracasos» Ese era el lema de la jefa suprema. La Primera. Como la mayoría le llamaba.
Caminó hasta cerca del ascensor, de espaldas a los cadáveres que yacían junto a la puerta abierta, a pesar de su trabajo no le gustaba mucho verlos. Miró su reloj dispuesta a mandar la señal a los equipos de limpieza cuando escuchó un sonido, volvió a ver justo en el momento en que Porla le disparaba.
Se había confiado con la resistencia del hombre.
«Segundo fallo. Maldita sea» Ahora sí que estaba furiosa con ella misma.
Por suerte el disparo solo le rozó el brazo protegido por el traje de tela especial y antibalas, pero el hombre a pesar de sangrar de nariz y boca seguía sosteniendo el arma en alto.
La mujer lo admitía el hombre tenía agallas.
―Baja el arma, Porla. Estás acabado ―conteniendo el enojo consigo misma habló con frialdad la mujer.
El hombre solo sonrió y subió más el arma. Apuntándole a la cabeza. La mujer no tuvo duda que él tenía amplia experiencia en disparar en esa zona, no tanta como ella, pero nada despreciable. Decidió en cuestión de microsegundos que lo mejor era correr hacia él para evitar que apuntase con precisión, solo se arriesgaría a que la bala le rozase la cara desprotegida.
Rasguño más. Rasguño menos en su amplio historial.
Nada que no curasen fácilmente sus expertas en medicina.
Estaba por ejecutar su plan cuando observó una ráfaga de luz salir del pasillo oscuro detrás de Porla y cercenar el brazo desde el hombro. Fue tan rápido y limpio el corte que probablemente el cerebro del líder de la organización aún no se daba cuenta de su falta.
No así la sangre que manaba a chorros de él.
Ella conocía ese estilo. Su compañero por fin llegaba.
De una patada, el recién llegado tiraba al suelo al hombre y le ponía un pie encima en el pecho. El hombre en el suelo lo miraba horrorizado.
―Muy mal… apuntarle a mi compañera ha estado muy mal… ―el bastón que traía en la mano lo puso en la boca del hombre y lo hizo abrirla, tragándose unos centímetros del mismo―, ella es más compasiva que yo, pero... yo ya estoy aquí, Jose Porla… ―metió un poco más el bastón antes de continuar― líder de pedófilos y organizaciones de trata de blancas. Ofreciendo viajes y oportunidades de trabajo a mujeres jóvenes y luego violándolas y esclavizándolas sexualmente en otro país, o simplemente matándolas y dejándolas en algún callejón. Violando niños y vendiendo los videos de las violaciones como material pornográfico en la Deep Web… Jose, Jose, Jose… ―chasqueó sus dientes con decepción mientras negaba con la cabeza― no puedes morir sin sufrir…
La mujer miró hacia otro lado y se tapó los oídos.
Mientras tanto una cuchilla de luz crecía en la punta del bastón que el criminal tenía en la boca, crecía y se le enterraba en la garganta, a la vez que las partículas hipersónicas que lo componían generaban tanto calor al chocar entre ellas que sentía sus encías derretirse y su lengua fusionarse con el cielo de la boca impidiéndole gritar, la garganta del hombre se llenó de sangre y el aire de la pequeña recepción se vició con el olor de la carne quemada y el vapor de la sangre hirviendo. Cuando la luz lo hubo atravesado por completo el hombre aún sentía…
Sentía tanto que deseaba la muerte.
Así como sus víctimas la desearon muchas veces, mientras él sonreía lascivo y sudado sobre ellas.
Cuando la muerte empezaba a actuar de analgésico, el hombre de pie apretó un botón del bastón y de la cuchilla principal salieron dos más, que giraron lentamente sobre el eje de la primera, como si fuesen manecillas de reloj, cada una en una dirección diferente, formando un círculo perfecto, y cortando y quemando la cabeza del hombre en dos. Uno de los ojos del hombre reventó debido al calor de las cuchillas y con un sufrimiento que ojalá repitiese mil veces mil en el infierno ―si es que aquello existía― Jose Porla, una escoria humana más, dejó este mundo.
El hombre sacó el bastón, limpió los restos de carne quemada y sangre del bastón en la ropa del recién fallecido y con un botón hizo que disminuyese de tamaño y lo guardó en su bolsillo.
―Gracias por dejarme parte de la fiesta ―le habló burlón.
―Te hubiese dejado más, pero parecías con mucho sueño ―con el mismo tono contestó ella.
―Bueno, confio en que mi compañera me cubra mientras me echo una siesta.
―Eres muy confiado entonces ―le sonrió de medio lado y él le devolvió la sonrisa.
―Lo sé, pero mi compañera tiene un trasero que me vuelve idiota…
―Ya… ―la mujer negó con la cabeza y se dio la vuelta y caminó hacia el ascensor con la maleta en la mano.
―Justamente de ese es el que hablo ―el hombre la siguió y la escuchó reírse divertida.
―Oh, quien diría un cadáver me está acosando sexualmente…
―Un cadáver muy apuesto. Pero en serio… ―habló mientras ella abría las puertas del elevador y entraba― la sangre falsa en la lácrima fue demasiada. Tengo que hablar con Script sobre esto ―se miró asqueado la camisa blanca llena de sangre mientras ingresaba junto a la mujer al elevador y pulsaban el botón para subir.
―Ya sabes, más sangre, más pánico… dejan al miedo fluir y se vuelven idiotas.
―Supongo, pero aún así… Por cierto, ―la volvió a ver con el ceño fruncido― ¿Usaste a propósito más electricidad de la que debías en el electroshock, verdad? Sabes que el disparo especial minimiza mis signos vitales casi hasta cero, pero igual siento… ¿No?
―Umm…
― ¿Es tú venganza por cómo te desperté?
Ella lo miró a la cara con una sonrisa y levantó los hombros.
―Bien que te gustó… ―le levantó la ceja arrogante.
―Si tú lo dices…
―Ahh… ¿Haciéndose la difícil? ―el elevador subía lento y aún quedaban quince pisos. Él sonrió lascivo y acorraló a la mujer contra una de las frías paredes de acero, mientras se inclinaba hacía ella. Ella no dejó de enfrentarle la mirada.
Ella era la única que podía hacer eso.
Sin embargo esos ojos grises lo estaban fastidiando ―Antes de castigarte… ―le quitó la capucha y con la habilidad de un experto le quitó la peluca verde. El rojo cabello escarlata de ella cayó libre y él sonrió satisfecho, luego llevó sus manos a las orejas de ella, y presionó los aretes, haciendo que la red de nano robots en su rostro se retirase, eliminando ese falso lunar, esas falsas arrugas, esa falsa nariz chata y ese falso color gris en sus ojos― Ahora sí… ―se acercó a los labios de ella pero ésta vez ella lo detuvo.
―No me vas a besar con esa cara de viejo verde, suficiente fue soportar verla toda ésta semana…
Él rió y se apretó sus lóbulos haciendo que la cara de viejo verde, como le había llamado ella desapareciese y quedase su apuesto rostro joven y varonil. Ella dejó que la maleta cayese al suelo y elevó las manos y le quitó la falsa peluca con rastros de calvicie que utilizaba.
―Es traumático ver tu cara con esta falsa calvicie ―le dijo mientras terminaba de retirarle la falsa cabellera, aprovechó para acariciarle el tatuaje de la cara y luego recibió gustosa los labios del hombre en los suyos.
Tan naturales. Tan diestros. Tan apasionados. Tan necesitados.
Él introdujo su lengua cuando ella le mordió el labio inferior y fue recibido por la siempre juguetona de ella. Ella sabía cómo volverlo loco con solo esos roces. Con su lengua masajeaba suavemente la de él, para luego batallar y envolverla con la de ella… con su calidez y humedad que volvían la imagen de sus lenguas tomándose algo tan… gráfico… que parecía una imagen de pecado puro.
Deseo. Lujuria. Lascivia. Inmoralidad. Todo junto.
Él bajó una mano hasta el trasero de ella y lo masajeó como deseó hacerlo desde que la vio con su traje de misión. No importaba que ya lo hubiese tocado de mil maneras antes. Nunca se cansaba, ni de su trasero, ni de su cuerpo, ni de ella…
Lástima que el ascensor llegaba a su destino.
Se soltaron al escuchar la campanilla de llegada. Se recompusieron ―un poco― en los treinta segundos que tardó el ascensor en abrirse, justo donde el equipo de limpieza y escenificación llegaba a hacer el trabajo de ellos.
―Titania. Mystogan. Excelente trabajo como siempre. Archive está deseando poner sus manos en esa información.
―Lo imagino ―contestó con una sonrisa la mujer que respondía al alias de Titania.
― ¿Alguna cosa que debamos saber antes de bajar?
―Titania hizo unas hermosas pinturas en la sala de reuniones, esplendorosas paredes decoradas con el arte más bizarro que hayas visto, Mark Powell estaría celoso si las viese… te encantaran, Pintor ―agregó sarcástico y burlón el que respondía al alias de Mystogan, recibiendo un codazo de parte de la pelirroja Titania.
El otro hombre suspiró. Ya sabía a lo que se refería Mystogan. Sería un arduo trabajo para su equipo y el de Escoba. Una mujer de su equipo se acercó al hombre de cabello azul y le pasó una camisa limpia y un abrigo largo negro, él, se quitó el saco manchado y la camisa blanca roja de falsa sangre y se puso la camisa negra de manga larga y de cuello en uve que la mujer le había ofrecido y se colocó el abrigo en un hombro.
Estaba aún caliente del ascensor como para agregar más calor.
A la pelirroja no se le pasó por alto las miradas atentas de todas las mujeres y algún que otro hombre que se clavaron deseosas en el cuerpo atlético y fibroso de su compañero. Se rió divertida porque sabía que su compañero lo hacia a propósito, habían apostado por cuantas mujeres y hombres lo deseaban en el departamento de limpieza y escenificación.
De hecho ella acababa de ganar.
― ¿Necesitan transporte? ―preguntó Pintor luego de que él hombre terminase de vestirse.
―No, Meteoro ya debe estar afuera.
La pelirroja puso los ojos en blanco y Pintor asintió adentrándose al ascensor junto con la primera parte de su equipo y comenzó el descenso, mientras que los dos que acababan de terminar su trabajo salían por una puerta que daba a un falso callejón.
― ¿Así que llamaste a Meteoro? ―le preguntó con la ceja alzada mientras que veía al cielo nocturno con estrellas al igual que lo hacia su compañero.
Ambos compartían esa manía al terminar alguna misión.
Esa y otras más.
―Sí, debe de estar por llegar. Llegaremos más rápido a los cuarteles con él ―le sonrió divertido en el momento en que un auto negro similar a un jaguar deportivo se parqueaba delante del falso callejón― Mira, ahí llegó…
Utilizando un comando de voz las puertas del auto se abrieron y él se sentó en el asiento del conductor.
― ¿Conducirás?
―Sí, aunque Meteoro se conduce solo ya sabes que prefiero hacerlo yo cuando puedo.
Ella negó con la cabeza. Ese hombre estaba como loco por su auto, no dejaba que nadie lo condujera y además no dejaba que se condujese solo sí él estaba dentro. No había cosa en el mundo que lo hiciese cambiar de opinión, prefería cortarse las manos a permitir algo así. Exhaló resignada y se montó en el lado del copiloto y colocó la maleta negra con cuidado en el suelo en la parte de atrás y tiró las pelucas.
― ¿Lista?
―Cuando quieras ―la mujer echó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos mientras con la mano jalaba la palanca para poner horizontal el asiento.
― ¿Te vas a dormir?
―Sip. Nos queda entregar el informe, revisar la nueva información, pasar por enfermería y luego reunión con los de arriba. Debo aprovechar.
―Tienes razón. Descansa yo te despierto.
Él se perdió el detalle, pero ella sonrió a sus palabras mientras él colocaba la lista de Nocturne en los parlantes del auto. Él sabía que Chopin siempre la calmaba y la relajaba lo suficiente para hacerla dormir.
Media hora después la pelirroja dormía tranquila, cobijada en el abrigo que él le había puesto encima. Y ésta vez era ella la que se perdía el detalle.
El detalle de él con un mechón de su escarlata cabello en la mano, observándola dormir mientras el auto se conducía solo entre la oscuridad de la nocturna ciudad.
…Faltaba una hora para llegar a los cuarteles de Lumen Histoire…
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¿Review?
:D Sus reviews hacen que la historia continúe y no se pause D:
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Aclaraciones:
In den Schatten: Es Alemán ysignifica"En las sombras" ¿Por qué? No sé... escuchaba rock en alemán cuando comencé el fic. xDD
Eiens: Significa "Uno" en Alemán. Los siguientes capítulos serán enumerados de esa manera. xD
Nokturn: Nocturno.
Mark Powell: Es un artista plástico con una amplia gama dedicada al arte del horror-macabro.
Nocturnes: Son 21 piezas para piano creadas por Chopin durante quince años. Todas ellas reciben el nombre de Nocturne, por supuesto cada uno se diferencia por el número correspondiente de Opus.
Cara: La tecnología de cambio de rostro es como la que usa la Viuda Negra en Capitán América y el soldado del invierno.
Rincón De La Escritora En Proceso:
Espero que no estén confundidos con todo lo que pasó y con todo lo que no se explica. xDD Ya, tal vez, tendrán explicaciones. :x
Así como con los otros fics, la masoquista de Sabastu está emocionada y jodidamente nerviosa con éste fic también, en especial porque dejo de lado los brillos de la comedia romántica e intento un género en el que no me siento muy confiada. xDD En serio, me encanta leer este tipo de historias pero siento que no se me da escribirlas… pero bueno…
«De los fallos saquen enseñanzas así nunca serán fracasos»
En fin, espero les llame la atención y me apoyen en los reviews para saber si merece ser continuado. QwQ)b
¡Adieu!
¡Por un mundo con más Jerza! TToTT)9
