Buenas, lectores y lectoras. Solo espero que esta nota de autora no se mezcle con el fic, porque aún no manejo bien las herramientas del Copy and Paste... Pues este es un fic mío, más concretamente el segundo que hice y a la vez es mi primer long fic. Tuve muchos problemas pues no sabía como terminarlo y estuve meses sin actualizar hasta que un día me obligé a mí misma a darle su merecido final. Está escrito de forma un poco mediocre y los personajes pueden ser OOC, pero aún así lo subo a la página y no lo borro porque es una de mis primeras historias, y a los primeros fics siempre se les tiene cariño (o, al menos, desde mi punto de vista). Aunque creo que la razón de peso que hace que no lo borre es porque es el primer fanfic de mi pareja favorita que escribí... Bueno, no entretengo más, pasen y lean.


Era una noche oscura. El viento agitaba las velas negras de una nave pirata. La armada española se enfrentaba al temible Arthur Kirkland, capitán de la banda pirata inglesa más conocida en todos los siete mares. El sonido de los cañones y el olor a pólvora inundaban el ambiente. En un pequeño barco se encontraba Antonio Fernández Carriedo, capitán de la armada española, dando instrucciones a sus camaradas.

-¡Capitán!¡Nos hemos quedado sin munición!-decía uno de los tripulantes.

-¡¿Qué?!

El pobre Antonio ya no sabía que hacer. Estaban perdidos. Iban a una muerte segura y todo por ese maldito pirata. Alzó la vista y se encontró con unos ojos verdes, desafiantes, y una sonrisa arrogante.

-¡Acabad con ellos!

Antonio no entendió lo que dijo, hasta que vio con sus propios ojos. Un relieve que había en el barco se abrió de repente dejándo ver un cañón de gigantescas dimensiones que fue saliendo poco a poco.

Se acabó. De aquella no salían con vida.

-¡Fuego!

Se oyó un estruendo, el sonido del aire siendo cortado por un objeto a grandes velocidades y, finalmente una explosión gigantesca.
Antonio sintió como volaba por los aires para luego caer en el profundo mar. Frío y mojado, lo último que oyó decir fue:

-¡No lo dejeis morir!¡Lo quiero con vida!

Y, de repente, todo se hizo oscuro.

Oscuro. Todo estaba oscuro.

Abrió los ojos poco a poco. Dios, como le dolía la cabeza. ¿Qué coño había pasado? Y, de repente, lo recordó todo. El mar, los barcos, la lucha, Arthur... ¿Arthur? Espera un momento, ¿dónde estaba? Salió de sus pensamientos por el ruido de unos pasos aproximándose.

-¿Ya has despertado?

Una sombra se acercó a la celda. Sus brillantes ojos verdes relucían en la oscuridad.

-¿Quién eres?

Abrió la puerta para acercarse al español.

-Soy Arthur Kirkland. ¿De la explosión ya no me recuerdas?-sonrió.

-¿Cómo podría olvidar a un perro como tú?

-Veo que no has perdido el sentido del humor.-se agachó hasta estar a la misma altura, cogió la cadena que sujetaba el cuello de Antonio y lo trajo hasta él. Se acercó a su oído y le susurró.

-España es mía.-sonrió para luego alejarse un poco y poder ver el rostro del castaño.

La cara de Antonio era una mezcla de frustración, miedo y derrota. El inglés se dio por satisfecho al verle así. Se levantó y caminó lentamente hacía la puerta. Antonio había perdido todo su orgullo, su hogar, su gente... e iba a perder su dignidad.

-¡Espera!

El inglés se giró interrogante.

-Deja libre a mi país y, a cambio, te ofreceré mi vida.

Arthur estaba perplejo.

-Pero si ya te tengo prisionero, tu vida me pertenece.

-No me refiero a eso... Yo, haré todo lo que tu me digas, sin negarme.

-¿Lo que quiera?-Arthur sonrió con maldad.

-Lo que quieras.-dijo el moreno resignado, pero firme.

Se acercó a Antonio ante la atenta mirada de este y le dio un pequeño mordisco en la oreja, lo que hizo que Antonio se estremeciera.

-Así que el gran Antonio Fernández ahora me pertenece. Hm, será divertido.-esta última frase la dijo en un tono sensual que el español no pasó por alto.

Se alejó de allí y le dio unas órdenes a los guardias que vigilaban la celda.

-Preparadlo para esta noche.-Y se fue con paso lento.