Hola! Muchas personas me pidieron que escribiera una continuación, así que aquí la traigo. ¡Espero que les guste!

Summary: Continuación del minific "Siempre a tu lado". Una verdad que parecía una mentira. Una boda que marcará el inicio de un nuevo camino. Un nacimiento que cambiará la vida de más de uno. Candy y Terry estarán juntos y esta vez, ya nada ni nadie podrá separarlos.

Disclaimer: Los personajes son propiedad de Kyoko Mizuki y Yumiko Igarashi. Yo solo juego con ellos.


Capítulo 1

El beso

Candy miró el mar. Aparecía tan sereno como se describía en los libros. Cerró los ojos y sonrió, recordando los últimos días pasados como un sueño.

Terry y ella habían estado juntos durante aquella semana que llevaban navegando. Había sido tan maravilloso como Candy nunca habría imaginado que sería. Terry los inscribió en el barco como "una pareja de recién casados en su Luna de Miel". Por ello, todos se referían a ellos dos como "el señor y la señora Grandchester". Terry le comentó que a esas alturas su madre ya habría recibido la carta de su padre, por lo que era seguro que los esperaría en el puerto. Candy se sintió muy feliz al escucharlo. Ella en verdad quería volver a ver a Eleanor, y estaba segura de que ella estaría encantada cuando se enterara de que Candy y Terry estaban prometidos.

"Si tan sólo tuviera un anillo, el compromiso sería oficial", pensó con cierta melancolía. Pero aunque Terry y ella volvían a América, a casa, aún había un tema del que no habían hablado: el beso en Escocia. Una vez Candy intentó tocar el tema, pues (aunque le diera vergüenza admitirlo en voz alta) Candy estaba deseando repetirlo.

- ¿Pensando en mi, pecosa? -se burló una voz a sus espaldas-. Vaya, no llevamos ni una semana de novios y ya te traigo loca. ¿Quién lo diría? -bromeó.

- ¡Ay, Terry! -gritó Candy, enojada.

- No te enfades pecosa, sabes que te quiero -dijo Terry, besándola en la mejilla. Candy hubiera preferido que lo hiciera en los labios, pero se negaba a declararlo en voz alta.

- ¿Te pasa algo, Candy? -le preguntó Terry, al verla pensativa.

- Terry... quisiera hablar sobre... sobre lo sucedido en Escocia -murmuró Candy, sonrojándose hasta los mismos ricitos de la frente.

Terry se quedó petrificado al escucharla. Era cierto que él había intentado en ciertas ocasiones hablar con Candy acerca de ese tema, pero no se había atrevido hasta entonces.

- Pecosa... -susurró tiernamente, acariciando su mejilla-, yo también he querido hablar contigo acerca de eso, pero no había tenido el valor suficiente.

- Terry... -dijo ella, asombrada ante lo tierno que se mostraba Terry con ella.

- Escucha, Candy -dijo Terry, sorprendentemente serio-, yo era un chico arrogante y tonto en ese momento. Estaba seguro de que tú me aceptarías, y entonces... no pude más. Quería decirte cuando te amaba en ese momento con ese beso, pero tú me diste la bofetada y yo te la devolví -murmuró acariciando las suaves mejillas de Candy, que estaban rojas de vergüenza-. No tienes idea de cuanto he lamentado eso. Eres un ángel, Candy, y a los ángeles no se les golpea.

Candy lo miró, con los ojos brillantes. ¡Ángel! ¡Terry le había dicho ángel! En su vida nadie le había dicho algo tan dulce, ni siquiera Anthony. Candy sintió una punzada de nostalgia al recordar a Anthony y cierta culpabilidad ante el hecho de que estuviera allí con Terry, pero luego pensó que Anthony querría que siguiera con su vida, y debía hacerlo. Amaba a Terry como nunca antes había amado a nadie más, de eso Candy estaba segura, y quería casarse con él. Candy suspiró, sintiendo como Terry le acariciaba tiernamente la mejilla. Ninguno de los dos dijo nada en ese momento, pero poco a poco sus rostros fueron acercándose hasta el punto en el que Candy podía sentir el cálido aliento de Terry y el dulce aroma a canela que su cuerpo desprendía.

- Bésame Terry, por favor -susurró. No necesitó repetírselo dos veces. Lentamente, Terry fue acercando su rostro al de Candy. Podía sentir su aliento y el fragante aroma a vainilla que desprendía. Poco a poco, ambos fueron cerrando los ojos, y antes de que ninguno de los dos se sintiera preparado, sus labios se rozaron suavemente. Una oleada eléctrica recorrió los cuerpos de ambos ante aquel simple roce. Poco a poco ambos fueron dejando a un lado la timidez. Era un beso dulce y suave, en el cual ambos se transmitían todo el amor que sentían el uno por el otro, pero al poco tiempo fue tornándose apasionado. Con su lengua Terry delineó los labios de Candy, que tenían un dulce sabor a fresa, Candy entreabrió sus labios dándole paso, entonces las lenguas de ambos se unieron en una apasionada danza llena de éxtasis. Terry se aferró con fuerza a la delgada cintura, y los brazos de Candy se colocaron alrededor del cuello de Terry, pegando aún más sus cuerpos. ¿Cuánto tiempo duró aquel beso? Ni Candy ni Terry lo sabían. Tras lo que pareciendo minutos, horas, o tal vez varios días de fulgurante sol, Candy y Terry se separaron. Candy siguió con los ojos cerrados, Terry aún no podía creer lo que estaba pasando. Pero finalmente se recuperó y le dijo pícaramente:

- Wow, pecosa, pero... ¿dónde aprendiste a besar así?

- ¡Terry! -gritó Candy, totalmente escandalizada y toda sonrojada. Terry se echó a reír, mientras a lo lejos, dos mujeres sonreían tiernamente viéndolos.

- Señor, haga usted que ambos sean eternamente felices -musitó una, mientras ambas se encaminaban dentro. Candy y Terry entraron en su camarote. Habían ordenado dos camas individuales, y aunque estaban sorprendidos por semejante pedido, ninguno de los criados se atrevió a desobedecer. Sobre todo tomando en cuenta la mirada de advertencia que Terry les había lanzado. Candy se acostó en su cama, sonriente, mientras pensaba en lo primero que Terry y ella harían cuando llegaran.

- ¿Terry?

- Dime pecosa.

- ¿Qué crees que hará tu madre cuando nos reciba? -le preguntó, sentándose al borde de la cama.

- Probablemente nos ofrecerá hospedarnos con ella mientras yo encuentro un trabajo decente en alguna compañía teatral -dijo Terry con un profundo bostezo. Candy rió.

- Si, supongo que si. Tu madre siempre ha sido muy amable y no dudo que lo hará.

Ninguno de los dos dijo nada entonces. Pusieron en práctica la sugerencia hecha por Candy los primeros días en el barco: aunque lo hacía de mala gana, Terry se daba la vuelta y Candy se quitaba la ropa y se puso su pijama con un ojo en su ropa y el otro en Terry, para ver que no hiciera "trampa". Luego hicieron lo mismo, solo que con Terry. Luego ambos se acostaron y durmieron, soñando, cada uno por su lado, con su vida ideal.