Por siempre y para siempre.
Luego de tanto tiempo separados por la distancia, al fin el destino los une, convirtiéndolos en una sola persona, unidos y jamás separados. Por siempre y para siempre, un amor más allá de la amistad que tuvieron, y se convirtió en un amor eterno, algo por siempre.
Cap. 1 "Preparaciones"
28 de diciembre a las 10:29 a.m. Se supone estaría conectada como siempre a esa hora, esperando o conversando con Emmett, mi novio. Ya llevábamos bastante de conocernos, a su lado había logrado alcanzar varias de las metas que me había propuesto, una de ellas, tener el valor de decirle a mi madre que tenía un novio y deseaba conocerlo en personas, no fue fácil al principio por el miedo que tenía a su rechazo y que quisiera alejarme de él, aun más cuando lo necesito en mi vida, hasta para respirar. No sabía cuan malo o bueno podría significar eso en mi vida, pero era la más viva realidad, lo necesitaba y sabía que él a mí.
Emmett sabía que hoy no estaría conectada, le había dicho que tenía un viaje y regresaría solo al día siguiente; error, si tenía un viaje pero no regresaría al día siguiente. Iría a su país, Argentina pero él no lo sabía su hermana y sus padres si, quienes me ayudaron a darle la sorpresa, alguna vez debería ser yo quien lo hiciera, y no él este año las cosas cambiaría, para mejor, mucho mejor.
Tuve casi toda la semana ocupada, entre comprar ropa, aunque fuera lo que más tedioso que hacía, tenía que hacerlo, no iba a verlo con ropas gastadas, necesitaba variedad y otros accesorios.
Mi padre fue quien me acompaño hasta el aeropuerto con las ventanillas del coche abiertas. En Venezuela, la temperatura era de veinticuatro grados con el cielo azul celeste cubriéndolo siempre, y ese característico calor que nos brindaba mi país, usaba una de mis blusas favoritas, un color gris junto con unos jeans ajustados, y mi abrigo en mi brazo; un gesto de despedida, y a mi lado el equipaje, impermeable y color negro con detalles rojos a los bordes.
Bella… - Llamo mi padre haciendo me volteará hacía ella unos segundos – Cuídate, ¿sí?
Asentí en respuesta, dando un enorme suspiro, me acerqué y lo abracé con fuerza – Cuida a mamá y a mi hermana. – Murmuré. Extrañaría a Raneé y Rosalie.
Me abrazo con fuerza por más de un minutos, luego, subí al avión y él se fue.
Para llegar a Argentina, tenía un vuelvo de más o menos tres horas y media de Venezuela a Buenos Aires, de allí una hora más a Córdoba, en avioneta, para luego tomar un colectivo que me dejaría en el pueblo donde vivía Emmett, era frío aun más cuando estábamos en diciembre, la época era más fría.
Al llegar a su pueblo, su padre Carlisle junto con su hermana mi nueva cómplice, su nombre era Alice más joven que Emmett por pocos años, luego le seguía Jasper el hermano más pequeño de la familia. Emmett solía tener mejor relación con Jasper, ya por ser hombre los dos, aunque ninguna se igualaba a la relación que tenía como su madre, Esme; una mujer más cariñosa, amable que podrías conocer, con ese lado maternal que siempre llevará y es algo ya característico en ella, aun por su pasado algo fuerte, ella me comprendía como nadie más podría hacerlo, algo que valoraba tener, y agradecía tanto por haber criado a Emmett.
Carlisle había mandado hacer unos encargos a Emmett, quien no tenía idea alguna de lo que ocurría, o lo que iba a suceder. Miré por las ventanillas del auto, estaban cerradas por la humedad, y el frío que hacía, jugaba con mis manos, nerviosa bajando sutilmente mi cabeza repetidas veces, al mismo tiempo que buscaba controlar mi respiración. El paisaje era hermosa, por supuesto, no podía negarlo, todo color verde; árboles, troncos cubiertos de musgo, las hojas que desprendían de los mismo cubriendo el suelo, además del helecho que también lo cubría, además del aire que traspasaba las hojas y ramas de aquel bosque, era verdoso, planeta alienígena debería llamarlo.
Al fin habíamos llegado a su casa, Emmett por lo que según había dicho Alice no había llegado a la casa, pero eso no evito el hecho de que mis nervios aumentará, era tarde casi las nueve de la noche, allí estacionados frente a su casa, donde pasaría algunos días, tal vez semanas o menes aun no lo sabía todo dependería de cómo iban los días a su lado, y cuál sería su reacción. Bajamos del auto, encontrándonos con Esme y Jasper, quienes nos apresuraron, pues Emmett ya venía en camino, y algo de mal humor, nos advirtió Esme.
Sabía el por qué de su mal humor, no había estado con él, conversando como de costumbre y eso lo atormentaba pero tenía una razón bastante fuerte para no haberlo hecho, ahora no necesitaba de una pantalla, una laptop, o un móvil para hablar con él, ahora podría hacerlo al mismo tiempo que podría sentir sus brazos rodearme por primera vez. ¿Qué sentiré en ese momento? Deseaba y anhelaba saberlo.
Tomé mi equipaje, pero Carlisle me ayudo a llevar dentro de la casa, al estar dentro logramos acomodarnos, aunque claro me sentía incomoda, lo necesitaba a él, todo era nuevo para mí, aun más cuando Jasper hacía tantas preguntas algo que me ponía aun más nerviosa, sólo lograba ruborizarme, por completo hasta hice reír a Carlisle, por las palabras que su hijo, mi pequeño cuñado decía, el sonrojo que causaba en mí era típico de la familia Cullen, aun más cuando era Emmett quien lo lograba.
Esme llamo a Emmett para saber por dónde venía, le aviso llegaría algo tarde por lo que – tranquilizo – a su madre, quien ya se había preocupado por él, además de extrañarlo algo que era obvio.
Esme me ayudo a llevar mis cosas a mi nueva habitación, ayudándome a desempacar sin prisa alguna, sólo las cosas necesarias para esta noche y la siguiente. Me tomé una ducha, y me coloque algo más abrigado, una sudadera junto con unos jeans holgados, bajé las escaleras y allí estaba, había llegado justo cuando me estaba duchando, Alice se acerco avisarme y sentí como mi corazón deseaba salir de mi pecho, miré su espalda perfectamente contorneada por su remera de rayas, acentuando cada parte de su torso, estaba de espaldas a mí, conversando con su madre. Puedo hacerlo, me anime, pero aun seguía paralizada de la emoción, aferrada a mi mano al hierro de la escalera. Oh vamos Bella, hazlo es Emmett, no va a morderte.
Emmett, voltea… - Sugirió Esme y él lo hizo, volteo con su ceño fruncido, esto no parecía real, todo parecía un sueño, pero era real. Emmett sacudió la cabeza con indulgencia.
Nuestras miradas se encontraron por primera vez nos mirábamos a los ojos, frente a frente. Los ojos de Emmett era increíblemente tiernos, además de estar llenos de sorpresa y alegría, cruzo como bala la sala, acercándose a mí, me rodeo con sus brazos aferrándose a mí con una increíble fuerza, no dude en hacerlo también y cerré mis ojos hundiendo por primera vez mi rostro en su pecho, miles de sensaciones me invadieron, haciendo vibrar cada célula de mi cuerpo, clavaba mis dedos en su espalda, suplicando porque no se alejará, no ahora que podía tenerlo en mis brazos y hundirme en su pecho.
Bella… - Pronuncio por primera vez mi nombre entre sus labios, haciéndome estremecer cada partícula de mi cuerpo entre sus brazos, al tiempo que tomaba mí rostro entre sus manos para mirar nuevamente a mis ojos, un estremecimiento recorrió nuevamente mi cuerpo ante esa caricia, su piel la sentía, al fin luego de tanto desearla. – Estas aquí… - Al fin rompió el silencio, aferrando sus brazos a un más entorno a mi cintura, levantándome del suelo para hacerme dar vueltas con él, reí ruborizándome, llegando a ese color carmesí en mis mejillas.
Y no me iré. – Prometí mirando sus ojos, luego de que me bajo cuidadosamente al suelo, como si fuera una muñeca de porcelana, y demasiado valiosa.
Eres lo más importante para mí, lo más importante que he tenido jamás, me rehusó a perderte o te vayas, te secuestraré si es posible para mantenerte a mi lado. ¡Bella estas aquí! – Grito con emoción entre sus ojos color esmeralda, me hacía sonreí aun cuando sólo los viera por una foto, ahora podía sentir su felicidad, su felicidad era la mía.
Ya me conoces Emmett, estoy aquí, y lo que burdamente traducido significa, que preferiría morir antes que alejarme de ti. – Hice una mueca, y luego reí hundiéndome de nuevo en su cuello, inhalando profundamente su perfume. Memorizándolo a fuego en mi memoria. Levanté de nuevo mi mirada hacía sus ojos.
Lentamente, sin apartar los ojos de los míos, se inclinó hacia mí. Luego, de forma sorprendente pero suave, apoyo su mejilla contra la mía, la sangre me hervía bajo la piel, quemándome la misma al tiempo que mi respiración se convirtió en un violento jadeo por la sorpresa de su acto.
